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Desde Ayacucho a París, un emprendimiento que nació de cara al mundo

CÓRDOBA.- Cuando Silvina Volotín creó su marca de carteras, botas, alpargatas y sombreros lo hizo pensando en el mundo. Decidió que desde su Ayacucho natal (ciudad del centro-este de Buenos Aires) podía exportar un producto “representativo del campo argentino” pero con un “toque moderno, de diseño, de calidad Premium”. Empezó hace algo más de un año, y está en puntos de venta de Madrid y Mallorca (España), en París y en torneos de polo en Europa. Además, participarán en la Semana de la Moda de Nueva York en setiembre.

La creadora de la marca -después se asoció con una amiga, Marcela Cerqueira- trabajó unos 30 años en empresas internacionales de fragancias, siempre en el segmento BtoB. “Hace un año decidí que era momento de concretar la salida, de dedicarme a otra cosa y así nació Grange”.

El nombre de la marca es en honor a las “mujeres” de la familia: su abuela Elvira, quien era sombrerera; su mamá también Elvira, profesora de bellas artes y quien trabajaba el cuero y su hija, Olivia. El isologo está formado, precisamente, por cuatro letras G. “Un recuerda a mis antepasados, a lo heredado, el campo argentino -explica a LA NACION-. Desde el día uno pensé en comunicar la Argentina desde el diseño. No desde la talabartería típica de Ayacucho, sino que me gustaba más ir por otro lado, siempre con buena calidad y con inclusión. No hacemos productos para un género u otro”.

Volotín subraya que apunta a la “sofisticación simple” y a “comunicar trabajo argentino”. A nivel internacional, el cuero argentino -que se comenzó a exportar salado a fines del siglo XVII- es reconocido por su calidad distintiva. “En Europa nuestros cueros son muy valorados, pero también la mano de obra tenía que ser nacional. La idea original fue la de una empresa donde crezcamos todos, los proveedores, los empleados”, plantea.

Apunta que el diseño es “distinto”, con una “combinación de formas innovadoras, detalles artesanales, colores vibrantes o contrastantes y funcionalidad”. Asegura que para la marca no es definitorio seguir las tendencias de la moda, sino que apuestan a la “calidad, a lo atractivo y duradero”.

Compra el cuero a una curtiembre de primera línea: “La res entera, para garantizar su calidad. Fabricamos en talleres tercerizados. Mis diseños son convertidos en muestras por una molderista. Costó mucho conseguir cada uno de los eslabones de la cadena, desarrollar los proveedores. La intención es que seamos un equipo y que funcionemos como tal, hacer alianzas con quienes también quieren crecer”.

Está convencida de que para expandir las ventas afuera la clave es “enfocarse en la calidad, en la producción artesanal y revalorizar el cuero argentino”. En su estrategia destacar la “durabilidad, la textura suave y la elegancia”. En el mercado interno venden, básicamente, a través de su plataforma web aunque están en algunos puntos presenciales.

El primer envío al exterior fue a París, a donde venden en las tiendas de Gusto Argentino, al igual que en Madrid. Carteras y alpargatas constituyeron el embarque, en cantidades “chicas”, que fueron renovando a medida que se vendieron. El precio promedio de las carteras es de entre 150 y 200 euros. Volotín indica que son “buenos precios” en comparación con los que tienen otras marcas “que tampoco son las reconocidas”. Ya están trabajando en nuevos modelos de alpargatas y zapatillas que combinan cuero y telas. “Todo es un guante, muy artesanal”, define.

Explica que para empezar las ventas afuera fue “crucial” tener una red de contactos y el “boca en boca”. Por su trabajo anterior viajaba mucho y a partir de conversaciones con otros emprendedores se convenció de que hay mercado para “productos sofisticados, simples, de diseño”.

“El arranque fue, tímidamente en Paris, después sumamos Madrid y en Mallorca decidimos abrir el propio espacio, donde combinaremos los productos con arte -describe-. Además, participamos con stands en torneos de polo europeo porque si bien no hacemos diseños específicos para ese deporte, ayuda mucho en la promoción, en hacernos conocidos”.

La emprendedora precisa que “no hay una fórmula clara para salir al mundo; golpear puertas, mostrar el producto, llevamos muestras y mandamos por curriers. Exportar tiene un costo de logística importante, hay que estudiar las normas, las regulaciones, qué se requiere para entrar a cada país. Diría que curiosidad y ganas son la base; vengo de una multinacional y ahora hacemos todo. Hay que tener una mirada de helicóptero, sobrevolar”.

Además, plantea que hay que “considerar la burocracia, la competencia y las fluctuaciones económicas”. Ratifica que arrancaron analizando el mercado, buscando el segmento en el que vieran una “oportunidad” que es la que buscan “maximizar” todo el tiempo desde la empresa.

“Hay muy poco apoyo con información ordenada y reunida como se necesita para tomar una decisión y, en la Argentina, los costos de producción son altos -continúa Volotín-. Cuando está empezando se hace complejo el determinar por dónde ir porque a veces ni los expertos tienen en claro todas las exigencias. Y no hacer bien todo el proceso implica riesgos que son plata. Armamos nuestra empresa en la Argentina y en España, hicimos todo by de book, y aun así se maneja un nivel de riesgo alto”.

CÓRDOBA.- Cuando Silvina Volotín creó su marca de carteras, botas, alpargatas y sombreros lo hizo pensando en el mundo. Decidió que desde su Ayacucho natal (ciudad del centro-este de Buenos Aires) podía exportar un producto “representativo del campo argentino” pero con un “toque moderno, de diseño, de calidad Premium”. Empezó hace algo más de un año, y está en puntos de venta de Madrid y Mallorca (España), en París y en torneos de polo en Europa. Además, participarán en la Semana de la Moda de Nueva York en setiembre.

La creadora de la marca -después se asoció con una amiga, Marcela Cerqueira- trabajó unos 30 años en empresas internacionales de fragancias, siempre en el segmento BtoB. “Hace un año decidí que era momento de concretar la salida, de dedicarme a otra cosa y así nació Grange”.

El nombre de la marca es en honor a las “mujeres” de la familia: su abuela Elvira, quien era sombrerera; su mamá también Elvira, profesora de bellas artes y quien trabajaba el cuero y su hija, Olivia. El isologo está formado, precisamente, por cuatro letras G. “Un recuerda a mis antepasados, a lo heredado, el campo argentino -explica a LA NACION-. Desde el día uno pensé en comunicar la Argentina desde el diseño. No desde la talabartería típica de Ayacucho, sino que me gustaba más ir por otro lado, siempre con buena calidad y con inclusión. No hacemos productos para un género u otro”.

Volotín subraya que apunta a la “sofisticación simple” y a “comunicar trabajo argentino”. A nivel internacional, el cuero argentino -que se comenzó a exportar salado a fines del siglo XVII- es reconocido por su calidad distintiva. “En Europa nuestros cueros son muy valorados, pero también la mano de obra tenía que ser nacional. La idea original fue la de una empresa donde crezcamos todos, los proveedores, los empleados”, plantea.

Apunta que el diseño es “distinto”, con una “combinación de formas innovadoras, detalles artesanales, colores vibrantes o contrastantes y funcionalidad”. Asegura que para la marca no es definitorio seguir las tendencias de la moda, sino que apuestan a la “calidad, a lo atractivo y duradero”.

Compra el cuero a una curtiembre de primera línea: “La res entera, para garantizar su calidad. Fabricamos en talleres tercerizados. Mis diseños son convertidos en muestras por una molderista. Costó mucho conseguir cada uno de los eslabones de la cadena, desarrollar los proveedores. La intención es que seamos un equipo y que funcionemos como tal, hacer alianzas con quienes también quieren crecer”.

Está convencida de que para expandir las ventas afuera la clave es “enfocarse en la calidad, en la producción artesanal y revalorizar el cuero argentino”. En su estrategia destacar la “durabilidad, la textura suave y la elegancia”. En el mercado interno venden, básicamente, a través de su plataforma web aunque están en algunos puntos presenciales.

El primer envío al exterior fue a París, a donde venden en las tiendas de Gusto Argentino, al igual que en Madrid. Carteras y alpargatas constituyeron el embarque, en cantidades “chicas”, que fueron renovando a medida que se vendieron. El precio promedio de las carteras es de entre 150 y 200 euros. Volotín indica que son “buenos precios” en comparación con los que tienen otras marcas “que tampoco son las reconocidas”. Ya están trabajando en nuevos modelos de alpargatas y zapatillas que combinan cuero y telas. “Todo es un guante, muy artesanal”, define.

Explica que para empezar las ventas afuera fue “crucial” tener una red de contactos y el “boca en boca”. Por su trabajo anterior viajaba mucho y a partir de conversaciones con otros emprendedores se convenció de que hay mercado para “productos sofisticados, simples, de diseño”.

“El arranque fue, tímidamente en Paris, después sumamos Madrid y en Mallorca decidimos abrir el propio espacio, donde combinaremos los productos con arte -describe-. Además, participamos con stands en torneos de polo europeo porque si bien no hacemos diseños específicos para ese deporte, ayuda mucho en la promoción, en hacernos conocidos”.

La emprendedora precisa que “no hay una fórmula clara para salir al mundo; golpear puertas, mostrar el producto, llevamos muestras y mandamos por curriers. Exportar tiene un costo de logística importante, hay que estudiar las normas, las regulaciones, qué se requiere para entrar a cada país. Diría que curiosidad y ganas son la base; vengo de una multinacional y ahora hacemos todo. Hay que tener una mirada de helicóptero, sobrevolar”.

Además, plantea que hay que “considerar la burocracia, la competencia y las fluctuaciones económicas”. Ratifica que arrancaron analizando el mercado, buscando el segmento en el que vieran una “oportunidad” que es la que buscan “maximizar” todo el tiempo desde la empresa.

“Hay muy poco apoyo con información ordenada y reunida como se necesita para tomar una decisión y, en la Argentina, los costos de producción son altos -continúa Volotín-. Cuando está empezando se hace complejo el determinar por dónde ir porque a veces ni los expertos tienen en claro todas las exigencias. Y no hacer bien todo el proceso implica riesgos que son plata. Armamos nuestra empresa en la Argentina y en España, hicimos todo by de book, y aun así se maneja un nivel de riesgo alto”.

 Dejó la vida corporativa para armar ser su propia jefa; fabrican carteras, alpargatas, botas y sombreros  LA NACION

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