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Marta González. “¿Esperar a la ‘parca’ tirada en la cama? No quiero eso en mi vida”, afirma frente a un nuevo cáncer de mama

En su piso de Palermo, Marta González (79) recibe a ¡HOLA! Argentina con los ruleros puestos. “Hoy me levanté temprano y me fui a la peluquería de Oscar Colombo, mi amigo de hace tantos años. Sólo él me peina, nadie más”, cuenta mientras acaricia a Efie, el caniche toy que heredó de una de sus nietas. Después de haber presentado la última función de la obra Madre hay una sola (dos sería demasiado) junto a Nancy Anka (53) en abril pasado, la actriz reconoce que ahora tiene más tiempo libre en su agenda: “Voy a poder hacer más gimnasia y seguir a full con el tratamiento oncológico, dos cosas que me vuelven loca de placer”, dice con una ironía que es su sello.

Hace poco más de cuatro meses, Marta González anunció que iniciaba su cuarta batalla contra el cáncer de mama. “Los médicos detectaron células cancerígenas, así que empiezo con un nuevo tratamiento”, explicó en su momento la artista, a quien le diagnosticaron la enfermedad en 2001 y que, con el tiempo, la llevó someterse a una mastectomía del lado izquierdo.

Hoy Marta recibe el apoyo incondicional de su público, de sus colegas y de su hija, María Mercedes, fruto de su matrimonio con el ex futbolista y director técnico Osvaldo “Chiche” Sosa, con quien tuvo también a su hijo Leandro, el productor de televisión que murió en un accidente de tránsito en México en 2001.

–¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te dijeron que tenías cáncer otra vez?

–Primero me dio un poco de risa porque yo, por haber sido una paciente oncológica, seguía tomando remedios para evitar llegar a esta situación. Pero como se me había empezado a endurecer el único pecho que me quedaba [se ríe], me sacaron una parte y me hicieron una biopsia y ahí encontraron que tenía células cancerígenas. Y acá estoy.

–Lo tomás con mucho humor, aunque debe ser difícil. ¿Cómo es tu tratamiento?

–No estoy haciendo quimio ni rayos, sino hormonoterapia, que es un tratamiento en el que me tengo que dar inyecciones y tomar pastillas… Estas creo que son más fuertes que las que me dieron las veces anteriores porque me cansan muchísimo. Y eso que pasé de todo, eh… Recuerdo que cuando trabajaba en El show de la menopausia en Mar del Plata, me hacía la quimio en Buenos Aires y después viajaba 400 kilómetros para estar en la obra, todo en el mismo día. Mi médico no podía creer la maratón que me mandaba. ¿Y qué iba a hacer? ¿Esperar a la ‘parca’ tirada en la cama? No quiero eso en mi vida. Prefiero que la muerte me encuentre arriba del escenario.

–En 2019 sufriste un ACV en medio de la función de El show de los cuernos….

–[Se ríe]. ¡Es cierto! Las chicas me sacaron del escenario porque empecé a decir cualquier cosa y enseguida se dieron cuenta de que algo estaba pasando… ¿Ves? Por eso te digo, no le tengo miedo a la muerte.

–¿A qué le tenés miedo?

–Le tengo mucho, mucho miedo al sufrimiento de los míos. Cuando te enfermás, lo primero que pensás es a quiénes dejás. Y después está todo ese proceso previo hasta que te morís. Esa instancia de estar esperando, eso sí me da miedo, no me gustaría pasarlo… pero bueno, viste que uno no elige su muerte.

–¿Sos creyente?

–Sí y soy muy devota de la Virgen de la Medalla Milagrosa, llevo su imagen siempre conmigo. Me gusta pensar en que hay un Dios y, sin dudas, creo que él me preparó para la muerte de mi hijo. La fe te da el consuelo del reencuentro, me da esa esperanza de volver a ver a Leandro, aunque eso me lleve veinte años. Tengo una fuerza interna que me empuja a seguir adelante.

–De hecho, al poco tiempo de perder a tu hijo regresaste a las tablas.

–Sí, en ese momento estaba lidiando con el cáncer y con la muerte de Leandro, así que estaba con el alma destrozada. Pero me llamó Nora Cárpena para que me sumara a la gira en Córdoba con la obra de Brujas, tenía que reemplazar nada menos que a Moria Casán. No sabía cómo iba a hacerlo, pero les dije que sí. Lo que tiene la actuación es que cuando te maquillás ya sos otra persona, con una vida distinta a la tuya. Sólo Dios sabe cómo Graciela Dufau, Selva Alemán y Nora me contuvieron después de cada función. Sólo ellas saben lo que lloraba a gritos cuando se bajaba el telón. Durante la obra estaba tan enfocada en el personaje que la energía y la adrenalina estaban en la función. Ahí descubrí que, arriba del escenario, las endorfinas tapan el dolor. Hacer teatro en ese momento fue de verdad agotador, pero al mismo tiempo fue lo que me salvó la vida.

SUS PASIONES

“En el 54 debuté en teatro de la mano de Armando Discépolo con la obra El último perro. Lo digo con orgullo porque sólo tenía 9 años. Y de ahí no paré. Este año cumplo 70 de carrera… Ni yo me la creo”, reflexiona la artista. Y enseguida agrega: “Tuve el privilegio de conocer a personalidades de la talla de Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Richard Burton, Sofía Loren… Fui jurado internacional en Huelva y viajé por el mundo. Si bien pasé por un montón de cosas horribles, también viví momentos muy hermosos”, afirma.

–¿Cómo te fue en el amor?

–Para el demonio. [Se ríe]. Tuve dos hijos maravillosos, pero igual siento que no fui muy afortunada en el amor. He querido mucho y no me han querido tanto. Y todavía hoy me cuesta perdonar la infidelidad de Chiche.

–Tu primer amor fue Palito Ortega…

–¡Sí! Cuando lo conocí sólo era Ramón, el chico triste de las canciones alegres. [Se ríe]. Y me conquistó por su historia, era un seductor nato, pero después me dejó.

–¿Y hoy te gustaría estar acompañada?

–Nooo, para nada. Me da mucha fiaca. Mi vida es mi familia, mis amigos y el teatro. Con Nancy Anka me divertí un montón en mi última obra porque además me mantenía activa, tenía que hablar en todas las escenas. Me cansé bastante, pero sabía que me iba a hacer muy bien, actuar es mi mejor medicina. Ahora que terminó la gira, mi hija quiere que haga un unipersonal. Eso sí, me tengo que juntar con alguien para armar el texto porque tengo que reordenar todas las cosas que voy a contar.

–Es una buena oportunidad para recordar viejas anécdotas…

Sí, claro. Pero lo que más me motiva es pensar y preguntarme cuál es el mensaje que quiero dejar.

Maquillaje: Joaquina Espínola

Agradecimientos: Paul Varez

En su piso de Palermo, Marta González (79) recibe a ¡HOLA! Argentina con los ruleros puestos. “Hoy me levanté temprano y me fui a la peluquería de Oscar Colombo, mi amigo de hace tantos años. Sólo él me peina, nadie más”, cuenta mientras acaricia a Efie, el caniche toy que heredó de una de sus nietas. Después de haber presentado la última función de la obra Madre hay una sola (dos sería demasiado) junto a Nancy Anka (53) en abril pasado, la actriz reconoce que ahora tiene más tiempo libre en su agenda: “Voy a poder hacer más gimnasia y seguir a full con el tratamiento oncológico, dos cosas que me vuelven loca de placer”, dice con una ironía que es su sello.

Hace poco más de cuatro meses, Marta González anunció que iniciaba su cuarta batalla contra el cáncer de mama. “Los médicos detectaron células cancerígenas, así que empiezo con un nuevo tratamiento”, explicó en su momento la artista, a quien le diagnosticaron la enfermedad en 2001 y que, con el tiempo, la llevó someterse a una mastectomía del lado izquierdo.

Hoy Marta recibe el apoyo incondicional de su público, de sus colegas y de su hija, María Mercedes, fruto de su matrimonio con el ex futbolista y director técnico Osvaldo “Chiche” Sosa, con quien tuvo también a su hijo Leandro, el productor de televisión que murió en un accidente de tránsito en México en 2001.

–¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te dijeron que tenías cáncer otra vez?

–Primero me dio un poco de risa porque yo, por haber sido una paciente oncológica, seguía tomando remedios para evitar llegar a esta situación. Pero como se me había empezado a endurecer el único pecho que me quedaba [se ríe], me sacaron una parte y me hicieron una biopsia y ahí encontraron que tenía células cancerígenas. Y acá estoy.

–Lo tomás con mucho humor, aunque debe ser difícil. ¿Cómo es tu tratamiento?

–No estoy haciendo quimio ni rayos, sino hormonoterapia, que es un tratamiento en el que me tengo que dar inyecciones y tomar pastillas… Estas creo que son más fuertes que las que me dieron las veces anteriores porque me cansan muchísimo. Y eso que pasé de todo, eh… Recuerdo que cuando trabajaba en El show de la menopausia en Mar del Plata, me hacía la quimio en Buenos Aires y después viajaba 400 kilómetros para estar en la obra, todo en el mismo día. Mi médico no podía creer la maratón que me mandaba. ¿Y qué iba a hacer? ¿Esperar a la ‘parca’ tirada en la cama? No quiero eso en mi vida. Prefiero que la muerte me encuentre arriba del escenario.

–En 2019 sufriste un ACV en medio de la función de El show de los cuernos….

–[Se ríe]. ¡Es cierto! Las chicas me sacaron del escenario porque empecé a decir cualquier cosa y enseguida se dieron cuenta de que algo estaba pasando… ¿Ves? Por eso te digo, no le tengo miedo a la muerte.

–¿A qué le tenés miedo?

–Le tengo mucho, mucho miedo al sufrimiento de los míos. Cuando te enfermás, lo primero que pensás es a quiénes dejás. Y después está todo ese proceso previo hasta que te morís. Esa instancia de estar esperando, eso sí me da miedo, no me gustaría pasarlo… pero bueno, viste que uno no elige su muerte.

–¿Sos creyente?

–Sí y soy muy devota de la Virgen de la Medalla Milagrosa, llevo su imagen siempre conmigo. Me gusta pensar en que hay un Dios y, sin dudas, creo que él me preparó para la muerte de mi hijo. La fe te da el consuelo del reencuentro, me da esa esperanza de volver a ver a Leandro, aunque eso me lleve veinte años. Tengo una fuerza interna que me empuja a seguir adelante.

–De hecho, al poco tiempo de perder a tu hijo regresaste a las tablas.

–Sí, en ese momento estaba lidiando con el cáncer y con la muerte de Leandro, así que estaba con el alma destrozada. Pero me llamó Nora Cárpena para que me sumara a la gira en Córdoba con la obra de Brujas, tenía que reemplazar nada menos que a Moria Casán. No sabía cómo iba a hacerlo, pero les dije que sí. Lo que tiene la actuación es que cuando te maquillás ya sos otra persona, con una vida distinta a la tuya. Sólo Dios sabe cómo Graciela Dufau, Selva Alemán y Nora me contuvieron después de cada función. Sólo ellas saben lo que lloraba a gritos cuando se bajaba el telón. Durante la obra estaba tan enfocada en el personaje que la energía y la adrenalina estaban en la función. Ahí descubrí que, arriba del escenario, las endorfinas tapan el dolor. Hacer teatro en ese momento fue de verdad agotador, pero al mismo tiempo fue lo que me salvó la vida.

SUS PASIONES

“En el 54 debuté en teatro de la mano de Armando Discépolo con la obra El último perro. Lo digo con orgullo porque sólo tenía 9 años. Y de ahí no paré. Este año cumplo 70 de carrera… Ni yo me la creo”, reflexiona la artista. Y enseguida agrega: “Tuve el privilegio de conocer a personalidades de la talla de Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Richard Burton, Sofía Loren… Fui jurado internacional en Huelva y viajé por el mundo. Si bien pasé por un montón de cosas horribles, también viví momentos muy hermosos”, afirma.

–¿Cómo te fue en el amor?

–Para el demonio. [Se ríe]. Tuve dos hijos maravillosos, pero igual siento que no fui muy afortunada en el amor. He querido mucho y no me han querido tanto. Y todavía hoy me cuesta perdonar la infidelidad de Chiche.

–Tu primer amor fue Palito Ortega…

–¡Sí! Cuando lo conocí sólo era Ramón, el chico triste de las canciones alegres. [Se ríe]. Y me conquistó por su historia, era un seductor nato, pero después me dejó.

–¿Y hoy te gustaría estar acompañada?

–Nooo, para nada. Me da mucha fiaca. Mi vida es mi familia, mis amigos y el teatro. Con Nancy Anka me divertí un montón en mi última obra porque además me mantenía activa, tenía que hablar en todas las escenas. Me cansé bastante, pero sabía que me iba a hacer muy bien, actuar es mi mejor medicina. Ahora que terminó la gira, mi hija quiere que haga un unipersonal. Eso sí, me tengo que juntar con alguien para armar el texto porque tengo que reordenar todas las cosas que voy a contar.

–Es una buena oportunidad para recordar viejas anécdotas…

Sí, claro. Pero lo que más me motiva es pensar y preguntarme cuál es el mensaje que quiero dejar.

Maquillaje: Joaquina Espínola

Agradecimientos: Paul Varez

 Con gran optimismo y un admirable sentido del humor, la actriz repasa además sus 70 años de carrera, sus amores y los proyectos que la ilusionan  LA NACION

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