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Estudiantes campeón: se llevó la gloria en la Copa de la Liga y Vélez los aplausos por estar a la altura

Hubo un campeón, pero el otro finalista estuvo a la altura. A Estudiantes y Vélez la final no les quedó grande, adjetivo que los dos clubes quieren para sí en el escalafón histórico del fútbol argentino. El título de la Copa de la Liga premia al Pincha y el reconocimiento, aun sin trofeo en la vitrina, se hace extensivo a Vélez. Tras el 1-1 en los 120 minutos, hizo falta los penales, serie que se extendió hasta el sexto remate, que encumbró al arquero Matías Mansilla, con tres atajadas para el triunfo por 4-3, sellado con la última conversión, de Fernando Zuqui.

Estudiantes desempolva su estirpe copera, cimentada a finales de la década del 60, con las tres Libertadores consecutivas para irrumpir en un escenario que era dominado por otros equipos. Hace menos de un semestre levantó la Copa Argentina y suma el 10° título local en su historia. Como club que a lo largo de su existencia dio ejemplos de superación, ahora pone en primer plano a un arquero que transitó por el ascenso profundo hasta llegar a este momento de notoriedad.

Venía de eliminar a Boca en un balance futbolístico que lo había mostrado en un plano inferior. Pasó por los penales en Córdoba, el gen ganador estaba instalado, lo puso a salvo ante un Vélez indomable, de carácter y juego. La larga expedición de los hinchas hasta Santiago del Estero, con el consecuente esfuerzo económico, valió la pena para las dos parcialidades. La de Estudiantes celebra y la de Vélez se sintió bien representada, fue una derrota por penales que no anula la ilusión.

Una final desprovista de temores y excesivos recaudos de parte de los dos. La proximidad de un título los animó e invitó a arriesgar. En el primer tiempo lo hizo en mayor medida Vélez, superior en juego, ritmo y llegadas, un cúmulo de méritos que no le evitó el duro golpe de la derrota parcial. Con una formación con un promedio edad cuatro años menor que la de su rival (25 contra 29), Vélez fue atrevido, bien sostenido por el doble pivote que conforman Ordóñez y Bouzat. El despliegue continuaba con las incisivas incursiones por la izquierda de Thiago Fernández, que con sus aceleraciones y desbordes tenía a maltraer a Mancuso y a Lollo, el zaguero que salía a su encuentro cuando el lateral era superado.

Lo más destacado de Estudiantes 1 (4) – Vélez 1 (3)

Estudiantes se vio obligado al repliegue y la contención. Enzo Pérez y Ascacíbar reculaban sobre los zagueros centrales, no se hacían con las riendas del partido. José Sosa estada desconectado de todo, se le notaba más la veteranía que algún arresto de su calidad; era inevitable su reemplazo para el segundo tiempo, porque en varios pasajes parecía que Estudiantes jugaba con uno menos. Entró Zuqui, un agitador que a veces se ocupa más de los roces con el rival que del juego.

Vélez jugaba con orgullo y decisión; Ordóñez se había soltado un par de veces, rompió líneas con un remate que devolvió el travesaño. Con escasa posesión, Estudiantes no podía conectar con Cetré, otro extremo colombiano desequilibrante en el fútbol argentino, como en la anterior Copa de la Liga lo fue Campaz en Rosario Central.

Tras padecer en defensa con los arranques de Thiago Fernández, Mancuso se redimió en ataque con un remate de media distancia, cuyo pique complicó el cálculo de Marchiori en su estirada. El 1-0 había surgido en un córner jugado de manera corta entre Sosa y Cetré. Era el primer disparo al arco del Pincha, que encontraba en la eficacia un atajo para contrarrestar su inferioridad futbolística.

La desventaja ponía a prueba la capacidad de reacción de este Vélez sin tanta experiencia, ante un rival con hombres más curtidos en situaciones definitorias. Con pulmones y cabeza, el equipo de Liniers siguió metido en el partido, convencido de su plan. Mansilla seguía teniendo mucho más trabajo que Marchiori. Si algo extrañaba Vélez era al suspendido Braian Romero, un centro-delantero agresivo, siempre pendiente de tirar desmarques. Su sustituto, el uruguayo Vecino, quedó engullido entre Lollo y Romero.

Domínguez sumó energía y combatividad en el medio con la entrada de Zuqui. Más allá del 1-0, la final estaba abierta, había lugar para la incertidumbre y la intriga. Cabía esperar novedades, y las hubo cuando el zaguero central Damián Fernández se extralimitó en una disputa aérea y golpeó con su codo el rostro de Cetré. Estaba amonestado, pero el árbitro Ramírez le mostró directamente la tarjeta roja por la agresión.

Ahora sí Vélez estaba comprometido y condicionado. El partido también pasaba a disputarse con los reacomodamientos que hacían los entrenadores con los cambios. Quinteros rearmó la línea de cuatro con la entrada de Mammana y con la inclusión del pibe Sarco como centro-atacante pasó Bouzat al lateral izquierdo.

No hay adversidad que termine por voltear a Vélez. Ya es sabido a todo lo que se repuso en esta Copa de la Liga: a un comienzo calamitoso y al shock interno que significó la detención de cuatro jugadores por abuso sexual. Escaló en su zona ganando varios partidos en los últimos minutos. Se habituó a sobrevivir en la cornisa. Lo volvió a demostrar con el empate de Sarco (18 años, con apenas 100 minutos en primera división). Una de las tantas promesas surgidas de la cantera puso el 1-1 con un remate que se desvió en Lollo y en Enzo Pérez.

Ahora el viento del partido soplaba para Vélez porque Estudiantes se quedaba con 10 por la expulsión de Benedetti, que lo bajó a Pizzini cuando entraba al área. Ya había cansancio, pero no tanto como para que alguno se resignase a ganar en los 90 minutos y en el suplementario. A falta de lucidez, la voluntad mantenía la vibración.

Los penales sentenciaron una historia entre dos equipos que habían tenido muchas ganas. Vélez llegó siendo un ejemplo de resiliencia, pero Estudiantes no lo era menos, superando el drama del desvanecimiento de Javier Altamirano en un partido y luchando por la clasificación a los cuartos de final hasta la última fecha (aquel 1-0 a Boca en la continuidad del partido interrumpido fue decisivo). Cuando se disputaba el primer tiempo se conoció la infausta noticia de la muerte de César Luis Menotti. El Flaco se fue un domingo, el día del fútbol, de una final que le hizo honor a su memoria.

Hubo un campeón, pero el otro finalista estuvo a la altura. A Estudiantes y Vélez la final no les quedó grande, adjetivo que los dos clubes quieren para sí en el escalafón histórico del fútbol argentino. El título de la Copa de la Liga premia al Pincha y el reconocimiento, aun sin trofeo en la vitrina, se hace extensivo a Vélez. Tras el 1-1 en los 120 minutos, hizo falta los penales, serie que se extendió hasta el sexto remate, que encumbró al arquero Matías Mansilla, con tres atajadas para el triunfo por 4-3, sellado con la última conversión, de Fernando Zuqui.

Estudiantes desempolva su estirpe copera, cimentada a finales de la década del 60, con las tres Libertadores consecutivas para irrumpir en un escenario que era dominado por otros equipos. Hace menos de un semestre levantó la Copa Argentina y suma el 10° título local en su historia. Como club que a lo largo de su existencia dio ejemplos de superación, ahora pone en primer plano a un arquero que transitó por el ascenso profundo hasta llegar a este momento de notoriedad.

Venía de eliminar a Boca en un balance futbolístico que lo había mostrado en un plano inferior. Pasó por los penales en Córdoba, el gen ganador estaba instalado, lo puso a salvo ante un Vélez indomable, de carácter y juego. La larga expedición de los hinchas hasta Santiago del Estero, con el consecuente esfuerzo económico, valió la pena para las dos parcialidades. La de Estudiantes celebra y la de Vélez se sintió bien representada, fue una derrota por penales que no anula la ilusión.

Una final desprovista de temores y excesivos recaudos de parte de los dos. La proximidad de un título los animó e invitó a arriesgar. En el primer tiempo lo hizo en mayor medida Vélez, superior en juego, ritmo y llegadas, un cúmulo de méritos que no le evitó el duro golpe de la derrota parcial. Con una formación con un promedio edad cuatro años menor que la de su rival (25 contra 29), Vélez fue atrevido, bien sostenido por el doble pivote que conforman Ordóñez y Bouzat. El despliegue continuaba con las incisivas incursiones por la izquierda de Thiago Fernández, que con sus aceleraciones y desbordes tenía a maltraer a Mancuso y a Lollo, el zaguero que salía a su encuentro cuando el lateral era superado.

Lo más destacado de Estudiantes 1 (4) – Vélez 1 (3)

Estudiantes se vio obligado al repliegue y la contención. Enzo Pérez y Ascacíbar reculaban sobre los zagueros centrales, no se hacían con las riendas del partido. José Sosa estada desconectado de todo, se le notaba más la veteranía que algún arresto de su calidad; era inevitable su reemplazo para el segundo tiempo, porque en varios pasajes parecía que Estudiantes jugaba con uno menos. Entró Zuqui, un agitador que a veces se ocupa más de los roces con el rival que del juego.

Vélez jugaba con orgullo y decisión; Ordóñez se había soltado un par de veces, rompió líneas con un remate que devolvió el travesaño. Con escasa posesión, Estudiantes no podía conectar con Cetré, otro extremo colombiano desequilibrante en el fútbol argentino, como en la anterior Copa de la Liga lo fue Campaz en Rosario Central.

Tras padecer en defensa con los arranques de Thiago Fernández, Mancuso se redimió en ataque con un remate de media distancia, cuyo pique complicó el cálculo de Marchiori en su estirada. El 1-0 había surgido en un córner jugado de manera corta entre Sosa y Cetré. Era el primer disparo al arco del Pincha, que encontraba en la eficacia un atajo para contrarrestar su inferioridad futbolística.

La desventaja ponía a prueba la capacidad de reacción de este Vélez sin tanta experiencia, ante un rival con hombres más curtidos en situaciones definitorias. Con pulmones y cabeza, el equipo de Liniers siguió metido en el partido, convencido de su plan. Mansilla seguía teniendo mucho más trabajo que Marchiori. Si algo extrañaba Vélez era al suspendido Braian Romero, un centro-delantero agresivo, siempre pendiente de tirar desmarques. Su sustituto, el uruguayo Vecino, quedó engullido entre Lollo y Romero.

Domínguez sumó energía y combatividad en el medio con la entrada de Zuqui. Más allá del 1-0, la final estaba abierta, había lugar para la incertidumbre y la intriga. Cabía esperar novedades, y las hubo cuando el zaguero central Damián Fernández se extralimitó en una disputa aérea y golpeó con su codo el rostro de Cetré. Estaba amonestado, pero el árbitro Ramírez le mostró directamente la tarjeta roja por la agresión.

Ahora sí Vélez estaba comprometido y condicionado. El partido también pasaba a disputarse con los reacomodamientos que hacían los entrenadores con los cambios. Quinteros rearmó la línea de cuatro con la entrada de Mammana y con la inclusión del pibe Sarco como centro-atacante pasó Bouzat al lateral izquierdo.

No hay adversidad que termine por voltear a Vélez. Ya es sabido a todo lo que se repuso en esta Copa de la Liga: a un comienzo calamitoso y al shock interno que significó la detención de cuatro jugadores por abuso sexual. Escaló en su zona ganando varios partidos en los últimos minutos. Se habituó a sobrevivir en la cornisa. Lo volvió a demostrar con el empate de Sarco (18 años, con apenas 100 minutos en primera división). Una de las tantas promesas surgidas de la cantera puso el 1-1 con un remate que se desvió en Lollo y en Enzo Pérez.

Ahora el viento del partido soplaba para Vélez porque Estudiantes se quedaba con 10 por la expulsión de Benedetti, que lo bajó a Pizzini cuando entraba al área. Ya había cansancio, pero no tanto como para que alguno se resignase a ganar en los 90 minutos y en el suplementario. A falta de lucidez, la voluntad mantenía la vibración.

Los penales sentenciaron una historia entre dos equipos que habían tenido muchas ganas. Vélez llegó siendo un ejemplo de resiliencia, pero Estudiantes no lo era menos, superando el drama del desvanecimiento de Javier Altamirano en un partido y luchando por la clasificación a los cuartos de final hasta la última fecha (aquel 1-0 a Boca en la continuidad del partido interrumpido fue decisivo). Cuando se disputaba el primer tiempo se conoció la infausta noticia de la muerte de César Luis Menotti. El Flaco se fue un domingo, el día del fútbol, de una final que le hizo honor a su memoria.

 Tras el 1-1 en los 120 minutos, el Pincha se consagró en los penales (4-3), gracias a las tres atajadas de Mansilla; fue una final pareja e incierta hasta la definición  LA NACION

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