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Las mejores seis técnicas para aplicar en ambientes hostiles y ponerle fin al maltrato verbal

Con mucha frecuencia me consultan sobre cómo manejarse en ambientes hostiles, cómo ponerle límites al maltrato verbal. Te comparto seis técnicas asertivas que pueden servir a tal fin. Ninguna es mejor que otra. Lo importante es ir incorporándolas y practicándolas. Y, sobre todo, no explotar, no “morder el anzuelo”. Porque eso es precisamente lo que busca todo maltratador. Pero tampoco tragarse el enojo e implotar. Veamos…

1. Ignorar

Como se dice comúnmente, es “hacer oídos sordos”. Frente a la “patadita”, a la ironía: “Bueno, parece que engordamos unos kilitos por acá”, lo ideal es seguir hablando de lo que uno estaba hablando con una ignorancia selectiva. Una técnica que, en algunas circunstancias, resulta muy efectiva.

2. Reírse

“¿Se te está cayendo el pelo a vos, o me parece a mí?”. “No, se me está cayendo la cara”. “Vos sos medio tonto, ¿no?”. “Sí, de lunes a viernes”. El uso del humor indica que no nos hemos enganchado y que estamos volando por encima de la ironía del otro.

3. Dar las gracias

Cuando alguien nos suelta algo desagradable, podemos responder simplemente: “Lo voy a tener en cuenta, muchas gracias”. De ese modo, logramos salir de la situación sin explotar ni implotar.

4. Hacer uso del “disco rayado”

Frente al discurso agresivo de alguien, podemos repetir una misma frase: “Pero yo lo que opino es esto… pero yo lo que opino es esto… pero yo lo que opino es esto…”. Así, repitiendo una y otra vez nuestra posición, descolocamos a nuestro interlocutor.

5. Poner un límite directo

Sin gritar ni enojarnos, decimos lentamente y con calma, mirando a la persona a los ojos: “Por favor, no me hables así que no me gusta”. O: “Te pido, por favor, que no me grites que no me gusta”. Y, si es necesario, lo repetimos varias veces.

6. Decir algo sin sentido

Cuando alguien nos agrede, podemos elegir decirle algo como: “El viento sopla, el sol sale, pero la montaña observa”. Es decir, una ridiculez que inventamos en el momento (como lo que acabo de hacer al escribir estas líneas) o varios refranes conocidos, pero mezclados: “¿Sabés que solía decir mi abuela? Tanto va el cántaro a la fuente, que pájaro en mano… pensalo”. Y nos vamos.

Lo importante es siempre fijar límites y no entrar en la discusión porque, cuando entramos en una batalla que no elegimos, aunque ganemos, terminamos perdiendo. Necesitamos aprender a construir con nuestras palabras atmósferas de paz, de calma, de alegría y de validación. Porque, como suelo mencionar, hacia atrás están las pérdidas y, hacia adelante, las oportunidades.

Con mucha frecuencia me consultan sobre cómo manejarse en ambientes hostiles, cómo ponerle límites al maltrato verbal. Te comparto seis técnicas asertivas que pueden servir a tal fin. Ninguna es mejor que otra. Lo importante es ir incorporándolas y practicándolas. Y, sobre todo, no explotar, no “morder el anzuelo”. Porque eso es precisamente lo que busca todo maltratador. Pero tampoco tragarse el enojo e implotar. Veamos…

1. Ignorar

Como se dice comúnmente, es “hacer oídos sordos”. Frente a la “patadita”, a la ironía: “Bueno, parece que engordamos unos kilitos por acá”, lo ideal es seguir hablando de lo que uno estaba hablando con una ignorancia selectiva. Una técnica que, en algunas circunstancias, resulta muy efectiva.

2. Reírse

“¿Se te está cayendo el pelo a vos, o me parece a mí?”. “No, se me está cayendo la cara”. “Vos sos medio tonto, ¿no?”. “Sí, de lunes a viernes”. El uso del humor indica que no nos hemos enganchado y que estamos volando por encima de la ironía del otro.

3. Dar las gracias

Cuando alguien nos suelta algo desagradable, podemos responder simplemente: “Lo voy a tener en cuenta, muchas gracias”. De ese modo, logramos salir de la situación sin explotar ni implotar.

4. Hacer uso del “disco rayado”

Frente al discurso agresivo de alguien, podemos repetir una misma frase: “Pero yo lo que opino es esto… pero yo lo que opino es esto… pero yo lo que opino es esto…”. Así, repitiendo una y otra vez nuestra posición, descolocamos a nuestro interlocutor.

5. Poner un límite directo

Sin gritar ni enojarnos, decimos lentamente y con calma, mirando a la persona a los ojos: “Por favor, no me hables así que no me gusta”. O: “Te pido, por favor, que no me grites que no me gusta”. Y, si es necesario, lo repetimos varias veces.

6. Decir algo sin sentido

Cuando alguien nos agrede, podemos elegir decirle algo como: “El viento sopla, el sol sale, pero la montaña observa”. Es decir, una ridiculez que inventamos en el momento (como lo que acabo de hacer al escribir estas líneas) o varios refranes conocidos, pero mezclados: “¿Sabés que solía decir mi abuela? Tanto va el cántaro a la fuente, que pájaro en mano… pensalo”. Y nos vamos.

Lo importante es siempre fijar límites y no entrar en la discusión porque, cuando entramos en una batalla que no elegimos, aunque ganemos, terminamos perdiendo. Necesitamos aprender a construir con nuestras palabras atmósferas de paz, de calma, de alegría y de validación. Porque, como suelo mencionar, hacia atrás están las pérdidas y, hacia adelante, las oportunidades.

 Lo importante es siempre fijar límites y no entrar en la discusión porque si no siempre uno saldrá perdiendo  LA NACION

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