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Robert Rojas, el “Sicario” que no fue, cubrió el hueco de Montiel y ahora enfrentará a River con Libertad

Al margen de los títulos y victorias, uno de los mayores orgullos y reconocimientos que puede atesorar un futbolista al cabo de su carrera es recibir el afecto y el aplauso de los hinchas de su exclub cuando le toca enfrentarlo. Es toda una señal de que su paso fue positivo, que dejó un buen recuerdo por su rendimiento y compromiso con los colores que forman parte de su pasado. Un mérito que se amplifica cuando ese jugador no se formó en las divisiones inferiores, sino que llegó como profesional y supo construir un vínculo sentimental desde el campo hacia la tribuna.

Ese instante en el que la rivalidad se disuelve para darle cabida a la gratitud es el que seguramente unirá a Robert Rojas con los simpatizantes de River. Se abrirá un breve paréntesis en una instancia deportiva trascendente, como lo será la serie por los octavos de final por la Copa Libertadores que River y Libertad disputarán este jueves (en Asunción) y el próximo (en el Monumental).

A los 29 años, la trayectoria de Rojas en la primera división tiene su tramo más extenso en River, donde disputó 99 partidos, convirtió 11 goles y obtuvo seis títulos. Como zaguero o lateral, su legado en Núñez fue el de un defensor explosivo, muy atlético. En los otros cinco equipos que jugó no alcanzó tantos encuentros, ni siquiera en su club de origen, Guaraní, adonde River fue a buscarlo a principios de 2019 tras pagar un poco más de un millón de dólares por su pase.

Robert Rojas, con la cabeza vendada, festeja con Julián Álvarez un gol a Newell's

Tras disputar la etapa de grupos de la Libertadores con Olimpia -eliminado en una zona que lideró Vélez-, Rojas se incorporó hace más de un mes a Libertad, que avanzó a los octavos de final como escolta de San Pablo. En el “Gumarelo” suma cinco presencias como lateral derecho en el torneo de Paraguay.

Seguramente cruzará un saludo con Marcelo Gallardo, que recomendó su contratación tras enfrentarlo en 2017, cuando estaba en Guaraní, por la Copa Libertadores. Aterrizó en la Argentina precedido por un apodo intimidante, “Sicario”, aunque el origen de ese seudónimo terminó siendo una falsa impresión, como lo explicó él en una oportunidad: “Siendo un juvenil, en mi primera pretemporada en Guaraní me tocó pasar por el rito de que me pele alguien del plantel. Yo me puse serio y un compañero dijo ‘éste tiene cara de sicario’. Y quedó”.

En la cancha, más allá de que la función de un defensor es frenar y destruir el ataque rival, Rojas está muy lejos de ser un sicario. En sus 213 partidos en primera división solo acumula 22 amonestaciones y una sola expulsión. “No soy de dar muchas patadas, trato de aprovechar mi velocidad para anticipar. Lo tengo medio al pedo el apodo de sicario”, comentó hace un par de años.

El reto de Gallardo

De hecho, al final de un superclásico en la Bombonera por la Copa Diego Maradona, Gallardo le reclamó a Rojas que fuera más duro. Los micrófonos alcanzaron a captar lo que el entrenador le dijo al oído: “Rompelo, hacete más duro, carajo”, en relación a una acción en la que había perdido la marca de Carlos Tevez. Rojas tomó las palabras como una enseñanza: “Gallardo es un padre con autoridad. Contra Boca fallé y me corrigió. Me dijo que tenía que ser más fuerte y más vivo. Lo tomé de la mejor manera y nunca me cayó mal, son errores que uno debe tener en cuenta y aprender”.

El foul brusco al que Rojas rara vez recurre para frenar a un rival lo sufrió en carne propia cuando en abril de 2022 Aldair Rodríguez (Alianza Lima) le fracturó la tibia y el peroné derechos en un cotejo que River ganó 1-0 por la Copa Libertadores. Siendo de por sí una lesión muy grave, hubo otras complicaciones. Dos horas después de ser operado padeció un espasmo coronario que obligó a una intervención médica para ser compensado. En el último tramo de la recuperación sufrió una inflamación en la pierna que lo llevó de vuelta al quirófano para que le revisaran los tornillos por el riesgo de una infección.

Marcelo Gallardo consuela a Robert Rojas, mientras es retirado en camilla tras sufrir la fractura de tibia y peroné en el partido Alianza Lima-River

“Se me vino el mundo abajo”, dijo por entonces ante la acumulación de adversidades. Lo real fue que su carrera tuvo una bisagra, futbolísticamente no volvió a ser el mismo. Previamente había cubierto satisfactoriamente un agujero importante, como fue el que dejó la venta de Gonzalo Montiel a Sevilla en agosto de 2021. Gallardo primero probó con Mammana de N° 4, pero Rojas le dio más garantías.

Tras la grave lesión, reapareció a principios de 2023 y su último partido en River fue por la Copa Libertadores ante Inter de Porto Alegre, donde convirtió el gol del empate que llevó la serie a la definición por penales, en la que falló el remate que significó la eliminación.

Martín Demichelis ya no lo tenía en cuenta y una semana después fue cedido a préstamo a Tigre. Su nivel había decaído. De regreso, se le buscó otro préstamo, de un año en Vasco Da Gama. A principios de este año, Gallardo aprobó que lo transfirieran a Olimpia en 2,5 millones de dólares. Se despidió con la imagen de un defensor combativo, que a pesar de medir 1,78 metros convirtió de cabeza siete -uno muy recordado a Palmeiras en las semifinales de 2021- de sus 11 goles en River. “Como no soy muy alto, tengo que llegar por sorpresa. Nunca salto de parado, si no no le gano a nadie; necesito tomar impulso a la carrera”, explicó en una oportunidad.

El último partido de Rojas en River, en 2023 por la Copa Libertadores; convirtió un gol, pero después falló el remate decisivo en la definición por penales

También resignó espacio en la selección de Paraguay, en la que debutó en 2019 con Eduardo Berizzo y disputó el último de sus 25 encuentros (un gol) en noviembre de 2023. Ahora, Gustavo Alfaro prefiere a Juan Cáceres o Gustavo Velázquez. En Libertad pelea por el puesto con Iván Ramírez y también reemplazó a Diego Viera en la zaga central.

Estando en River no abandonó la costumbre de volver cada tanto a la chacra familiar en Belén, departamento de Concepción, a 500 kilómetros de Asunción, para ayudar a hombrear bolsas en la recolección de mandioca. “Ir al campo es lo máximo. Vuelvo renovado”. De su siembra en River cosechará hasta la próxima semana un genuino aprecio.

Al margen de los títulos y victorias, uno de los mayores orgullos y reconocimientos que puede atesorar un futbolista al cabo de su carrera es recibir el afecto y el aplauso de los hinchas de su exclub cuando le toca enfrentarlo. Es toda una señal de que su paso fue positivo, que dejó un buen recuerdo por su rendimiento y compromiso con los colores que forman parte de su pasado. Un mérito que se amplifica cuando ese jugador no se formó en las divisiones inferiores, sino que llegó como profesional y supo construir un vínculo sentimental desde el campo hacia la tribuna.

Ese instante en el que la rivalidad se disuelve para darle cabida a la gratitud es el que seguramente unirá a Robert Rojas con los simpatizantes de River. Se abrirá un breve paréntesis en una instancia deportiva trascendente, como lo será la serie por los octavos de final por la Copa Libertadores que River y Libertad disputarán este jueves (en Asunción) y el próximo (en el Monumental).

A los 29 años, la trayectoria de Rojas en la primera división tiene su tramo más extenso en River, donde disputó 99 partidos, convirtió 11 goles y obtuvo seis títulos. Como zaguero o lateral, su legado en Núñez fue el de un defensor explosivo, muy atlético. En los otros cinco equipos que jugó no alcanzó tantos encuentros, ni siquiera en su club de origen, Guaraní, adonde River fue a buscarlo a principios de 2019 tras pagar un poco más de un millón de dólares por su pase.

Robert Rojas, con la cabeza vendada, festeja con Julián Álvarez un gol a Newell's

Tras disputar la etapa de grupos de la Libertadores con Olimpia -eliminado en una zona que lideró Vélez-, Rojas se incorporó hace más de un mes a Libertad, que avanzó a los octavos de final como escolta de San Pablo. En el “Gumarelo” suma cinco presencias como lateral derecho en el torneo de Paraguay.

Seguramente cruzará un saludo con Marcelo Gallardo, que recomendó su contratación tras enfrentarlo en 2017, cuando estaba en Guaraní, por la Copa Libertadores. Aterrizó en la Argentina precedido por un apodo intimidante, “Sicario”, aunque el origen de ese seudónimo terminó siendo una falsa impresión, como lo explicó él en una oportunidad: “Siendo un juvenil, en mi primera pretemporada en Guaraní me tocó pasar por el rito de que me pele alguien del plantel. Yo me puse serio y un compañero dijo ‘éste tiene cara de sicario’. Y quedó”.

En la cancha, más allá de que la función de un defensor es frenar y destruir el ataque rival, Rojas está muy lejos de ser un sicario. En sus 213 partidos en primera división solo acumula 22 amonestaciones y una sola expulsión. “No soy de dar muchas patadas, trato de aprovechar mi velocidad para anticipar. Lo tengo medio al pedo el apodo de sicario”, comentó hace un par de años.

El reto de Gallardo

De hecho, al final de un superclásico en la Bombonera por la Copa Diego Maradona, Gallardo le reclamó a Rojas que fuera más duro. Los micrófonos alcanzaron a captar lo que el entrenador le dijo al oído: “Rompelo, hacete más duro, carajo”, en relación a una acción en la que había perdido la marca de Carlos Tevez. Rojas tomó las palabras como una enseñanza: “Gallardo es un padre con autoridad. Contra Boca fallé y me corrigió. Me dijo que tenía que ser más fuerte y más vivo. Lo tomé de la mejor manera y nunca me cayó mal, son errores que uno debe tener en cuenta y aprender”.

El foul brusco al que Rojas rara vez recurre para frenar a un rival lo sufrió en carne propia cuando en abril de 2022 Aldair Rodríguez (Alianza Lima) le fracturó la tibia y el peroné derechos en un cotejo que River ganó 1-0 por la Copa Libertadores. Siendo de por sí una lesión muy grave, hubo otras complicaciones. Dos horas después de ser operado padeció un espasmo coronario que obligó a una intervención médica para ser compensado. En el último tramo de la recuperación sufrió una inflamación en la pierna que lo llevó de vuelta al quirófano para que le revisaran los tornillos por el riesgo de una infección.

Marcelo Gallardo consuela a Robert Rojas, mientras es retirado en camilla tras sufrir la fractura de tibia y peroné en el partido Alianza Lima-River

“Se me vino el mundo abajo”, dijo por entonces ante la acumulación de adversidades. Lo real fue que su carrera tuvo una bisagra, futbolísticamente no volvió a ser el mismo. Previamente había cubierto satisfactoriamente un agujero importante, como fue el que dejó la venta de Gonzalo Montiel a Sevilla en agosto de 2021. Gallardo primero probó con Mammana de N° 4, pero Rojas le dio más garantías.

Tras la grave lesión, reapareció a principios de 2023 y su último partido en River fue por la Copa Libertadores ante Inter de Porto Alegre, donde convirtió el gol del empate que llevó la serie a la definición por penales, en la que falló el remate que significó la eliminación.

Martín Demichelis ya no lo tenía en cuenta y una semana después fue cedido a préstamo a Tigre. Su nivel había decaído. De regreso, se le buscó otro préstamo, de un año en Vasco Da Gama. A principios de este año, Gallardo aprobó que lo transfirieran a Olimpia en 2,5 millones de dólares. Se despidió con la imagen de un defensor combativo, que a pesar de medir 1,78 metros convirtió de cabeza siete -uno muy recordado a Palmeiras en las semifinales de 2021- de sus 11 goles en River. “Como no soy muy alto, tengo que llegar por sorpresa. Nunca salto de parado, si no no le gano a nadie; necesito tomar impulso a la carrera”, explicó en una oportunidad.

El último partido de Rojas en River, en 2023 por la Copa Libertadores; convirtió un gol, pero después falló el remate decisivo en la definición por penales

También resignó espacio en la selección de Paraguay, en la que debutó en 2019 con Eduardo Berizzo y disputó el último de sus 25 encuentros (un gol) en noviembre de 2023. Ahora, Gustavo Alfaro prefiere a Juan Cáceres o Gustavo Velázquez. En Libertad pelea por el puesto con Iván Ramírez y también reemplazó a Diego Viera en la zaga central.

Estando en River no abandonó la costumbre de volver cada tanto a la chacra familiar en Belén, departamento de Concepción, a 500 kilómetros de Asunción, para ayudar a hombrear bolsas en la recolección de mandioca. “Ir al campo es lo máximo. Vuelvo renovado”. De su siembra en River cosechará hasta la próxima semana un genuino aprecio.

 El paraguayo tuvo un paso destacado con Gallardo y se ganó el afecto de los hinchas, hasta que una grave fractura condicionó su nivel  LA NACION

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