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Los aspirantes a herederos de la sucesión de Beatriz Sarlo se impugnan mutuamente

La sucesión de Beatriz Sarlo, en la que están en juego dos departamentos en la ciudad de Buenos Aires, dinero en cuentas bancarias y los derechos de autor de la escritora, sigue bajo reserva por decisión de los magistrados intervinientes, que se habrían puesto “estricto con las filtraciones”. Sin embargo, LA NACION pudo saber que cada una de las tres partes en conflicto –la prima de 87 años, el marido arquitecto del que Sarlo nunca se divorció y el encargado del edificio que reclama el departamento de Caballito– pugnan por dejar fuera del caso a las otras.

La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil determinó que el juez Fernando Cesari debía continuar con “el conocimiento de la causa”, pese a que este se había excusado por razones de decoro y delicadeza. El abogado de Sato, Agustín Lipovsek Albores, había trabajado en el Juzgado Civil n° 60 y su madre fue la pediatra de los hijos de Cesari.

Frente del edificio donde vivió Beatriz Sarlo en Hidalgo 140, Caballito; esta es la propiedad que reclama el encargado

Si bien la Cámara en lo Civil minimizó estos hechos, los letrados del encargado Melanio Alberto Meza López, del estudio Ciminelli & Asociados, podrían recusar al juez. Además, impugnarán a Sato como heredero, tratando de demostrar que tanto él como Sarlo habían dejado de tener un “proyecto de vida en común” (como alega Sato) hace décadas. Tanto el arquitecto como la ensayista tuvieron nuevas parejas, él en Santiago de Chile y ella en Buenos Aires, donde vivía con el cineasta Rafael Filippelli, hasta la muerte de él en 2023, en el edificio de la calle Hidalgo. Las cuentas de redes sociales de Sato y su presunta pareja siguen abiertas, con escenas de divertidos paseos por América del Sur.

A su vez, el letrado de Sato cuestionó a Ernestina Susana del Río, la prima arquitecta de Sarlo que reside en Viedma, porque esta presentó en la Justicia un poder especial a favor de la abogada Sonia de Elizalde que no lleva su firma sino solo el estampado del pulgar, “por manifestar no poder hacerlo, en virtud de sufrir una parálisis temporal de su mano derecha”. El poder fue firmado “a su ruego” ante la notaria Leticia Mántaras, en Río Negro, por una familiar: Marina Carina del Río, de 43 años, que también reside en Viedma.

Sato también irá en contra del encargado, al intentar probar que el “testamento ológrafo” presentado por Meza López no es un testamento y, a la vez, que podría haber sido escrito y firmado “bajo presión” por la autora de No entender.

Estudio caligráfico realizado en la causa por la sucesión de Beatriz Sarlo

Por su parte, la letrada de Del Río no solo impugnó los escritos de Sarlo que Meza López presentó como “testamentos” y que el peritaje caligráfico dio por válidos sino que además pidió la exclusión de Sato de la causa, por las mismas razones que los abogados de Meza López: Sarlo y Sato estaban separados de hecho desde mediados de la década de 1970 y no tenían un proyecto de vida en común.

La sucesión de Beatriz Sarlo, en la que están en juego dos departamentos en la ciudad de Buenos Aires, dinero en cuentas bancarias y los derechos de autor de la escritora, sigue bajo reserva por decisión de los magistrados intervinientes, que se habrían puesto “estricto con las filtraciones”. Sin embargo, LA NACION pudo saber que cada una de las tres partes en conflicto –la prima de 87 años, el marido arquitecto del que Sarlo nunca se divorció y el encargado del edificio que reclama el departamento de Caballito– pugnan por dejar fuera del caso a las otras.

La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil determinó que el juez Fernando Cesari debía continuar con “el conocimiento de la causa”, pese a que este se había excusado por razones de decoro y delicadeza. El abogado de Sato, Agustín Lipovsek Albores, había trabajado en el Juzgado Civil n° 60 y su madre fue la pediatra de los hijos de Cesari.

Frente del edificio donde vivió Beatriz Sarlo en Hidalgo 140, Caballito; esta es la propiedad que reclama el encargado

Si bien la Cámara en lo Civil minimizó estos hechos, los letrados del encargado Melanio Alberto Meza López, del estudio Ciminelli & Asociados, podrían recusar al juez. Además, impugnarán a Sato como heredero, tratando de demostrar que tanto él como Sarlo habían dejado de tener un “proyecto de vida en común” (como alega Sato) hace décadas. Tanto el arquitecto como la ensayista tuvieron nuevas parejas, él en Santiago de Chile y ella en Buenos Aires, donde vivía con el cineasta Rafael Filippelli, hasta la muerte de él en 2023, en el edificio de la calle Hidalgo. Las cuentas de redes sociales de Sato y su presunta pareja siguen abiertas, con escenas de divertidos paseos por América del Sur.

A su vez, el letrado de Sato cuestionó a Ernestina Susana del Río, la prima arquitecta de Sarlo que reside en Viedma, porque esta presentó en la Justicia un poder especial a favor de la abogada Sonia de Elizalde que no lleva su firma sino solo el estampado del pulgar, “por manifestar no poder hacerlo, en virtud de sufrir una parálisis temporal de su mano derecha”. El poder fue firmado “a su ruego” ante la notaria Leticia Mántaras, en Río Negro, por una familiar: Marina Carina del Río, de 43 años, que también reside en Viedma.

Sato también irá en contra del encargado, al intentar probar que el “testamento ológrafo” presentado por Meza López no es un testamento y, a la vez, que podría haber sido escrito y firmado “bajo presión” por la autora de No entender.

Estudio caligráfico realizado en la causa por la sucesión de Beatriz Sarlo

Por su parte, la letrada de Del Río no solo impugnó los escritos de Sarlo que Meza López presentó como “testamentos” y que el peritaje caligráfico dio por válidos sino que además pidió la exclusión de Sato de la causa, por las mismas razones que los abogados de Meza López: Sarlo y Sato estaban separados de hecho desde mediados de la década de 1970 y no tenían un proyecto de vida en común.

 Cada cual con su estrategia, el encargado, el marido y la prima objetan vínculos y documentos para dejar fuera de la causa a las otras partes  LA NACION

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