Cómo llegará la economía a las elecciones, según los analistas

A menos de un mes de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, previstas para el 7 de septiembre, y a poco más de dos meses de los comicios legislativos nacionales del 26 de octubre, el panorama económico combina estabilidad de precios con un enfriamiento de la actividad, influido por las altas tasas de interés, la incertidumbre preelectoral y un consumo todavía apático.
Los economistas consultados coinciden en que no se esperan crisis inminentes, aunque sí anticipan desafíos y condicionantes que marcarán el pulso de la actividad, la inflación y el dólar en este tramo del calendario político.
Fernando Baer, economista de Quantum, proyecta que “la volatilidad va a estar presente, pero mucho menos que en otros episodios del pasado” debido a que la política monetaria seguirá siendo contractiva, en un contexto de equilibrio fiscal. Aunque reconoce que ya pudo haberse dado cierta “anticipación cambiaria”, no descarta nuevas tensiones en el mercado, aunque relativamente controladas. “El objetivo de desacelerar la inflación sigue siendo central, con logros palpables, lo que implica priorizar esa meta por sobre otros resultados, incluyendo la actividad”, sostuvo.
En la misma línea, Fernando Marull, de la consultora FMyA, prevé un dólar “un poco más estable que en julio”, aunque sin descartar episodios de volatilidad “dependiendo de cómo vayan las encuestas”.
Sobre la inflación, estima un piso del 2% en agosto y una cifra menor hacia fin de año. Describe una economía “tranquila, fría, a dos velocidades”, con un consumo estable y algunos favorecidos por la suba del tipo de cambio, como el turismo y la construcción.
Según el economista, estos sectores podrían compensar parcialmente el efecto de las altas tasas de interés. “Las tasas, aunque elevadas, irán bajando de a poco, pero no volverán al 30% previo a la eliminación de las LEFI [Letras Fiscales de Liquidez]. Es una economía estable, no de crisis, pero expectante”, resumió.
Para Melisa Sala, economista jefa de LCG, la actividad seguirá un “sendero con altas y bajas, muy heterogéneo entre sectores”, lo que dificultará un crecimiento sostenido y pujante. Destaca que esta situación, sumada a la mayor apertura de importaciones, actúa como “lastre o ancla para la inercia inflacionaria” y evita que la suba del dólar oficial se traslade a precios con la inmediatez de antes. Sin embargo, advierte que los ajustes del tipo de cambio pueden convertirse en “una piedra en el sendero de desinflación”. Aun así, proyecta que se mantendrá en torno al 2% mensual en los próximos meses.
El analista Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra, espera que la inflación se ubique entre el 2% y el 2,5% en agosto, y alrededor del 2% hacia adelante. Al mismo tiempo, señala que los salarios nominales crecen entre 1% y 1,5% mensual, por lo que el poder adquisitivo podría caer levemente en este período, reduciendo el margen para una reactivación del consumo.
Además, advierte que las tasas altas desalientan el crédito, mientras que la actividad, que alcanzó un pico en febrero, se mantiene amesetada, con riesgo de retrocesos en algunos meses. “El tipo de cambio podría acercarse a la zona alta de la banda en días de zozobra, como ocurrió en julio, aunque el Banco Central tiene poder de fuego para contenerlo”, señaló.
Gabriel Caamaño, de la consultora Outlier, pone el foco en el escenario posterior a las elecciones. Considera que el Gobierno deberá impulsar reformas laborales, previsionales y de apertura económica para atraer inversiones y acumular reservas, requisito clave para regresar a los mercados internacionales. “Con un resultado electoral favorable, todo es más fácil y el mercado acompaña con entusiasmo; con un resultado adverso, todo se vuelve más difícil y se deben acelerar las medidas”, explicó.
También subraya la relevancia del contexto global, hoy marcado por precios bajos de commodities, tasas internacionales altas y una Reserva Federal (Fed) que aún no comenzó a recortar tipos de interés. Para Caamaño, la capacidad de compatibilizar la acumulación de reservas con el actual régimen monetario y cambiario será una de las definiciones cruciales tras los comicios.
En conjunto, los cinco economistas describen un escenario en el que la estabilidad cambiaria y la moderación inflacionaria no están exentas de riesgos. El dólar se mantendría relativamente controlado, pero sensible a las encuestas y a los resultados de septiembre y octubre. La inflación rondaría el 2% mensual, con un pass through del dólar más acotado que en el pasado, pero sin un repunte de la actividad que sostenga el crecimiento. El consumo seguiría débil por la pérdida de poder adquisitivo y las altas tasas de interés, mientras que crédito e inversión permanecerán condicionados por la incertidumbre política.
El gran interrogante es si el capital político que surja de las elecciones se usará para impulsar reformas que consoliden un sendero de crecimiento más sólido. De lo contrario, advierten, la calma actual podría ser apenas transitoria y dar paso a un escenario más complejo al inicio de 2026.
A menos de un mes de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, previstas para el 7 de septiembre, y a poco más de dos meses de los comicios legislativos nacionales del 26 de octubre, el panorama económico combina estabilidad de precios con un enfriamiento de la actividad, influido por las altas tasas de interés, la incertidumbre preelectoral y un consumo todavía apático.
Los economistas consultados coinciden en que no se esperan crisis inminentes, aunque sí anticipan desafíos y condicionantes que marcarán el pulso de la actividad, la inflación y el dólar en este tramo del calendario político.
Fernando Baer, economista de Quantum, proyecta que “la volatilidad va a estar presente, pero mucho menos que en otros episodios del pasado” debido a que la política monetaria seguirá siendo contractiva, en un contexto de equilibrio fiscal. Aunque reconoce que ya pudo haberse dado cierta “anticipación cambiaria”, no descarta nuevas tensiones en el mercado, aunque relativamente controladas. “El objetivo de desacelerar la inflación sigue siendo central, con logros palpables, lo que implica priorizar esa meta por sobre otros resultados, incluyendo la actividad”, sostuvo.
En la misma línea, Fernando Marull, de la consultora FMyA, prevé un dólar “un poco más estable que en julio”, aunque sin descartar episodios de volatilidad “dependiendo de cómo vayan las encuestas”.
Sobre la inflación, estima un piso del 2% en agosto y una cifra menor hacia fin de año. Describe una economía “tranquila, fría, a dos velocidades”, con un consumo estable y algunos favorecidos por la suba del tipo de cambio, como el turismo y la construcción.
Según el economista, estos sectores podrían compensar parcialmente el efecto de las altas tasas de interés. “Las tasas, aunque elevadas, irán bajando de a poco, pero no volverán al 30% previo a la eliminación de las LEFI [Letras Fiscales de Liquidez]. Es una economía estable, no de crisis, pero expectante”, resumió.
Para Melisa Sala, economista jefa de LCG, la actividad seguirá un “sendero con altas y bajas, muy heterogéneo entre sectores”, lo que dificultará un crecimiento sostenido y pujante. Destaca que esta situación, sumada a la mayor apertura de importaciones, actúa como “lastre o ancla para la inercia inflacionaria” y evita que la suba del dólar oficial se traslade a precios con la inmediatez de antes. Sin embargo, advierte que los ajustes del tipo de cambio pueden convertirse en “una piedra en el sendero de desinflación”. Aun así, proyecta que se mantendrá en torno al 2% mensual en los próximos meses.
El analista Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra, espera que la inflación se ubique entre el 2% y el 2,5% en agosto, y alrededor del 2% hacia adelante. Al mismo tiempo, señala que los salarios nominales crecen entre 1% y 1,5% mensual, por lo que el poder adquisitivo podría caer levemente en este período, reduciendo el margen para una reactivación del consumo.
Además, advierte que las tasas altas desalientan el crédito, mientras que la actividad, que alcanzó un pico en febrero, se mantiene amesetada, con riesgo de retrocesos en algunos meses. “El tipo de cambio podría acercarse a la zona alta de la banda en días de zozobra, como ocurrió en julio, aunque el Banco Central tiene poder de fuego para contenerlo”, señaló.
Gabriel Caamaño, de la consultora Outlier, pone el foco en el escenario posterior a las elecciones. Considera que el Gobierno deberá impulsar reformas laborales, previsionales y de apertura económica para atraer inversiones y acumular reservas, requisito clave para regresar a los mercados internacionales. “Con un resultado electoral favorable, todo es más fácil y el mercado acompaña con entusiasmo; con un resultado adverso, todo se vuelve más difícil y se deben acelerar las medidas”, explicó.
También subraya la relevancia del contexto global, hoy marcado por precios bajos de commodities, tasas internacionales altas y una Reserva Federal (Fed) que aún no comenzó a recortar tipos de interés. Para Caamaño, la capacidad de compatibilizar la acumulación de reservas con el actual régimen monetario y cambiario será una de las definiciones cruciales tras los comicios.
En conjunto, los cinco economistas describen un escenario en el que la estabilidad cambiaria y la moderación inflacionaria no están exentas de riesgos. El dólar se mantendría relativamente controlado, pero sensible a las encuestas y a los resultados de septiembre y octubre. La inflación rondaría el 2% mensual, con un pass through del dólar más acotado que en el pasado, pero sin un repunte de la actividad que sostenga el crecimiento. El consumo seguiría débil por la pérdida de poder adquisitivo y las altas tasas de interés, mientras que crédito e inversión permanecerán condicionados por la incertidumbre política.
El gran interrogante es si el capital político que surja de las elecciones se usará para impulsar reformas que consoliden un sendero de crecimiento más sólido. De lo contrario, advierten, la calma actual podría ser apenas transitoria y dar paso a un escenario más complejo al inicio de 2026.
Inflación controlada, tasas de interés altas, actividad amesetada y un dólar sensible a las encuestas marcarán el pulso económico de los próximos meses LA NACION