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Abandonó Estados Unidos acorralada por sus alergias extremas y así encontró la cura por accidente: “Era deprimente”

Durante años, una mujer vivió un calvario cada vez que se sentaba a comer. Lo que solía ser una actividad placentera se transformó en una fuente constante de miedo y malestar cuando su cuerpo comenzó a rechazar alimentos de manera abrupta y progresiva, hasta que su dieta quedó reducida a tan solo tres. Cansada de sufrir, tomó una decisión extrema: abandonar Estados Unidos para comenzar una nueva vida en Europa. Fue ahí donde, contra todo pronóstico, descubrió que podía volver a la rutina sin sufrir ninguna reacción adversa.

De una dieta normal a comer solo tres cosas

Durante gran parte de su vida, la mujer que se dio a conocer como Bee en sus redes sociales, no había tenido restricciones alimentarias. Sin embargo, en los últimos años, su organismo empezó a reaccionar de forma violenta ante ingredientes comunes. Todo empezó con una intolerancia al gluten y lácteos, pero pronto se amplió al café, ciertos vegetales y luego a diferentes frutas y algunos frutos rojos. Cada semana sumaba una nueva comida prohibida a su lista de enemigos invisibles.

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En 2024, su menú había quedado limitado a tres ingredientes: brócoli, coco y algo de pollo. Entonces, comer dejó de ser un placer para convertirse en una rutina monótona, difícil de sobrellevar. “Se volvió bastante deprimente”, le contó Bee a Newsweek.

Las consecuencias físicas eran severas. Tras ingerir alimentos problemáticos, sufría erupciones urticantes, sarpullidos en el pecho y el rostro, dificultad para respirar, dolor abdominal punzante, migrañas, zumbido en los oídos, dolores articulares, confusión mental, congestión nasal y hasta escuchaba su propio corazón retumbar en la cabeza.

Para evitar esas consecuencias, siempre tenía que llevar consigo un arsenal de emergencia: un autoinyector de epinefrina para administrarse una dosis medida de epinefrina en caso de una reacción alérgica grave, inhalador, antihistamínicos y hasta bicarbonato de sodio.

Su huida de EE.UU.: el viaje inesperado a Europa que cambió su organismo

Acorralada por su deterioro físico y emocional, en noviembre de 2024 tomó una decisión drástica: abandonar Estados Unidos. Se mudó a un país de Europa, que evitó mencionar, con la esperanza de recuperar su salud. Por entonces, sentía que su cuerpo se apagaba lentamente por la falta de nutrientes y que no había otra opción.

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Su primer “experimento” sucedió por accidente. Pidió un plato de brócoli, su alimento seguro, sin saber que estaba bañado en una salsa de tomate, uno de los peores desencadenantes de sus reacciones alérgicas. Se preparó para lo peor. Sin embargo, sorprendentemente, no ocurrió nada.

Animada por ese resultado, comenzó a probar lentamente otros alimentos prohibidos: primero el gluten, luego los lácteos, después frutas y verduras. Siempre con precauciones: acompañada, con los medicamentos a mano y con conocimiento dónde estaba el hospital más cercano. Tras decenas de pruebas, se percató de que no sufría ninguna reacción.

“Al principio no lo podía creer. Estaba completamente en shock. Sabía que había algo diferente en la comida estadounidense, pero no sabía exactamente qué”, explicó.

Una causa invisible y un diagnóstico inesperado: el verdadero desencadenante de sus reacciones alérgicas

Con ayuda médica, Bee descubrió que su problema no eran los alimentos en sí, sino un factor externo que los contaminaba: el moho. Tras hacerse estudios especializados, detectaron en su cuerpo altos niveles de micotoxinas como Ochratoxina A, Tricotecenos, Aflatoxinas, Gliotoxina y Zearalenona. Estas sustancias tóxicas, producidas por hongos, pueden contaminar cultivos y alimentos.

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Además, se le diagnosticó una mutación genética que afecta la capacidad de su organismo para eliminar estas toxinas relacionadas con el moho. “Con el tiempo, mi cuerpo no pudo tolerarlo debido a mis factores genéticos. Mi médico también cree que los conservantes y aditivos también podrían haber contribuido a las reacciones a la histamina, ya que mi cuerpo tenía niveles tan altos de moho que era más sensible”, comentó.

La diferencia entre la regulación de alimentos en Estados Unidos y Europa habría sido clave. Según Newsweek, la Unión Europea aplica límites mucho más estrictos a los niveles de micotoxinas en productos alimenticios.

La doctora Saira Q. Zafar, alergista e inmunóloga del centro Schweiger Dermatology and Allergy, respaldó esa explicación a Newsweek: “Ciertos colorantes artificiales, conservantes y pesticidas que están prohibidos o fuertemente regulados en Europa, están permitidos en EE.UU. Y eso puede provocar síntomas que simulan alergias, aunque en realidad son intolerancias químicas”.

Durante años, una mujer vivió un calvario cada vez que se sentaba a comer. Lo que solía ser una actividad placentera se transformó en una fuente constante de miedo y malestar cuando su cuerpo comenzó a rechazar alimentos de manera abrupta y progresiva, hasta que su dieta quedó reducida a tan solo tres. Cansada de sufrir, tomó una decisión extrema: abandonar Estados Unidos para comenzar una nueva vida en Europa. Fue ahí donde, contra todo pronóstico, descubrió que podía volver a la rutina sin sufrir ninguna reacción adversa.

De una dieta normal a comer solo tres cosas

Durante gran parte de su vida, la mujer que se dio a conocer como Bee en sus redes sociales, no había tenido restricciones alimentarias. Sin embargo, en los últimos años, su organismo empezó a reaccionar de forma violenta ante ingredientes comunes. Todo empezó con una intolerancia al gluten y lácteos, pero pronto se amplió al café, ciertos vegetales y luego a diferentes frutas y algunos frutos rojos. Cada semana sumaba una nueva comida prohibida a su lista de enemigos invisibles.

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En 2024, su menú había quedado limitado a tres ingredientes: brócoli, coco y algo de pollo. Entonces, comer dejó de ser un placer para convertirse en una rutina monótona, difícil de sobrellevar. “Se volvió bastante deprimente”, le contó Bee a Newsweek.

Las consecuencias físicas eran severas. Tras ingerir alimentos problemáticos, sufría erupciones urticantes, sarpullidos en el pecho y el rostro, dificultad para respirar, dolor abdominal punzante, migrañas, zumbido en los oídos, dolores articulares, confusión mental, congestión nasal y hasta escuchaba su propio corazón retumbar en la cabeza.

Para evitar esas consecuencias, siempre tenía que llevar consigo un arsenal de emergencia: un autoinyector de epinefrina para administrarse una dosis medida de epinefrina en caso de una reacción alérgica grave, inhalador, antihistamínicos y hasta bicarbonato de sodio.

Su huida de EE.UU.: el viaje inesperado a Europa que cambió su organismo

Acorralada por su deterioro físico y emocional, en noviembre de 2024 tomó una decisión drástica: abandonar Estados Unidos. Se mudó a un país de Europa, que evitó mencionar, con la esperanza de recuperar su salud. Por entonces, sentía que su cuerpo se apagaba lentamente por la falta de nutrientes y que no había otra opción.

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Su primer “experimento” sucedió por accidente. Pidió un plato de brócoli, su alimento seguro, sin saber que estaba bañado en una salsa de tomate, uno de los peores desencadenantes de sus reacciones alérgicas. Se preparó para lo peor. Sin embargo, sorprendentemente, no ocurrió nada.

Animada por ese resultado, comenzó a probar lentamente otros alimentos prohibidos: primero el gluten, luego los lácteos, después frutas y verduras. Siempre con precauciones: acompañada, con los medicamentos a mano y con conocimiento dónde estaba el hospital más cercano. Tras decenas de pruebas, se percató de que no sufría ninguna reacción.

“Al principio no lo podía creer. Estaba completamente en shock. Sabía que había algo diferente en la comida estadounidense, pero no sabía exactamente qué”, explicó.

Una causa invisible y un diagnóstico inesperado: el verdadero desencadenante de sus reacciones alérgicas

Con ayuda médica, Bee descubrió que su problema no eran los alimentos en sí, sino un factor externo que los contaminaba: el moho. Tras hacerse estudios especializados, detectaron en su cuerpo altos niveles de micotoxinas como Ochratoxina A, Tricotecenos, Aflatoxinas, Gliotoxina y Zearalenona. Estas sustancias tóxicas, producidas por hongos, pueden contaminar cultivos y alimentos.

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Además, se le diagnosticó una mutación genética que afecta la capacidad de su organismo para eliminar estas toxinas relacionadas con el moho. “Con el tiempo, mi cuerpo no pudo tolerarlo debido a mis factores genéticos. Mi médico también cree que los conservantes y aditivos también podrían haber contribuido a las reacciones a la histamina, ya que mi cuerpo tenía niveles tan altos de moho que era más sensible”, comentó.

La diferencia entre la regulación de alimentos en Estados Unidos y Europa habría sido clave. Según Newsweek, la Unión Europea aplica límites mucho más estrictos a los niveles de micotoxinas en productos alimenticios.

La doctora Saira Q. Zafar, alergista e inmunóloga del centro Schweiger Dermatology and Allergy, respaldó esa explicación a Newsweek: “Ciertos colorantes artificiales, conservantes y pesticidas que están prohibidos o fuertemente regulados en Europa, están permitidos en EE.UU. Y eso puede provocar síntomas que simulan alergias, aunque en realidad son intolerancias químicas”.

 Acorralada por alergias, dejó EE.UU. y halló alivio en Europa: tras sobrevivir con solo tres alimentos, su dieta en el Viejo Continente cambió su vida.  LA NACION

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