León XIV cerró el Jubileo de los Jóvenes y llamó a ser “semillas de esperanza”

ROMA.- Al cerrar este domingo con una misa campal ante más de un millón de jóvenes de 146 países el Jubileo de la Juventud —su primer gran megaevento—, León XIV recordó a todos los jóvenes que sufren y llamó a los presentes —entre ellos, más de mil argentinos— a ser mensajeros de paz. “Mis jóvenes hermanos y hermanas, ustedes son el signo de que un mundo distinto es posible, un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos se afrontan no con las armas, sino con el diálogo”, dijo el primer estadounidense, pero también peruano, que, como durante la vigilia en la inmensa explanada de Tor Vergata, al este de Roma, volvió a pasar de un idioma a otro —del italiano al español y al inglés— para comunicarse con el colorido mar de gente.
“En comunión con Cristo, nuestra paz y esperanza para el mundo, estamos más que nunca unidos a los jóvenes que sufren el mayor de los males: el que es producido por otros hombres. Estamos con los jóvenes de Gaza, estamos con los jóvenes de Ucrania, con todos aquellos cuya tierra está ensangrentada por las guerras”, reforzó.
“Sí, ¡con Cristo es posible! Con su amor, con su perdón, con la fuerza de su Espíritu. Mis queridos amigos, unidos a Jesús como los sarmientos a la vid, ustedes darán mucho fruto; serán sal de la tierra, luz del mundo; serán semillas de esperanza allí donde viven: en la familia, con sus amigos, en la escuela, en el trabajo, en el deporte. Semillas de esperanza con Cristo nuestra esperanza”, alentó León XIV, que les dio a todos cita para la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en Corea del Sur en agosto de 2027.
El Papa dijo que, después de este Jubileo, “el ‘peregrinaje de esperanza’ de los jóvenes continúa” y los llevará a Asia. “Les renuevo la invitación que el Papa Francisco hizo en Lisboa hace dos años: los jóvenes de todo el mundo se volverán a encontrar junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027. Esta Jornada tendrá como tema: «Tengan valor: yo he vencido al mundo»”, indicó. “Precisamente la esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza de anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte; y de esto ustedes, jóvenes peregrinos de esperanza, serán testigos hasta los confines de la tierra. Nos vemos en Seúl; continuemos a soñar juntos, a esperar juntos”, añadió, causando euforia sobre todo entre los 1500 jóvenes llegados desde Corea del Sur, antes de recitar la oración mariana del Angelus.
Durante la misa -que concelebró junto a 20 cardenales, 450 obispos y 7000 sacerdotes de todo el planeta-, como en la vigilia, León XIV, el primer papa agustino, en su sermón volvió a llamar todos a seguir a Cristo. Y recordó palabras dichas por el papa Francisco en la JMJ de Lisboa: “No nos alarmemos si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro […]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!”.
“Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: “Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?”, continuó.”, siguió.
“Durante los días pasados, ustedes vivieron muchas experiencias hermosas. Se encontraron entre coetáneos de diversas partes del mundo y culturas distintas. Intercambiaron saberes, compartieron expectativas, dialogaron con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Luego, en el Circo Máximo, acercándose al sacramento de la penitencia, recibieron el perdón de Dios y le pidieron ayuda para una vida buena”, recordó.
“De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio; más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría”, planteó, en un sermón en el que habló mayormente en italiano, pero en el que también incluyó párrafos en español y en inglés, su lengua materna. “Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos levantar los ojos, mirar a lo alto, a las cosas celestiales, para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, solo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia, de perdón y de paz, como los de Cristo”, subrayó.
Como en la gran vigilia de la víspera, León XIV también citó a san Juan Pablo II, quien en esa misma explanada, hace 25 años, durante una histórica JMJ, convocó a dos millones de personas. “Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es Él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en ustedes el deseo de hacer de sus vidas algo grande, […] para mejorarse a sí mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna». Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos enseñaron los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos”, pidió. “Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”, insistió. “Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor. Los encomiendo a María, la Virgen de la Esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada rincón del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a quienes encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!”, concluyó.
Entonces, recibió aplausos de los jóvenes presentes en la inmensa explanada de 96 hectáreas, dividida en seis áreas, que ostentaban rostros felices, aunque muchos de ellos estaban visiblemente cansados. Todos, de hecho, habían pasado la noche allí, a la intemperie -incluso cayeron algunas gotas de lluvia-, durmiendo sobre colchonetas y bolsas de dormir. “Hubo fiesta en algunos sectores, pero la mayoría ya dormía a las dos de la mañana”, contó a LA NACION Clara Fontán, sanisidrense que está en Roma por estudios, y que también vivió la experiencia e intentó descansar sobre una esterilla azul.
“La impresión que queda es que este Papa no será ‘protagonista’. Su timidez lo ubica como en un segundo plano. Es difícil proyectarlo de otra manera ante multitudes”, opinó, al destacar que entre los asistentes a la misa no solo había jóvenes, sino un mix de generaciones, algunos venidos para revivir el Jubileo del 2000.
“Se notó también la presencia de Francisco en algunas banderas o leyendas; en más de una se leía el ‘todos, todos, todos’, su mensaje de la última JMJ de Lisboa… Aunque me parece que la generación de este Jubileo de los Jóvenes, que se destaca por la emotividad, conecta con esa timidez, leída como ternura”, añadió.
Como muchos otros observadores, Fontán también subrayó la agilidad del papa León XIV, que durante la vigilia, cargando una enorme cruz, caminó y guió a un grupo de jóvenes, subiendo rápidamente unas escaleras hasta el estrado. “Creo que fue la imagen más significativa y emotiva. Sus gestos son medidos. No se lo ve esforzarse por conectar de otra manera y, en ese sentido, es auténtico. Parece haber elegido mantenerse en esas formas sobrias y eso a los jóvenes, expertos en olfatear la hipocresía, les cae bien”, apuntó.
Concluida la gran misa de cierre del Jubileo de los Jóvenes -seguramente el evento más importante del Año de la Esperanza 2025-, León XIV volvió a agradecer a todos los presentes, a los músicos de la orquesta de la diócesis de Roma y a los miembros de seguridad, agentes, voluntarios y personal médico que trabajaron para que todo saliera bien. Les deseó a los “papa-boys” un buen viaje de regreso a sus países y, en medio de los coros que lo aclamaban al grito de “¡Esta es, la juventud del Papa!” y “¡Papa Leone! ¡Papa Leone!”, se dio un último baño de multitud cuando subió al papamóvil rumbo al área donde lo esperaba un helicóptero que lo llevó de regreso al Vaticano.
ROMA.- Al cerrar este domingo con una misa campal ante más de un millón de jóvenes de 146 países el Jubileo de la Juventud —su primer gran megaevento—, León XIV recordó a todos los jóvenes que sufren y llamó a los presentes —entre ellos, más de mil argentinos— a ser mensajeros de paz. “Mis jóvenes hermanos y hermanas, ustedes son el signo de que un mundo distinto es posible, un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos se afrontan no con las armas, sino con el diálogo”, dijo el primer estadounidense, pero también peruano, que, como durante la vigilia en la inmensa explanada de Tor Vergata, al este de Roma, volvió a pasar de un idioma a otro —del italiano al español y al inglés— para comunicarse con el colorido mar de gente.
“En comunión con Cristo, nuestra paz y esperanza para el mundo, estamos más que nunca unidos a los jóvenes que sufren el mayor de los males: el que es producido por otros hombres. Estamos con los jóvenes de Gaza, estamos con los jóvenes de Ucrania, con todos aquellos cuya tierra está ensangrentada por las guerras”, reforzó.
“Sí, ¡con Cristo es posible! Con su amor, con su perdón, con la fuerza de su Espíritu. Mis queridos amigos, unidos a Jesús como los sarmientos a la vid, ustedes darán mucho fruto; serán sal de la tierra, luz del mundo; serán semillas de esperanza allí donde viven: en la familia, con sus amigos, en la escuela, en el trabajo, en el deporte. Semillas de esperanza con Cristo nuestra esperanza”, alentó León XIV, que les dio a todos cita para la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en Corea del Sur en agosto de 2027.
El Papa dijo que, después de este Jubileo, “el ‘peregrinaje de esperanza’ de los jóvenes continúa” y los llevará a Asia. “Les renuevo la invitación que el Papa Francisco hizo en Lisboa hace dos años: los jóvenes de todo el mundo se volverán a encontrar junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027. Esta Jornada tendrá como tema: «Tengan valor: yo he vencido al mundo»”, indicó. “Precisamente la esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza de anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte; y de esto ustedes, jóvenes peregrinos de esperanza, serán testigos hasta los confines de la tierra. Nos vemos en Seúl; continuemos a soñar juntos, a esperar juntos”, añadió, causando euforia sobre todo entre los 1500 jóvenes llegados desde Corea del Sur, antes de recitar la oración mariana del Angelus.
Durante la misa -que concelebró junto a 20 cardenales, 450 obispos y 7000 sacerdotes de todo el planeta-, como en la vigilia, León XIV, el primer papa agustino, en su sermón volvió a llamar todos a seguir a Cristo. Y recordó palabras dichas por el papa Francisco en la JMJ de Lisboa: “No nos alarmemos si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro […]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!”.
“Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: “Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?”, continuó.”, siguió.
“Durante los días pasados, ustedes vivieron muchas experiencias hermosas. Se encontraron entre coetáneos de diversas partes del mundo y culturas distintas. Intercambiaron saberes, compartieron expectativas, dialogaron con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Luego, en el Circo Máximo, acercándose al sacramento de la penitencia, recibieron el perdón de Dios y le pidieron ayuda para una vida buena”, recordó.
“De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio; más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría”, planteó, en un sermón en el que habló mayormente en italiano, pero en el que también incluyó párrafos en español y en inglés, su lengua materna. “Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos levantar los ojos, mirar a lo alto, a las cosas celestiales, para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, solo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia, de perdón y de paz, como los de Cristo”, subrayó.
Como en la gran vigilia de la víspera, León XIV también citó a san Juan Pablo II, quien en esa misma explanada, hace 25 años, durante una histórica JMJ, convocó a dos millones de personas. “Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es Él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en ustedes el deseo de hacer de sus vidas algo grande, […] para mejorarse a sí mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna». Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos enseñaron los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos”, pidió. “Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”, insistió. “Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor. Los encomiendo a María, la Virgen de la Esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada rincón del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a quienes encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!”, concluyó.
Entonces, recibió aplausos de los jóvenes presentes en la inmensa explanada de 96 hectáreas, dividida en seis áreas, que ostentaban rostros felices, aunque muchos de ellos estaban visiblemente cansados. Todos, de hecho, habían pasado la noche allí, a la intemperie -incluso cayeron algunas gotas de lluvia-, durmiendo sobre colchonetas y bolsas de dormir. “Hubo fiesta en algunos sectores, pero la mayoría ya dormía a las dos de la mañana”, contó a LA NACION Clara Fontán, sanisidrense que está en Roma por estudios, y que también vivió la experiencia e intentó descansar sobre una esterilla azul.
“La impresión que queda es que este Papa no será ‘protagonista’. Su timidez lo ubica como en un segundo plano. Es difícil proyectarlo de otra manera ante multitudes”, opinó, al destacar que entre los asistentes a la misa no solo había jóvenes, sino un mix de generaciones, algunos venidos para revivir el Jubileo del 2000.
“Se notó también la presencia de Francisco en algunas banderas o leyendas; en más de una se leía el ‘todos, todos, todos’, su mensaje de la última JMJ de Lisboa… Aunque me parece que la generación de este Jubileo de los Jóvenes, que se destaca por la emotividad, conecta con esa timidez, leída como ternura”, añadió.
Como muchos otros observadores, Fontán también subrayó la agilidad del papa León XIV, que durante la vigilia, cargando una enorme cruz, caminó y guió a un grupo de jóvenes, subiendo rápidamente unas escaleras hasta el estrado. “Creo que fue la imagen más significativa y emotiva. Sus gestos son medidos. No se lo ve esforzarse por conectar de otra manera y, en ese sentido, es auténtico. Parece haber elegido mantenerse en esas formas sobrias y eso a los jóvenes, expertos en olfatear la hipocresía, les cae bien”, apuntó.
Concluida la gran misa de cierre del Jubileo de los Jóvenes -seguramente el evento más importante del Año de la Esperanza 2025-, León XIV volvió a agradecer a todos los presentes, a los músicos de la orquesta de la diócesis de Roma y a los miembros de seguridad, agentes, voluntarios y personal médico que trabajaron para que todo saliera bien. Les deseó a los “papa-boys” un buen viaje de regreso a sus países y, en medio de los coros que lo aclamaban al grito de “¡Esta es, la juventud del Papa!” y “¡Papa Leone! ¡Papa Leone!”, se dio un último baño de multitud cuando subió al papamóvil rumbo al área donde lo esperaba un helicóptero que lo llevó de regreso al Vaticano.
En una misa multitudinaria en la explanada de Tor Vergata, al este de Roma, León XIV encabezó su primer mega-evento, con un llamado a la paz LA NACION