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Menorca: el nuevo lujo en las Baleares que huye del glamour 5 estrellas

Si algo sobra en Menorca es lujo. Pero no el del boato y oropeles, ni el del glamour 5 estrellas. El otro, el nuevo, ese que huye de las noches sofisticadas, prescinde de las experiencias suntuosas y no se deja tentar por influencers de alta gama asistidos por la IA. Es el lujo que reclama lo que menos se encuentra en el mundo del tercer milenio. Slow life, la máxima sofisticación en los tiempos que vivimos.

Silencio, serenidad elegante, vida al aire libre y atardeceres únicos. Naturaleza virgen, paseos agrestes, arenas tan blancas como las que baña el Ïndico, aguas transparentes al norte y turquesa trepidante al sur. El Mediterráneo a 360 grados. Y calma, mucha calma es lo que eligen los turistas que suelen visitarla cada verano y que bien saben de qué va Menorca.

Los dos tipos de magnesio que aumentan la energía y ayudan a dormir de corrido

Mucho menos famosa que Ibiza, aunque de tamaño mayor y en las antípodas en cuanto a lo que ofrece para sentir y hacer, Menorca integra junto a Mallorca, Formentera, Cabrera y la pitiusa mencionada, el archipiélago de las Islas Baleares. Su población de poco más de 100 mil habitantes vive principalmente en Mahón, la capital, al este, que deslumbra con su puerto, y en Ciutadella, al oeste, donde es obligatorio perderse por las callejuelas del barrio antiguo y presenciar una puesta de sol con una pomada en la mano (el trago típico menorquí hecho con ginebra y jugo de limón).

En Ciutadella, al oeste, es obligatorio perderse por las callejuelas

Es un pequeño paraíso de 700 km2 y 216 kilómetros de costa que se cruza fácilmente en menos de una hora. Lo mejor para paladearlo es tener un coche y recorrerlo sin apremios, pero sin apremios en serio: la velocidad máxima en carreteras es de 70 u 80 kms. Y así ir sorprendiéndose de a poco, descubriendo calas secretas y rincones salvajes que no se encuentran en otro lugar de Europa. Un gran programa para los de espíritu aventurero es el Camí de Cavalls, antiguo sendero del siglo XIV cuyos 185 kms, en sus veinte tramos, rodean todo el perímetro de la costa de la isla. Un buen calzado y ropa fresca y ya listos para el trekking, la cabalgata o la caminata. No desestimar en este punto alquilar una bici.

Aunque muchos van por tres días, cuando vuelven a casa se dan cuenta de que habrían necesitado cinco y, si se quedan una semana, ya sienten que es su lugar en el mundo. Tiene un nosequé muy atrapante. Sin contar la riqueza de su patrimonio arquitectónico, arqueológico y cultural, además de una historia antigua y apasionante signada por su estratégica ubicación en el corazón del Mediterráneo.

Quienes visitan Menorca confirman que tiene un nosequé atrapante

El recorrido puede comenzar por Mahón, ubicada en el punto más oriental de Baleares, por lo que se suele decir que es el amanecer de España, y su puerto natural, uno de los más espectaculares del Mediterráeo y el segundo más grande del mundo (el primero es el de Pearl Harbour). Sus casi seis kilómetros de largo fueron testigos de no pocos combates y refugiaron gran cantidad de embarcaciones desde el siglo III AC. Hasta el pirata Barba Roja anduvo por aquí haciendo de las suyas, Menorca fue colonia inglesa por 71 años desde 1708 y francesa por siete, pero la impronta británica se nota mucho más en este puerto que la gala, aunque también hay huellas de la dominación de Bizancio y de los musulmanes en grado sumo. Donde sí hay mano francesa es en la mayonesa, quizás el aderezo más famoso del mundo. El típico batido menorquín de huevos con aceite de oliva y sal nació en Mahón en épocas del duque de Richelieu, que la llevó a Francia y la hizo famosa. Por eso muchos creen erróneamente que su origen es francés.

Muy recomendable es hacer un paseo en barco para contemplar el esplendor del puerto desde el mar. Y atención a los amantes del arte, que aquí tienen una cita de honor. La Isla del Rey, 40 mil m2 a los que se llega con un catamarán en un cuarto de hora desde Mahón, hospeda desde 2021 una de las galerías más importantes del mundo. La Hauser & Wirth Menorca, de origen suizo, se encuentra en lo que fue un hospital naval en el siglo XVII, cuando Menorca estaba bajo el dominio británico. Nada más dar el salto al puerto de amarre, justo donde Alfonso XIII desembarcó en 1287 para recuperar la isla que ocupaban los árabes, el visitante toma un camino de piedra en suave pendiente ascendente que lo lleva hasta la galería suiza, incrustada en plena naturaleza. Vale la pena dedicarle una tarde.

Muy recomendable es hacer un paseo en barco para contemplar el esplendor desde el mar

A pocos minutos de Mahón (sólo 24 kms) y hacia el norte está Fornells, célebre por su plato insignia, la caldereta, un guiso de langosta u otro pescado fresco sobre un sofrito bien sazonado que se acompaña con pan tostado y frotado con ajo. Manjar.

Y está prohibido dejar la ciudad sin escuchar aunque sea un ratito un concierto ejecutado por un único instrumento en la Iglesia de Santa María. Todos los días laborables suena el célebre órgano del templo, inaugurado en 1810 y que tiene tres teclados y 3210 tubos, lo que en medio de una impecable acústica le da una sonoridad que deja sin aliento.

Aunque Mahón no tiene playas, a un cuarto de hora hay unas calas de morir. A Cala Mesquida se puede llegar en la línea 24 de bus y no hay que asustarse si se ven turistas desnudos: los extremos son áreas nudistas. Ahí mismo se puede hacer una excursión a Es Pa Gros, una serranía que se asciende en un abrir y cerrar de ojos y oficia de imperdible mirador. Otra opción para el chapuzón es Cala Tortuga, cercana también, en los alrededores del Faro de Favaritx, que deslumbra por lo virgen, salvaje y desprovista de todo signo de civilización. No hay ni siquiera un chiringuito para comprar agua, pero su belleza indómita lo vale.

Quienes viajan con tiempo y en familia tienen que saber que es en el sur menorquín donde encontrarán las mejores playas, las arenas más finas, aguas transparentes que invitan a bucear y paisajes de ensueño, aunque también son las más concurridas y eso siempre hay que tenerlo en cuenta. Agendar Calas Mascarella y Macarelleta, casi gemelas y simbólicas de la isla; Cala en Porter, con sus acantilados que protegen la famosa Cova d’en Xorol; Son Bou, muy extensa y una de las más frecuentadas y con los restos de una iglesia paleocristiana en un extremo, y Punta Prima, justo frente a la Isla del Aire.

Antes de partir hacia Ciutadella hay que hacerse del souvenir obligatorio para todo turista que pisa Menorca. Un par de abarcas (o avarques), una sandalia tradicional del lugar, de piel de becerro y sin talón. Muchas veces habrán visto fotos del Rey Felipe en vacaciones luciendo un par de esta creación que viene de la época de los romanos, aunque no hay dudas que su comodidad enamoró a los payeses (gente del campo) que la trabajaron hasta convertirla en un sustentable símbolo internacional. Porque las abarcas verdaderas están ensambladas y cosidas a mano y llevan suelas hechas con neumáticos. Para saber si son las auténticas, hay que fijarse en cuatro detalles: el peso, porque la suela especial las hace pesar más; las puntadas, cosida directamente sobre la suela de neumático, y las tiras traseras que, por un lado deben ser flexibles, y por otro tienen que estar integradas y cosidas sobre el piso de la abarca (las imitaciones están pegadas). Cuestan entre 40 y 60 euros.

La oferta gastronómica es buena y los pescados y mariscos se destacan

Para comer hay mucha oferta y buena, pero no está de más agregar a la caldereta los platos de pescado en general -la pesca en la zona es de gran calidad- y dejarse seducir por la ternera autóctona (vermella menorquina), poco conocida pero muy sabrosa. Para obtener su sello de calidad esta carne debe tener una maduración de entre siete y 30 días. Otros imperdibles son la sobrasada menorquina y el emblemático queso de Mahón. Elaborada únicamente con cerdo de la isla, sal y pimentón (dulce o picante), la primera se conserva por mucho tiempo colgada de un hilo y libre de envoltorio; mientras que el segundo tiene Denominación de Origen Protegido y está hecho artesanalmente con una receta milenaria.

La aristocrática Ciutadella es el tercer hito del viaje. Con sus fortalezas, sus casas señoriales y sus iglesias, la antigua capital menorquina muestra un ancestro de gran esplendor donde hay huellas de muchas civilizaciones que la quisieron para sí.

Con el coche estacionado en la Plaza del Borne comienza el tour. Ahí mismo hay edificios históricos como el Teatro, el Palacio Salort y el Palacio Torressaura y un obelisco de 22 metros de altura que recuerda la batalla contra las tropas turcas de 1558. La Plaza de la Catedral, siguiente parada. De estilo gótico catalán y fachada neoclásica, la Catedral de Santa María se construyó en los siglos XIII y XIV a pedido de Alfonso III de Aragón tras expulsar a los musulmanes y ha sufrido numerosas reparaciones a lo largo de la historia. Al lado hay una heladería memorable, Sa Gelatería, y no vendría nada mal probar alguno de sus más de 40 gustos, entre ellos el de pomada, aludiendo al típico trago isleño, y el de limón con jengibre.

Las puestas de sol mediterráneas, en la isla de Menorca, son uno de los mejores planes

El Mercat des Peix, con puestos de ventas y lugares de tapeo, es otro imprescindible, junto al Castillo de San Nicolau, en la boca del puerto y con acceso gratuito; y a Cala en Blanes, para dar unas buenas brazadas en aguas turquesa. La icónica puesta de sol menorquina es en Pont d’en Gil, un puente de piedra natural hecho por la erosión del mar y a través del cual pueden pasar embarcaciones pequeñas y medianas.

Reservar varias horas para recorrer la zona de las casas señoriales de Ciutadella será una experiencia inolvidable. Lujosas mansiones asentadas sobre la tradicional piedra marés fueron construidas por la aristocracia menorquina a partir del siglo XVII y a lo largo del siguiente como prueba de su preeminencia social y para afirmar identidad también frente al imperante dominio inglés. Magníficos palacios de influencias locales mezcladas con las estéticas italiana y francesa se abren a la calle con suntuosos vestíbulos y majestuosas escaleras. No pocos están abiertos al público y se pueden contratar con antelación visitas guiadas.

El faro de Favaritx, en la costa noreste de la isla de Menorca

A lo ya apuntado hay que sumar una excursión arqueológica a algunos de los 1500 yacimientos talayóticos que hace dos años la Unesco inscribió como Patrimonio Mundial y a los que Joan Manuel Serrat cantó en el tema Mô como solo él puede hacerlo. Es algo único en el planeta por el grado de conservación tanto de los monumentos como del entorno, pleno aire libre, similar al que tuvieron en su día, y esto ha sido posible gracias a la conciencia ecológica que caracteriza a toda la isla. Uno de los más importantes es la Naveta de Tudons, una construcción funeraria pretalayótica única que fue construida entre el 700 y el 1000 a.C. en forma de nave invertida, pero también hay taulas, santuarios donde se celebraban distintos rituales, necrópolis, y poblados. Se pueden visitar, algunos gratuitamente, pero observando las rigurosas medidas de cuidado y preservación dispuestas.

Para registrar y ubicar en la agenda del viaje según el tiempo de las vacaciones hay varias cosas. Una es el Parc Natural S’Albufera De’s Grau, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco, que reúne en sus 5000 ha todo tipo de aves acuáticas y rapaces, distintos microclimas, variedad geológica de suelos, una laguna de agua dulce que desemboca en el mar por el Canal de la Gola que atraviesa las dunas, y un faro de 1922, el Favaritx, que como todo faro tiene un magia especial que ni hace falta describir.

Si por esas cosas toca estar en Menorca para la Fiesta de San Juan, 23 y 24 de junio, será una gloria. Es una festividad que tiene siete siglos de antigüedad, cuando se celebraba con una romería, y hoy convoca multitudes de todo el mundo. Tiene al caballo como protagonista primordial con sus pasos y piruetas levantando las patas por la Placa del Borne. La música suena, la emoción aumenta y el aire se llena de vítores de entusiasmo. Son dos días a todo dar.

Cales Fonts es un pintoresco puerto ideal para pasear en la isla

Menorca no es Mallorca, invadida este año por muchísimas celebrities, tanto que, según El Mundo, ha desbancado a Saint Tropez como Meca del jet set y la sangre azul. Y está muy lejos de la hermanita menor, Ibiza, que no está viviendo hoy hoy su mejor momento. Se le endilgan desenfreno y excesos varios, como consigna el mismo periódico en una nota del domingo pasado titulada “La isla del desfase total”. Menorca, en cambio, es una perla semiescondida, y ojalá siga así por siempre jamás, como en los cuentos. Pero en época de esto es imposible y así lo testimonia el turismo que crece sin prisa y sin pausa. El año pasado recibió poco más de millón y medio de almitas, superando los registros previos al COVID, y dejando en las arcas menorquinas cerca de 1.900 millones de euros.

Menorca es idilio y fascinación. Una naturaleza brutalmente virgen, colores vibrantes y aromas frescos. Esa luz, ese aire impoluto, esa calma, ese cielo estrellado único en todo el Mediterráneo. Sabia mezcla entre naturaleza conservada, riqueza cultural y buen paladar, Menorca es el lugar perfecto para recuperar la dulce memoria de las cosas simples…pero eternas.

El Parque Natural de S’Albufera des Grau ofrece un remanso de paz y tranquilidad

Datos útiles

Cómo llegar:

  • Regularmente en avión, desde Palma de Mallorca o desde Barcelona, al aeropuerto menorquín que está a poco menos de 5 kms de Mahón, y en verano también desde las principales capitales europeas. Se puede alquilar un coche allí mismo, o tomar el bus número 10 que sale cada media hora y llega a la terminal mahonesa, o bien un taxi que, segùn a la ciudad de la isla que uno vaya, puede costar entre 20 y 60 euros.
  • Otra variante encantadora -y menos contaminante- es ir en ferry desde Valencia, Mallorca o Barcelona, ideal para los que vienen con vehículo -que es casi imprescindible-. Y uso la palabra “encantadora” porque va perfecto para el cruce del Mediterráneo Los rápidos parten solo de Alcudia o Barcelona.

Reservas y prevenciones:

  • Es un lugar muy buscado y de moda. Ergo, hay que reservar alojamiento, vuelos y coche de alquiler seis meses antes; mesa en restaurantes, dos semanas antes y la semana previa al viaje tomar nota del pronóstico meteorológico y la cartelera de espectáculos.

Desplazamientos:

  • Hay que tener en cuenta que la red de autobuses (45 líneas en total) es muy eficiente y funciona de día y de noche. El precio del pasado va de 1,75 euros a 5,75, según el pueblo al que uno vaya.

Menorca es el lugar perfecto para recuperar la dulce memoria de las cosas simples…pero eternas

Si algo sobra en Menorca es lujo. Pero no el del boato y oropeles, ni el del glamour 5 estrellas. El otro, el nuevo, ese que huye de las noches sofisticadas, prescinde de las experiencias suntuosas y no se deja tentar por influencers de alta gama asistidos por la IA. Es el lujo que reclama lo que menos se encuentra en el mundo del tercer milenio. Slow life, la máxima sofisticación en los tiempos que vivimos.

Silencio, serenidad elegante, vida al aire libre y atardeceres únicos. Naturaleza virgen, paseos agrestes, arenas tan blancas como las que baña el Ïndico, aguas transparentes al norte y turquesa trepidante al sur. El Mediterráneo a 360 grados. Y calma, mucha calma es lo que eligen los turistas que suelen visitarla cada verano y que bien saben de qué va Menorca.

Los dos tipos de magnesio que aumentan la energía y ayudan a dormir de corrido

Mucho menos famosa que Ibiza, aunque de tamaño mayor y en las antípodas en cuanto a lo que ofrece para sentir y hacer, Menorca integra junto a Mallorca, Formentera, Cabrera y la pitiusa mencionada, el archipiélago de las Islas Baleares. Su población de poco más de 100 mil habitantes vive principalmente en Mahón, la capital, al este, que deslumbra con su puerto, y en Ciutadella, al oeste, donde es obligatorio perderse por las callejuelas del barrio antiguo y presenciar una puesta de sol con una pomada en la mano (el trago típico menorquí hecho con ginebra y jugo de limón).

En Ciutadella, al oeste, es obligatorio perderse por las callejuelas

Es un pequeño paraíso de 700 km2 y 216 kilómetros de costa que se cruza fácilmente en menos de una hora. Lo mejor para paladearlo es tener un coche y recorrerlo sin apremios, pero sin apremios en serio: la velocidad máxima en carreteras es de 70 u 80 kms. Y así ir sorprendiéndose de a poco, descubriendo calas secretas y rincones salvajes que no se encuentran en otro lugar de Europa. Un gran programa para los de espíritu aventurero es el Camí de Cavalls, antiguo sendero del siglo XIV cuyos 185 kms, en sus veinte tramos, rodean todo el perímetro de la costa de la isla. Un buen calzado y ropa fresca y ya listos para el trekking, la cabalgata o la caminata. No desestimar en este punto alquilar una bici.

Aunque muchos van por tres días, cuando vuelven a casa se dan cuenta de que habrían necesitado cinco y, si se quedan una semana, ya sienten que es su lugar en el mundo. Tiene un nosequé muy atrapante. Sin contar la riqueza de su patrimonio arquitectónico, arqueológico y cultural, además de una historia antigua y apasionante signada por su estratégica ubicación en el corazón del Mediterráneo.

Quienes visitan Menorca confirman que tiene un nosequé atrapante

El recorrido puede comenzar por Mahón, ubicada en el punto más oriental de Baleares, por lo que se suele decir que es el amanecer de España, y su puerto natural, uno de los más espectaculares del Mediterráeo y el segundo más grande del mundo (el primero es el de Pearl Harbour). Sus casi seis kilómetros de largo fueron testigos de no pocos combates y refugiaron gran cantidad de embarcaciones desde el siglo III AC. Hasta el pirata Barba Roja anduvo por aquí haciendo de las suyas, Menorca fue colonia inglesa por 71 años desde 1708 y francesa por siete, pero la impronta británica se nota mucho más en este puerto que la gala, aunque también hay huellas de la dominación de Bizancio y de los musulmanes en grado sumo. Donde sí hay mano francesa es en la mayonesa, quizás el aderezo más famoso del mundo. El típico batido menorquín de huevos con aceite de oliva y sal nació en Mahón en épocas del duque de Richelieu, que la llevó a Francia y la hizo famosa. Por eso muchos creen erróneamente que su origen es francés.

Muy recomendable es hacer un paseo en barco para contemplar el esplendor del puerto desde el mar. Y atención a los amantes del arte, que aquí tienen una cita de honor. La Isla del Rey, 40 mil m2 a los que se llega con un catamarán en un cuarto de hora desde Mahón, hospeda desde 2021 una de las galerías más importantes del mundo. La Hauser & Wirth Menorca, de origen suizo, se encuentra en lo que fue un hospital naval en el siglo XVII, cuando Menorca estaba bajo el dominio británico. Nada más dar el salto al puerto de amarre, justo donde Alfonso XIII desembarcó en 1287 para recuperar la isla que ocupaban los árabes, el visitante toma un camino de piedra en suave pendiente ascendente que lo lleva hasta la galería suiza, incrustada en plena naturaleza. Vale la pena dedicarle una tarde.

Muy recomendable es hacer un paseo en barco para contemplar el esplendor desde el mar

A pocos minutos de Mahón (sólo 24 kms) y hacia el norte está Fornells, célebre por su plato insignia, la caldereta, un guiso de langosta u otro pescado fresco sobre un sofrito bien sazonado que se acompaña con pan tostado y frotado con ajo. Manjar.

Y está prohibido dejar la ciudad sin escuchar aunque sea un ratito un concierto ejecutado por un único instrumento en la Iglesia de Santa María. Todos los días laborables suena el célebre órgano del templo, inaugurado en 1810 y que tiene tres teclados y 3210 tubos, lo que en medio de una impecable acústica le da una sonoridad que deja sin aliento.

Aunque Mahón no tiene playas, a un cuarto de hora hay unas calas de morir. A Cala Mesquida se puede llegar en la línea 24 de bus y no hay que asustarse si se ven turistas desnudos: los extremos son áreas nudistas. Ahí mismo se puede hacer una excursión a Es Pa Gros, una serranía que se asciende en un abrir y cerrar de ojos y oficia de imperdible mirador. Otra opción para el chapuzón es Cala Tortuga, cercana también, en los alrededores del Faro de Favaritx, que deslumbra por lo virgen, salvaje y desprovista de todo signo de civilización. No hay ni siquiera un chiringuito para comprar agua, pero su belleza indómita lo vale.

Quienes viajan con tiempo y en familia tienen que saber que es en el sur menorquín donde encontrarán las mejores playas, las arenas más finas, aguas transparentes que invitan a bucear y paisajes de ensueño, aunque también son las más concurridas y eso siempre hay que tenerlo en cuenta. Agendar Calas Mascarella y Macarelleta, casi gemelas y simbólicas de la isla; Cala en Porter, con sus acantilados que protegen la famosa Cova d’en Xorol; Son Bou, muy extensa y una de las más frecuentadas y con los restos de una iglesia paleocristiana en un extremo, y Punta Prima, justo frente a la Isla del Aire.

Antes de partir hacia Ciutadella hay que hacerse del souvenir obligatorio para todo turista que pisa Menorca. Un par de abarcas (o avarques), una sandalia tradicional del lugar, de piel de becerro y sin talón. Muchas veces habrán visto fotos del Rey Felipe en vacaciones luciendo un par de esta creación que viene de la época de los romanos, aunque no hay dudas que su comodidad enamoró a los payeses (gente del campo) que la trabajaron hasta convertirla en un sustentable símbolo internacional. Porque las abarcas verdaderas están ensambladas y cosidas a mano y llevan suelas hechas con neumáticos. Para saber si son las auténticas, hay que fijarse en cuatro detalles: el peso, porque la suela especial las hace pesar más; las puntadas, cosida directamente sobre la suela de neumático, y las tiras traseras que, por un lado deben ser flexibles, y por otro tienen que estar integradas y cosidas sobre el piso de la abarca (las imitaciones están pegadas). Cuestan entre 40 y 60 euros.

La oferta gastronómica es buena y los pescados y mariscos se destacan

Para comer hay mucha oferta y buena, pero no está de más agregar a la caldereta los platos de pescado en general -la pesca en la zona es de gran calidad- y dejarse seducir por la ternera autóctona (vermella menorquina), poco conocida pero muy sabrosa. Para obtener su sello de calidad esta carne debe tener una maduración de entre siete y 30 días. Otros imperdibles son la sobrasada menorquina y el emblemático queso de Mahón. Elaborada únicamente con cerdo de la isla, sal y pimentón (dulce o picante), la primera se conserva por mucho tiempo colgada de un hilo y libre de envoltorio; mientras que el segundo tiene Denominación de Origen Protegido y está hecho artesanalmente con una receta milenaria.

La aristocrática Ciutadella es el tercer hito del viaje. Con sus fortalezas, sus casas señoriales y sus iglesias, la antigua capital menorquina muestra un ancestro de gran esplendor donde hay huellas de muchas civilizaciones que la quisieron para sí.

Con el coche estacionado en la Plaza del Borne comienza el tour. Ahí mismo hay edificios históricos como el Teatro, el Palacio Salort y el Palacio Torressaura y un obelisco de 22 metros de altura que recuerda la batalla contra las tropas turcas de 1558. La Plaza de la Catedral, siguiente parada. De estilo gótico catalán y fachada neoclásica, la Catedral de Santa María se construyó en los siglos XIII y XIV a pedido de Alfonso III de Aragón tras expulsar a los musulmanes y ha sufrido numerosas reparaciones a lo largo de la historia. Al lado hay una heladería memorable, Sa Gelatería, y no vendría nada mal probar alguno de sus más de 40 gustos, entre ellos el de pomada, aludiendo al típico trago isleño, y el de limón con jengibre.

Las puestas de sol mediterráneas, en la isla de Menorca, son uno de los mejores planes

El Mercat des Peix, con puestos de ventas y lugares de tapeo, es otro imprescindible, junto al Castillo de San Nicolau, en la boca del puerto y con acceso gratuito; y a Cala en Blanes, para dar unas buenas brazadas en aguas turquesa. La icónica puesta de sol menorquina es en Pont d’en Gil, un puente de piedra natural hecho por la erosión del mar y a través del cual pueden pasar embarcaciones pequeñas y medianas.

Reservar varias horas para recorrer la zona de las casas señoriales de Ciutadella será una experiencia inolvidable. Lujosas mansiones asentadas sobre la tradicional piedra marés fueron construidas por la aristocracia menorquina a partir del siglo XVII y a lo largo del siguiente como prueba de su preeminencia social y para afirmar identidad también frente al imperante dominio inglés. Magníficos palacios de influencias locales mezcladas con las estéticas italiana y francesa se abren a la calle con suntuosos vestíbulos y majestuosas escaleras. No pocos están abiertos al público y se pueden contratar con antelación visitas guiadas.

El faro de Favaritx, en la costa noreste de la isla de Menorca

A lo ya apuntado hay que sumar una excursión arqueológica a algunos de los 1500 yacimientos talayóticos que hace dos años la Unesco inscribió como Patrimonio Mundial y a los que Joan Manuel Serrat cantó en el tema Mô como solo él puede hacerlo. Es algo único en el planeta por el grado de conservación tanto de los monumentos como del entorno, pleno aire libre, similar al que tuvieron en su día, y esto ha sido posible gracias a la conciencia ecológica que caracteriza a toda la isla. Uno de los más importantes es la Naveta de Tudons, una construcción funeraria pretalayótica única que fue construida entre el 700 y el 1000 a.C. en forma de nave invertida, pero también hay taulas, santuarios donde se celebraban distintos rituales, necrópolis, y poblados. Se pueden visitar, algunos gratuitamente, pero observando las rigurosas medidas de cuidado y preservación dispuestas.

Para registrar y ubicar en la agenda del viaje según el tiempo de las vacaciones hay varias cosas. Una es el Parc Natural S’Albufera De’s Grau, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco, que reúne en sus 5000 ha todo tipo de aves acuáticas y rapaces, distintos microclimas, variedad geológica de suelos, una laguna de agua dulce que desemboca en el mar por el Canal de la Gola que atraviesa las dunas, y un faro de 1922, el Favaritx, que como todo faro tiene un magia especial que ni hace falta describir.

Si por esas cosas toca estar en Menorca para la Fiesta de San Juan, 23 y 24 de junio, será una gloria. Es una festividad que tiene siete siglos de antigüedad, cuando se celebraba con una romería, y hoy convoca multitudes de todo el mundo. Tiene al caballo como protagonista primordial con sus pasos y piruetas levantando las patas por la Placa del Borne. La música suena, la emoción aumenta y el aire se llena de vítores de entusiasmo. Son dos días a todo dar.

Cales Fonts es un pintoresco puerto ideal para pasear en la isla

Menorca no es Mallorca, invadida este año por muchísimas celebrities, tanto que, según El Mundo, ha desbancado a Saint Tropez como Meca del jet set y la sangre azul. Y está muy lejos de la hermanita menor, Ibiza, que no está viviendo hoy hoy su mejor momento. Se le endilgan desenfreno y excesos varios, como consigna el mismo periódico en una nota del domingo pasado titulada “La isla del desfase total”. Menorca, en cambio, es una perla semiescondida, y ojalá siga así por siempre jamás, como en los cuentos. Pero en época de esto es imposible y así lo testimonia el turismo que crece sin prisa y sin pausa. El año pasado recibió poco más de millón y medio de almitas, superando los registros previos al COVID, y dejando en las arcas menorquinas cerca de 1.900 millones de euros.

Menorca es idilio y fascinación. Una naturaleza brutalmente virgen, colores vibrantes y aromas frescos. Esa luz, ese aire impoluto, esa calma, ese cielo estrellado único en todo el Mediterráneo. Sabia mezcla entre naturaleza conservada, riqueza cultural y buen paladar, Menorca es el lugar perfecto para recuperar la dulce memoria de las cosas simples…pero eternas.

El Parque Natural de S’Albufera des Grau ofrece un remanso de paz y tranquilidad

Datos útiles

Cómo llegar:

  • Regularmente en avión, desde Palma de Mallorca o desde Barcelona, al aeropuerto menorquín que está a poco menos de 5 kms de Mahón, y en verano también desde las principales capitales europeas. Se puede alquilar un coche allí mismo, o tomar el bus número 10 que sale cada media hora y llega a la terminal mahonesa, o bien un taxi que, segùn a la ciudad de la isla que uno vaya, puede costar entre 20 y 60 euros.
  • Otra variante encantadora -y menos contaminante- es ir en ferry desde Valencia, Mallorca o Barcelona, ideal para los que vienen con vehículo -que es casi imprescindible-. Y uso la palabra “encantadora” porque va perfecto para el cruce del Mediterráneo Los rápidos parten solo de Alcudia o Barcelona.

Reservas y prevenciones:

  • Es un lugar muy buscado y de moda. Ergo, hay que reservar alojamiento, vuelos y coche de alquiler seis meses antes; mesa en restaurantes, dos semanas antes y la semana previa al viaje tomar nota del pronóstico meteorológico y la cartelera de espectáculos.

Desplazamientos:

  • Hay que tener en cuenta que la red de autobuses (45 líneas en total) es muy eficiente y funciona de día y de noche. El precio del pasado va de 1,75 euros a 5,75, según el pueblo al que uno vaya.

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