El complejo museístico, educativo y de investigación más grande del mundo, en la mira de Trump

El 9 de junio, la Junta de Gobierno del Instituto Smithsoniano celebró su tradicional pero nunca rutinaria reunión trimestral a puertas cerradas. Para entonces, el presidente Donald Trump ya había acusado al Smithsoniano de ser parte “de un esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia de nuestro país” y anunció el despido del director de la Galería Nacional de Retratos, que está bajo la órbita de dicha institución.
Así que las autoridades del Smithsoniano tenían planeado elaborar una respuesta, una resolución cuidadosamente calibrada para evitar confrontar con el presidente. La idea era emitir una resolución que recalcara que solo el Smithsoniano tiene la facultad de echar a los directores de los museos bajo su órbita, pero que también ordenara una revisión integral de los contenidos de la institución en busca de material sesgado.
Cuando la propuesta de resolución fue presentada en la reunión, el legislador Carlos Giménez, del estado de Florida y miembro republicano de la Junta, interrumpió la reunión para proponer que la junta despidiera al director de la Galería Nacional de Retratos, lo mismo que quería Trump. Su iniciativa fue rápidamente descartada por el presidente de la Junta, el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, el juez John G. Roberts Jr.
“Ya tenemos una moción en el pleno”, declaró el presidente de la Corte Suprema, según tres personas con conocimiento del proceso.
La resolución original prosperó, y la reunión siguió adelante rápidamente.
Si bien para la junta de un museo fue un momento inusualmente tenso, la intervención del presidente de la Corte Suprema, un hombre comprometido con el parlamentarismo, no lo fue. Roberts es conocido por presidir las reuniones de la Junta con un enfoque estricto en las normas y procedimientos, evitando siempre los debates partidistas, una actitud que coincide con su reputación de institucionalista. Desde 1851, el presidente de la Corte Suprema es también presidente de la Junta de Gobierno del Smithsoniano, un cargo que implica dirigir las reuniones trimestrales, pero que también conlleva algunas ventajas, como estar entre los primeros afortunados en ver a los pandas recién nacidos del Zoológico Nacional.
Sin embargo, en los últimos tiempos ese cargo a puesto al juez supremo Roberts en una posición poco envidiable: liderar una institución que está en la mira del presidente Trump.
El regreso de Trump a la Casa Blanca trajo consigo un tsunami de cambios políticos: la eliminación de la ciudadanía por nacimiento, una drástica reducción de los organismos federales y el fin de las protecciones de las que gozaban cientos de miles de inmigrantes. A medida que los jueces de tribunales inferiores iban bloqueando muchas de esas políticas, los abogados de Trump presentaron recursos extraordinarios ante la Corte solicitando la opinión de sus jueces supremos. Hasta ahora, al menos respecto de los decretos temporarios de emergencia, el máximo tribunal le ha regalado a Trump una serie de victorias judiciales, allanando el camino para muchas de sus propuestas.
La muerte de un hombre obstinado: leyó al menos 3599 libros y ahora cualquiera puede ver su lista
El rol del juez supremo Roberts como presidente de la Junta quizá nunca lo lleve a una confrontación directa con el presidente, pero su cargo al frente de la institución permite vislumbrar la delicada y potencialmente tensa relación entre un presidente y un poderoso jurista que, según todos dicen, está enamorado del Smithsoniano.
“De repente el Instituto se convierte en un campo de batalla político, y creo que eso debe desconcertar a mucha gente, pero si además sos presidente del máximo tribunal del país, el desafío es enorme por muchas razones”, apunta Jeremy Fogel, juez federal jubilado que colaboró estrechamente con Roberts como director del centro de educación e investigación del Poder Judicial. “Y creo que es muy consciente de que está en una posición incómoda”.
Un cargo de liderazgo de larga data
El rol del presidente de la Corte Suprema a la cabeza de la Junta del Smithsoniano es casi tan antiguo como la propia institución.
El Smithsoniano, el complejo museístico, educativo y de investigación más grande del mundo, fue creado en 1846 por el Congreso norteamericano después de que un químico y mineralogista británico legara su fortuna para fundar “un establecimiento para el crecimiento y la difusión del conocimiento entre los hombres” en la capital de Estados Unidos.
El Congreso, que aporta la mayor parte del presupuesto del Smithsoniano, transfirió la responsabilidad de la gestión de la institución a una Junta de Gobierno de 17 miembros que incluye al presidente de la Corte, al vicepresidente del país, a seis miembros del Congreso y a nueve ciudadanos.
Inicialmente, la junta era presidida por el vicepresidente del país, pero en 1851 el cargo fue asumido por el entonces presidente del máximo tribunal, Roger B. Taney, conocido por haber redactado el ignominioso fallo del caso Dred Scott contra Sandford, que ratificó la esclavitud y fogoneó el estallido de la Guerra Civil.
El cargo de presidente de la Junta es básicamente protocolar y suele haber poca superposición entre la Corte Suprema y la institución, salvo cuando el Smithsoniano ha presentado exposiciones sobre temas que estuvieron a consideración del máximo tribunal. Cuando el presidente de la Corte era el juez William H. Rehnquist, el Museo Nacional de Historia presentó una exposición sobre el emblemático caso de desegregación escolar “Brown contra la Junta de Educación”, y Rehnquist llevó a todos los jueces de la Corte a verla.
“Un trabajito extra genial”
El juez Roberts es aficionado a la historia y en 2005, cuando se incorporó a la Corte nominado por el presidente George W. Bush, parecía el candidato ideal para el Smithsoniano.
En sus discursos, suele contar que quería ser historiador, pero que cambió de opinión después de una charla con un taxista que también había estudiado historia en la Universidad de Harvard.
Los directivos del Smithsoniano han elogiado al juez Roberts por su firme liderazgo al frente de la institución.
“Tiene realmente el control”, aseguró en 2019 David M. Rubenstein, cofundador de la firma de capital privado Carlyle Group y por entonces miembro de la Junta de Gobierno del Smithsoniano. “No hay votaciones de 5 a 4. Todo es unánime. Cuando el presidente dice que quiere que se haga tal cosa, los demás reconocemos que tiene la máxima autoridad”. Rubenstein agregó que Roberts se tomaba sus responsabilidades “muy en serio”, que asistía y presidía todas las reuniones que le correspondían, y que “no podría ser mejor presidente de la Junta”.
Y según sus declaraciones públicas, el juez supremo Roberts parece disfrutar del cargo y de las ventajas que conlleva, al punto de calificarlo en cierto momento como “una agradable distracción”.
En un discurso, Roberts dijo que le resultaba “liberador” que los otros miembros de la junta no esperaran que fuera un experto en todos los asuntos del Smithsoniano, que a veces son muy temas muy especializados.
“También es un cargo muy valioso, como ya sabrán, cuando nace un panda, porque te dejan ir a verlo de inmediato”, agregó entonces Roberts.
En otra declaración de 2022, el presidente de la Corte calificó su puesto en el Smithsoniano como un “accidente histórico”, y agregó que le había deparado “momentos maravillosos”.
Entre otras cosas, Roberts convenció al Smithsoniano para que le prestara a la Corte Suprema la trompeta de Louis Armstrong para que el famoso trompetista Wynton Marsalis pudiera tocarla en una ceremonia judicial.
“Al curador del museo no lo entusiasmaba para nada la idea, pero conseguimos la trompeta y fue una alegría verlo tocar a Marsalis y pensar en la historia que hay detrás”, dijo entonces Roberts, y agregó que su papel como presidente de la Junta era “un trabajito extra genial, que estoy muy feliz de tener”.
Trump tiene su propia agenda para el Smithsoniano
Un incidente ocurrido en 2016, poco después de la primera elección de Trump, contribuyó a avivar el reciente interés de la Casa Blanca por la dirección de la Galería Nacional de Retratos del Smithsoniano.
El artista Julian Raven, ferviente partidario de Trump, le solicitó a la Galería Nacional de Retratos del Smithsoniano que durante la ceremonia de asunción del nuevo presidente exhibiera el retrato en pintura acrílica que había hecho de Trump en 2015, titulado “Sin miedo ni vergüenza», que lo mostraba junto a un sol naciente y un águila calva.
Tras la negativa del museo a exhibir su retrato, Raven presentó una demanda judicial que apuntaba especialmente contra Kim Sajet, la primera mujer en dirigir la Galería, acusándola de parcialidad política contra Trump.
El juez federal de distrito Trevor N. McFadden, designado por Trump, se mostró comprensivo con Raven y en su fallo de 2018 destacó que los miembros de Junta del Smithsoniano incluyen a miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y comparó ese modelo de gobierno con el Cancerbero, el monstruoso perro de tres cabezas de la mitología griega que custodia las puertas del inframundo.
Sin embargo, el juez finalmente desestimó la demanda.
“El demandante alega que la decisión tuvo motivaciones políticas que violan sus derechos consagrados por la Primera y la Quinta Enmienda”, escribió el juez McFadden en su fallo. “Puede que tenga razón sobre las motivaciones, pero está equivocado en su interpretación de la ley”.
En noviembre de 2019, Raven solicitó que la Corte Suprema revisara su caso. Aproximadamente dos meses después, los jueces rechazaron la causa y aclararon que el presidente de la Corte se había recusado a sí mismo del caso.
Cuando regresó a la presidencia a principios de este año, Trump emitió una serie de decretos, incluyendo uno centrado en el Smithsoniano, que en gran medida depende de fondos federales. Según Trump, en la última década el país “fue testigo de un esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia de nuestro país”, y argumentó que desde hacía unos años “el Instituto Smithsoniano estaba bajo la influencia de una ideología divisiva y racializada”.
Es más, el director de comunicaciones de la Casa Blanca, Steven Cheung, criticó directamente al secretario del Smithsoniano, Lonnie G. Bunch III —CEO de la institución y su primer dirigente de raza negra— calificándolo de mentiroso, fracasado y demócrata partidista. Ante esa virulencia retórica, varios partidarios de Bunch expresaron su esperanza de que el papel del presidente la Corte Suprema en el corazón de las operaciones del Smithsoniano sirviera para moderar o evitar un ataque a gran escala contra la institución.
El exsenador Patrick Leahy, demócrata por Vermont y miembro de la Junta durante muchos años, hasta renunciar en 2023, asegura que el juez Roberts es un hombre convencido de la misión y la independencia del Smithsoniano. “No se deja manipular por nadie”, afirma Leahy.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios para este artículo.
El 30 de mayo, dos meses después de su decreto, Trump recurrió a las redes sociales para anunciar el despido de Sajet, directora de la Galería Nacional de Retratos, calificándola de “persona fuertemente partidizada y firme defensora de la agenda de diversidad, equidad e inclusión, algo totalmente inapropiado para su cargo”. No está claro qué motivó exactamente el anuncio, pero la Casa Blanca publicó una larga lista de puntos que, según dice, confirman las afirmaciones del presidente. La lista incluía aportes de campaña a demócratas, la disputa sobre la pintura de Raven y el lenguaje utilizado en un pie de foto de Trump donde se hacía referencia a los juicios políticos que enfrentó.
Trump no mencionaba tener autoridad legal alguna para despedirla, y el Smithsoniano, de hecho, no la despidió. Sajet siguió presentándose a trabajar, aunque dos semanas después declaró que había decidido renunciar voluntariamente. Al anunciar su traslado, hizo una reflexión sobre sus esfuerzos por ampliar la perspectiva del museo.
“Juntos trabajamos para contar una historia más completa y más estadounidense, una que fomente la conexión, la reflexión y la comprensión”, dijo Sajet.
Los expertos que conocen de cerca al Smithsoniano aseguran que la renuncia de Sajet difícilmente frene el embate de Trump contra la institución y la presión que ejerce sobre la Junta de Gobierno, con el presidente del máximo tribunal del país a la cabeza. La semana pasada, la Casa Blanca expresó su satisfacción cuando la artista Amy Sherald canceló su exposición en el Smithsoniano porque creía que la institución, por temor al presidente, pretendía retirar su pintura de una Estatua de la Libertad transgénero. Un funcionario de la Casa Blanca describió la obra como “un intento de reinterpretación de uno de los símbolos más sagrados de nuestra nación desde una perspectiva divisiva e ideologizada”.
En su decreto, Trump le solicita al vicepresidente J.D. Vance, también miembro de la junta del Smithsoniano, que a medida que expiren los mandatos de los ciudadanos comunes que integran la Junta, se asegure de elegir a otros alineados con los valores del actual gobierno.
El juez Fogel dice que el presidente de la Corte Suprema considera su función en el Smithsoniano como “esclarecedora y placentera”, y que probablemente se recusaría de cualquier causa relacionado con el Smithsoniano que pueda llegar al máximo tribunal.
Samuel J. Redman, profesor de historia de la Universidad de Massachusetts en Amherst, que ha escrito extensamente sobre el Smithsoniano, dice que la situación actual no tiene precedentes.
“Nunca habíamos enfrentado semejante ataque político, frontal y directo contra el Smithsoniano”, dice Redman. “Por eso la Junta de Gobierno ha cobrado mayor importancia política que en ningún otro momento”, apunta Redman, y agrega que eso aumenta la presión sobre el presidente de la Corte.
“El presidente de la Corte Suprema tiene un papel realmente interesante en este nuevo momento político en Estados Unidos”, apunta Redman. “Antes, en la Junta del Smithsoniano los jueces eran básicamente figuritas decorativas, pero ya no”.
(Traducción de Jaime Arrambide)
El 9 de junio, la Junta de Gobierno del Instituto Smithsoniano celebró su tradicional pero nunca rutinaria reunión trimestral a puertas cerradas. Para entonces, el presidente Donald Trump ya había acusado al Smithsoniano de ser parte “de un esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia de nuestro país” y anunció el despido del director de la Galería Nacional de Retratos, que está bajo la órbita de dicha institución.
Así que las autoridades del Smithsoniano tenían planeado elaborar una respuesta, una resolución cuidadosamente calibrada para evitar confrontar con el presidente. La idea era emitir una resolución que recalcara que solo el Smithsoniano tiene la facultad de echar a los directores de los museos bajo su órbita, pero que también ordenara una revisión integral de los contenidos de la institución en busca de material sesgado.
Cuando la propuesta de resolución fue presentada en la reunión, el legislador Carlos Giménez, del estado de Florida y miembro republicano de la Junta, interrumpió la reunión para proponer que la junta despidiera al director de la Galería Nacional de Retratos, lo mismo que quería Trump. Su iniciativa fue rápidamente descartada por el presidente de la Junta, el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, el juez John G. Roberts Jr.
“Ya tenemos una moción en el pleno”, declaró el presidente de la Corte Suprema, según tres personas con conocimiento del proceso.
La resolución original prosperó, y la reunión siguió adelante rápidamente.
Si bien para la junta de un museo fue un momento inusualmente tenso, la intervención del presidente de la Corte Suprema, un hombre comprometido con el parlamentarismo, no lo fue. Roberts es conocido por presidir las reuniones de la Junta con un enfoque estricto en las normas y procedimientos, evitando siempre los debates partidistas, una actitud que coincide con su reputación de institucionalista. Desde 1851, el presidente de la Corte Suprema es también presidente de la Junta de Gobierno del Smithsoniano, un cargo que implica dirigir las reuniones trimestrales, pero que también conlleva algunas ventajas, como estar entre los primeros afortunados en ver a los pandas recién nacidos del Zoológico Nacional.
Sin embargo, en los últimos tiempos ese cargo a puesto al juez supremo Roberts en una posición poco envidiable: liderar una institución que está en la mira del presidente Trump.
El regreso de Trump a la Casa Blanca trajo consigo un tsunami de cambios políticos: la eliminación de la ciudadanía por nacimiento, una drástica reducción de los organismos federales y el fin de las protecciones de las que gozaban cientos de miles de inmigrantes. A medida que los jueces de tribunales inferiores iban bloqueando muchas de esas políticas, los abogados de Trump presentaron recursos extraordinarios ante la Corte solicitando la opinión de sus jueces supremos. Hasta ahora, al menos respecto de los decretos temporarios de emergencia, el máximo tribunal le ha regalado a Trump una serie de victorias judiciales, allanando el camino para muchas de sus propuestas.
La muerte de un hombre obstinado: leyó al menos 3599 libros y ahora cualquiera puede ver su lista
El rol del juez supremo Roberts como presidente de la Junta quizá nunca lo lleve a una confrontación directa con el presidente, pero su cargo al frente de la institución permite vislumbrar la delicada y potencialmente tensa relación entre un presidente y un poderoso jurista que, según todos dicen, está enamorado del Smithsoniano.
“De repente el Instituto se convierte en un campo de batalla político, y creo que eso debe desconcertar a mucha gente, pero si además sos presidente del máximo tribunal del país, el desafío es enorme por muchas razones”, apunta Jeremy Fogel, juez federal jubilado que colaboró estrechamente con Roberts como director del centro de educación e investigación del Poder Judicial. “Y creo que es muy consciente de que está en una posición incómoda”.
Un cargo de liderazgo de larga data
El rol del presidente de la Corte Suprema a la cabeza de la Junta del Smithsoniano es casi tan antiguo como la propia institución.
El Smithsoniano, el complejo museístico, educativo y de investigación más grande del mundo, fue creado en 1846 por el Congreso norteamericano después de que un químico y mineralogista británico legara su fortuna para fundar “un establecimiento para el crecimiento y la difusión del conocimiento entre los hombres” en la capital de Estados Unidos.
El Congreso, que aporta la mayor parte del presupuesto del Smithsoniano, transfirió la responsabilidad de la gestión de la institución a una Junta de Gobierno de 17 miembros que incluye al presidente de la Corte, al vicepresidente del país, a seis miembros del Congreso y a nueve ciudadanos.
Inicialmente, la junta era presidida por el vicepresidente del país, pero en 1851 el cargo fue asumido por el entonces presidente del máximo tribunal, Roger B. Taney, conocido por haber redactado el ignominioso fallo del caso Dred Scott contra Sandford, que ratificó la esclavitud y fogoneó el estallido de la Guerra Civil.
El cargo de presidente de la Junta es básicamente protocolar y suele haber poca superposición entre la Corte Suprema y la institución, salvo cuando el Smithsoniano ha presentado exposiciones sobre temas que estuvieron a consideración del máximo tribunal. Cuando el presidente de la Corte era el juez William H. Rehnquist, el Museo Nacional de Historia presentó una exposición sobre el emblemático caso de desegregación escolar “Brown contra la Junta de Educación”, y Rehnquist llevó a todos los jueces de la Corte a verla.
“Un trabajito extra genial”
El juez Roberts es aficionado a la historia y en 2005, cuando se incorporó a la Corte nominado por el presidente George W. Bush, parecía el candidato ideal para el Smithsoniano.
En sus discursos, suele contar que quería ser historiador, pero que cambió de opinión después de una charla con un taxista que también había estudiado historia en la Universidad de Harvard.
Los directivos del Smithsoniano han elogiado al juez Roberts por su firme liderazgo al frente de la institución.
“Tiene realmente el control”, aseguró en 2019 David M. Rubenstein, cofundador de la firma de capital privado Carlyle Group y por entonces miembro de la Junta de Gobierno del Smithsoniano. “No hay votaciones de 5 a 4. Todo es unánime. Cuando el presidente dice que quiere que se haga tal cosa, los demás reconocemos que tiene la máxima autoridad”. Rubenstein agregó que Roberts se tomaba sus responsabilidades “muy en serio”, que asistía y presidía todas las reuniones que le correspondían, y que “no podría ser mejor presidente de la Junta”.
Y según sus declaraciones públicas, el juez supremo Roberts parece disfrutar del cargo y de las ventajas que conlleva, al punto de calificarlo en cierto momento como “una agradable distracción”.
En un discurso, Roberts dijo que le resultaba “liberador” que los otros miembros de la junta no esperaran que fuera un experto en todos los asuntos del Smithsoniano, que a veces son muy temas muy especializados.
“También es un cargo muy valioso, como ya sabrán, cuando nace un panda, porque te dejan ir a verlo de inmediato”, agregó entonces Roberts.
En otra declaración de 2022, el presidente de la Corte calificó su puesto en el Smithsoniano como un “accidente histórico”, y agregó que le había deparado “momentos maravillosos”.
Entre otras cosas, Roberts convenció al Smithsoniano para que le prestara a la Corte Suprema la trompeta de Louis Armstrong para que el famoso trompetista Wynton Marsalis pudiera tocarla en una ceremonia judicial.
“Al curador del museo no lo entusiasmaba para nada la idea, pero conseguimos la trompeta y fue una alegría verlo tocar a Marsalis y pensar en la historia que hay detrás”, dijo entonces Roberts, y agregó que su papel como presidente de la Junta era “un trabajito extra genial, que estoy muy feliz de tener”.
Trump tiene su propia agenda para el Smithsoniano
Un incidente ocurrido en 2016, poco después de la primera elección de Trump, contribuyó a avivar el reciente interés de la Casa Blanca por la dirección de la Galería Nacional de Retratos del Smithsoniano.
El artista Julian Raven, ferviente partidario de Trump, le solicitó a la Galería Nacional de Retratos del Smithsoniano que durante la ceremonia de asunción del nuevo presidente exhibiera el retrato en pintura acrílica que había hecho de Trump en 2015, titulado “Sin miedo ni vergüenza», que lo mostraba junto a un sol naciente y un águila calva.
Tras la negativa del museo a exhibir su retrato, Raven presentó una demanda judicial que apuntaba especialmente contra Kim Sajet, la primera mujer en dirigir la Galería, acusándola de parcialidad política contra Trump.
El juez federal de distrito Trevor N. McFadden, designado por Trump, se mostró comprensivo con Raven y en su fallo de 2018 destacó que los miembros de Junta del Smithsoniano incluyen a miembros de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y comparó ese modelo de gobierno con el Cancerbero, el monstruoso perro de tres cabezas de la mitología griega que custodia las puertas del inframundo.
Sin embargo, el juez finalmente desestimó la demanda.
“El demandante alega que la decisión tuvo motivaciones políticas que violan sus derechos consagrados por la Primera y la Quinta Enmienda”, escribió el juez McFadden en su fallo. “Puede que tenga razón sobre las motivaciones, pero está equivocado en su interpretación de la ley”.
En noviembre de 2019, Raven solicitó que la Corte Suprema revisara su caso. Aproximadamente dos meses después, los jueces rechazaron la causa y aclararon que el presidente de la Corte se había recusado a sí mismo del caso.
Cuando regresó a la presidencia a principios de este año, Trump emitió una serie de decretos, incluyendo uno centrado en el Smithsoniano, que en gran medida depende de fondos federales. Según Trump, en la última década el país “fue testigo de un esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia de nuestro país”, y argumentó que desde hacía unos años “el Instituto Smithsoniano estaba bajo la influencia de una ideología divisiva y racializada”.
Es más, el director de comunicaciones de la Casa Blanca, Steven Cheung, criticó directamente al secretario del Smithsoniano, Lonnie G. Bunch III —CEO de la institución y su primer dirigente de raza negra— calificándolo de mentiroso, fracasado y demócrata partidista. Ante esa virulencia retórica, varios partidarios de Bunch expresaron su esperanza de que el papel del presidente la Corte Suprema en el corazón de las operaciones del Smithsoniano sirviera para moderar o evitar un ataque a gran escala contra la institución.
El exsenador Patrick Leahy, demócrata por Vermont y miembro de la Junta durante muchos años, hasta renunciar en 2023, asegura que el juez Roberts es un hombre convencido de la misión y la independencia del Smithsoniano. “No se deja manipular por nadie”, afirma Leahy.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios para este artículo.
El 30 de mayo, dos meses después de su decreto, Trump recurrió a las redes sociales para anunciar el despido de Sajet, directora de la Galería Nacional de Retratos, calificándola de “persona fuertemente partidizada y firme defensora de la agenda de diversidad, equidad e inclusión, algo totalmente inapropiado para su cargo”. No está claro qué motivó exactamente el anuncio, pero la Casa Blanca publicó una larga lista de puntos que, según dice, confirman las afirmaciones del presidente. La lista incluía aportes de campaña a demócratas, la disputa sobre la pintura de Raven y el lenguaje utilizado en un pie de foto de Trump donde se hacía referencia a los juicios políticos que enfrentó.
Trump no mencionaba tener autoridad legal alguna para despedirla, y el Smithsoniano, de hecho, no la despidió. Sajet siguió presentándose a trabajar, aunque dos semanas después declaró que había decidido renunciar voluntariamente. Al anunciar su traslado, hizo una reflexión sobre sus esfuerzos por ampliar la perspectiva del museo.
“Juntos trabajamos para contar una historia más completa y más estadounidense, una que fomente la conexión, la reflexión y la comprensión”, dijo Sajet.
Los expertos que conocen de cerca al Smithsoniano aseguran que la renuncia de Sajet difícilmente frene el embate de Trump contra la institución y la presión que ejerce sobre la Junta de Gobierno, con el presidente del máximo tribunal del país a la cabeza. La semana pasada, la Casa Blanca expresó su satisfacción cuando la artista Amy Sherald canceló su exposición en el Smithsoniano porque creía que la institución, por temor al presidente, pretendía retirar su pintura de una Estatua de la Libertad transgénero. Un funcionario de la Casa Blanca describió la obra como “un intento de reinterpretación de uno de los símbolos más sagrados de nuestra nación desde una perspectiva divisiva e ideologizada”.
En su decreto, Trump le solicita al vicepresidente J.D. Vance, también miembro de la junta del Smithsoniano, que a medida que expiren los mandatos de los ciudadanos comunes que integran la Junta, se asegure de elegir a otros alineados con los valores del actual gobierno.
El juez Fogel dice que el presidente de la Corte Suprema considera su función en el Smithsoniano como “esclarecedora y placentera”, y que probablemente se recusaría de cualquier causa relacionado con el Smithsoniano que pueda llegar al máximo tribunal.
Samuel J. Redman, profesor de historia de la Universidad de Massachusetts en Amherst, que ha escrito extensamente sobre el Smithsoniano, dice que la situación actual no tiene precedentes.
“Nunca habíamos enfrentado semejante ataque político, frontal y directo contra el Smithsoniano”, dice Redman. “Por eso la Junta de Gobierno ha cobrado mayor importancia política que en ningún otro momento”, apunta Redman, y agrega que eso aumenta la presión sobre el presidente de la Corte.
“El presidente de la Corte Suprema tiene un papel realmente interesante en este nuevo momento político en Estados Unidos”, apunta Redman. “Antes, en la Junta del Smithsoniano los jueces eran básicamente figuritas decorativas, pero ya no”.
(Traducción de Jaime Arrambide)
El presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, John G. Roberts, encabeza también el Instituto Smithsoniano, que enfrenta un conflicto donde la historia se encuentra con los pandas y la política LA NACION