Siempre me está controlando: los dos rasgos principales de un controlador y sus acciones típicas
Las personas con baja autoestima suelen ser controladoras. Consideran al otro como un objeto, algo que pueden usar para su propia conveniencia. No pueden verlo como a alguien que siente y piensa. Es por ello que buscan retenerlo como si fuera algo de su propiedad.
¿Cuáles son los dos principales rasgos del controlador?
- La justificación de su accionar
El controlador jamás admite su actitud. En el fondo, tiene la creencia de que los demás son una amenaza para su vida, por eso se resiste a dejarlos libres para que no puedan hacerle daño. ¿En qué se basa esta idea? En la siguiente característica…
- Una profunda inseguridad interior
Que una madre o un padre controle a sus hijos que ya son adultos, que un hombre o una mujer controle a su pareja, que un jefe controle a sus empleados, se debe a que la persona lleva en su interior una gran carga de inseguridad. Esta le habla al oído, en forma de susurro, y le dice: “Si le das libertad, se va a ir de tu vida y lo vas a perder. Tenés que controlar todos sus pasos, todo el tiempo”.
¿Cuáles son las acciones típicas del controlador?
- Imponer su voluntad: “Acá se hace lo que digo yo, y se acabó”.
- Obligar.
- Investigar.
- Bloquear.
- Descalificar.
- Avergonzar.
- Humillar, sobre todo, delante de todo el mundo.
Pero su herramienta principal consiste en no darle nunca al otro su aprobación. Por supuesto, lo lleva a cabo de manera sutil pero, de esta manera, logra que la víctima de su control siga dependiendo de él o de ella a través del tiempo.
Ahora bien, ¿por qué una persona llega a estar bajo el control de otra? Porque, por su propia falta de inseguridad, vive esperando que el otro la apruebe, la valide, la afirme; pero dicha aprobación jamás llegará, por lo que quedará a merced del controlador. El fin del control es que el otro no posea individualidad. Es decir, que se diferencie de mí y tenga su propia voluntad y firmeza. Pero ni vos ni yo fuimos creados para someternos unos a otros, sino para acompañarnos y ayudarnos en el camino de la vida.
Cada persona tiene sus ideas, sus preferencias, sus gustos, que la hacen alguien único, especial e individual. Permitamos que los demás sean como elijan ser, respetemos su individualidad porque, al hacerlo, estamos respetando la nuestra. No hay felicidad posible sin libertad.
Las personas con baja autoestima suelen ser controladoras. Consideran al otro como un objeto, algo que pueden usar para su propia conveniencia. No pueden verlo como a alguien que siente y piensa. Es por ello que buscan retenerlo como si fuera algo de su propiedad.
¿Cuáles son los dos principales rasgos del controlador?
- La justificación de su accionar
El controlador jamás admite su actitud. En el fondo, tiene la creencia de que los demás son una amenaza para su vida, por eso se resiste a dejarlos libres para que no puedan hacerle daño. ¿En qué se basa esta idea? En la siguiente característica…
- Una profunda inseguridad interior
Que una madre o un padre controle a sus hijos que ya son adultos, que un hombre o una mujer controle a su pareja, que un jefe controle a sus empleados, se debe a que la persona lleva en su interior una gran carga de inseguridad. Esta le habla al oído, en forma de susurro, y le dice: “Si le das libertad, se va a ir de tu vida y lo vas a perder. Tenés que controlar todos sus pasos, todo el tiempo”.
¿Cuáles son las acciones típicas del controlador?
- Imponer su voluntad: “Acá se hace lo que digo yo, y se acabó”.
- Obligar.
- Investigar.
- Bloquear.
- Descalificar.
- Avergonzar.
- Humillar, sobre todo, delante de todo el mundo.
Pero su herramienta principal consiste en no darle nunca al otro su aprobación. Por supuesto, lo lleva a cabo de manera sutil pero, de esta manera, logra que la víctima de su control siga dependiendo de él o de ella a través del tiempo.
Ahora bien, ¿por qué una persona llega a estar bajo el control de otra? Porque, por su propia falta de inseguridad, vive esperando que el otro la apruebe, la valide, la afirme; pero dicha aprobación jamás llegará, por lo que quedará a merced del controlador. El fin del control es que el otro no posea individualidad. Es decir, que se diferencie de mí y tenga su propia voluntad y firmeza. Pero ni vos ni yo fuimos creados para someternos unos a otros, sino para acompañarnos y ayudarnos en el camino de la vida.
Cada persona tiene sus ideas, sus preferencias, sus gustos, que la hacen alguien único, especial e individual. Permitamos que los demás sean como elijan ser, respetemos su individualidad porque, al hacerlo, estamos respetando la nuestra. No hay felicidad posible sin libertad.
Cada persona tiene sus ideas, sus preferencias, sus gustos, que la hacen alguien único, especial e individual; no hay felicidad posible sin libertad LA NACION