Es argentina y creó un mini-robot que asiste a las personas mayores en tareas cotidianas y previene el deterioro cognitivo

Para recibirse de Ingeniera Informática en el ITBA, Natalí Lilienthal (25) debía elaborar una tesis pensando una solución tecnológica a algún problema concreto. El envejecimiento poblacional (acompañado muchas veces de pérdida de salud y deterioro cognitivo) es un fenómeno que se está acelerando en todo el mundo. Y si bien en algunos países como Japón los “robots asistentes” son algo frecuente, en Argentina su uso es incipiente y no están adaptados al lenguaje y las costumbres locales. Así se le ocurrió crear a Tooly, el primer mini-robot argentino diseñado para acompañar a personas mayores y plantearles desde recordatorios de tareas y medicación, hasta conversaciones y desafíos mentales para mantener su cerebro activo.
“La soledad y una menor interacción social se asocian al Alzheimer, la demencia senil y otras enfermedades. Por eso pensé en diseñar un robot interactivo que sea una compañía diaria y ayude a los adultos mayores a trabajar la cabeza, comunicarse y jugar”, contó a LA NACION esta emprendedora.
Del tamaño de una cafetera o una pava eléctrica, Tooly tiene una fisonomía similar al mítico R2-D2 de la Guerra de las Galaxias, pero mucho más pequeño. Está equipado con sensores y luces LED en los ojos, que se iluminan al hablar y sonreír, para provocar empatía, y lo más importante, posee una interfase de machine learning que interpreta el lenguaje humano para recibir comandos por voz e interactuar generando conversaciones.
El robot está conectado a una inteligencia artificial. Y si bien muchas de sus funciones ya son realizadas por los asistentes virtuales del teléfono celular, “Tooly es más empático que un teléfono y a diferencia de una mascota, tiene lenguaje humano y una interfase de seguridad que dispara alertas a los contactos preestablecidos cuando su usuario/a pide ayuda, no le responde o no interactúa por mucho tiempo”, comentó Lilienthal.
Además, va aprendiendo de sus usuarios/as y plantea juegos y desafíos mentales, así como recordatorios de tareas cotidianas (tomar medicación, asearse, salir a comprar o dar un paseo). “Lo fui probando con varias personas, una de ellas de 82 años fanática del Bridge, y Tooly no solo aprendió a jugar, sino que le recomendaba cómo ganar la partida”, contó su creadora.
De la tesis al producto
Desarrollar el robot le llevó un año a la emprendedora y para esto utilizó software libre y carcasas y componentes que había en su universidad. Una vez aprobada la tesis (Lilienthal se recibió el año pasado), se puso en marcha la fase de desarrollar una startup dedicada al diseño y producción de robots asistentes.
“En principio, pensé en desarrollar robots tuneables y personalizados, pero la idea más adelante es fabricarlos a escala en distintos modelos. Si bien los componentes electrónicos principales (el microprocesador, por ejemplo) son importados, algunas piezas y las carcazas se podrían producir localmente», explica.
Por el momento, Tooly sólo funciona si está enchufado, y Lilienthal está trabajando en una versión que tenga baterías recargables, para darle posibilidad de movimiento y autonomía. Además, planea agregarle sensores para medir algunos parámetros como presión arterial, y glucosa en sangre, de manera similar a lo que ya ocurre con algunos dispositivos como los smartwatches.
Natalí Lilienthal presentó su proyecto en el ITBA Future Day que organizó su universidad en junio en Buenos Aires, y en un Congreso Internacional de Robótica en Canadá. En mayo de este año, la emprendedora fue distinguida por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, por su compromiso con la salud y el bienestar de los adultos mayores.
Actualmente, se encuentra a la búsqueda de inversores y proveedores de componentes para su proyecto. También mantuvo reuniones con representantes de geriátricos, obras sociales y prepagas, para definir su modelo de negocio. Una opción es fabricar y vender los equipos y otra es dejar los robots asistentes en comodato y cobrar un fee mensual por su uso.
La transición demográfica que estamos atravesando indica que los robots asistentes serán cada vez más habituales en todo el mundo. Lo importante -remarcó Lilienthal-, es “no olvidar que son una herramienta para ayudar a las personas en sus tareas cotidianas o cuando están solas, pero no reemplazan, sino que impulsan al contacto y la interacción humana.”
Para recibirse de Ingeniera Informática en el ITBA, Natalí Lilienthal (25) debía elaborar una tesis pensando una solución tecnológica a algún problema concreto. El envejecimiento poblacional (acompañado muchas veces de pérdida de salud y deterioro cognitivo) es un fenómeno que se está acelerando en todo el mundo. Y si bien en algunos países como Japón los “robots asistentes” son algo frecuente, en Argentina su uso es incipiente y no están adaptados al lenguaje y las costumbres locales. Así se le ocurrió crear a Tooly, el primer mini-robot argentino diseñado para acompañar a personas mayores y plantearles desde recordatorios de tareas y medicación, hasta conversaciones y desafíos mentales para mantener su cerebro activo.
“La soledad y una menor interacción social se asocian al Alzheimer, la demencia senil y otras enfermedades. Por eso pensé en diseñar un robot interactivo que sea una compañía diaria y ayude a los adultos mayores a trabajar la cabeza, comunicarse y jugar”, contó a LA NACION esta emprendedora.
Del tamaño de una cafetera o una pava eléctrica, Tooly tiene una fisonomía similar al mítico R2-D2 de la Guerra de las Galaxias, pero mucho más pequeño. Está equipado con sensores y luces LED en los ojos, que se iluminan al hablar y sonreír, para provocar empatía, y lo más importante, posee una interfase de machine learning que interpreta el lenguaje humano para recibir comandos por voz e interactuar generando conversaciones.
El robot está conectado a una inteligencia artificial. Y si bien muchas de sus funciones ya son realizadas por los asistentes virtuales del teléfono celular, “Tooly es más empático que un teléfono y a diferencia de una mascota, tiene lenguaje humano y una interfase de seguridad que dispara alertas a los contactos preestablecidos cuando su usuario/a pide ayuda, no le responde o no interactúa por mucho tiempo”, comentó Lilienthal.
Además, va aprendiendo de sus usuarios/as y plantea juegos y desafíos mentales, así como recordatorios de tareas cotidianas (tomar medicación, asearse, salir a comprar o dar un paseo). “Lo fui probando con varias personas, una de ellas de 82 años fanática del Bridge, y Tooly no solo aprendió a jugar, sino que le recomendaba cómo ganar la partida”, contó su creadora.
De la tesis al producto
Desarrollar el robot le llevó un año a la emprendedora y para esto utilizó software libre y carcasas y componentes que había en su universidad. Una vez aprobada la tesis (Lilienthal se recibió el año pasado), se puso en marcha la fase de desarrollar una startup dedicada al diseño y producción de robots asistentes.
“En principio, pensé en desarrollar robots tuneables y personalizados, pero la idea más adelante es fabricarlos a escala en distintos modelos. Si bien los componentes electrónicos principales (el microprocesador, por ejemplo) son importados, algunas piezas y las carcazas se podrían producir localmente», explica.
Por el momento, Tooly sólo funciona si está enchufado, y Lilienthal está trabajando en una versión que tenga baterías recargables, para darle posibilidad de movimiento y autonomía. Además, planea agregarle sensores para medir algunos parámetros como presión arterial, y glucosa en sangre, de manera similar a lo que ya ocurre con algunos dispositivos como los smartwatches.
Natalí Lilienthal presentó su proyecto en el ITBA Future Day que organizó su universidad en junio en Buenos Aires, y en un Congreso Internacional de Robótica en Canadá. En mayo de este año, la emprendedora fue distinguida por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, por su compromiso con la salud y el bienestar de los adultos mayores.
Actualmente, se encuentra a la búsqueda de inversores y proveedores de componentes para su proyecto. También mantuvo reuniones con representantes de geriátricos, obras sociales y prepagas, para definir su modelo de negocio. Una opción es fabricar y vender los equipos y otra es dejar los robots asistentes en comodato y cobrar un fee mensual por su uso.
La transición demográfica que estamos atravesando indica que los robots asistentes serán cada vez más habituales en todo el mundo. Lo importante -remarcó Lilienthal-, es “no olvidar que son una herramienta para ayudar a las personas en sus tareas cotidianas o cuando están solas, pero no reemplazan, sino que impulsan al contacto y la interacción humana.”
Tooly es un robot desarrollado por la ingeniera informática Natalí Lilienthal; tiene el tamaño de una cafetera e interpreta el lenguaje humano para hacer recordatorios de actividades, toma de medicación y mantener conversaciones LA NACION