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Levantemos la copa por los ninguneados

El ninguneo está de moda, crece, avanza a toda velocidad por la vida real con la misma carga de agresividad pasiva que hoy impera en las redes sociales y que las ha transformado en algo muy distinto de lo que eran hace apenas unos años.

En la Argentina, el ninguneo vive días de gloria. Es el dardo favorito que se lanzan los mediáticos –“¿quién sos?, ¡no te conoce nadie!”– y uno de los hábitos predilectos del Presidente. Si aceptamos que los ejemplos se dan de arriba abajo, la mesa queda servida para un festín de desprecio.

Sin embargo, no todos lo aplican con la misma destreza. Este acto requiere de parte del ninguneador cierto talento para encontrar el punto exacto que convierta el desaire en algo efectivo, pero no burdo. Se trata de hacer sentir al ninguneado el menosprecio en su dosis justa, para que reciba el mensaje, pero sin alharaca; un mínimo gesto de elegancia.

No es lo mismo Javier Milei dejando al jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, con la mano colgando al intentar saludarlo en el tedeum 2025 que el sutil “olvido” de invitar a la vicepresidenta Victoria Villarruel a los actos públicos o de enfocarla en las transmisiones oficiales.

Tampoco se equipara dirigirse al ninguneado con diminutivos socarrones como el “Ricardito” del ministro Luis Caputo a Darín, en el marco del gran debate nacional sobre el precio de la docena de empanadas, que preguntarle a un actor qué se siente ser famoso, cuando ya lo era desde hacía muchos años, como le pasó a Lee Jung-jae, protagonista de la serie El juego del calamar, en una de sus primeras entrevistas en Estados Unidos.

El presidente Donald Trump, el vicepresidente JD Vance y otros se reúnen con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, el 28 de febrero de 2025.

Son hechos que nos llevan a tomar nota de que el ninguneo es un fenómeno global y multidisciplinario. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ejemplificó al afirmar que no es importante que su par de Ucrania, Volodimir Zelensky, esté presente en las reuniones para poner fin a la guerra con Rusia, una broma dudosa viniendo de alguien que no parece tener mucho sentido del humor.

El mandatario de la nación más poderosa del mundo incluso se refirió a todo un subcontinente, América Latina, de forma despectiva en su discurso inaugural, a principios de año. “Ellos nos necesitan mucho más que nosotros a ellos. Nosotros no los necesitamos”, dijo entonces.

Y también cayó en la tentación del ninguneo el director técnico de Boca Juniors, Miguel Ángel Russo, que relativizó la goleada del Bayern Munich al modesto Auckland City en el Mundial de Clubes, menospreciando al equipo neozelandés por ser semiprofesional, aunque luego Boca no pudo vencerlo en el campo de juego.

Ni hablar del mundo corporativo, donde abundan jefes cuyos nombres ya nadie recuerda y que despidieron o dejaron ir a empleados que luego crearían negocios que los harían millonarios, como el famoso caso de Walt Disney, echado del diario Kansas City Star por supuesta “falta de creatividad”.

Y mientras el ninguneo se propaga, también florece una pariente cercana: la subestimación. Hagamos un simple ejercicio: busquemos the most underrated (los más subestimados) en Google. Obtendremos un sinfín de rankings de lo infravalorado en distintas categorías. Músicos, cantantes, artistas, comidas, actores, actrices, deportistas, profesiones, oficios, colegios, universidades, ciudades, países y ¡hasta planetas!

Los desdeñados, si quisieran, hasta tendrían un vino con el cual identificarse: Ninguneado. Aunque Baco Club seguramente no buscaba que su rosado simbolizara esta lucha, podría ser apropiado para el brindis de los ignorados que, pese a todo, siguen esforzándose por destacar. Así, levantemos nuestras copas en honor a los ninguneados de este mundo, para que persistan, demuestren lo que valen y reclamen el lugar que se merecen. ¡Salud!

El ninguneo está de moda, crece, avanza a toda velocidad por la vida real con la misma carga de agresividad pasiva que hoy impera en las redes sociales y que las ha transformado en algo muy distinto de lo que eran hace apenas unos años.

En la Argentina, el ninguneo vive días de gloria. Es el dardo favorito que se lanzan los mediáticos –“¿quién sos?, ¡no te conoce nadie!”– y uno de los hábitos predilectos del Presidente. Si aceptamos que los ejemplos se dan de arriba abajo, la mesa queda servida para un festín de desprecio.

Sin embargo, no todos lo aplican con la misma destreza. Este acto requiere de parte del ninguneador cierto talento para encontrar el punto exacto que convierta el desaire en algo efectivo, pero no burdo. Se trata de hacer sentir al ninguneado el menosprecio en su dosis justa, para que reciba el mensaje, pero sin alharaca; un mínimo gesto de elegancia.

No es lo mismo Javier Milei dejando al jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, con la mano colgando al intentar saludarlo en el tedeum 2025 que el sutil “olvido” de invitar a la vicepresidenta Victoria Villarruel a los actos públicos o de enfocarla en las transmisiones oficiales.

Tampoco se equipara dirigirse al ninguneado con diminutivos socarrones como el “Ricardito” del ministro Luis Caputo a Darín, en el marco del gran debate nacional sobre el precio de la docena de empanadas, que preguntarle a un actor qué se siente ser famoso, cuando ya lo era desde hacía muchos años, como le pasó a Lee Jung-jae, protagonista de la serie El juego del calamar, en una de sus primeras entrevistas en Estados Unidos.

El presidente Donald Trump, el vicepresidente JD Vance y otros se reúnen con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, el 28 de febrero de 2025.

Son hechos que nos llevan a tomar nota de que el ninguneo es un fenómeno global y multidisciplinario. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ejemplificó al afirmar que no es importante que su par de Ucrania, Volodimir Zelensky, esté presente en las reuniones para poner fin a la guerra con Rusia, una broma dudosa viniendo de alguien que no parece tener mucho sentido del humor.

El mandatario de la nación más poderosa del mundo incluso se refirió a todo un subcontinente, América Latina, de forma despectiva en su discurso inaugural, a principios de año. “Ellos nos necesitan mucho más que nosotros a ellos. Nosotros no los necesitamos”, dijo entonces.

Y también cayó en la tentación del ninguneo el director técnico de Boca Juniors, Miguel Ángel Russo, que relativizó la goleada del Bayern Munich al modesto Auckland City en el Mundial de Clubes, menospreciando al equipo neozelandés por ser semiprofesional, aunque luego Boca no pudo vencerlo en el campo de juego.

Ni hablar del mundo corporativo, donde abundan jefes cuyos nombres ya nadie recuerda y que despidieron o dejaron ir a empleados que luego crearían negocios que los harían millonarios, como el famoso caso de Walt Disney, echado del diario Kansas City Star por supuesta “falta de creatividad”.

Y mientras el ninguneo se propaga, también florece una pariente cercana: la subestimación. Hagamos un simple ejercicio: busquemos the most underrated (los más subestimados) en Google. Obtendremos un sinfín de rankings de lo infravalorado en distintas categorías. Músicos, cantantes, artistas, comidas, actores, actrices, deportistas, profesiones, oficios, colegios, universidades, ciudades, países y ¡hasta planetas!

Los desdeñados, si quisieran, hasta tendrían un vino con el cual identificarse: Ninguneado. Aunque Baco Club seguramente no buscaba que su rosado simbolizara esta lucha, podría ser apropiado para el brindis de los ignorados que, pese a todo, siguen esforzándose por destacar. Así, levantemos nuestras copas en honor a los ninguneados de este mundo, para que persistan, demuestren lo que valen y reclamen el lugar que se merecen. ¡Salud!

 El ninguneo está de moda, crece, avanza a toda velocidad por la vida real con la misma carga de agresividad pasiva que hoy impera en las redes sociales y que las ha transformado en algo muy distinto de lo que eran hace apenas unos años.En la Argentina, el ninguneo vive días de gloria. Es el dardo favorito que se lanzan los mediáticos –“¿quién sos?, ¡no te conoce nadie!”– y uno de los hábitos predilectos del Presidente. Si aceptamos que los ejemplos se dan de arriba abajo, la mesa queda servida para un festín de desprecio.Sin embargo, no todos lo aplican con la misma destreza. Este acto requiere de parte del ninguneador cierto talento para encontrar el punto exacto que convierta el desaire en algo efectivo, pero no burdo. Se trata de hacer sentir al ninguneado el menosprecio en su dosis justa, para que reciba el mensaje, pero sin alharaca; un mínimo gesto de elegancia.No es lo mismo Javier Milei dejando al jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, con la mano colgando al intentar saludarlo en el tedeum 2025 que el sutil “olvido” de invitar a la vicepresidenta Victoria Villarruel a los actos públicos o de enfocarla en las transmisiones oficiales. Tampoco se equipara dirigirse al ninguneado con diminutivos socarrones como el “Ricardito” del ministro Luis Caputo a Darín, en el marco del gran debate nacional sobre el precio de la docena de empanadas, que preguntarle a un actor qué se siente ser famoso, cuando ya lo era desde hacía muchos años, como le pasó a Lee Jung-jae, protagonista de la serie El juego del calamar, en una de sus primeras entrevistas en Estados Unidos.Son hechos que nos llevan a tomar nota de que el ninguneo es un fenómeno global y multidisciplinario. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ejemplificó al afirmar que no es importante que su par de Ucrania, Volodimir Zelensky, esté presente en las reuniones para poner fin a la guerra con Rusia, una broma dudosa viniendo de alguien que no parece tener mucho sentido del humor. El mandatario de la nación más poderosa del mundo incluso se refirió a todo un subcontinente, América Latina, de forma despectiva en su discurso inaugural, a principios de año. “Ellos nos necesitan mucho más que nosotros a ellos. Nosotros no los necesitamos”, dijo entonces.Y también cayó en la tentación del ninguneo el director técnico de Boca Juniors, Miguel Ángel Russo, que relativizó la goleada del Bayern Munich al modesto Auckland City en el Mundial de Clubes, menospreciando al equipo neozelandés por ser semiprofesional, aunque luego Boca no pudo vencerlo en el campo de juego.Ni hablar del mundo corporativo, donde abundan jefes cuyos nombres ya nadie recuerda y que despidieron o dejaron ir a empleados que luego crearían negocios que los harían millonarios, como el famoso caso de Walt Disney, echado del diario Kansas City Star por supuesta “falta de creatividad”.Y mientras el ninguneo se propaga, también florece una pariente cercana: la subestimación. Hagamos un simple ejercicio: busquemos the most underrated (los más subestimados) en Google. Obtendremos un sinfín de rankings de lo infravalorado en distintas categorías. Músicos, cantantes, artistas, comidas, actores, actrices, deportistas, profesiones, oficios, colegios, universidades, ciudades, países y ¡hasta planetas!Los desdeñados, si quisieran, hasta tendrían un vino con el cual identificarse: Ninguneado. Aunque Baco Club seguramente no buscaba que su rosado simbolizara esta lucha, podría ser apropiado para el brindis de los ignorados que, pese a todo, siguen esforzándose por destacar. Así, levantemos nuestras copas en honor a los ninguneados de este mundo, para que persistan, demuestren lo que valen y reclamen el lugar que se merecen. ¡Salud!  LA NACION

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