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Walter Santoro, el mecenas que preserva los objetos de Gardel: de la corbata de la suerte al presagio en el documento de Dona Berta

En plena zona de Tribunales, Walter Santoro, director ejecutivo de la Fundación Internacional Sucesores de Carlos Gardel, recibe a LA NACION en su oficina. No se trata de un despacho más. A un lado y otro, los objetos, vestuarios e imágenes pertenecientes al emblemático cantor, del que se cumplieron 90 años de su trágica muerte, ocupan cada rincón del lugar. La vista no alcanza para abarcar y dimensionar ese acervo que se despliega en vitrinas, álbumes y repisas.

“Esa es la corbata de la suerte, porque la utilizó para filmar los cortos -los primeros videoclips de la historia-, rubricar su contrato con la Paramount francesa y con los americanos, y también se la puede ver en la película Cuesta abajo. Es la única corbata que tiene la Fundación, pero no es cualquier corbata”, explica Santoro, apasionado por su colección de inconmensurable valor patrimonial.

Corbata original utilizada por Carlos Gardel, el inicio de un itinerario emocionante

“Una carta de Gardel hoy vale cien dólares y en el exterior no cotiza”, sostiene, allanando el camino para desterrar fantasías sobre la monetización del acervo, una paradoja que no altera la tasación cultural de esos objetos.

“¿Para qué sirve una Fundación Carlos Gardel?”, se pregunta Walter Santoro buscando despejar dudas. El empresario, quien más allá de su devoción por el “Zorzal” es un apasionado del coleccionismo de obras de arte, cuenta que “la Fundación fue creada a pedido de los herederos de Carlos Gardel, quienes nos transfirieron todos los derechos con la condición de que dejemos al cantor en la historia”.

Walter Santoro trabajando en su oficina, en pleno repaso de algunas de las correspondencias manuscritas

En la oficina, un óleo de Hermenegildo “Menchi” Sabat -el más grande pintado por el artista- engalana una de las paredes de la oficina sin lujos, pero pletórica de arte. Santoro hace más de dos décadas que viene trabajando en la preservación de legados pictóricos y en la colección de objetos de profunda significación cultural. “Tengo una pinacoteca con más de trescientas obras, entre ellas, algunas de Antonio Berni y de Benito Quinquela Martin, muy admirados por mí”.

Walter Santoro hizo del arte un mundo propio. Las piezas originales pertenecientes a Carlos Gardel se sumaron a su colección pictórica y escultórica

Walter Santoro es un hombre joven, de menos de sesenta años, criado en Villa Devoto y formado en el mundo de la ingeniería en sistemas en la Universidad de Buenos Aires. “Soy de las personas que piensan que uno debe hacer algo por la comunidad en donde vive, cada uno desde su lugar y con sus capacidades. Primero trabajé en instituciones, pero me di cuenta que no invertían la plata como pensaba que debían hacerlo, así que, en 2003, cree Industrias Culturales Argentinas. Soy un convencido de que la industria cultural es fundamental para el desarrollo de un país y para resguardar su identidad. En ese sentido, Gardel fue el primer embajador de nuestra cultura a nivel mundial”.

La flor de una rastra que lució Carlos Gardel cuando su vestuario tenía tono telúrico

-¿Cómo llegaron a usted los objetos originales que habían pertenecido al artista?

La herencia de Carlos Gardel quedó en un limbo patrimonial. Cuando él murió, todo pasó a manos de Doña Berta, su madre, quien lo sobrevivió ocho años. Recién en 1944 hereda su albacea Armando Defino. Ese año, él decide dejar la casa de la calle Jean Jaures, donde vivió Gardel, porque le traía muchos recuerdos”.

-¿Cuál es el rol de Defino?

-En 1933, cuando Gardel arma su testamento, comprometió a Armando Defino a que, en caso de que le ocurriese algo -pareciera que tuvo un presentimiento- se hiciera cargo de su madre.

-¿Cómo se conocieron Gardel y Defino?

-En 1933, Gardel ya había cancelado una primera hipoteca que le había permitido comprar la casa de Abasto y había sacado una segunda. En la escribanía donde realizó las operaciones conoció a Defino, quien era uno de los empleados que allí trabajaban. Fue él quien le organizó sus finanzas, porque Gardel era un creativo, pero muy desordenado con los números.

Armando Defino trabó una gran amistad con el “Morocho del Abasto” y terminó convirtiéndose en su albacea. Fue él quien motorizó, a pedido de Doña Berta, que los restos del cantor fueran repatriados a Argentina.

Un

-Cuando Armando Defino deja en 1944 la propiedad de la calle Jean Jaures, ¿qué sucede con los objetos y mobiliarios allí reunidos?

-Empacó todo lo que había en esa propiedad y lo envió a la ciudad cordobesa de Río Ceballos para ser guardado en una casa.

-¿Qué sucedió con todo ese material?

Cartas, joyas de la madre, ropa, muebles, quedaron en un limbo patrimonial. En el año 2010, las herederas de Armando Defino, sus hijas del corazón, vendieron esa colección. Estas chicas, como siempre se sintieron responsables de no haber hecho nada por Gardel, decidieron vender mucho de lo que tenían a los gardelianos, pero con algunas condiciones.

-¿Por ejemplo?

-Los objetos no podían dividirse ni sacar del país. Ese legado lo compraron inversionistas que tenían como objetivo organizar muestras itinerantes, pero el proyecto no llegó a buen puerto, con lo cual, se volvió a vender el material a otros dos coleccionistas.

Cuando estos adquirientes fallecieron, Walter Santoro les compró la colección completa a los hijos de estas personas. “No se perdió nada de lo que se había guardado en la propiedad de Río Ceballos”.

Como en botica

Hasta que grabó su primer disco, Carlos Gardel era pobre. Las actuaciones en vivo no le dejaban dinero, solo pagaba sus gastos”, afirma Walter Santoro. Es evidente que el patrimonio del insigne cantor se construyó de a poco y, sobre todo, a partir de las regalías de films y de su discografía.

El director ejecutivo de la fundación comienza a mostrar y enumerar aquello que resulta bien representativo. Apenas un ínfimo porcentaje de todo lo que tiene en su poder.

Emociona experimentar la cercanía con esos objetos que fueron acariciados por el mayor representante del tango argentino de todos los tiempos. Ese mismo al que, como un vaticinio, afirmaba que “es un soplo la vida”. Lo fue. Aunque lo suficiente para convertirse en un mito.

Carlos Gardel y un vestuario que le permitió trabajar en Europa

La Fundación Internacional Sucesores de Carlos Gardel posee casi 5000 piezas originales, que incluyen 1500 fotografías, muchas de ellas dedicadas por el propio Gardel y varias docenas de imágenes de la Paramount que se corresponden con el film Melodía de arrabal, estrenado en 1933, donde compartió cartel con Imperio Argentina, la actriz y cantante de la que se dijo que fue uno de sus amores.

Si de firma se trata, el “Zorzal” fue un ávido redactor de correspondencia. Durante años lo hizo de puño y letra. “Tenemos todas las cartas que se enviaba con Defino, lo cual nos permite reconstruir gran parte de lo que le iba sucediendo en su carrera y en su vida, una cronología de un año y medio reflejada en 140 cartas”.

Caligrafía prolija y muy buena redacción concentra la correspondencia de puño y letra del

Ya consagrado y viviendo en el exterior, las cartas las tipeaba a máquina su mano derecha, Armando Defino. “Esa máquina de escribir portátil que se utilizó en Nueva York está en nuestro poder”.

-¿Firmaba sus cartas?

-Todas las cartas llevan el “gancho” de Gardel.

En el acervo se puede encontrar una carta manuscrita de 1934, enviada por el músico a su secretario, y también aquellas pletóricas de sensibilidad y sentimentalismo que intercambiaba con Doña Berta. “Todas las cartas que le escribió a su madre son manuscritas, lo mismo sucede con las que redactó para sus amigos”.

Ese material, Santoro lo conserva en un espacio especialmente acondicionado que denominó “el tesoro”: “Es una habitación hermética, sin ventanas, cuya temperatura permanente es de 22 grados”. En su alocución, no puede dejar pasar por alto datos que pocos conocen, uno de ellos remarca una curiosidad del destino: “El documento argentino que le tocó a Doña Berta llevó el número 424635, coincidente con el día de la muerte de su hijo”.

Coqueto como pocos, el cantante siempre lucía impecable. Hasta su set de cepillos llevaban indeleble sus iniciales

La colección es inabarcable. Convivir con esos objetos es, en cierta forma, estar más cerca del hombre que impulsó la identidad de nuestro país al mundo y que lo hizo a través de una de las manifestaciones artísticas más arraigadas a la esencia de la argentinidad. Allí se puede ver la galera con la que viajó a España en 1923 en el que fue “su primer viaje a Europa”.

La elegante galera con la que Carlos Gardel se presentó en su primer viaje a Europa

Impacta una flor que formaba parte de una rastra. Es curioso, pero, el gran símbolo del tango, también se calzó las bombachas de campo: “Trabajar en Europa implicaba el pago de impuestos, salvo que se visite ese territorio con el atuendo típico del lugar de origen, como si se tratase de un embajador cultural. Por eso Gardel estrenó allí su traje de gaucho, algo que nunca antes había utilizado”.

En ese entonces, ya llevaba una década con el apellido con el que trascendería: “Cuando comienza a actuar, en 1912-1913, aún se llamaba Gardés y recortaba cada comentario sobre su persona que salía en el diario”. Algo de eso también se puede ver en la fundación.

-¿Por qué modificó su apellido?

-Fue debido a que la acentuación de “Gardel” levantaba el sonido, a diferencia de lo que sucedía con el original “Gardés”. Lo hace por una cuestión fonética, pero también porque la gente lo confundiría y le diría “Gardel”.

Allí reposa una cigarrera regalada por el uruguayo José Razzano y los binoculares con los que acudía al hipódromo: “era fanático del turf”. “Por una cabeza, de un noble potrillo”, entonaba con exquisita dicción. Un mate “galleta” es el testimonio tangible del reconocimiento del presidente de Uruguay, Gabriel Terra, quien se lo obsequió en 1933.

Los binoculares, elemento sustancial para disfrutar de su pasión por el turf

-¿Qué destino tuvieron los muebles de la casa de la calle Jean Jaures?

-Tenemos todos los muebles de esa propiedad, incluida la cama donde dormía.

Cuando el cantante le compró la casa de Abasto a su madre, decidió alquilarse un departamento en la calle Rincón para vivir solo: “los muebles de esa propiedad, también forman parte de la fundación”.

Entre el acervo hogareño se encuentra el fonógrafo con el que Gardel escuchaba música y uno similar que le regaló a su novia Isabel del Valle. “Tenemos tanto lo que perteneció a Gardel como lo que él les obsequió a otras personas”.

Walter Santoro, entre la correspondencia original y el fonógrafo gardeliano

La colección incluye algo de su nutrido guardarropa, como un famoso smoking que se lo ve lucir en varias imágenes. “Desgraciadamente no tenemos su vestuario gauchesco. Por otra parte, todos los zapatos de Gardel se perdieron en el incendio del avión. El calzado que preservamos en la colección es el que utilizó antes del viaje final”.

El calzado del cantor rápidamente instala en una época de caballeros elegantes

Uno de los objetos incunables es un costoso regalo que “El Mudo” le hizo a su madre: “Se trata de una plaque de 70 brillantes, con forma de moño, comprada en Niza, en la casa donde se diseñaban las joyas para los reyes. Pagó por esa alhaja lo que hoy serían 100000 dólares”.

El cantor era un apasionado del turf, su única debilidad en torno al dinero, pero, en contraposición, era muy generoso: “Algunos se aprovechaban de él, pero, con los que menos tenían, Gardel no dudaba en poner su mano en el bolsillo y darle lo que tenía, algo que sabemos por muchas fuentes”.

Proyecto Abasto

“Buscamos que la casa de Carlos Gardel vuelva a su estado original. El inversor es Eduardo Eurnekian, quien tiene la ilusión de ver a Gardel caminando por allí a través de un holograma”, anticipa Walter Santoro ante ese plan maestro que lo entusiasma y que busca concretar en el corto plazo.

La conmemoración por los noventa años del fallecimiento de Charles Romuald Gardès, tal el nombre que eligió su madre cuando nació en Francia en 1890, azuza el deseo de concretar más de una iniciativa. Fue Eduardo Eurnekian quien adquirió la propiedad de la calle Jean Jaures para donarla al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hace algunos años, las autoridades porteñas decidieron “restaurar” el inmueble, pero la obra se hizo sin la delicadeza en torno a la preservación de los ambientes originales. Hoy, la idea es que se pueda volver pasos atrás y reconvertir la vivienda para que luzca como a comienzos del siglo pasado.

La planta baja de la casa-museo Carlos Gardel, demasiado intervenida por la mirada contemporánea

“No nos interesa que salga de la órbita del Gobierno de la Ciudad, pero sí tener a cargo la dirección del lugar, poner gente idónea como responsable. Tenemos que volver atrás, porque la restauración no fue buena”. En su afán de lograr la mayor fidelidad posible, Walter Santoro confiesa con orgullo indisimulable que “hemos recreado el empapelado original de los ambientes”.

-¿Qué destino creen que es el ideal para la propiedad?

-No queremos que solo la visiten turistas, sino toda la población. Todo eso enmarcado en el “Proyecto Abasto”, que tiene la finalidad de revitalizar toda la zona.

Walter Santoro también adelanta algunas iniciativas en torno a La filmografía del “Zorzal criollo”. “La fundación pasará a 4K El día que me quieras y estamos orquestando el film con un especialista que trabaja para Disney a través de Inteligencia Artificial; vamos a separar la voz con la nueva orquestación, una especie de reversión. Si Gardel escuchase esto, estaría muy satisfecho”.

En el Palacio Libertad, en noviembre, se podrá ver el film y escuchar a la orquesta Aeropuertos Argentina interpretando esa banda sonora. Luego, la película en 4k será exhibida en salas de cine.

Carlos Gardel trabajaba para él las veinticuatro horas del día e invertía para posicionar su nombre. Se cuidaba físicamente y evolucionaba artísticamente. Fue único. Por algo tanto a Diego Maradona como a Lionel Messi, alguna vez les han dicho ´sos Gardel’”, finaliza Santoro, el apasionado coleccionista que, al frente de su entidad sin fines de lucro, busca no solo preservar, sino ubicar en el lugar que merece la estrella del notable cantor. Pasaron noventa años de su partida y, sin embargo, “cada día canta mejor”.

En plena zona de Tribunales, Walter Santoro, director ejecutivo de la Fundación Internacional Sucesores de Carlos Gardel, recibe a LA NACION en su oficina. No se trata de un despacho más. A un lado y otro, los objetos, vestuarios e imágenes pertenecientes al emblemático cantor, del que se cumplieron 90 años de su trágica muerte, ocupan cada rincón del lugar. La vista no alcanza para abarcar y dimensionar ese acervo que se despliega en vitrinas, álbumes y repisas.

“Esa es la corbata de la suerte, porque la utilizó para filmar los cortos -los primeros videoclips de la historia-, rubricar su contrato con la Paramount francesa y con los americanos, y también se la puede ver en la película Cuesta abajo. Es la única corbata que tiene la Fundación, pero no es cualquier corbata”, explica Santoro, apasionado por su colección de inconmensurable valor patrimonial.

Corbata original utilizada por Carlos Gardel, el inicio de un itinerario emocionante

“Una carta de Gardel hoy vale cien dólares y en el exterior no cotiza”, sostiene, allanando el camino para desterrar fantasías sobre la monetización del acervo, una paradoja que no altera la tasación cultural de esos objetos.

“¿Para qué sirve una Fundación Carlos Gardel?”, se pregunta Walter Santoro buscando despejar dudas. El empresario, quien más allá de su devoción por el “Zorzal” es un apasionado del coleccionismo de obras de arte, cuenta que “la Fundación fue creada a pedido de los herederos de Carlos Gardel, quienes nos transfirieron todos los derechos con la condición de que dejemos al cantor en la historia”.

Walter Santoro trabajando en su oficina, en pleno repaso de algunas de las correspondencias manuscritas

En la oficina, un óleo de Hermenegildo “Menchi” Sabat -el más grande pintado por el artista- engalana una de las paredes de la oficina sin lujos, pero pletórica de arte. Santoro hace más de dos décadas que viene trabajando en la preservación de legados pictóricos y en la colección de objetos de profunda significación cultural. “Tengo una pinacoteca con más de trescientas obras, entre ellas, algunas de Antonio Berni y de Benito Quinquela Martin, muy admirados por mí”.

Walter Santoro hizo del arte un mundo propio. Las piezas originales pertenecientes a Carlos Gardel se sumaron a su colección pictórica y escultórica

Walter Santoro es un hombre joven, de menos de sesenta años, criado en Villa Devoto y formado en el mundo de la ingeniería en sistemas en la Universidad de Buenos Aires. “Soy de las personas que piensan que uno debe hacer algo por la comunidad en donde vive, cada uno desde su lugar y con sus capacidades. Primero trabajé en instituciones, pero me di cuenta que no invertían la plata como pensaba que debían hacerlo, así que, en 2003, cree Industrias Culturales Argentinas. Soy un convencido de que la industria cultural es fundamental para el desarrollo de un país y para resguardar su identidad. En ese sentido, Gardel fue el primer embajador de nuestra cultura a nivel mundial”.

La flor de una rastra que lució Carlos Gardel cuando su vestuario tenía tono telúrico

-¿Cómo llegaron a usted los objetos originales que habían pertenecido al artista?

La herencia de Carlos Gardel quedó en un limbo patrimonial. Cuando él murió, todo pasó a manos de Doña Berta, su madre, quien lo sobrevivió ocho años. Recién en 1944 hereda su albacea Armando Defino. Ese año, él decide dejar la casa de la calle Jean Jaures, donde vivió Gardel, porque le traía muchos recuerdos”.

-¿Cuál es el rol de Defino?

-En 1933, cuando Gardel arma su testamento, comprometió a Armando Defino a que, en caso de que le ocurriese algo -pareciera que tuvo un presentimiento- se hiciera cargo de su madre.

-¿Cómo se conocieron Gardel y Defino?

-En 1933, Gardel ya había cancelado una primera hipoteca que le había permitido comprar la casa de Abasto y había sacado una segunda. En la escribanía donde realizó las operaciones conoció a Defino, quien era uno de los empleados que allí trabajaban. Fue él quien le organizó sus finanzas, porque Gardel era un creativo, pero muy desordenado con los números.

Armando Defino trabó una gran amistad con el “Morocho del Abasto” y terminó convirtiéndose en su albacea. Fue él quien motorizó, a pedido de Doña Berta, que los restos del cantor fueran repatriados a Argentina.

Un

-Cuando Armando Defino deja en 1944 la propiedad de la calle Jean Jaures, ¿qué sucede con los objetos y mobiliarios allí reunidos?

-Empacó todo lo que había en esa propiedad y lo envió a la ciudad cordobesa de Río Ceballos para ser guardado en una casa.

-¿Qué sucedió con todo ese material?

Cartas, joyas de la madre, ropa, muebles, quedaron en un limbo patrimonial. En el año 2010, las herederas de Armando Defino, sus hijas del corazón, vendieron esa colección. Estas chicas, como siempre se sintieron responsables de no haber hecho nada por Gardel, decidieron vender mucho de lo que tenían a los gardelianos, pero con algunas condiciones.

-¿Por ejemplo?

-Los objetos no podían dividirse ni sacar del país. Ese legado lo compraron inversionistas que tenían como objetivo organizar muestras itinerantes, pero el proyecto no llegó a buen puerto, con lo cual, se volvió a vender el material a otros dos coleccionistas.

Cuando estos adquirientes fallecieron, Walter Santoro les compró la colección completa a los hijos de estas personas. “No se perdió nada de lo que se había guardado en la propiedad de Río Ceballos”.

Como en botica

Hasta que grabó su primer disco, Carlos Gardel era pobre. Las actuaciones en vivo no le dejaban dinero, solo pagaba sus gastos”, afirma Walter Santoro. Es evidente que el patrimonio del insigne cantor se construyó de a poco y, sobre todo, a partir de las regalías de films y de su discografía.

El director ejecutivo de la fundación comienza a mostrar y enumerar aquello que resulta bien representativo. Apenas un ínfimo porcentaje de todo lo que tiene en su poder.

Emociona experimentar la cercanía con esos objetos que fueron acariciados por el mayor representante del tango argentino de todos los tiempos. Ese mismo al que, como un vaticinio, afirmaba que “es un soplo la vida”. Lo fue. Aunque lo suficiente para convertirse en un mito.

Carlos Gardel y un vestuario que le permitió trabajar en Europa

La Fundación Internacional Sucesores de Carlos Gardel posee casi 5000 piezas originales, que incluyen 1500 fotografías, muchas de ellas dedicadas por el propio Gardel y varias docenas de imágenes de la Paramount que se corresponden con el film Melodía de arrabal, estrenado en 1933, donde compartió cartel con Imperio Argentina, la actriz y cantante de la que se dijo que fue uno de sus amores.

Si de firma se trata, el “Zorzal” fue un ávido redactor de correspondencia. Durante años lo hizo de puño y letra. “Tenemos todas las cartas que se enviaba con Defino, lo cual nos permite reconstruir gran parte de lo que le iba sucediendo en su carrera y en su vida, una cronología de un año y medio reflejada en 140 cartas”.

Caligrafía prolija y muy buena redacción concentra la correspondencia de puño y letra del

Ya consagrado y viviendo en el exterior, las cartas las tipeaba a máquina su mano derecha, Armando Defino. “Esa máquina de escribir portátil que se utilizó en Nueva York está en nuestro poder”.

-¿Firmaba sus cartas?

-Todas las cartas llevan el “gancho” de Gardel.

En el acervo se puede encontrar una carta manuscrita de 1934, enviada por el músico a su secretario, y también aquellas pletóricas de sensibilidad y sentimentalismo que intercambiaba con Doña Berta. “Todas las cartas que le escribió a su madre son manuscritas, lo mismo sucede con las que redactó para sus amigos”.

Ese material, Santoro lo conserva en un espacio especialmente acondicionado que denominó “el tesoro”: “Es una habitación hermética, sin ventanas, cuya temperatura permanente es de 22 grados”. En su alocución, no puede dejar pasar por alto datos que pocos conocen, uno de ellos remarca una curiosidad del destino: “El documento argentino que le tocó a Doña Berta llevó el número 424635, coincidente con el día de la muerte de su hijo”.

Coqueto como pocos, el cantante siempre lucía impecable. Hasta su set de cepillos llevaban indeleble sus iniciales

La colección es inabarcable. Convivir con esos objetos es, en cierta forma, estar más cerca del hombre que impulsó la identidad de nuestro país al mundo y que lo hizo a través de una de las manifestaciones artísticas más arraigadas a la esencia de la argentinidad. Allí se puede ver la galera con la que viajó a España en 1923 en el que fue “su primer viaje a Europa”.

La elegante galera con la que Carlos Gardel se presentó en su primer viaje a Europa

Impacta una flor que formaba parte de una rastra. Es curioso, pero, el gran símbolo del tango, también se calzó las bombachas de campo: “Trabajar en Europa implicaba el pago de impuestos, salvo que se visite ese territorio con el atuendo típico del lugar de origen, como si se tratase de un embajador cultural. Por eso Gardel estrenó allí su traje de gaucho, algo que nunca antes había utilizado”.

En ese entonces, ya llevaba una década con el apellido con el que trascendería: “Cuando comienza a actuar, en 1912-1913, aún se llamaba Gardés y recortaba cada comentario sobre su persona que salía en el diario”. Algo de eso también se puede ver en la fundación.

-¿Por qué modificó su apellido?

-Fue debido a que la acentuación de “Gardel” levantaba el sonido, a diferencia de lo que sucedía con el original “Gardés”. Lo hace por una cuestión fonética, pero también porque la gente lo confundiría y le diría “Gardel”.

Allí reposa una cigarrera regalada por el uruguayo José Razzano y los binoculares con los que acudía al hipódromo: “era fanático del turf”. “Por una cabeza, de un noble potrillo”, entonaba con exquisita dicción. Un mate “galleta” es el testimonio tangible del reconocimiento del presidente de Uruguay, Gabriel Terra, quien se lo obsequió en 1933.

Los binoculares, elemento sustancial para disfrutar de su pasión por el turf

-¿Qué destino tuvieron los muebles de la casa de la calle Jean Jaures?

-Tenemos todos los muebles de esa propiedad, incluida la cama donde dormía.

Cuando el cantante le compró la casa de Abasto a su madre, decidió alquilarse un departamento en la calle Rincón para vivir solo: “los muebles de esa propiedad, también forman parte de la fundación”.

Entre el acervo hogareño se encuentra el fonógrafo con el que Gardel escuchaba música y uno similar que le regaló a su novia Isabel del Valle. “Tenemos tanto lo que perteneció a Gardel como lo que él les obsequió a otras personas”.

Walter Santoro, entre la correspondencia original y el fonógrafo gardeliano

La colección incluye algo de su nutrido guardarropa, como un famoso smoking que se lo ve lucir en varias imágenes. “Desgraciadamente no tenemos su vestuario gauchesco. Por otra parte, todos los zapatos de Gardel se perdieron en el incendio del avión. El calzado que preservamos en la colección es el que utilizó antes del viaje final”.

El calzado del cantor rápidamente instala en una época de caballeros elegantes

Uno de los objetos incunables es un costoso regalo que “El Mudo” le hizo a su madre: “Se trata de una plaque de 70 brillantes, con forma de moño, comprada en Niza, en la casa donde se diseñaban las joyas para los reyes. Pagó por esa alhaja lo que hoy serían 100000 dólares”.

El cantor era un apasionado del turf, su única debilidad en torno al dinero, pero, en contraposición, era muy generoso: “Algunos se aprovechaban de él, pero, con los que menos tenían, Gardel no dudaba en poner su mano en el bolsillo y darle lo que tenía, algo que sabemos por muchas fuentes”.

Proyecto Abasto

“Buscamos que la casa de Carlos Gardel vuelva a su estado original. El inversor es Eduardo Eurnekian, quien tiene la ilusión de ver a Gardel caminando por allí a través de un holograma”, anticipa Walter Santoro ante ese plan maestro que lo entusiasma y que busca concretar en el corto plazo.

La conmemoración por los noventa años del fallecimiento de Charles Romuald Gardès, tal el nombre que eligió su madre cuando nació en Francia en 1890, azuza el deseo de concretar más de una iniciativa. Fue Eduardo Eurnekian quien adquirió la propiedad de la calle Jean Jaures para donarla al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hace algunos años, las autoridades porteñas decidieron “restaurar” el inmueble, pero la obra se hizo sin la delicadeza en torno a la preservación de los ambientes originales. Hoy, la idea es que se pueda volver pasos atrás y reconvertir la vivienda para que luzca como a comienzos del siglo pasado.

La planta baja de la casa-museo Carlos Gardel, demasiado intervenida por la mirada contemporánea

“No nos interesa que salga de la órbita del Gobierno de la Ciudad, pero sí tener a cargo la dirección del lugar, poner gente idónea como responsable. Tenemos que volver atrás, porque la restauración no fue buena”. En su afán de lograr la mayor fidelidad posible, Walter Santoro confiesa con orgullo indisimulable que “hemos recreado el empapelado original de los ambientes”.

-¿Qué destino creen que es el ideal para la propiedad?

-No queremos que solo la visiten turistas, sino toda la población. Todo eso enmarcado en el “Proyecto Abasto”, que tiene la finalidad de revitalizar toda la zona.

Walter Santoro también adelanta algunas iniciativas en torno a La filmografía del “Zorzal criollo”. “La fundación pasará a 4K El día que me quieras y estamos orquestando el film con un especialista que trabaja para Disney a través de Inteligencia Artificial; vamos a separar la voz con la nueva orquestación, una especie de reversión. Si Gardel escuchase esto, estaría muy satisfecho”.

En el Palacio Libertad, en noviembre, se podrá ver el film y escuchar a la orquesta Aeropuertos Argentina interpretando esa banda sonora. Luego, la película en 4k será exhibida en salas de cine.

Carlos Gardel trabajaba para él las veinticuatro horas del día e invertía para posicionar su nombre. Se cuidaba físicamente y evolucionaba artísticamente. Fue único. Por algo tanto a Diego Maradona como a Lionel Messi, alguna vez les han dicho ´sos Gardel’”, finaliza Santoro, el apasionado coleccionista que, al frente de su entidad sin fines de lucro, busca no solo preservar, sino ubicar en el lugar que merece la estrella del notable cantor. Pasaron noventa años de su partida y, sin embargo, “cada día canta mejor”.

 LA NACION visitó la fundación que cobija desde el mobiliario de la histórica vivienda del Abasto hasta correspondencia y fotografías inéditas firmadas por el “Zorzal”  LA NACION

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