Tras dejar Argentina, compró una mesa en Inglaterra que trajo un conflicto: “Estate preparado, tarde o temprano ocurre”

José Jaramillo Ortiz -Pepe para sus conocidos- jamás podrá olvidarlo. De hecho, en las cenas con amigos se transformó en una de esas anécdotas memorables: la historia de la mesa.
Sucedió en febrero de 2022, lejos de Mercedes, su querido rincón de Argentina, en tiempos donde las calles inglesas apenas sí eran una novedad. Recién desembarcado en una localidad llamada Potters Bar, a 19 kilómetros de Londres y veinte minutos a pie del Royal Veterinary College (su lugar de trabajo en medio de la campiña inglesa), se topó con su primera experiencia de malestar en el extranjero: la mesa del departamento que alquilaba era muy incómoda.
Optó por comprar otra mesa y dos sillas por internet, y en un frío sábado de invierno, bajo una lluvia inglesa, caminó hasta el local a buscarlas. `¿Te acompaño hasta el estacionamiento? ¿Podés?´, le preguntó el empleado. `No, gracias. ¡Ahora me pasan a buscar!´, contestó el argentino.
“Hay un instinto de supervivencia, al principio, que no sé si es universal, o sea, no sé si los japoneses o los suecos reaccionan así, pero para mí está un poco en el `genoma´ argentino: hay actitudes un poco descabelladas que, gracias a esas, te permiten resolver cuestiones de la cotidianeidad que idiosincrasias distintas hubieran resuelto de otra forma”, reflexiona hoy Pepe, mientras rememora sus días de recién llegado a Inglaterra.
A la cuadra supo que le sería imposible seguir. Pepe se desvió hacia un callejón sin salida y desarmó la mesa. A continuación, la comenzó a llevar por partes: primero las patas y los respaldos, luego un armazón, un tercer viaje para el vidrio grueso, pesado, incómodo de trasladar. A la par, le contaba su peripecia a Ludmila, su amiga a miles de kilómetros de distancia, también bióloga de Exactas, con quien había compartido años de facultad, tantísimas horas de laboratorio y su doctorado en el INTA Castelar.
“Esa tarde, solo, mojado, exhausto y tirado en el piso del departamento, armé aquella mesa y comprendí que me había ido de Argentina. Recién ahí entendí que los logros, como las mesas que se compran online, se construyen de abajo para arriba”, dice Pepe, pensativo.
Las noches de pandemia son siempre viernes y el poder de desear: “Estate preparado porque tarde o temprano ocurre”
La decisión de irse llegó en algunas de las tantas noches de insomnio. En lo peor de la pandemia, Pepe trabajaba en el laboratorio de Virología del hospital Blas Dubarry de Mercedes. A pesar de lo dramático, para el biólogo la experiencia fue increíble: “Parecía un barco pirata: nos llovían cientos de hisopados de casi toda la región, como balas furtivas y atajamos todos los penales”, dice.
Fue por aquellos tiempos, a inicios del 2021, que comenzó a sentir con intensidad las ganas de probar una experiencia personal y profesional en el exterior. Había tenido una estancia de cuatro meses en Alemania, durante su doctorado, y le había gustado mucho. Su ciudadanía italiana, conquistada en 2019, lo alentaba con mayor fuerza.
Para Pepe, aquellos días de aislamiento fueron raros, se sentían siempre iguales, le daba la impresión de que todas las noches se parecían a un viernes a la noche, como si la semana no se moviera. Corría junio de 2020, cuando comenzó a elucubrar el plan. El insomnio y los pensamientos crecían, a la par de su fantasía de cruzar las fronteras: ¿Cómo voy a hacer para irme?
“Hubo incertidumbre, sí. Mi mayor temor era imaginarme cómo iba a hacer un sudamericano como yo, en aquel momento de 36 añitos, para emigrar. ¿Quién te va a dar laburo, Pepe? ¿Quién te va a dar bola? Esto lo cuento porque ahora, a la distancia, suena pintoresco, pero son de las preguntas que merodeaban la noche, en las noches más inciertas que muchos tuvimos”, relata Pepe.
“Ahí tuve una epifanía: y es que, sin notarlo, cuando ponés en pensamiento los deseos, se inicia un movimiento que arranca como un juego y no sabés dónde termina. Y cuando algunos me preguntan sobre este proceso de emigración – con las dudas y los miedos totalmente válidos – encuentro esta respuesta: ojo, porque si lo deseás, lo buscás, ocurre. Estate preparado porque tarde o temprano ocurre”.
Y así fue.
Animarse a sacar a pasear la Ferrari: “Acá nadás prácticamente en una laguna de recursos”
`Vos allá te debés pegar flor de embole. Todo funciona, no pasa nada. Argentina es la verdadera trinchera. A la mañana te peleás con un proveedor y a la tarde tenés que ir a tres ferreterías distintas porque para dos repuestos iguales, tienen solo una unidad´, suele decirle su hermano y Pepe comprende su guiño agridulce.
El primer problema -la mesa- se lo había provocado él. Por lo demás, casi de inmediato notó que había llegado a un suelo donde por supuesto hay problemas, pero al mismo tiempo vienen con la solución. En el universo laboral, el cotidiano en su nueva vida, fue donde Pepe lo notó con más fuerza.
“Me resultó chocante la cantidad de recursos”, asegura. “Y al principio cuesta porque hay que hacer un cambio de mentalidad, del que al menos yo ,claramente, no estaba preparado. Por ejemplo, en Argentina le sacamos agua a las piedras para hacer ciencia (por cierto, sigo al detalle y con preocupación la situación actual del INTA, que tanto me dio). Y acá nadás prácticamente en una laguna de recursos. La diferencia es abismal. Y, en lo personal, te carga de más responsabilidad. Te lo pongo en estos términos: viene tu jefe y te pregunta ¿Qué querés? Una Ferrari, respondés. Y al otro día te dice: acá tenés la llave. ¡Ah, no! ¿Pero posta? O sea, yo medio que te lo decía en chiste. `Acá tenés la llave, ahora sacala a pasear´”.
Un tipo de la capital del salame en las pampas británicas: “Puedo perfectamente pertenecer a `ambos mundos´”
José inició su carrera científica en el laboratorio de Hemoparásitos del INTA Castelar, donde mantenía vínculos muy estrechos con sus compañeros. Allí, en las pampas británicas, como le suele decir cariñosamente a Potters Bar, la distancia con sus colegas se mantuvo desde el primer día y jamás sufrió demasiadas modificaciones.
Muy pronto, Pepe pudo hilar un razonamiento al respecto: casi todos sabían – o intuían- que estaban de paso, por lo que entregar intimidad conllevaba riesgos emocionales más altos que tal vez no valían la pena poner en juego.
“Acá todo es casi meramente laboral. Me encanta. Ningún problema con eso”, reflexiona. “Somos un grupo de investigación de unas diez personas; las hay del Reino Unido, pero también de España, Grecia, Sudáfrica, India, Brasil”.
“Y acá tengo varias ventajas y varios privilegios. Uno: me fui bien de Argentina ¡No me escapé de nada, ni de nadie! Es fundamental, descubrí. Es esencial irse bien, lo más entero sentimental y emocionalmente posible, porque solo así, si me tocase volver, entiendo que voy a volver a un lugar que me pertenece. Dos: todas, absolutamente todas las personas apoyaron y alentaron positivamente esta decisión. Tres: no te das una idea de la cantidad de gente de mi pueblo (sí, de Mercedes, capital del salame quintero) que empecé a conocer justo cuando me fui”.
“Esto se conecta con el número cuatro. Tengo un vínculo muy estrecho con mi ciudad: estoy dando clases online para un instituto de inglés local, que además organiza todos los años un viaje con estudiantes a Cambridge (al que me suelo sumar con ellos y mi querida profe y amiga, Zets) y gracias a esto se dio un punto de conexión muy lindo. Esto significa un gran acompañamiento para mí, haciéndome ver que puedo perfectamente pertenecer a `ambos mundos´ ¡Y cuando vuelvo a Mercedes (yo siento que cuando voy de visita, no vuelvo a Argentina, vuelvo a Mercedes), siempre sale asado y reencuentro con las familias!”.
De regresos, aprendizajes y cambios: “La vida del inmigrante es como ver tu vida anterior, pero desde un drone”
Pepe pasa todos los días por la casa donde `escondió´ las partes de la mesa. Si antes la atmósfera se sentía extraña, ahora todo es pura cotidianeidad. La historia de la mesa, sin dudas, quedará por siempre en su memoria: significó la asimilación de su nueva realidad. Y casi en paralelo, en sus primeros tiempos en Inglaterra, algo más tuvo que desarmarse para marcar el comienzo de un nuevo ciclo: su habitación en la casa de sus padres. “Fue fuerte cuando mamá me llamó para avisarme que habían desarmado la cama de mi pieza”, asegura.
En su primera visita a la Argentina, Pepe no solo enfrentó el impacto del regreso, sino la ausencia de parte de lo que había conformado su historia, su identidad. Su llegada fue de sorpresa para sus padres (`¡no lo hagan!´, dice Pepe), y si bien hubo grandes alegrías, le llevó tiempo procesar los sabores agridulces.
“Es en ese momento cuando te empezás a dar cuenta de que sí: la vida sigue transcurriendo en tu ausencia. La gente tiene rutinas, horarios, responsabilidades. Son todas obviedades, pero cuesta asimilarlo. Después, con el tiempo – y las sucesivas vueltas – se aprende sobre la importancia de saberse dispensable. Y hay alivio. También soy muy amigo de este paralelismo: la distancia es lo más parecido a la muerte. Pero no necesariamente a la muerte física. Es metafórico. Se trata de trabajar equilibradamente el sentido del desapego y no ver a la soledad como un fantasma que acecha, sino como una instancia de introspección personal”, continúa Pepe.
Y hoy, mientras camina inmerso en sus pensamientos en su barrio de Potters Bar, la gente, en especial los más grandes, lo saludan, acortan las distancias y lo ayudan en su buena relación con la soledad. En realidad, no es muy distinto a su Mercedes natal, aunque con el tiempo, Pepe comprendió que los vínculos de su vida argentina son insustituibles, profundos y bien sólidos, y allá están, allá lo esperan: “A veces creo que nuestra cabeza busca espejismos para correlacionar vínculos casi como otro instinto de supervivencia. Pero cuando decidís emprender el camino de la emigración, ya ahí sos distinto. Cambiaste. Y no se puede pretender encontrar lo mismo. Pasa mucha agua bajo el puente del emigrante. La vida del inmigrante es como ver tu vida anterior, pero desde un drone. Como si fueses un testigo omnisciente de aquella realidad”, reflexiona.
De hecho, fue en noviembre de 2024, el último mes de su contrato con una Skilled Worker Visa, que Pepe creyó que pondría a prueba la magnitud de sus cambios internos. Sin horizontes de renovación, supuso que era tiempo de volver volver. `Perfecto. Volvete, Pepe´, pensó. `Entrá ahora en fase con lo que pasa en Argentina: fin de año, despedidas, verano. Orientate y desde ahí, volvés a encaminarte´, se dijo.
Pepe estaba muy sereno con esa perspectiva, a pesar de que su regreso podría paralizar sus logros conseguidos hasta entonces. La tranquilidad se la había traído otra epifanía: su propósito de tener una experiencia en el exterior, manifestado en el 2021, se había cumplido, por ello, no tenía ningún temor hacia el regreso.
Pero a pesar de su serenidad, Pepe aún no pudo evaluar el impacto de volver. A finales de ese noviembre le ofrecieron renovar el contrato por dos años más. Esta vez, no tuvo que acarrear solo una mesa desmembrada y armarla desde abajo. “El resto, es historia”, concluye.
*
Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
José Jaramillo Ortiz -Pepe para sus conocidos- jamás podrá olvidarlo. De hecho, en las cenas con amigos se transformó en una de esas anécdotas memorables: la historia de la mesa.
Sucedió en febrero de 2022, lejos de Mercedes, su querido rincón de Argentina, en tiempos donde las calles inglesas apenas sí eran una novedad. Recién desembarcado en una localidad llamada Potters Bar, a 19 kilómetros de Londres y veinte minutos a pie del Royal Veterinary College (su lugar de trabajo en medio de la campiña inglesa), se topó con su primera experiencia de malestar en el extranjero: la mesa del departamento que alquilaba era muy incómoda.
Optó por comprar otra mesa y dos sillas por internet, y en un frío sábado de invierno, bajo una lluvia inglesa, caminó hasta el local a buscarlas. `¿Te acompaño hasta el estacionamiento? ¿Podés?´, le preguntó el empleado. `No, gracias. ¡Ahora me pasan a buscar!´, contestó el argentino.
“Hay un instinto de supervivencia, al principio, que no sé si es universal, o sea, no sé si los japoneses o los suecos reaccionan así, pero para mí está un poco en el `genoma´ argentino: hay actitudes un poco descabelladas que, gracias a esas, te permiten resolver cuestiones de la cotidianeidad que idiosincrasias distintas hubieran resuelto de otra forma”, reflexiona hoy Pepe, mientras rememora sus días de recién llegado a Inglaterra.
A la cuadra supo que le sería imposible seguir. Pepe se desvió hacia un callejón sin salida y desarmó la mesa. A continuación, la comenzó a llevar por partes: primero las patas y los respaldos, luego un armazón, un tercer viaje para el vidrio grueso, pesado, incómodo de trasladar. A la par, le contaba su peripecia a Ludmila, su amiga a miles de kilómetros de distancia, también bióloga de Exactas, con quien había compartido años de facultad, tantísimas horas de laboratorio y su doctorado en el INTA Castelar.
“Esa tarde, solo, mojado, exhausto y tirado en el piso del departamento, armé aquella mesa y comprendí que me había ido de Argentina. Recién ahí entendí que los logros, como las mesas que se compran online, se construyen de abajo para arriba”, dice Pepe, pensativo.
Las noches de pandemia son siempre viernes y el poder de desear: “Estate preparado porque tarde o temprano ocurre”
La decisión de irse llegó en algunas de las tantas noches de insomnio. En lo peor de la pandemia, Pepe trabajaba en el laboratorio de Virología del hospital Blas Dubarry de Mercedes. A pesar de lo dramático, para el biólogo la experiencia fue increíble: “Parecía un barco pirata: nos llovían cientos de hisopados de casi toda la región, como balas furtivas y atajamos todos los penales”, dice.
Fue por aquellos tiempos, a inicios del 2021, que comenzó a sentir con intensidad las ganas de probar una experiencia personal y profesional en el exterior. Había tenido una estancia de cuatro meses en Alemania, durante su doctorado, y le había gustado mucho. Su ciudadanía italiana, conquistada en 2019, lo alentaba con mayor fuerza.
Para Pepe, aquellos días de aislamiento fueron raros, se sentían siempre iguales, le daba la impresión de que todas las noches se parecían a un viernes a la noche, como si la semana no se moviera. Corría junio de 2020, cuando comenzó a elucubrar el plan. El insomnio y los pensamientos crecían, a la par de su fantasía de cruzar las fronteras: ¿Cómo voy a hacer para irme?
“Hubo incertidumbre, sí. Mi mayor temor era imaginarme cómo iba a hacer un sudamericano como yo, en aquel momento de 36 añitos, para emigrar. ¿Quién te va a dar laburo, Pepe? ¿Quién te va a dar bola? Esto lo cuento porque ahora, a la distancia, suena pintoresco, pero son de las preguntas que merodeaban la noche, en las noches más inciertas que muchos tuvimos”, relata Pepe.
“Ahí tuve una epifanía: y es que, sin notarlo, cuando ponés en pensamiento los deseos, se inicia un movimiento que arranca como un juego y no sabés dónde termina. Y cuando algunos me preguntan sobre este proceso de emigración – con las dudas y los miedos totalmente válidos – encuentro esta respuesta: ojo, porque si lo deseás, lo buscás, ocurre. Estate preparado porque tarde o temprano ocurre”.
Y así fue.
Animarse a sacar a pasear la Ferrari: “Acá nadás prácticamente en una laguna de recursos”
`Vos allá te debés pegar flor de embole. Todo funciona, no pasa nada. Argentina es la verdadera trinchera. A la mañana te peleás con un proveedor y a la tarde tenés que ir a tres ferreterías distintas porque para dos repuestos iguales, tienen solo una unidad´, suele decirle su hermano y Pepe comprende su guiño agridulce.
El primer problema -la mesa- se lo había provocado él. Por lo demás, casi de inmediato notó que había llegado a un suelo donde por supuesto hay problemas, pero al mismo tiempo vienen con la solución. En el universo laboral, el cotidiano en su nueva vida, fue donde Pepe lo notó con más fuerza.
“Me resultó chocante la cantidad de recursos”, asegura. “Y al principio cuesta porque hay que hacer un cambio de mentalidad, del que al menos yo ,claramente, no estaba preparado. Por ejemplo, en Argentina le sacamos agua a las piedras para hacer ciencia (por cierto, sigo al detalle y con preocupación la situación actual del INTA, que tanto me dio). Y acá nadás prácticamente en una laguna de recursos. La diferencia es abismal. Y, en lo personal, te carga de más responsabilidad. Te lo pongo en estos términos: viene tu jefe y te pregunta ¿Qué querés? Una Ferrari, respondés. Y al otro día te dice: acá tenés la llave. ¡Ah, no! ¿Pero posta? O sea, yo medio que te lo decía en chiste. `Acá tenés la llave, ahora sacala a pasear´”.
Un tipo de la capital del salame en las pampas británicas: “Puedo perfectamente pertenecer a `ambos mundos´”
José inició su carrera científica en el laboratorio de Hemoparásitos del INTA Castelar, donde mantenía vínculos muy estrechos con sus compañeros. Allí, en las pampas británicas, como le suele decir cariñosamente a Potters Bar, la distancia con sus colegas se mantuvo desde el primer día y jamás sufrió demasiadas modificaciones.
Muy pronto, Pepe pudo hilar un razonamiento al respecto: casi todos sabían – o intuían- que estaban de paso, por lo que entregar intimidad conllevaba riesgos emocionales más altos que tal vez no valían la pena poner en juego.
“Acá todo es casi meramente laboral. Me encanta. Ningún problema con eso”, reflexiona. “Somos un grupo de investigación de unas diez personas; las hay del Reino Unido, pero también de España, Grecia, Sudáfrica, India, Brasil”.
“Y acá tengo varias ventajas y varios privilegios. Uno: me fui bien de Argentina ¡No me escapé de nada, ni de nadie! Es fundamental, descubrí. Es esencial irse bien, lo más entero sentimental y emocionalmente posible, porque solo así, si me tocase volver, entiendo que voy a volver a un lugar que me pertenece. Dos: todas, absolutamente todas las personas apoyaron y alentaron positivamente esta decisión. Tres: no te das una idea de la cantidad de gente de mi pueblo (sí, de Mercedes, capital del salame quintero) que empecé a conocer justo cuando me fui”.
“Esto se conecta con el número cuatro. Tengo un vínculo muy estrecho con mi ciudad: estoy dando clases online para un instituto de inglés local, que además organiza todos los años un viaje con estudiantes a Cambridge (al que me suelo sumar con ellos y mi querida profe y amiga, Zets) y gracias a esto se dio un punto de conexión muy lindo. Esto significa un gran acompañamiento para mí, haciéndome ver que puedo perfectamente pertenecer a `ambos mundos´ ¡Y cuando vuelvo a Mercedes (yo siento que cuando voy de visita, no vuelvo a Argentina, vuelvo a Mercedes), siempre sale asado y reencuentro con las familias!”.
De regresos, aprendizajes y cambios: “La vida del inmigrante es como ver tu vida anterior, pero desde un drone”
Pepe pasa todos los días por la casa donde `escondió´ las partes de la mesa. Si antes la atmósfera se sentía extraña, ahora todo es pura cotidianeidad. La historia de la mesa, sin dudas, quedará por siempre en su memoria: significó la asimilación de su nueva realidad. Y casi en paralelo, en sus primeros tiempos en Inglaterra, algo más tuvo que desarmarse para marcar el comienzo de un nuevo ciclo: su habitación en la casa de sus padres. “Fue fuerte cuando mamá me llamó para avisarme que habían desarmado la cama de mi pieza”, asegura.
En su primera visita a la Argentina, Pepe no solo enfrentó el impacto del regreso, sino la ausencia de parte de lo que había conformado su historia, su identidad. Su llegada fue de sorpresa para sus padres (`¡no lo hagan!´, dice Pepe), y si bien hubo grandes alegrías, le llevó tiempo procesar los sabores agridulces.
“Es en ese momento cuando te empezás a dar cuenta de que sí: la vida sigue transcurriendo en tu ausencia. La gente tiene rutinas, horarios, responsabilidades. Son todas obviedades, pero cuesta asimilarlo. Después, con el tiempo – y las sucesivas vueltas – se aprende sobre la importancia de saberse dispensable. Y hay alivio. También soy muy amigo de este paralelismo: la distancia es lo más parecido a la muerte. Pero no necesariamente a la muerte física. Es metafórico. Se trata de trabajar equilibradamente el sentido del desapego y no ver a la soledad como un fantasma que acecha, sino como una instancia de introspección personal”, continúa Pepe.
Y hoy, mientras camina inmerso en sus pensamientos en su barrio de Potters Bar, la gente, en especial los más grandes, lo saludan, acortan las distancias y lo ayudan en su buena relación con la soledad. En realidad, no es muy distinto a su Mercedes natal, aunque con el tiempo, Pepe comprendió que los vínculos de su vida argentina son insustituibles, profundos y bien sólidos, y allá están, allá lo esperan: “A veces creo que nuestra cabeza busca espejismos para correlacionar vínculos casi como otro instinto de supervivencia. Pero cuando decidís emprender el camino de la emigración, ya ahí sos distinto. Cambiaste. Y no se puede pretender encontrar lo mismo. Pasa mucha agua bajo el puente del emigrante. La vida del inmigrante es como ver tu vida anterior, pero desde un drone. Como si fueses un testigo omnisciente de aquella realidad”, reflexiona.
De hecho, fue en noviembre de 2024, el último mes de su contrato con una Skilled Worker Visa, que Pepe creyó que pondría a prueba la magnitud de sus cambios internos. Sin horizontes de renovación, supuso que era tiempo de volver volver. `Perfecto. Volvete, Pepe´, pensó. `Entrá ahora en fase con lo que pasa en Argentina: fin de año, despedidas, verano. Orientate y desde ahí, volvés a encaminarte´, se dijo.
Pepe estaba muy sereno con esa perspectiva, a pesar de que su regreso podría paralizar sus logros conseguidos hasta entonces. La tranquilidad se la había traído otra epifanía: su propósito de tener una experiencia en el exterior, manifestado en el 2021, se había cumplido, por ello, no tenía ningún temor hacia el regreso.
Pero a pesar de su serenidad, Pepe aún no pudo evaluar el impacto de volver. A finales de ese noviembre le ofrecieron renovar el contrato por dos años más. Esta vez, no tuvo que acarrear solo una mesa desmembrada y armarla desde abajo. “El resto, es historia”, concluye.
*
Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
“Hay un instinto de supervivencia, al principio, que no sé si es universal, o sea, no sé si los japoneses o los suecos reaccionan así, pero para mí está un poco en el `genoma´ argentino», dice el protagonista de esta historia LA NACION