Cómo las plantas nativas pueden devolver la biodiversidad a las ciudades y atraer mariposas

“La naturaleza no entiende de límites”, afirmó Candela Castro, directora de Áreas Naturales del municipio de Escobar, al comenzar su exposición en el capítulo 9 del summit de Sustentabilidad organizado por LA NACION. Bióloga con especialización en ecología y conservación, lleva años trabajando en restauración ecológica en parques nacionales y en proyectos de biodiversidad con organizaciones como Fundación Hábitat y Desarrollo y Aves Argentinas.
Durante su intervención, Castro propuso repensar las ciudades desde un concepto clave: la conexión. Para ella, recuperar el vínculo con la naturaleza implica articular esfuerzos entre municipios, instituciones y organizaciones. Y el punto de partida —afirmó— está en reconocer el valor de las plantas nativas.
“Muchas veces hablamos de plantas nativas y no sabemos qué significan. Implica que son nuestras, que están adaptadas a nuestro clima y forman parte de nuestra historia”, explicó. Estas especies no solo resisten sequías, vientos fuertes y lluvias intensas, sino que al ser incorporadas en balcones, jardines, veredas o espacios públicos, pueden convertirse en nodos esenciales de biodiversidad.
Castro compartió un dato que sorprendió a muchos: en la Argentina hay más de 10.000 especies de plantas nativas catalogadas, pero probablemente solo se conozca el 5%. Ante ese desconocimiento, subrayó, surge la importancia de visibilizar su función ecológica. “Cada metro cuadrado cuenta”, dijo, al señalar que desde una simple maceta hasta el arbolado urbano pueden integrar corredores biológicos donde la fauna silvestre encuentre alimento y refugio.
Esos corredores, que prefiere llamar “corredores de vida”, son clave para que pequeños y grandes ecosistemas se conecten entre sí. Desde reservas naturales hasta plazas de barrio, todos pueden formar parte de una red ecológica que favorezca la presencia de aves, insectos y mamíferos. “Son esos pequeños refugios los que permiten que los animales reproduzcan sus ciclos y se mantengan presentes en la ciudad”, afirmó.
Entre los ejemplos más inspiradores, destacó el de la mariposa bandera argentina (Morpho epistrophus argentinus), una especie amenazada que habita en el Delta, el Espinal y el Pastizal Pampeano. A través de proyectos de restauración ecológica en reservas públicas y privadas, hoy se busca reintroducirla en zonas urbanas.
Para lograrlo, explicó que es necesario plantar especies nativas que cumplan dos funciones esenciales: ser hospederas (para que la oruga se alimente) y nectaríferas (para que el adulto pueda libar). “Si plantamos estas especies, vamos a tener un jardín lleno de mariposas y, sobre todo, un ecosistema que vuelve a conectarse”, afirmó. En ese sentido, mencionó la guía elaborada junto a LA NACION Naturaleza, que orienta sobre qué plantas incorporar según cada ecorregión del país.
Más allá de su valor estético, aclaró que estas plantas reactivan procesos ecológicos fundamentales como la polinización. “Queremos que cada balcón, cada jardín, pueda ser un refugio para la biodiversidad”, subrayó.
Al cerrar su exposición, Castro llamó a replantear los modelos de planificación urbana. “Durante mucho tiempo tapizamos las ciudades con cemento, desfragmentamos el territorio sin lógica. Es hora de volver a conectar”, sostuvo. Y concluyó con una idea central de su trabajo: la sensibilidad por la naturaleza está en nosotros; solo hay que despertarla.
“La naturaleza no entiende de límites”, afirmó Candela Castro, directora de Áreas Naturales del municipio de Escobar, al comenzar su exposición en el capítulo 9 del summit de Sustentabilidad organizado por LA NACION. Bióloga con especialización en ecología y conservación, lleva años trabajando en restauración ecológica en parques nacionales y en proyectos de biodiversidad con organizaciones como Fundación Hábitat y Desarrollo y Aves Argentinas.
Durante su intervención, Castro propuso repensar las ciudades desde un concepto clave: la conexión. Para ella, recuperar el vínculo con la naturaleza implica articular esfuerzos entre municipios, instituciones y organizaciones. Y el punto de partida —afirmó— está en reconocer el valor de las plantas nativas.
“Muchas veces hablamos de plantas nativas y no sabemos qué significan. Implica que son nuestras, que están adaptadas a nuestro clima y forman parte de nuestra historia”, explicó. Estas especies no solo resisten sequías, vientos fuertes y lluvias intensas, sino que al ser incorporadas en balcones, jardines, veredas o espacios públicos, pueden convertirse en nodos esenciales de biodiversidad.
Castro compartió un dato que sorprendió a muchos: en la Argentina hay más de 10.000 especies de plantas nativas catalogadas, pero probablemente solo se conozca el 5%. Ante ese desconocimiento, subrayó, surge la importancia de visibilizar su función ecológica. “Cada metro cuadrado cuenta”, dijo, al señalar que desde una simple maceta hasta el arbolado urbano pueden integrar corredores biológicos donde la fauna silvestre encuentre alimento y refugio.
Esos corredores, que prefiere llamar “corredores de vida”, son clave para que pequeños y grandes ecosistemas se conecten entre sí. Desde reservas naturales hasta plazas de barrio, todos pueden formar parte de una red ecológica que favorezca la presencia de aves, insectos y mamíferos. “Son esos pequeños refugios los que permiten que los animales reproduzcan sus ciclos y se mantengan presentes en la ciudad”, afirmó.
Entre los ejemplos más inspiradores, destacó el de la mariposa bandera argentina (Morpho epistrophus argentinus), una especie amenazada que habita en el Delta, el Espinal y el Pastizal Pampeano. A través de proyectos de restauración ecológica en reservas públicas y privadas, hoy se busca reintroducirla en zonas urbanas.
Para lograrlo, explicó que es necesario plantar especies nativas que cumplan dos funciones esenciales: ser hospederas (para que la oruga se alimente) y nectaríferas (para que el adulto pueda libar). “Si plantamos estas especies, vamos a tener un jardín lleno de mariposas y, sobre todo, un ecosistema que vuelve a conectarse”, afirmó. En ese sentido, mencionó la guía elaborada junto a LA NACION Naturaleza, que orienta sobre qué plantas incorporar según cada ecorregión del país.
Más allá de su valor estético, aclaró que estas plantas reactivan procesos ecológicos fundamentales como la polinización. “Queremos que cada balcón, cada jardín, pueda ser un refugio para la biodiversidad”, subrayó.
Al cerrar su exposición, Castro llamó a replantear los modelos de planificación urbana. “Durante mucho tiempo tapizamos las ciudades con cemento, desfragmentamos el territorio sin lógica. Es hora de volver a conectar”, sostuvo. Y concluyó con una idea central de su trabajo: la sensibilidad por la naturaleza está en nosotros; solo hay que despertarla.
Candela Castro explicó cómo se crean los corredores de vida que favorecen la fauna silvestre LA NACION