Los hinchas de River en Seattle: viaje largo, costoso y bajo la lupa inmigratoria de Trump
SEATTLE (Enviado especial).- Entre los hinchas de River que vienen de la Argentina hay un malestar y una queja que antecede a cualquier otra: el punto recóndito de los Estados Unidos al que el sorteo del Mundial de Clubes envió al equipo de Marcelo Gallardo. Seattle, ubicada al noroeste, cercana a la costa del Pacífico y de la frontera con Canadá. No hay vuelo directo desde nuestro país a la “ciudad esmeralda”, así conocida por sus amplios espacios verdes y abundante vegetación. Aire puro es lo que sobra, no hay polución ni esmog. Por ejemplo, en el predio del Sounders Clubhouse, donde se entrena River, el brillo resplandeciente del sol deja ver un ambiente diáfano, cristalino. Incluso la zona céntrica es abierta y despejada.
Para viajar desde la Argentina es inevitable una conexión, vía Houston, Atlanta o Los Ángeles. Los hinchas que se animaron a la travesía de cubrir más de 11.000 kilómetros repiten como un mantra: “Qué lejos queda esto, no llegábamos nunca”. Facundo, que vino desde Neuquén y fue recibido por dos amigos argentinos que viven aquí desde hace varios años, cuenta que el viaje le insumió 28 horas. Pero enseguida todos agregan que el sacrificio vale la pena “para seguir a River adonde vaya”. La pasión acorta distancias, aunque aumenten los costos.
En la etapa de grupos, el 90 por ciento de la estada de River será en Seattle. Solo se moverá un día antes para ir a Los Ángeles, donde el 21 se medirá con Monterrey, para regresar apenas terminado el cotejo.
Si el largo traslado podía ser un motivo de desaliento para los hinchas, no pocos mostraron preocupación por el endurecimiento de la política migratoria de Donald Trump. El fin de semana se replicaron en varias ciudades, con foco principal en Los Ángeles, marchas contra las redadas dispuestas por el presidente Donald Trump contra los inmigrantes, sin respetar derechos ni garantías constitucionales.
Franco y Fabricio son dos amigos de Tigre que llegaron en un vuelo de United. Uno viajó con la camiseta de River y el otro con una chomba con el escudo del club. Vivieron experiencias diferentes al presentar los pasaportes ante el oficial de migraciones en el aeropuerto de esta ciudad. “Yo no tuve problemas, fue rápido el trámite”, dijo Franco. A Fabricio lo hicieron transpirar: “Me volvieron loco en Houston, me preguntaban de todo. Que a qué venía, que cuánto dinero traía, cuánto tiempo me iba a quedar. Me tuvieron más de cinco minutos, en un momento pensé que me mandaban de vuelta. Encima me consumían los nervios porque la cola para hacer migraciones era larguísima, había que dar un montón de vueltas. Tuvimos que esperar más de una hora y en un momento pensé que perdíamos la conexión”.
Facundo tiene varios ingresos a los Estados Unidos por haber participado en programa de intercambios. “Hay diferencias entre los estados demócratas y los republicanos en la admisión de los viajeros. Los que tienen gobernadores republicanos son más duros, desconfían mucho de la gente joven que viene con visa de turista, porque sospechan que se van a quedar a buscar trabajo sin papeles. Yo tengo varios ingresos a los Estados Unidos y siempre estuvieron esas prevenciones, pero con Trump se radicalizó todo. Conozco dos hinchas de River que los interrogaron, los mantuvieron un rato aislados en un cuarto y los mandaron de vuelta”.
Gustavo Blanco, de Olavarría, y Pablo D’Elia, de Lobos, son dos abogados de más de 50 años. Decidieron darse el gusto de venir a ver a River. “Solo la primera rueda, después nos volvemos. Somos gente de laburo, no nos da para todo el Mundial. Además, venir a esta ciudad es caro. Boca tuvo más suerte: el pasaje a Miami es más barato y está el atractivo de la playa. Acá no hay tanto para hacer”, expresó Blanco. Ninguno de los dos, uno de ellos con pasaporte de la comunidad europeo, tuvo contratiempos en migraciones.
Cualquiera sea la suerte de River en el Mundial, los hinchas no pisarán las arenas de Miami. Si se clasifica primero o segundo, jugará los octavos de final en Charlotte o Atlanta; los cuartos, en Orlando o Nueva Jersey, ciudad que albergará las semifinales y la final. Viaje largo y costoso, la posibilidad de tener una playa cercana cuando en Los Ángeles enfrente a Monterrey y una política de admisión estadounidense poco amistosa. Los hinchas de River esperan el fútbol para empezar a contar otra historia.
SEATTLE (Enviado especial).- Entre los hinchas de River que vienen de la Argentina hay un malestar y una queja que antecede a cualquier otra: el punto recóndito de los Estados Unidos al que el sorteo del Mundial de Clubes envió al equipo de Marcelo Gallardo. Seattle, ubicada al noroeste, cercana a la costa del Pacífico y de la frontera con Canadá. No hay vuelo directo desde nuestro país a la “ciudad esmeralda”, así conocida por sus amplios espacios verdes y abundante vegetación. Aire puro es lo que sobra, no hay polución ni esmog. Por ejemplo, en el predio del Sounders Clubhouse, donde se entrena River, el brillo resplandeciente del sol deja ver un ambiente diáfano, cristalino. Incluso la zona céntrica es abierta y despejada.
Para viajar desde la Argentina es inevitable una conexión, vía Houston, Atlanta o Los Ángeles. Los hinchas que se animaron a la travesía de cubrir más de 11.000 kilómetros repiten como un mantra: “Qué lejos queda esto, no llegábamos nunca”. Facundo, que vino desde Neuquén y fue recibido por dos amigos argentinos que viven aquí desde hace varios años, cuenta que el viaje le insumió 28 horas. Pero enseguida todos agregan que el sacrificio vale la pena “para seguir a River adonde vaya”. La pasión acorta distancias, aunque aumenten los costos.
En la etapa de grupos, el 90 por ciento de la estada de River será en Seattle. Solo se moverá un día antes para ir a Los Ángeles, donde el 21 se medirá con Monterrey, para regresar apenas terminado el cotejo.
Si el largo traslado podía ser un motivo de desaliento para los hinchas, no pocos mostraron preocupación por el endurecimiento de la política migratoria de Donald Trump. El fin de semana se replicaron en varias ciudades, con foco principal en Los Ángeles, marchas contra las redadas dispuestas por el presidente Donald Trump contra los inmigrantes, sin respetar derechos ni garantías constitucionales.
Franco y Fabricio son dos amigos de Tigre que llegaron en un vuelo de United. Uno viajó con la camiseta de River y el otro con una chomba con el escudo del club. Vivieron experiencias diferentes al presentar los pasaportes ante el oficial de migraciones en el aeropuerto de esta ciudad. “Yo no tuve problemas, fue rápido el trámite”, dijo Franco. A Fabricio lo hicieron transpirar: “Me volvieron loco en Houston, me preguntaban de todo. Que a qué venía, que cuánto dinero traía, cuánto tiempo me iba a quedar. Me tuvieron más de cinco minutos, en un momento pensé que me mandaban de vuelta. Encima me consumían los nervios porque la cola para hacer migraciones era larguísima, había que dar un montón de vueltas. Tuvimos que esperar más de una hora y en un momento pensé que perdíamos la conexión”.
Facundo tiene varios ingresos a los Estados Unidos por haber participado en programa de intercambios. “Hay diferencias entre los estados demócratas y los republicanos en la admisión de los viajeros. Los que tienen gobernadores republicanos son más duros, desconfían mucho de la gente joven que viene con visa de turista, porque sospechan que se van a quedar a buscar trabajo sin papeles. Yo tengo varios ingresos a los Estados Unidos y siempre estuvieron esas prevenciones, pero con Trump se radicalizó todo. Conozco dos hinchas de River que los interrogaron, los mantuvieron un rato aislados en un cuarto y los mandaron de vuelta”.
Gustavo Blanco, de Olavarría, y Pablo D’Elia, de Lobos, son dos abogados de más de 50 años. Decidieron darse el gusto de venir a ver a River. “Solo la primera rueda, después nos volvemos. Somos gente de laburo, no nos da para todo el Mundial. Además, venir a esta ciudad es caro. Boca tuvo más suerte: el pasaje a Miami es más barato y está el atractivo de la playa. Acá no hay tanto para hacer”, expresó Blanco. Ninguno de los dos, uno de ellos con pasaporte de la comunidad europeo, tuvo contratiempos en migraciones.
Cualquiera sea la suerte de River en el Mundial, los hinchas no pisarán las arenas de Miami. Si se clasifica primero o segundo, jugará los octavos de final en Charlotte o Atlanta; los cuartos, en Orlando o Nueva Jersey, ciudad que albergará las semifinales y la final. Viaje largo y costoso, la posibilidad de tener una playa cercana cuando en Los Ángeles enfrente a Monterrey y una política de admisión estadounidense poco amistosa. Los hinchas de River esperan el fútbol para empezar a contar otra historia.
Varios simpatizantes reflejaron sus experiencias para seguir al equipo de Gallardo en el Mundial de Clubes LA NACION