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Fernando Ruiz: “El Gobierno promueve el odio a la libertad de expresión”

Hoy el periodismo profesional está bajo un doble asedio, simultáneo, corrosivo, persistente. Desde afuera, con poderes extraños a la prensa que, “con mejores o peores modales”, agreden y presionan; y desde adentro, “con periodistas y un sector de los medios de comunicación que se convierten al nuevo credo del régimen autoritario y empiezan a atacar al resto de la profesión”, dice el periodista e investigador Fernando Ruiz, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

A Ruiz no le preocupan tanto las presiones externas –que han existido siempre y son parte del ejercicio de la profesión– sino la crisis interna de un oficio estigmatizado, degradado, precarizado y cuestionado que ha perdido el “orgullo de sí mismo”. Porque sin orgullo interno “se vuelve muy vulnerable frente a los ataques externos”, afirma Ruiz, que acaba de publicar El periodismo y la fábrica de los derechos en América Latina (Cadal), un libro-manual pensado para estudiantes y docentes de periodismo que quieran conciliar su pasión periodística con su vocación de cambio social.

Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a la sociedad hablando muy mal de los medios

Hay un dato alarmante que Ruiz advierte en el trato cotidiano con sus alumnos en el aula. “Los estudiantes llegan a su primer trabajo profesional como periodistas y es su último trabajo como periodistas; a partir de ahí quieren ir a otro lado porque no encuentran motivación y no se identifican con lo que realizan los principales líderes del campo profesional”, afirma.

La práctica de hostigamiento y persecución, que hoy se refleja en reportes y alertas de organismos internacionales y Reporteros Sin Fronteras sobre el deterioro de la libertad de prensa y de expresión, no es nueva en la Argentina y, según Ruiz, el kirchnerismo contribuyó mucho a este proceso que hoy muestra una escalada con los mensajes de odio que, desde arriba, apuntan contra las voces críticas. “Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a un sector importante de la sociedad hablando muy mal de los medios y que eso tiene un efecto de fijación de agenda. Milei es ‘neokirchnerista’ en su relación con los medios”, afirma Ruiz, que fue cofundador y presidente del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA). Y advierte sobre una categoría que él denomina “periodismo populista”: “Es un periodismo que acompaña al gobierno mientras le va bien; es un periodismo de muy corto plazo”.

–Como contás en tu libro, la historia del periodismo está entrelazada con la historia de los derechos, desde los procesos independentistas hasta nuestros días. Y un retroceso en un campo impacta en el otro. ¿Podrías explicar esta dinámica?

–Cuando se produce la Revolución Industrial y empieza una activa formación de un movimiento de trabajadores, el derecho que pedían los que reclamaban era la libertad de prensa, porque era el derecho a tener voz. En gran medida, los derechos que hay en una sociedad tienen que ver con las personas que tienen voz. Y los medios son una de las plataformas más evidentes para tener voz. Es posible hacer una correlación bastante certera entre la estructura de voces y la estructura de derechos efectivamente respetados en una sociedad. Uno tiene la percepción de que el Estado de derecho es algo sólido, quieto, estático, rígido y, sin embargo, es una especie de electrocardiograma donde permanentemente los derechos están subiendo y bajando como si fuera un mercado de acciones en el que inciden factores institucionales, estatales y de la sociedad. Por ejemplo, si ahora hay una ola de delincuencia muy fuerte, la gente va a tener menos preocupación, interés y sensibilidad por cuáles son los derechos que tienen las personas presas. Por el contrario, si hoy hay un motín en la cárcel y se produce una tragedia, un montón de gente va a empezar a tener sensibilidad otra vez con los derechos que tienen las personas en la cárcel. A veces, en la sociedad hay un valor o un derecho que puede importar mucho, y a los seis meses, dejar de importar.

Hay empresas algunas empresas que están siempre defendiendo a sus periodistas y otras que se ponen nerviosas cuando sus periodistas hacen periodismo

Salvo algunas dictaduras, ya no hay tanques en la calle ni golpes militares sino un lenta erosión que socava la democracia desde adentro, eliminando controles, frenos y contrapesos, amedrentando a la prensa crítica. ¿Qué desafíos enfrenta el periodismo ante esto?

–Sí, eso es lo que estamos viviendo a nivel internacional y tenemos también exponentes locales. Una de las líneas rojas que se va moviendo en esa erosión democrática es la prensa. Esa línea roja tiene dos formas de moverse: desde afuera y desde adentro. Cuando decimos “desde afuera” nos referimos a los poderes extraños a la prensa, actores que agreden y presionan. Cuando decimos “desde adentro”, tenemos que hablar de periodistas y de un sector de los medios de comunicación que se convierte al nuevo credo del régimen autoritario y empieza a atacar al resto de la profesión. Históricamente han sido corresponsables de esa guerra mediática. Entonces, la línea roja se mueve desde dos lados: por las agresiones que recibe desde afuera, pero también por las conversiones internas hacia el credo autoritario. Y eso está pasando en todos los países. Está creciendo mucho lo que yo llamo “periodismo populista”.

¿Cómo lo describirías?

–Es un periodismo que acompaña al gobierno mientras le va bien. Y es de muy corto plazo. Por ejemplo, el gobierno de Macri tuvo al comienzo un apoyo alto de los medios de comunicación, pero en marzo de 2018, el dólar empezó a escalar y rápidamente, el mismo apoyo, prácticamente acrítico, empezó con una oposición activa. Entonces, son medios de comunicación que van flotando, y en los dos casos, violan normas profesionales: unos porque se vuelven demasiado oficialistas y otros porque se vuelven demasiado opositores. Eso es periodismo populista.

¿Cómo describirías el clima actual en el país para el ejercicio del periodismo?

–Para mí hay un serio problema al interior del periodismo, que es que se ha reducido bastante algo elemental para defenderse frente a los ataques externos, que es el orgullo de ser periodista. Es muy difícil que una profesión se defienda si no tiene orgullo de pertenecer a ese campo. Entre los periodistas más veteranos y los nuevos periodistas hay una especie de grieta en la cual los nuevos periodistas muchas veces no se sienten muy identificados y no están pensando en construir una carrera profesional. Además, los medios no suelen ofrecer una escalera de crecimiento profesional y económico a los que ingresan. Lo vemos con los estudiantes en las universidades: los estudiantes llegan a su primer trabajo profesional como periodistas y es su último trabajo como periodistas; a partir de ahí quieren ir a otro lado. No encuentran motivación, no se identifican con lo que los principales líderes del campo profesional realizan. Y eso es un problema, porque si una profesión no tiene ese orgullo interno se vuelve muy vulnerable frente a los ataques externos.

–Te preocupa más la crisis interna que los ataques externos.

–Sí, los ataques externos siempre van a venir porque históricamente los gobiernos, con mejores o peores modales, han sido agresivos con los medios. Casi por necesidad profesional, por vocación profesional, los criticamos a diario y entonces, ellos responden. Pero me preocupa más la alta vulnerabilidad que nos da que no tengamos un campo profesional fuerte orgulloso de sí mismo.

El acoso en redes es una agresión, no es solo discursivo

Son varios los motivos de degradación del orgullo. Uno podría mencionar la mala remuneración, la precarización, la estigmatización de la que ha sido objeto el periodismo en estos años. ¿Es posible identificar un período en el cual esto comienza o se profundiza?

–El kirchnerismo contribuyó mucho a este proceso. Desde mi punto de vista, Milei es neokirchnerista en su relación con los medios. Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a un sector importante de la sociedad hablando muy mal de los medios, y que eso tiene un efecto de fijación de agenda. Recordemos que cuando el seleccionado argentino ganó el campeonato mundial, los jugadores se pusieron insultar al periodismo. Me preocupa la erosión de la vocación de los nuevos periodistas, porque volvemos a lo que hablábamos al principio, la erosión de la vocación periodística promueve la erosión de la democracia. Y uno de los factores principales dentro de este campo profesional es que el nivel de verdad crezca en la sociedad, y hoy las personas que tienen que hacer eso están bastante desanimadas. Y entonces el nivel de verdad de toda sociedad está para abajo.

¿Qué responsabilidad tienen las empresas periodísticas en este proceso de degradación paulatina que estás describiendo?

–Hay de todo. Hay algunas empresas que están siempre defendiendo a sus periodistas y otras que se ponen nerviosas cuando sus periodistas hacen periodismo. En el mapa de medios uno encuentra los dos casos. Pero tengo la impresión de que cada vez más tenemos dueños de medios que no tienen vocación periodística.

Salvo excepciones, la mayoría de los periodistas enfrentan un sinfín de dificultades económicas. ¿Por qué creés que parte de la sociedad cree en esta narrativa que se refiere a los periodistas como los “esbirros mediáticos”, la “casta” y otras características que no tienen nada que ver con la realidad?

–Yo creo que hay dos periodismos que han afectado mucho al periodismo general: el de celebrities y el deportivo. Han tenido enorme visibilidad en estos últimos años y eso afecta a la comunidad periodística. Muchos de los periodistas más conocidos no están entre los más prestigiosos. Eso también da cierta credibilidad al mensaje del Gobierno. Más que promover el odio al periodista, el mensaje que el Gobierno está promoviendo directamente es el odio a la libertad de expresión. Porque cualquiera que levante un poquito la voz resulta cuestionado de forma brutal.

–¿Con la intención de amedrentar y que haya autocensura?

–No lo sé. Es un nivel de insulto que genera una situación intimidante para muchos. Pero algunos periodistas pueden sentirse energizados. Ese es el estilo del Presidente y no creo que lo cambie. Es más, tengo la impresión de que cuando habla de eso en las entrevistas es lo que más lo entusiasma.

Según Reporteros sin Fronteras, la Argentina registró, por segundo año consecutivo, una caída en el índice global de libertad de prensa: descendió en total 47 lugares durante el gobierno de Milei. Además, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos levantó una alerta por el estado de la libertad de expresión y de prensa en la Argentina.

–Estamos en un ciclo desde ese punto de vista muy negativo, que exige que los periodistas se integren más a las organizaciones profesionales para defenderse de forma colectiva. Pero hay que entender una cosa: la democracia no necesita periodistas, necesita redacciones, equipos de periodistas que son comunidades. Porque con periodistas aislados es muy difícil. El aislamiento es fácil para los autoritarios. La manera de frenar la erosión democrática desde el periodismo es construir y consolidar redacciones. Hay ejemplos en América Latina que funcionan como islas de calidad profesional: La Reforma de México, El Faro de El Salvador, la Folha de S. Paulo, la nacion de Buenos Aires son redacciones que terminan siendo actores centrales de la vida democrática.

El mensaje del Gobierno es que los periodistas exageran cuando dicen que Milei daña la institucionalidad, que “confunden, maliciosamente, las formas con la institucionalidad”. ¿Qué responderías?

–Las formas forman parte de la institucionalidad. Y yo veo acciones de fondo. Porque el odio que destilan hacia cualquier expresión libre obviamente va a afectar la expresión libre de artistas, economistas, investigadores. Todo actor social que ha desarrollado un perfil crítico empieza a ser negado como actor social. Para mí, un indicador clave de la calidad democrática de un presidente es su relación con la prensa. Mirá lo que voy a decir: Trump da conferencias de prensa. Trump dice barbaridades, pero después pone su cara en el Salón Oval y van los periodistas de la CNN, de la NBC y le hacen la pregunta que quieren. En cambio, el presidente Milei nunca ha dado una conferencia de prensa abierta. Solo le da entrevistas a los periodistas con los que tiene afinidad.

“Hay libertad de prensa”, dice el Gobierno. “Todos dicen lo que quieren”.

–Bueno, el acoso en redes es una agresión, no es solo discursivo. Tener a una persona en la puerta de tu casa insultándote no es algo tolerable. Y los periodistas argentinos sufren permanentemente esa hostilidad, promovida desde arriba. Lo dicen expresamente: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”.

–Los reporteros gráficos que cubren marchas y movilizaciones han sido blanco de la represión policial. Es el caso de Pablo Grillo, Tomás Cuesta y otros. ¿El Gobierno quiere controlar la producción de imágenes?

Sí, la erosión democrática incluye sacar determinadas imágenes del espacio público. La democracia es el régimen más sensible con las personas comunes. El periodismo es la piel de ese régimen y es donde se expresa la sensibilidad. El autoritarismo intenta que el periodismo no sea sensible con determinadas víctimas o situaciones. No tenemos que perder la sensibilidad con las personas comunes. Nosotros dialogamos con el poder, obviamente, pero nuestro objetivo es servir a las personas comunes; estamos al servicio de la vida pública. La gente no tiene que ser olvidada porque el olvido y la falta de expresión pueden llevar a que recurran a la violencia como forma de expresión. Si hay olvido no tienen otra forma de hacer leer su mensaje.

ESTUDIOSO DEL ROL DE LA PRENSA EN LA DEMOCRACIA

Perfil: Fernando Ruiz

Fernando J. Ruiz es doctor en Comunicación (Universidad de Navarra, España) y licenciado en Ciencias Políticas (UCA).

Experto en la relación entre periodismo y democracia en América Latina, es miembro de la Academia Nacional de Periodismo y expresidente del FOPEA.

Es profesor full time de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, a cargo de las materias Historia y Cultura de la Comunicación, Introducción al Periodismo y Periodismo y Democracia.

Entre otros libros, es autor de Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas (Ariel, 2018). Guerras Mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad (Sudamericana, 2014). Acaba de publicar El periodismo y la fábrica de los derechos en América Latina (Cadal).

Hoy el periodismo profesional está bajo un doble asedio, simultáneo, corrosivo, persistente. Desde afuera, con poderes extraños a la prensa que, “con mejores o peores modales”, agreden y presionan; y desde adentro, “con periodistas y un sector de los medios de comunicación que se convierten al nuevo credo del régimen autoritario y empiezan a atacar al resto de la profesión”, dice el periodista e investigador Fernando Ruiz, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

A Ruiz no le preocupan tanto las presiones externas –que han existido siempre y son parte del ejercicio de la profesión– sino la crisis interna de un oficio estigmatizado, degradado, precarizado y cuestionado que ha perdido el “orgullo de sí mismo”. Porque sin orgullo interno “se vuelve muy vulnerable frente a los ataques externos”, afirma Ruiz, que acaba de publicar El periodismo y la fábrica de los derechos en América Latina (Cadal), un libro-manual pensado para estudiantes y docentes de periodismo que quieran conciliar su pasión periodística con su vocación de cambio social.

Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a la sociedad hablando muy mal de los medios

Hay un dato alarmante que Ruiz advierte en el trato cotidiano con sus alumnos en el aula. “Los estudiantes llegan a su primer trabajo profesional como periodistas y es su último trabajo como periodistas; a partir de ahí quieren ir a otro lado porque no encuentran motivación y no se identifican con lo que realizan los principales líderes del campo profesional”, afirma.

La práctica de hostigamiento y persecución, que hoy se refleja en reportes y alertas de organismos internacionales y Reporteros Sin Fronteras sobre el deterioro de la libertad de prensa y de expresión, no es nueva en la Argentina y, según Ruiz, el kirchnerismo contribuyó mucho a este proceso que hoy muestra una escalada con los mensajes de odio que, desde arriba, apuntan contra las voces críticas. “Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a un sector importante de la sociedad hablando muy mal de los medios y que eso tiene un efecto de fijación de agenda. Milei es ‘neokirchnerista’ en su relación con los medios”, afirma Ruiz, que fue cofundador y presidente del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA). Y advierte sobre una categoría que él denomina “periodismo populista”: “Es un periodismo que acompaña al gobierno mientras le va bien; es un periodismo de muy corto plazo”.

–Como contás en tu libro, la historia del periodismo está entrelazada con la historia de los derechos, desde los procesos independentistas hasta nuestros días. Y un retroceso en un campo impacta en el otro. ¿Podrías explicar esta dinámica?

–Cuando se produce la Revolución Industrial y empieza una activa formación de un movimiento de trabajadores, el derecho que pedían los que reclamaban era la libertad de prensa, porque era el derecho a tener voz. En gran medida, los derechos que hay en una sociedad tienen que ver con las personas que tienen voz. Y los medios son una de las plataformas más evidentes para tener voz. Es posible hacer una correlación bastante certera entre la estructura de voces y la estructura de derechos efectivamente respetados en una sociedad. Uno tiene la percepción de que el Estado de derecho es algo sólido, quieto, estático, rígido y, sin embargo, es una especie de electrocardiograma donde permanentemente los derechos están subiendo y bajando como si fuera un mercado de acciones en el que inciden factores institucionales, estatales y de la sociedad. Por ejemplo, si ahora hay una ola de delincuencia muy fuerte, la gente va a tener menos preocupación, interés y sensibilidad por cuáles son los derechos que tienen las personas presas. Por el contrario, si hoy hay un motín en la cárcel y se produce una tragedia, un montón de gente va a empezar a tener sensibilidad otra vez con los derechos que tienen las personas en la cárcel. A veces, en la sociedad hay un valor o un derecho que puede importar mucho, y a los seis meses, dejar de importar.

Hay empresas algunas empresas que están siempre defendiendo a sus periodistas y otras que se ponen nerviosas cuando sus periodistas hacen periodismo

Salvo algunas dictaduras, ya no hay tanques en la calle ni golpes militares sino un lenta erosión que socava la democracia desde adentro, eliminando controles, frenos y contrapesos, amedrentando a la prensa crítica. ¿Qué desafíos enfrenta el periodismo ante esto?

–Sí, eso es lo que estamos viviendo a nivel internacional y tenemos también exponentes locales. Una de las líneas rojas que se va moviendo en esa erosión democrática es la prensa. Esa línea roja tiene dos formas de moverse: desde afuera y desde adentro. Cuando decimos “desde afuera” nos referimos a los poderes extraños a la prensa, actores que agreden y presionan. Cuando decimos “desde adentro”, tenemos que hablar de periodistas y de un sector de los medios de comunicación que se convierte al nuevo credo del régimen autoritario y empieza a atacar al resto de la profesión. Históricamente han sido corresponsables de esa guerra mediática. Entonces, la línea roja se mueve desde dos lados: por las agresiones que recibe desde afuera, pero también por las conversiones internas hacia el credo autoritario. Y eso está pasando en todos los países. Está creciendo mucho lo que yo llamo “periodismo populista”.

¿Cómo lo describirías?

–Es un periodismo que acompaña al gobierno mientras le va bien. Y es de muy corto plazo. Por ejemplo, el gobierno de Macri tuvo al comienzo un apoyo alto de los medios de comunicación, pero en marzo de 2018, el dólar empezó a escalar y rápidamente, el mismo apoyo, prácticamente acrítico, empezó con una oposición activa. Entonces, son medios de comunicación que van flotando, y en los dos casos, violan normas profesionales: unos porque se vuelven demasiado oficialistas y otros porque se vuelven demasiado opositores. Eso es periodismo populista.

¿Cómo describirías el clima actual en el país para el ejercicio del periodismo?

–Para mí hay un serio problema al interior del periodismo, que es que se ha reducido bastante algo elemental para defenderse frente a los ataques externos, que es el orgullo de ser periodista. Es muy difícil que una profesión se defienda si no tiene orgullo de pertenecer a ese campo. Entre los periodistas más veteranos y los nuevos periodistas hay una especie de grieta en la cual los nuevos periodistas muchas veces no se sienten muy identificados y no están pensando en construir una carrera profesional. Además, los medios no suelen ofrecer una escalera de crecimiento profesional y económico a los que ingresan. Lo vemos con los estudiantes en las universidades: los estudiantes llegan a su primer trabajo profesional como periodistas y es su último trabajo como periodistas; a partir de ahí quieren ir a otro lado. No encuentran motivación, no se identifican con lo que los principales líderes del campo profesional realizan. Y eso es un problema, porque si una profesión no tiene ese orgullo interno se vuelve muy vulnerable frente a los ataques externos.

–Te preocupa más la crisis interna que los ataques externos.

–Sí, los ataques externos siempre van a venir porque históricamente los gobiernos, con mejores o peores modales, han sido agresivos con los medios. Casi por necesidad profesional, por vocación profesional, los criticamos a diario y entonces, ellos responden. Pero me preocupa más la alta vulnerabilidad que nos da que no tengamos un campo profesional fuerte orgulloso de sí mismo.

El acoso en redes es una agresión, no es solo discursivo

Son varios los motivos de degradación del orgullo. Uno podría mencionar la mala remuneración, la precarización, la estigmatización de la que ha sido objeto el periodismo en estos años. ¿Es posible identificar un período en el cual esto comienza o se profundiza?

–El kirchnerismo contribuyó mucho a este proceso. Desde mi punto de vista, Milei es neokirchnerista en su relación con los medios. Néstor Kirchner, Cristina y ahora Milei son personas que han enamorado políticamente a un sector importante de la sociedad hablando muy mal de los medios, y que eso tiene un efecto de fijación de agenda. Recordemos que cuando el seleccionado argentino ganó el campeonato mundial, los jugadores se pusieron insultar al periodismo. Me preocupa la erosión de la vocación de los nuevos periodistas, porque volvemos a lo que hablábamos al principio, la erosión de la vocación periodística promueve la erosión de la democracia. Y uno de los factores principales dentro de este campo profesional es que el nivel de verdad crezca en la sociedad, y hoy las personas que tienen que hacer eso están bastante desanimadas. Y entonces el nivel de verdad de toda sociedad está para abajo.

¿Qué responsabilidad tienen las empresas periodísticas en este proceso de degradación paulatina que estás describiendo?

–Hay de todo. Hay algunas empresas que están siempre defendiendo a sus periodistas y otras que se ponen nerviosas cuando sus periodistas hacen periodismo. En el mapa de medios uno encuentra los dos casos. Pero tengo la impresión de que cada vez más tenemos dueños de medios que no tienen vocación periodística.

Salvo excepciones, la mayoría de los periodistas enfrentan un sinfín de dificultades económicas. ¿Por qué creés que parte de la sociedad cree en esta narrativa que se refiere a los periodistas como los “esbirros mediáticos”, la “casta” y otras características que no tienen nada que ver con la realidad?

–Yo creo que hay dos periodismos que han afectado mucho al periodismo general: el de celebrities y el deportivo. Han tenido enorme visibilidad en estos últimos años y eso afecta a la comunidad periodística. Muchos de los periodistas más conocidos no están entre los más prestigiosos. Eso también da cierta credibilidad al mensaje del Gobierno. Más que promover el odio al periodista, el mensaje que el Gobierno está promoviendo directamente es el odio a la libertad de expresión. Porque cualquiera que levante un poquito la voz resulta cuestionado de forma brutal.

–¿Con la intención de amedrentar y que haya autocensura?

–No lo sé. Es un nivel de insulto que genera una situación intimidante para muchos. Pero algunos periodistas pueden sentirse energizados. Ese es el estilo del Presidente y no creo que lo cambie. Es más, tengo la impresión de que cuando habla de eso en las entrevistas es lo que más lo entusiasma.

Según Reporteros sin Fronteras, la Argentina registró, por segundo año consecutivo, una caída en el índice global de libertad de prensa: descendió en total 47 lugares durante el gobierno de Milei. Además, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos levantó una alerta por el estado de la libertad de expresión y de prensa en la Argentina.

–Estamos en un ciclo desde ese punto de vista muy negativo, que exige que los periodistas se integren más a las organizaciones profesionales para defenderse de forma colectiva. Pero hay que entender una cosa: la democracia no necesita periodistas, necesita redacciones, equipos de periodistas que son comunidades. Porque con periodistas aislados es muy difícil. El aislamiento es fácil para los autoritarios. La manera de frenar la erosión democrática desde el periodismo es construir y consolidar redacciones. Hay ejemplos en América Latina que funcionan como islas de calidad profesional: La Reforma de México, El Faro de El Salvador, la Folha de S. Paulo, la nacion de Buenos Aires son redacciones que terminan siendo actores centrales de la vida democrática.

El mensaje del Gobierno es que los periodistas exageran cuando dicen que Milei daña la institucionalidad, que “confunden, maliciosamente, las formas con la institucionalidad”. ¿Qué responderías?

–Las formas forman parte de la institucionalidad. Y yo veo acciones de fondo. Porque el odio que destilan hacia cualquier expresión libre obviamente va a afectar la expresión libre de artistas, economistas, investigadores. Todo actor social que ha desarrollado un perfil crítico empieza a ser negado como actor social. Para mí, un indicador clave de la calidad democrática de un presidente es su relación con la prensa. Mirá lo que voy a decir: Trump da conferencias de prensa. Trump dice barbaridades, pero después pone su cara en el Salón Oval y van los periodistas de la CNN, de la NBC y le hacen la pregunta que quieren. En cambio, el presidente Milei nunca ha dado una conferencia de prensa abierta. Solo le da entrevistas a los periodistas con los que tiene afinidad.

“Hay libertad de prensa”, dice el Gobierno. “Todos dicen lo que quieren”.

–Bueno, el acoso en redes es una agresión, no es solo discursivo. Tener a una persona en la puerta de tu casa insultándote no es algo tolerable. Y los periodistas argentinos sufren permanentemente esa hostilidad, promovida desde arriba. Lo dicen expresamente: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”.

–Los reporteros gráficos que cubren marchas y movilizaciones han sido blanco de la represión policial. Es el caso de Pablo Grillo, Tomás Cuesta y otros. ¿El Gobierno quiere controlar la producción de imágenes?

Sí, la erosión democrática incluye sacar determinadas imágenes del espacio público. La democracia es el régimen más sensible con las personas comunes. El periodismo es la piel de ese régimen y es donde se expresa la sensibilidad. El autoritarismo intenta que el periodismo no sea sensible con determinadas víctimas o situaciones. No tenemos que perder la sensibilidad con las personas comunes. Nosotros dialogamos con el poder, obviamente, pero nuestro objetivo es servir a las personas comunes; estamos al servicio de la vida pública. La gente no tiene que ser olvidada porque el olvido y la falta de expresión pueden llevar a que recurran a la violencia como forma de expresión. Si hay olvido no tienen otra forma de hacer leer su mensaje.

ESTUDIOSO DEL ROL DE LA PRENSA EN LA DEMOCRACIA

Perfil: Fernando Ruiz

Fernando J. Ruiz es doctor en Comunicación (Universidad de Navarra, España) y licenciado en Ciencias Políticas (UCA).

Experto en la relación entre periodismo y democracia en América Latina, es miembro de la Academia Nacional de Periodismo y expresidente del FOPEA.

Es profesor full time de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, a cargo de las materias Historia y Cultura de la Comunicación, Introducción al Periodismo y Periodismo y Democracia.

Entre otros libros, es autor de Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas (Ariel, 2018). Guerras Mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad (Sudamericana, 2014). Acaba de publicar El periodismo y la fábrica de los derechos en América Latina (Cadal).

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