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El corazón del mundo: el juego de un único cuerpo presente y múltiples ausentes

El corazón del mundo. Autor: Santiago Loza. Intérprete: Guillermo Angelelli. Iluminación: Ricardo Sica. Dirección del Film Holográfico: Lautaro Delgado Tymruk. Dirección: Lautaro Delgado Tymruk y Sofía Brito. Sala: Teatro del Pueblo (Lavalle 3636). Funciones: Lunes, 20. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

En el año 2019, poco tiempo antes de declarada la pandemia, se estrenó en el Espacio Callejón, con dirección de Lautaro Delgado Tymruk, una primera versión de este texto de Santiago Loza, con actuación del propio Delgado junto con William Prociuk y Ezequiel Rodríguez. A diferencias de otros textos de Loza, este es profundamente complejo en su estructura y en sus búsquedas artísticas, ya que desde el punto de vista del relato ofrece una visión literaria tan atractiva como intrincada en su traspaso a la carnadura de la escena.

Desde lo argumental, podría decirse que El corazón del mundo cuenta lo que le sucede a un hombre solitario que, caminando por la calle, recibe un golpe mortal de parte de otro hombre y que, en el proceso de esa caída, estalla en mil pedazos, abandona su propio “yo”, se convierte en otros seres y se hace uno y miles con el universo. Ese instante previo a la muerte, tan atravesado de posturas metafísicas y filosóficas conocidas, le permite a Loza construir un texto de fantasmas, de seres tan presentes como ausentes, en los que la materialidad del cuerpo parecería no ser garantía ni de presencia ni de ausencia.

El corazón del mundo

Esos seres discursivos presentes en el escenario fueron encarnados en aquella versión por tres actores. Ahora, los nuevos directores (la dupla Delgado Tymruk y Brito, los mismos que hicieron la exitosísima Seré) decidieron que esas múltiples voces provengan de un único cuerpo, que tiene por función representar lo uno y lo diverso, lo singular y lo múltiple. Pero la dificultad de tal idea consistía en encontrar un intérprete que estuviera en condiciones de eclipsar, casi hipnotizar, al público. A juzgar por el resultado, parecen haber dado con el actor ideal: Guillermo Angelelli, uno de nuestros grandes maestros de la escena, profesor destacadísimo de técnicas vinculadas con la corporalidad, pero no anclado exclusivamente a ella.

Angelelli pone al servicio del texto de Loza una oscuridad y densidad dramática, que se ve acompañada por un cuerpo que se mueve casi ritualmente por el espacio, como si tuviera que seguir una sutil e imperceptible coreografía invisible. Y sucede que esa coreografía existe (o debe existir) ya que los directores eligieron experimentar en escena con lo que se conoce como técnica “Pepper Ghost”, un antiguo truco que se utilizaba en los teatros de principios del siglo XX, que estaba a mitad de camino entre el teatro, el cine y la magia, y que consiste en hacer interactuar cuerpos reales con cuerpos proyectados, dándole a la proyección cierta espacialidad (algo semejante a lo que hoy en día se logra con la técnica holográfica).

El corazón del mundo

A través de una pantalla específicamente colocada en la escena y con una precisión milimétrica de proyección, el actor interactúa con fantasmas bidimensionales (aunque por el juego que Angelelli lleva a cabo parecen cobrar tridimensionalidad), que forman parte de la historia de los personajes evocados. Pero lo interesante de este juego de un único cuerpo presente y múltiples ausentes, es que acaban casi todos jugando en el mismo plano de la fantasmagoría. ¿Qué es real de lo que se ve? ¿Qué está en el plano de lo imaginario? ¿Cómo la mente del espectador adulto puede ser tan fácilmente manipulada y engañada por un simple truco de hacer aparecer y desaparecer un objeto frente a nuestros ojos?

Así, entre ese efecto cinematográfico y algunos juegos provenientes de la magia, El corazón del mundo va construyendo una trama fantástica, que nos deja perplejos ante una humanidad herida.

La iluminación de Ricardo Sica es fundamental para poder lograr con eficacia los efectos y que, con el equilibrio perfecto entre visibilidad y opacidad, aquello que tenemos frente a nuestros ojos deje de depender exclusivamente de la materialidad escénica, para volverse puro fantasma.

La reflexión dramatúrgica de Loza encuentra así en esta nueva versión una interesantísima adaptación escénica, que se sirve de múltiples lenguajes para crear, con eficacia, esa mágica reflexión.

El corazón del mundo. Autor: Santiago Loza. Intérprete: Guillermo Angelelli. Iluminación: Ricardo Sica. Dirección del Film Holográfico: Lautaro Delgado Tymruk. Dirección: Lautaro Delgado Tymruk y Sofía Brito. Sala: Teatro del Pueblo (Lavalle 3636). Funciones: Lunes, 20. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

En el año 2019, poco tiempo antes de declarada la pandemia, se estrenó en el Espacio Callejón, con dirección de Lautaro Delgado Tymruk, una primera versión de este texto de Santiago Loza, con actuación del propio Delgado junto con William Prociuk y Ezequiel Rodríguez. A diferencias de otros textos de Loza, este es profundamente complejo en su estructura y en sus búsquedas artísticas, ya que desde el punto de vista del relato ofrece una visión literaria tan atractiva como intrincada en su traspaso a la carnadura de la escena.

Desde lo argumental, podría decirse que El corazón del mundo cuenta lo que le sucede a un hombre solitario que, caminando por la calle, recibe un golpe mortal de parte de otro hombre y que, en el proceso de esa caída, estalla en mil pedazos, abandona su propio “yo”, se convierte en otros seres y se hace uno y miles con el universo. Ese instante previo a la muerte, tan atravesado de posturas metafísicas y filosóficas conocidas, le permite a Loza construir un texto de fantasmas, de seres tan presentes como ausentes, en los que la materialidad del cuerpo parecería no ser garantía ni de presencia ni de ausencia.

El corazón del mundo

Esos seres discursivos presentes en el escenario fueron encarnados en aquella versión por tres actores. Ahora, los nuevos directores (la dupla Delgado Tymruk y Brito, los mismos que hicieron la exitosísima Seré) decidieron que esas múltiples voces provengan de un único cuerpo, que tiene por función representar lo uno y lo diverso, lo singular y lo múltiple. Pero la dificultad de tal idea consistía en encontrar un intérprete que estuviera en condiciones de eclipsar, casi hipnotizar, al público. A juzgar por el resultado, parecen haber dado con el actor ideal: Guillermo Angelelli, uno de nuestros grandes maestros de la escena, profesor destacadísimo de técnicas vinculadas con la corporalidad, pero no anclado exclusivamente a ella.

Angelelli pone al servicio del texto de Loza una oscuridad y densidad dramática, que se ve acompañada por un cuerpo que se mueve casi ritualmente por el espacio, como si tuviera que seguir una sutil e imperceptible coreografía invisible. Y sucede que esa coreografía existe (o debe existir) ya que los directores eligieron experimentar en escena con lo que se conoce como técnica “Pepper Ghost”, un antiguo truco que se utilizaba en los teatros de principios del siglo XX, que estaba a mitad de camino entre el teatro, el cine y la magia, y que consiste en hacer interactuar cuerpos reales con cuerpos proyectados, dándole a la proyección cierta espacialidad (algo semejante a lo que hoy en día se logra con la técnica holográfica).

El corazón del mundo

A través de una pantalla específicamente colocada en la escena y con una precisión milimétrica de proyección, el actor interactúa con fantasmas bidimensionales (aunque por el juego que Angelelli lleva a cabo parecen cobrar tridimensionalidad), que forman parte de la historia de los personajes evocados. Pero lo interesante de este juego de un único cuerpo presente y múltiples ausentes, es que acaban casi todos jugando en el mismo plano de la fantasmagoría. ¿Qué es real de lo que se ve? ¿Qué está en el plano de lo imaginario? ¿Cómo la mente del espectador adulto puede ser tan fácilmente manipulada y engañada por un simple truco de hacer aparecer y desaparecer un objeto frente a nuestros ojos?

Así, entre ese efecto cinematográfico y algunos juegos provenientes de la magia, El corazón del mundo va construyendo una trama fantástica, que nos deja perplejos ante una humanidad herida.

La iluminación de Ricardo Sica es fundamental para poder lograr con eficacia los efectos y que, con el equilibrio perfecto entre visibilidad y opacidad, aquello que tenemos frente a nuestros ojos deje de depender exclusivamente de la materialidad escénica, para volverse puro fantasma.

La reflexión dramatúrgica de Loza encuentra así en esta nueva versión una interesantísima adaptación escénica, que se sirve de múltiples lenguajes para crear, con eficacia, esa mágica reflexión.

 Entre un efecto cinematográfico y algunos juegos de la magia, la puesta construye una trama fantástica que deja al espectador perplejo ante una humanidad herida  LA NACION

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