“Mar del Plata a un paso de Buenos Aires”: las piletas de “aguas curativas” que funcionaban donde se instaló la feria de La Salada

Fue en el año 1935. Una cuadrilla de la Dirección de Estudios y Obras del Riachuelo que trabajaba en la rectificación de la cuenca Matanza Riachuelo en una zona agreste de Lomas de Zamora realizó una perforación en el terreno y de allí emergió un chorro de agua, con una particularidad: era salada.
Los trabajadores habían encontrado una napa de unos 374 metros de profundidad, que daría más adelante lugar a un lago y también a un complejo de piletas populares. Por varios años, estas piscinas harían las delicias de los habitantes de las inmediaciones de esa región ubicada unos dos kilómetros al sudoeste del puente La Noria, el límite sur de la ciudad de Buenos Aires.
Pero al comenzar la década del ‘90, las piletas eran solo un recuerdo. Los gritos felices de los bañistas, las zambullidas y chapoteos se habían apagado definitivamente. Pronto el lugar cambió de fisonomía. En la zona donde estuvo el balneario se instaló la enorme feria informal conocida, en homenaje al predio, como La Salada.
La Chacra de los Tapiales
La feria actualmente se encuentra cerrada, luego de que las autoridades detuvieran a Jorge Castillo y otros líderes del predio comercial acusados por posible lavado de dinero. Pero más allá de los avatares de la realidad, que siempre es dura, la idea es asomarse a los tiempos en aquella región de Lomas de Zamora se veía inundada por cientos de personas con ganas de disfrutar de un buen chapuzón en agua salada, sin necesidad de trasladarse hasta el mar.
En los tiempos en que una exploración rutinaria diera con aquel acuífero, la zona era aún bastante inhóspita. Todavía no se había construido la Avenida General Paz ni tampoco del llamado Camino Negro, y esa región atravesada por el río Matanza Riachuelo, perteneciente a los descendientes de José María Ramos Mejía, se conocía como “Chacra de los Tapiales”. Se utilizaba como establecimiento agrícola ganadero y se habían plantado en ella una gran cantidad y variedad de árboles.
Las aguas del acuífero conformaron pronto un lago de unos 400 metros de largo por 40 de ancho. Pero la cosa no quedaría ahí. Como se creía además que las aguas halladas tenían propiedades curativas -la napa estaba allí desde tiempos antiquísimos, cuando el océano atlántico llegó hasta esa zona-, el nuevo cuerpo de agua fue invadido por muchas personas que buscaban, a la vez que refrescarse, beneficiarse con sus efectos saludables, que se decía eran efectivos contra el reumatismo, los dolores musculares y la ciática, entre otros males.
Nacen las piletas
Pero la irregularidad del fondo del lago y la falta de infraestructura del lugar provocó en un primer momento un efecto que era más nocivo que curativo. De acuerdo con un artículo de LA NACION de 2020, fueron varios los bañistas que perecieron ahogados en su inmersión al lago. Algo habría que hacer. Entonces surgieron las piletas.
Al principio, un grupo de sociedades de fomento de la zona solicitaron, en 1937, por carta al presidente Agustín P. Justo la construcción de una piscina popular en el lugar.
Pero el proyecto no prosperó. Recién se concretaría en 1943, a través de la iniciativa del empresario Miguel Manchinandiarena, que construyó e inauguró un bonito balneario que se transformó en un centro de miniturismo en el conurbano, donde también se llegaban muchos porteños. El creador le puso de nombre a este complejo Balneario Parque La Salada.
Este empresario español afincado en Buenos Aires, también un importante productor de cine, construyó en el lugar tres piletas, dos de 150 metros de largo por 50 metros de ancho y una más pequeña para los niños.
Según un documento sobre la historia de Lomas de Zamora escrito por el escribano Carlos Fernández, del Instituto Histórico Municipal, el predio de las piletas contaba con: “Un tobogán gigante, kioscos, vestuarios, cancha de fútbol y la zona de recreación con comedores y espacios para baile, especialmente de carnavales, todo rodeado de un amplio parque forestal, donde también había lugares para parrillas”.
Auge y contaminación
El informe recuerda también que, en aquellos tiempos, los viajes a la Costa Atlántica no eran todavía populares, por lo tanto un complejo de ese tipo constituía una especie de paraíso acuático para los vecinos necesitados de recreación. De hecho, en las publicidades del lugar se leía: “Mar del Plato a un paso de Buenos Aires”.
Con los años, La Salada se convirtió en un lugar obligado para visitar durante las temporadas estivales. Al lugar llegaban distintos colectivos y también el Ferrocarril Belgrano (antes Midland) llegaba hasta la parada conocida como La Salada, que siempre estaba colmada de bañistas. Se dice que el lugar podía llegar a albergar en una jornada calurosa, hasta unas 20.000 personas. A comienzos de los años ‘60, la creciente contaminación de la cuenca Matanza Riachuelo penetró en el complejo de piletas. Un análisis de las aguas del balneario, que entraron en contacto con las de la mencionada cuenca, halló microbios en las cañerías del lugar, que tuvo que ser clausurado. Tiempo después abrió, pero la fama de las aguas turbias ya estaba instalada.
Sin embargo, si uno bucea por YouTube es posible hallar imágenes de Ocean, uno de los complejos de piletas de La Salada, de la década del ‘80, donde se ve que el lugar estaba repleto de gente, tanto en sus piletas, como en las instalaciones adyacentes, como las mesas de cemento del parque, la confitería del lugar o el restaurante. Hasta se habla de que el predio contaba con una discoteca, Number One Disco, con una capacidad para tres mil personas.
Un recuerdo borroso
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo cerraron definitivamente el complejo de piletas. Lo real es que ya para comienzos de los ‘90, cuando se instaló la feria, no había más que recuerdos de ellas. En una crónica realizada para LA NACION en 2021, Pablo Mascareño recorre las instalaciones de los antiguos complejos de aguas saladas tal como se encuentran en la actualidad.
Todavía es posible encontrar allí la base de tres piletas, las paredes de otras, incluso con sus azulejos originales, como así también restos de algunas construcciones que formaron parte de aquellos complejos y hasta la figura de un Cristo ubicada en uno de los accesos y lo que queda de una pequeña fuente de agua.
Pero la mayor parte de aquellos complejos estivales han sido ganados por la vegetación. Y por la feria, que ocupaba hasta estos días una parte de aquellos balnearios, aunque en general, lo hacía del otro lado de la cuenca Matanza Riachuelo, frente a lo que queda de las antiguas piletas.
En cuanto a la laguna que había aflorado a mediados de la década del 30 en aquel lugar, hoy se encuentra completamente seca. Ya no hay bañistas ni aguas curativas. De aquel lugar de dicha popular tan solo se conserva un resto de su nombre, La Salada, y un recuerdo demasiado borroso.
Fue en el año 1935. Una cuadrilla de la Dirección de Estudios y Obras del Riachuelo que trabajaba en la rectificación de la cuenca Matanza Riachuelo en una zona agreste de Lomas de Zamora realizó una perforación en el terreno y de allí emergió un chorro de agua, con una particularidad: era salada.
Los trabajadores habían encontrado una napa de unos 374 metros de profundidad, que daría más adelante lugar a un lago y también a un complejo de piletas populares. Por varios años, estas piscinas harían las delicias de los habitantes de las inmediaciones de esa región ubicada unos dos kilómetros al sudoeste del puente La Noria, el límite sur de la ciudad de Buenos Aires.
Pero al comenzar la década del ‘90, las piletas eran solo un recuerdo. Los gritos felices de los bañistas, las zambullidas y chapoteos se habían apagado definitivamente. Pronto el lugar cambió de fisonomía. En la zona donde estuvo el balneario se instaló la enorme feria informal conocida, en homenaje al predio, como La Salada.
La Chacra de los Tapiales
La feria actualmente se encuentra cerrada, luego de que las autoridades detuvieran a Jorge Castillo y otros líderes del predio comercial acusados por posible lavado de dinero. Pero más allá de los avatares de la realidad, que siempre es dura, la idea es asomarse a los tiempos en aquella región de Lomas de Zamora se veía inundada por cientos de personas con ganas de disfrutar de un buen chapuzón en agua salada, sin necesidad de trasladarse hasta el mar.
En los tiempos en que una exploración rutinaria diera con aquel acuífero, la zona era aún bastante inhóspita. Todavía no se había construido la Avenida General Paz ni tampoco del llamado Camino Negro, y esa región atravesada por el río Matanza Riachuelo, perteneciente a los descendientes de José María Ramos Mejía, se conocía como “Chacra de los Tapiales”. Se utilizaba como establecimiento agrícola ganadero y se habían plantado en ella una gran cantidad y variedad de árboles.
Las aguas del acuífero conformaron pronto un lago de unos 400 metros de largo por 40 de ancho. Pero la cosa no quedaría ahí. Como se creía además que las aguas halladas tenían propiedades curativas -la napa estaba allí desde tiempos antiquísimos, cuando el océano atlántico llegó hasta esa zona-, el nuevo cuerpo de agua fue invadido por muchas personas que buscaban, a la vez que refrescarse, beneficiarse con sus efectos saludables, que se decía eran efectivos contra el reumatismo, los dolores musculares y la ciática, entre otros males.
Nacen las piletas
Pero la irregularidad del fondo del lago y la falta de infraestructura del lugar provocó en un primer momento un efecto que era más nocivo que curativo. De acuerdo con un artículo de LA NACION de 2020, fueron varios los bañistas que perecieron ahogados en su inmersión al lago. Algo habría que hacer. Entonces surgieron las piletas.
Al principio, un grupo de sociedades de fomento de la zona solicitaron, en 1937, por carta al presidente Agustín P. Justo la construcción de una piscina popular en el lugar.
Pero el proyecto no prosperó. Recién se concretaría en 1943, a través de la iniciativa del empresario Miguel Manchinandiarena, que construyó e inauguró un bonito balneario que se transformó en un centro de miniturismo en el conurbano, donde también se llegaban muchos porteños. El creador le puso de nombre a este complejo Balneario Parque La Salada.
Este empresario español afincado en Buenos Aires, también un importante productor de cine, construyó en el lugar tres piletas, dos de 150 metros de largo por 50 metros de ancho y una más pequeña para los niños.
Según un documento sobre la historia de Lomas de Zamora escrito por el escribano Carlos Fernández, del Instituto Histórico Municipal, el predio de las piletas contaba con: “Un tobogán gigante, kioscos, vestuarios, cancha de fútbol y la zona de recreación con comedores y espacios para baile, especialmente de carnavales, todo rodeado de un amplio parque forestal, donde también había lugares para parrillas”.
Auge y contaminación
El informe recuerda también que, en aquellos tiempos, los viajes a la Costa Atlántica no eran todavía populares, por lo tanto un complejo de ese tipo constituía una especie de paraíso acuático para los vecinos necesitados de recreación. De hecho, en las publicidades del lugar se leía: “Mar del Plato a un paso de Buenos Aires”.
Con los años, La Salada se convirtió en un lugar obligado para visitar durante las temporadas estivales. Al lugar llegaban distintos colectivos y también el Ferrocarril Belgrano (antes Midland) llegaba hasta la parada conocida como La Salada, que siempre estaba colmada de bañistas. Se dice que el lugar podía llegar a albergar en una jornada calurosa, hasta unas 20.000 personas. A comienzos de los años ‘60, la creciente contaminación de la cuenca Matanza Riachuelo penetró en el complejo de piletas. Un análisis de las aguas del balneario, que entraron en contacto con las de la mencionada cuenca, halló microbios en las cañerías del lugar, que tuvo que ser clausurado. Tiempo después abrió, pero la fama de las aguas turbias ya estaba instalada.
Sin embargo, si uno bucea por YouTube es posible hallar imágenes de Ocean, uno de los complejos de piletas de La Salada, de la década del ‘80, donde se ve que el lugar estaba repleto de gente, tanto en sus piletas, como en las instalaciones adyacentes, como las mesas de cemento del parque, la confitería del lugar o el restaurante. Hasta se habla de que el predio contaba con una discoteca, Number One Disco, con una capacidad para tres mil personas.
Un recuerdo borroso
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo cerraron definitivamente el complejo de piletas. Lo real es que ya para comienzos de los ‘90, cuando se instaló la feria, no había más que recuerdos de ellas. En una crónica realizada para LA NACION en 2021, Pablo Mascareño recorre las instalaciones de los antiguos complejos de aguas saladas tal como se encuentran en la actualidad.
Todavía es posible encontrar allí la base de tres piletas, las paredes de otras, incluso con sus azulejos originales, como así también restos de algunas construcciones que formaron parte de aquellos complejos y hasta la figura de un Cristo ubicada en uno de los accesos y lo que queda de una pequeña fuente de agua.
Pero la mayor parte de aquellos complejos estivales han sido ganados por la vegetación. Y por la feria, que ocupaba hasta estos días una parte de aquellos balnearios, aunque en general, lo hacía del otro lado de la cuenca Matanza Riachuelo, frente a lo que queda de las antiguas piletas.
En cuanto a la laguna que había aflorado a mediados de la década del 30 en aquel lugar, hoy se encuentra completamente seca. Ya no hay bañistas ni aguas curativas. De aquel lugar de dicha popular tan solo se conserva un resto de su nombre, La Salada, y un recuerdo demasiado borroso.
Antes de que existiera la feria informal de Lomas de Zamora, a orillas del río Matanza Riachuelo existió un balneario, hoy perdido, que convocaba multitudes entre los 40 y 80 LA NACION