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Pequeño formato

La fascinación por las miniaturas: un gesto que habla de algo bastante más profundo que un simple juego de niños. Pensemos, si no, en el arte de Liliana Porter. O en las diminutas esculturas que, en Oriente u Occidente, talladas en marfil, piedra o madera, nutren museos, vitrinas de coleccionistas, catálogos dedicados al estudio de tal o cual civilización. Pero lo que aquí vemos no es ni arte de vanguardia ni reliquia arqueológica: son ambientes de casas de muñeca expuestos en una feria anual que se realiza en Kensington Town Hall, Londres. Cada ínfimo detalle – los estampados de las paredes, la terminación de algún mueble, el perro que aguarda frente al sofá– tiene un no sé qué decisivo e hipnótico. Quizás porque el afuera de tan áspero ya se volvió irrespirable, estas miniaturas, en su candidez vintage, nos susurran que algo parecido al refugio todavía es posible.

La fascinación por las miniaturas: un gesto que habla de algo bastante más profundo que un simple juego de niños. Pensemos, si no, en el arte de Liliana Porter. O en las diminutas esculturas que, en Oriente u Occidente, talladas en marfil, piedra o madera, nutren museos, vitrinas de coleccionistas, catálogos dedicados al estudio de tal o cual civilización. Pero lo que aquí vemos no es ni arte de vanguardia ni reliquia arqueológica: son ambientes de casas de muñeca expuestos en una feria anual que se realiza en Kensington Town Hall, Londres. Cada ínfimo detalle – los estampados de las paredes, la terminación de algún mueble, el perro que aguarda frente al sofá– tiene un no sé qué decisivo e hipnótico. Quizás porque el afuera de tan áspero ya se volvió irrespirable, estas miniaturas, en su candidez vintage, nos susurran que algo parecido al refugio todavía es posible.

 La fascinación por las miniaturas: un gesto que habla de algo bastante más profundo que un simple juego de niños. Pensemos, si no, en el arte de Liliana Porter. O en las diminutas esculturas que, en Oriente u Occidente, talladas en marfil, piedra o madera, nutren museos, vitrinas de coleccionistas, catálogos dedicados al estudio de tal o cual civilización. Pero lo que aquí vemos no es ni arte de vanguardia ni reliquia arqueológica: son ambientes de casas de muñeca expuestos en una feria anual que se realiza en Kensington Town Hall, Londres. Cada ínfimo detalle – los estampados de las paredes, la terminación de algún mueble, el perro que aguarda frente al sofá– tiene un no sé qué decisivo e hipnótico. Quizás porque el afuera de tan áspero ya se volvió irrespirable, estas miniaturas, en su candidez vintage, nos susurran que algo parecido al refugio todavía es posible.  LA NACION

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