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Daisy May Queen: su vida a los pies del Himalaya, el dolor que consiguió superar y el motivo de su regreso a Buenos Aires

Hace 12 años, Daisy May Queen quiso vivir la experiencia de pasar un tiempo en la India. No sabía si iba a ser mucho o poco, pero desafió a quienes decían que a los seis meses estaría de vuelta, asustada, y se instaló en Rishikesh, una pequeña ciudad que es la puerta hacia el Himalaya. Decidió que allí tiene todo lo que necesita y vive feliz, y aunque al principio estuvo mucho tiempo sin venir a la Argentina porque quería afianzarse, a medida que fue pasando el tiempo empezó a viajar con más frecuencia.

Ahora está en Buenos Aires y se quedará hasta después de su cumpleaños, en septiembre, porque está haciendo la sucesión luego de la muerte de su padre, y también porque cumple 60 y la ilusiona iniciar los trámites de su jubilación. En una charla con LA NACION, la locutora y conductora cuenta cómo es su vida en la India, dice que allí tiene a su familia elegida, se sincera sobre cuánto le costó que sus padres le contaran que era adoptada y asegura que todavía guarda alguna esperanza de conocer a su familia biológica.

-¿Seguís teniendo la pastelería vegana en Rishikesh?

-La pastelería vegana sigue, pero yo ya no tengo nada que ver aunque sigo siendo el factótum y les doy recetas, los ayudo, les enseño. Es maravilloso verlos trabajar.

-Alguna vez dijiste que sentís a quienes fueron tus compañeros de trabajo como tus hijos, ¿por qué?

-Si, más específicamente Bablu, que dirige todo ahora. Yo lo conocí cuando recién llegué a India y quería ser militar y ahora es un pastelero vegano y tiene un emprendimiento gastronómico al que le va muy bien. Empezamos trabajando juntos y nos encariñamos y nos hicimos familia. Y también tengo un hermano elegido que se llama Ajay, a quien conocí trabajando en un lugar que se llamaba The Juice House, adonde yo iba a comer ensalada de frutas. Teníamos una historia parecida, pasamos el mismo dolor, el mismo karma y nos hicimos muy amigos; me ayudó a buscar un lugar donde vivir, a establecerme. Ahora es uno de los profesores de yoga más reconocidos de Rishikesh. Todos crecieron y yo también.

-¿Cómo es tu vida allá?

-Muy tranquila y trato de que cada día sea más tranquila. Vivo sola, y amo la cultura india, pero no me puedo acostumbrar a vivir con la familia en la misma casa. Viví más años sola que acompañada y uno se enamora de esa soledad. Me levanto muy temprano, a veces a las 5 de la mañana, otras veces duermo mucho. Medito un poco a la mañana y a la noche hago yin yoga, que es yoga con meditación y trabaja los meridianos de nuestro cuerpo. Hago también un poco de actividad física porque tengo Hashimoto, que es una enfermedad autoinmune que afecta a la tiroides y perdés el pelo, engordás, te ponés de mal humor. Y hay que controlarlo con paz y una dieta anti inflamatoria. Entonces yo soy vegana desde hace muchos años y ahora también sigo una dieta anti inflamatoria (risas); cada vez se complica más la cosa. Estoy bien ahora; en un momento engordé mucho, pero con esta rutina bajé diez kilos y encontré un equilibro. Me cocino yo desde cero y me hago mi leche vegetal, hago la compra de lo que voy a consumir ese día.

A punto de cumplir los 60, la locutora y presentadora se encuentra en el país a la espera poder jubilarse

-¿Trabajás?

-Sí, para dos empresas, una india y otra argentina, y acompaño a grupos de turistas. Ya no trabajo full time ni viajo por toda la India, solamente los recibo en Rishikesh porque una de las cosas que me hacía muy mal era no poder seleccionar mis alimentos, caminar demasiado. Es menos dinero, pero más felicidad. Y tengo propiedades en Argentina y las alquilo. Ahora quiero jubilarme; en septiembre cumplo los 60.

-¿Qué pasó con la locutora?

-Sigo haciendo trabajos de locución, pero para mí, en mi canal de YouTube y en el que hablo sobre la India. Y despunto el vicio. Mi amigo La Faraona [Martín Cirio] me dice que no imposte tanto la voz [risas], que lo haga más natural. Y me sale voz de locutora porque es lo que hice toda la vida. Cuando hago off me sale esa voz de FM. Si le hablo a la cámara, soy más coloquial.

-¿Qué recuerdos tenés de esos años de tanto trabajo en las radios más escuchadas del país?

-Los mejores. Mi último trabajo fue en Vale con Curiosa noche. Fue una época hermosa; arranqué en radios zonales donde conocí a Guillermo Arduino, que después trabajó en CNN; estuve con Baby Etchecopar que recién empezaba con El ángel de la medianoche en San Isidro; con Leo Rosenwasser, que en paz descanse. Tuve compañeros muy grosos como Karin Cohen, Gabriela Radice, Adrián Noriega.

-¿Extrañás?

-No, porque todo está cambiando de una manera tan vertiginosa que yo no me siento capaz. Y si no podés hacer un buen trabajo, no lo hagas. Me parece que mi capacidad de cambio no va tan rápido como se necesita. Creo que si hoy empezara mi carrera, no estaría en una radio sino en un streaming porque es el lugar que está abierto y disponible, lo mismo que en mi época estaban las radios truchas.

-¿En las radios zonales nació Daisy May Queen?

-Sí, por amor a Queen y a Brian May (risas). Me llamo Marcela, pero nunca quise que nadie se enterara. Lo curioso es que en India tienen dos nombres y el que usan no es el que está en el documento porque recién a los veinte días de nacido se le pone nombre formal al niño; el astrólogo tiene que ver dónde están los astros ese día y de acuerdo a eso le ponen el nombre que necesita para tener suerte en la vida. En India, cada familia tiene un astrólogo, y la carrera se estudia en la universidad. Siempre fui india (risas). Y me decían Daisy desde chiquita porque camino como una pata, 10 y 10 (risas). Y Daisy era la novia del Pato Donald.

-¿Por qué te fuiste a India?

-Quería vivir esa experiencia. No fui con ninguna expectativa, pero todos creían que iba a volverme a los seis meses, corriendo y asustada. Y no fue así. Estaba en el mejor momento de mi carrera, conduciendo mi propio programa, trabajando en Quiero, en Volver, en Telefe. Rishikesh es un lugar en el que la paso genial, una ciudad sagrada, con un río maravilloso en las montañas del Himalaya, está prohibida la carne, los huevos, vive gente fascinantemente simpática. No digo que es mi lugar en el mundo porque no creo que eso exista, como tampoco las almas gemelas. Mi lugar en el mundo es el estoy tranquila y feliz.

-¿Ya eras vegana cuando te fuiste?

-Sí, me fui a India vegana y antes era vegetariana. Y no lo elegí por salud sino por respeto a la vida de los demás seres vivos.

-¿Fue fácil insertarte en esa sociedad, entonces?

-En algún momento me di cuenta de que nunca iba a poder ser india, bajo ningún concepto. Porque el indio es muy amable y simpático y amoroso, la gente con mejor corazón que conocí en la vida, pero marcan un limite entre su cultura y la tuya y ese límite no se puede traspasar. Y por mi color de piel, mi color de pelo que ahora es blanco, aunque a ellos le parece rubio, no puedo ser india ni aunque me case con un indio y tenga un hijo indio; siempre voy a ser extranjera. Y no es por mandarme la parte, pero sé de mitología india mucho más que muchos indios. Hay dos cosas que me apasionan, la mitología y la India.

-¿Sos creyente?

Soy agnóstica completamente. Aunque tengo simpatía por determinados dioses, como por ejemplo toda la familia de Shiva, y me encanta Ganesha, Kali, Durga. Mi cerebrito es demasiado chiquito para entender qué es el creador. Nací en una familia cristiana y me bautizaron, pero estoy lejos de toda religión. Me apasiona saber de todas. Y el hinduismo me parece tan bello estética y filosóficamente; la sabiduría está ahí, y no por nada los hombres y mujeres buscadoras han ido a India. Dicen que hasta Jesús fue a buscar sabiduría y conocimiento.

-¿Te enamoraste en India?

-No. Tengo la libido puesta en otro lado hace muchos años. No le doy mucho peso al enamoramiento, sinceramente. Porque es una cuestión meramente reproductiva; el amor es otra cosa. El único indio que me tiene enamorada todavía es Freddie Mercury (risas).

-Muchas veces contaste que de grande te enteraste que eras adoptada. Casi a tus 60 años, ¿cuál es tu mirada sobre tu historia?

-Me costó mucho superar el hecho de que mis padres nunca me contaran la verdad. Me lo negaron siempre, aunque yo pedía que me lo contaran. Tenía 40 años cuando lo supe y fue una liberación. Mi mamá no querría contármelo por miedo a que no la quisiera. Fue difícil de superar porque siempre lo supe; sentía que no pertenecía a esa familia. Creo que a todos los adoptados nos pasa eso. Me sentía ajena, que ocupaba un lugar que no me correspondía. Hasta que finalmente me confirmaron lo que sentía. Llevaba un peso tremendo que se liberó. Yo tenía razón. Y en la familia lo sabían todos menos yo. No tengan secretos familiares porque superarlo lleva años de terapia. Hice de todo para sacarme ese peso de encima y lo único que me lo sacó fue la confirmación de lo que sospechaba y sentía. No están buenos los secretos familiares.

-¿Y pudiste entenderlos y reconciliarte?

-Sí, aunque mi mamá falleció al poco tiempo; ya estaba enferma del corazón. Me pidió disculpas por no habérmelo dicho antes. Y mi papá falleció el 26 de enero del 2020, que es el día de la República de la India. Pude venir a despedirlo. Me había ido hacía diez días y volví cuando su esposa me llamó para decirme que estaba en terapia intensiva.

-¿Es verdad que tuviste una manifestación de tu papá luego de fallecido?

-Sí, fue impresionante. Recibí un mensaje de mi papá, muy privado y bonito, una especie de bendición; algo que pensé que había hecho mal y él me dijo que había hecho bien. Y lo recibí por tres.

-¿Cómo es eso?

-Porque lo sentí yo… Después me lo dijo la chica que viajó conmigo, que se le había aparecido mi papá con ese mensaje; y finalmente me dijo exactamente lo mismo un médium con quien me contacté. Después de eso, no le tengo miedo a la muerte.

-¿Llegaste a conocer a tu familia biológica?

-No, y ya lo solté. Me vendieron cuando nací y sé que fue un médico conocido de zona Norte. Pero no sé quién fue mi madre biológica. Nunca nadie se me acercó, con seriedad; guardo el nombre de este médico como llave para saber quien soy. Es mi última herramienta y la esperanza de que suceda está, pero no es algo que me obsesione.

-Te quedan unos meses en Buenos Aires, ¿tenés planes?

-Sí, estoy haciendo la sucesión con la viuda de mi papá. Estamos viviendo juntas; ella rehizo su vida porque es menor que yo. A las dos nos gusta cocinar y la pasamos bien. Me estoy haciendo mi casita abajo y ella arriba. Y quiero jubilarme.

Hace 12 años, Daisy May Queen quiso vivir la experiencia de pasar un tiempo en la India. No sabía si iba a ser mucho o poco, pero desafió a quienes decían que a los seis meses estaría de vuelta, asustada, y se instaló en Rishikesh, una pequeña ciudad que es la puerta hacia el Himalaya. Decidió que allí tiene todo lo que necesita y vive feliz, y aunque al principio estuvo mucho tiempo sin venir a la Argentina porque quería afianzarse, a medida que fue pasando el tiempo empezó a viajar con más frecuencia.

Ahora está en Buenos Aires y se quedará hasta después de su cumpleaños, en septiembre, porque está haciendo la sucesión luego de la muerte de su padre, y también porque cumple 60 y la ilusiona iniciar los trámites de su jubilación. En una charla con LA NACION, la locutora y conductora cuenta cómo es su vida en la India, dice que allí tiene a su familia elegida, se sincera sobre cuánto le costó que sus padres le contaran que era adoptada y asegura que todavía guarda alguna esperanza de conocer a su familia biológica.

-¿Seguís teniendo la pastelería vegana en Rishikesh?

-La pastelería vegana sigue, pero yo ya no tengo nada que ver aunque sigo siendo el factótum y les doy recetas, los ayudo, les enseño. Es maravilloso verlos trabajar.

-Alguna vez dijiste que sentís a quienes fueron tus compañeros de trabajo como tus hijos, ¿por qué?

-Si, más específicamente Bablu, que dirige todo ahora. Yo lo conocí cuando recién llegué a India y quería ser militar y ahora es un pastelero vegano y tiene un emprendimiento gastronómico al que le va muy bien. Empezamos trabajando juntos y nos encariñamos y nos hicimos familia. Y también tengo un hermano elegido que se llama Ajay, a quien conocí trabajando en un lugar que se llamaba The Juice House, adonde yo iba a comer ensalada de frutas. Teníamos una historia parecida, pasamos el mismo dolor, el mismo karma y nos hicimos muy amigos; me ayudó a buscar un lugar donde vivir, a establecerme. Ahora es uno de los profesores de yoga más reconocidos de Rishikesh. Todos crecieron y yo también.

-¿Cómo es tu vida allá?

-Muy tranquila y trato de que cada día sea más tranquila. Vivo sola, y amo la cultura india, pero no me puedo acostumbrar a vivir con la familia en la misma casa. Viví más años sola que acompañada y uno se enamora de esa soledad. Me levanto muy temprano, a veces a las 5 de la mañana, otras veces duermo mucho. Medito un poco a la mañana y a la noche hago yin yoga, que es yoga con meditación y trabaja los meridianos de nuestro cuerpo. Hago también un poco de actividad física porque tengo Hashimoto, que es una enfermedad autoinmune que afecta a la tiroides y perdés el pelo, engordás, te ponés de mal humor. Y hay que controlarlo con paz y una dieta anti inflamatoria. Entonces yo soy vegana desde hace muchos años y ahora también sigo una dieta anti inflamatoria (risas); cada vez se complica más la cosa. Estoy bien ahora; en un momento engordé mucho, pero con esta rutina bajé diez kilos y encontré un equilibro. Me cocino yo desde cero y me hago mi leche vegetal, hago la compra de lo que voy a consumir ese día.

A punto de cumplir los 60, la locutora y presentadora se encuentra en el país a la espera poder jubilarse

-¿Trabajás?

-Sí, para dos empresas, una india y otra argentina, y acompaño a grupos de turistas. Ya no trabajo full time ni viajo por toda la India, solamente los recibo en Rishikesh porque una de las cosas que me hacía muy mal era no poder seleccionar mis alimentos, caminar demasiado. Es menos dinero, pero más felicidad. Y tengo propiedades en Argentina y las alquilo. Ahora quiero jubilarme; en septiembre cumplo los 60.

-¿Qué pasó con la locutora?

-Sigo haciendo trabajos de locución, pero para mí, en mi canal de YouTube y en el que hablo sobre la India. Y despunto el vicio. Mi amigo La Faraona [Martín Cirio] me dice que no imposte tanto la voz [risas], que lo haga más natural. Y me sale voz de locutora porque es lo que hice toda la vida. Cuando hago off me sale esa voz de FM. Si le hablo a la cámara, soy más coloquial.

-¿Qué recuerdos tenés de esos años de tanto trabajo en las radios más escuchadas del país?

-Los mejores. Mi último trabajo fue en Vale con Curiosa noche. Fue una época hermosa; arranqué en radios zonales donde conocí a Guillermo Arduino, que después trabajó en CNN; estuve con Baby Etchecopar que recién empezaba con El ángel de la medianoche en San Isidro; con Leo Rosenwasser, que en paz descanse. Tuve compañeros muy grosos como Karin Cohen, Gabriela Radice, Adrián Noriega.

-¿Extrañás?

-No, porque todo está cambiando de una manera tan vertiginosa que yo no me siento capaz. Y si no podés hacer un buen trabajo, no lo hagas. Me parece que mi capacidad de cambio no va tan rápido como se necesita. Creo que si hoy empezara mi carrera, no estaría en una radio sino en un streaming porque es el lugar que está abierto y disponible, lo mismo que en mi época estaban las radios truchas.

-¿En las radios zonales nació Daisy May Queen?

-Sí, por amor a Queen y a Brian May (risas). Me llamo Marcela, pero nunca quise que nadie se enterara. Lo curioso es que en India tienen dos nombres y el que usan no es el que está en el documento porque recién a los veinte días de nacido se le pone nombre formal al niño; el astrólogo tiene que ver dónde están los astros ese día y de acuerdo a eso le ponen el nombre que necesita para tener suerte en la vida. En India, cada familia tiene un astrólogo, y la carrera se estudia en la universidad. Siempre fui india (risas). Y me decían Daisy desde chiquita porque camino como una pata, 10 y 10 (risas). Y Daisy era la novia del Pato Donald.

-¿Por qué te fuiste a India?

-Quería vivir esa experiencia. No fui con ninguna expectativa, pero todos creían que iba a volverme a los seis meses, corriendo y asustada. Y no fue así. Estaba en el mejor momento de mi carrera, conduciendo mi propio programa, trabajando en Quiero, en Volver, en Telefe. Rishikesh es un lugar en el que la paso genial, una ciudad sagrada, con un río maravilloso en las montañas del Himalaya, está prohibida la carne, los huevos, vive gente fascinantemente simpática. No digo que es mi lugar en el mundo porque no creo que eso exista, como tampoco las almas gemelas. Mi lugar en el mundo es el estoy tranquila y feliz.

-¿Ya eras vegana cuando te fuiste?

-Sí, me fui a India vegana y antes era vegetariana. Y no lo elegí por salud sino por respeto a la vida de los demás seres vivos.

-¿Fue fácil insertarte en esa sociedad, entonces?

-En algún momento me di cuenta de que nunca iba a poder ser india, bajo ningún concepto. Porque el indio es muy amable y simpático y amoroso, la gente con mejor corazón que conocí en la vida, pero marcan un limite entre su cultura y la tuya y ese límite no se puede traspasar. Y por mi color de piel, mi color de pelo que ahora es blanco, aunque a ellos le parece rubio, no puedo ser india ni aunque me case con un indio y tenga un hijo indio; siempre voy a ser extranjera. Y no es por mandarme la parte, pero sé de mitología india mucho más que muchos indios. Hay dos cosas que me apasionan, la mitología y la India.

-¿Sos creyente?

Soy agnóstica completamente. Aunque tengo simpatía por determinados dioses, como por ejemplo toda la familia de Shiva, y me encanta Ganesha, Kali, Durga. Mi cerebrito es demasiado chiquito para entender qué es el creador. Nací en una familia cristiana y me bautizaron, pero estoy lejos de toda religión. Me apasiona saber de todas. Y el hinduismo me parece tan bello estética y filosóficamente; la sabiduría está ahí, y no por nada los hombres y mujeres buscadoras han ido a India. Dicen que hasta Jesús fue a buscar sabiduría y conocimiento.

-¿Te enamoraste en India?

-No. Tengo la libido puesta en otro lado hace muchos años. No le doy mucho peso al enamoramiento, sinceramente. Porque es una cuestión meramente reproductiva; el amor es otra cosa. El único indio que me tiene enamorada todavía es Freddie Mercury (risas).

-Muchas veces contaste que de grande te enteraste que eras adoptada. Casi a tus 60 años, ¿cuál es tu mirada sobre tu historia?

-Me costó mucho superar el hecho de que mis padres nunca me contaran la verdad. Me lo negaron siempre, aunque yo pedía que me lo contaran. Tenía 40 años cuando lo supe y fue una liberación. Mi mamá no querría contármelo por miedo a que no la quisiera. Fue difícil de superar porque siempre lo supe; sentía que no pertenecía a esa familia. Creo que a todos los adoptados nos pasa eso. Me sentía ajena, que ocupaba un lugar que no me correspondía. Hasta que finalmente me confirmaron lo que sentía. Llevaba un peso tremendo que se liberó. Yo tenía razón. Y en la familia lo sabían todos menos yo. No tengan secretos familiares porque superarlo lleva años de terapia. Hice de todo para sacarme ese peso de encima y lo único que me lo sacó fue la confirmación de lo que sospechaba y sentía. No están buenos los secretos familiares.

-¿Y pudiste entenderlos y reconciliarte?

-Sí, aunque mi mamá falleció al poco tiempo; ya estaba enferma del corazón. Me pidió disculpas por no habérmelo dicho antes. Y mi papá falleció el 26 de enero del 2020, que es el día de la República de la India. Pude venir a despedirlo. Me había ido hacía diez días y volví cuando su esposa me llamó para decirme que estaba en terapia intensiva.

-¿Es verdad que tuviste una manifestación de tu papá luego de fallecido?

-Sí, fue impresionante. Recibí un mensaje de mi papá, muy privado y bonito, una especie de bendición; algo que pensé que había hecho mal y él me dijo que había hecho bien. Y lo recibí por tres.

-¿Cómo es eso?

-Porque lo sentí yo… Después me lo dijo la chica que viajó conmigo, que se le había aparecido mi papá con ese mensaje; y finalmente me dijo exactamente lo mismo un médium con quien me contacté. Después de eso, no le tengo miedo a la muerte.

-¿Llegaste a conocer a tu familia biológica?

-No, y ya lo solté. Me vendieron cuando nací y sé que fue un médico conocido de zona Norte. Pero no sé quién fue mi madre biológica. Nunca nadie se me acercó, con seriedad; guardo el nombre de este médico como llave para saber quien soy. Es mi última herramienta y la esperanza de que suceda está, pero no es algo que me obsesione.

-Te quedan unos meses en Buenos Aires, ¿tenés planes?

-Sí, estoy haciendo la sucesión con la viuda de mi papá. Estamos viviendo juntas; ella rehizo su vida porque es menor que yo. A las dos nos gusta cocinar y la pasamos bien. Me estoy haciendo mi casita abajo y ella arriba. Y quiero jubilarme.

 Se fue a vivir a India hace 12 años y allí encontró a su familia elegida; cómo es su día a día y el mensaje que le dejó su padre que le hizo perderle el miedo a la muerte  LA NACION

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