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El manual libertario para sacar el mayor provecho en octubre

La estela del triunfo libertario en las elecciones porteñas llegó hasta asuntos menos brillantes que el hecho de plantar bandera en el territorio de otro. Horas después, el presidente de Pro en Diputados, Cristian Ritondo, confirmó en público que su partido no acompañaría el miércoles último el intento de la oposición para aumentar las jubilaciones. Toda una señal de unidad entre partidos que horas antes se decían cualquier cosa.

Ritondo tiene una relación personal con Javier Milei desde que el Presidente estaba en la Cámara baja. Figura entre los más insistentes para cerrar un acuerdo electoral en la provincia de Buenos Aires y suele sacarse fotos con Karina Milei para mostrarlo.

Su confirmación con respecto al tema jubilatorio tiene más ramificaciones de lo que muestra a primera vista. No solo anticipó temprano que no convertirán el enojo por la derrota porteña en venganza contra los ganadores, algo que terminó de quedar en claro en una reunión entre ambos el pasado jueves, sino que les envió a los actores económicos la señal de que el Gobierno cuenta con los fundamentos legislativos que lo trajeron hasta acá.

La cuestión jubilatoria es, además, angular en la conformación de la personalidad libertaria. En los momentos de mayores dudas durante el año pasado, cuando la oposición quería imponer su agenda legislativa y algunos sectores estaban muy atravesados por los problemas del ajuste, Milei cerró filas con su ministro de Economía, Luis Caputo, para esquivar un aumento previsional pese a que algunos colaboradores del gabinete le sugerían ceder. Fue un paso más en la construcción de la simbiosis entre ambos.

El partido de Mauricio Macri dará más pruebas de alineamiento en las próximas semanas. Por su trabajo en la FIFA y la buena relación con Qatar, Macri consiguió que ese país les pague pasajes y viáticos a siete startups argentinas instaladas en la ciudad de Buenos Aires. La comitiva estará liderada por Hernán Lombardi, ministro de Desarrollo Económico porteño. Subió al avión a Augusto Ardiles, un joven Pro especializado en temas económicos a quien reclutó de las filas del gobierno nacional (su último trabajo había sido en la dirección del banco público BICE) para convertirlo en su subsecretario.

Ardiles tiene algunas particularidades. Su primer empleo importante en la función pública se lo dio Federico Sturzenegger (ministro de Desregulación) cuando era presidente del Banco Central. Desde ese momento, ambos mantuvieron un diálogo frecuente estando adentro o afuera de la política.

A pedido de Lombardi, Ardiles trabaja ahora en la reestructuración del ministerio porteño mediante una aplicación propia de ideas de desregulación sobre las que suele hablar Sturzenegger y entusiasman al propio Javier Milei. Terminarán de definirlo en Qatar y podría haber anuncios a principios del mes próximo.

La Casa Rosada le saca rédito al empuje electoral. Saldada la disputa en la Ciudad, Milei tiene cada vez más garantías para mostrar que a las cuentas públicas les sobrará algo de dinero cada mes. Eso repercutirá positivamente en la tendencia a la baja de la inflación, mientras algunos de sus sueños políticos empiezan a cumplirse en la práctica.

La gimnasia precompetitiva camino a la dolarización endógena arrancó antes de los anuncios de esta semana. El sistema tiene cada vez más dólares y los bancos deben prestarlos si es que no quieren perder dinero. La respuesta a eso es el aumento de los créditos en esa moneda. Hoy superan los US$15.000 millones. Es necesario buscar al final de la presidencia de Mauricio Macri para encontrar una cifra similar.

La primera etapa tiene como figuras principales a los exportadores y a las grandes empresas, pero sería un error pensar que esa es la costa de la ola dolarizadora. Algunos indicios muestran que los ciudadanos están perdiendo el cuidado que tuvieron en otras administraciones para usar sus dólares al momento de comprar y pagar.

En los primeros cuatro meses del año, las transferencias en dólares se cuadruplicaron, según datos de la compensadora de pagos Coelsa, y cada vez más bancos ofrecen pagarles un interés a los depositantes que dejan dólares en sus cuentas.

En ningún caso se trata de los más de US$200.000 millones que los argentinos tienen debajo del colchón, según distintas estimaciones, y el Gobierno sueña con que los vuelquen a la economía real. Pero empezaron a darle dinamismo a un engranaje que la Casa Rosada espera que acelere con las próximas medidas.

Hay un triunfo semántico del equipo económico en el terreno cambiario. Mientras que los dólares fueron sinónimo de problemas para los Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, Javier Milei parece haberlos colocado del lado de las soluciones. Es una rareza para la narrativa económica tradicional de la Argentina.

Un grupo de banqueros visitó hace algunos días a distintos referentes del equipo económico. Entre ellos estaba el secretario de Finanzas, Pablo Quirno. Los banqueros preguntaron por qué el Gobierno no está aprovechando para comprar divisas que apuntalen las reservas del Banco Central y funcionen en el futuro como garantía para defender el valor del peso.

Creen haberse llevado una idea bastante precisa sobre lo que piensa el Gobierno. Para comprar dólares, hacen falta pesos. Expresado de manera esquemática, el equipo económico cree que, si ahora destina recursos a fortalecer las reservas del Banco Central, terminará arrojando pesos a la calle que, al final del día, volverán al dólar. En ese momento, es posible que el Gobierno deba utilizar sus propias divisas para controlar el tipo de cambio. Podría resultarle más costoso y no es un camino que quieran seguir.

El hecho de haber reclutado al dólar como aliado y nadar en la pileta de esos tiburones sin miedo, pese a no tener garantías, tiene un efecto proselitista. Cada vez menos especialistas sostienen que existe atraso cambiario en la Argentina, una discusión que hasta antes de la salida del cepo el Gobierno tenía dificultades para ganar. Eso no quiere decir, sin embargo, que el dólar no esté bajo, algo que tampoco casi nadie discute.

El dólar barato es un gran favor que le está haciendo el Gobierno a la clase media argentina. Lo podrá corroborar quien viaje fuera del país y experimente el hecho de tener una moneda supuestamente fuerte para pasear por el mundo.

Aunque ahora la Casa Rosada potenció el peso con herramientas menos artificiales que en el pasado, el tipo de cambio está estacionado en un nivel muy conveniente en el camino a las elecciones. Es una regla inquebrantable del manual del político argentino: en los años impares, períodos de comicios, el peso tiende a fortalecerse, para luego volver a caer. La rareza de Milei es que ya acumula dos años sosteniendo la tendencia y el ministro de Economía anticipa que hay que despedirse de la Argentina regalada.

Del dólar barato, o del peso fuerte, caen también otras mieles. Es más conveniente importar, entre cuyos efectos está el aumento de la oferta entre la que se puede elegir. El Gobierno profundizó esa situación con otras decisiones.

A principios de esta semana, convalidó una baja de aranceles para reducir el precio final de productos electrónicos. Entre ellos, teléfonos celulares, pero también consolas de videojuegos. Es curioso que se trata de un producto valorado por los más jóvenes, un segmento particularmente permeable a la propuesta política de Milei.

Dólar bajo y caída de aranceles para favorecer la importación son dos patas del intento para bajar la inflación. Y todos juntos suman tres eslabones claves de un combo electoral recomendable para un país como la Argentina, según el comentario de políticos y analistas.

Otro elemento que debe estar en la caja de herramientas que cualquier presidente busca tener antes de ir a la competencia: el florecimiento del crédito. La Argentina es generosa en ejemplos.

Cristina Kirchner llevó al máximo esas posibilidades mediante una paleta multicolor en la que se destacaron los préstamos baratos de la Anses a jubilados, estudiantes y quienes querían tener casa propia. Cobraban un impulso mayor en los años electorales. Y el propio Mauricio Macri reformuló algunas de esas iniciativas para darles más racionalidad. Otra vez, el mayor impulso era en los años impares.

Milei sigue sus propios lineamientos. Tras el piso del año pasado, el crédito atraviesa ahora un momento de ebullición para los parámetros de la Argentina. El mes pasado alcanzó su 13° recuperación mensual consecutiva, con una performance sobresaliente en los préstamos hipotecarios y para bienes durables. Es decir, cada vez más personas tienen acceso a un auto o a una casa, parte de las aspiraciones de la clase media.

La particularidad del gobierno libertario es que no promovió esa recuperación mediante recursos públicos, sino liberando la capacidad de crédito que tienen los bancos privados.

La profundización del vínculo con la clase media argentina se teje también en elementos casi invisibles. Algunos se corroboraron esta semana. Caputo anunció que el Estado controlará menos a casi todos los ahorristas. Ya no recibirán la incómoda notificación de la exAFIP avisando que el organismo detectó inconsistencias en sus tarjetas de crédito, como ocurría hasta hace poco. Tampoco se llenarán de dudas cuando hagan una transferencia en dólares. Son cambios que pueden tener efectos positivos en el estado de ánimo cotidiano de profesionales, empleados con salarios medios y altos y pymes. Sobre todo, por la comparación con el pasado reciente.

Los resultados electorales sirven para consolidar ideas, lealtades y conductas. Es una buena noticia para el Gobierno en momentos en que su plan de ajuste comenzó otra vez a despertar conversaciones entre polos opuestos. A tal punto que se reactivó la actividad del grupo de WhatsApp que reúne a todos los gobernadores del país. Ocurrió a propósito de un documento que estima una caída de $2,5 billones en las transferencias automáticas a las provincias este año por coparticipación de impuestos. Es lo contrario a lo que anticipaba el Gobierno. La Casa Rosada les había sugerido que por el aumento de la actividad económica este año habría más para repartir.

Hay, incluso, charlas discretas por el mismo tema entre los gobernadores reunidos bajo el extinto sello de Juntos por el Cambio, que en muchos casos quieren hacer campaña con Milei. Volvieron al Zoom el miércoles pasado por la tarde. Los cuadrados en las pantallas mostraban las caras de Marcelo Orrego (San Juan), Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Leandro Zdero (Chaco), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Claudio Poggi (San Luis) y Gustavo Valdés (Corrientes).

Propios y ajenos buscarán caminos legislativos para resolver esa falta de dinero a través de la posible coparticipación del impuesto al cheque o la distribución del gravamen a los combustibles. Frente a esa incipiente amenaza, adquiere un valor adicional la revivida unión política entre los que hasta hace siete días competían.

La estela del triunfo libertario en las elecciones porteñas llegó hasta asuntos menos brillantes que el hecho de plantar bandera en el territorio de otro. Horas después, el presidente de Pro en Diputados, Cristian Ritondo, confirmó en público que su partido no acompañaría el miércoles último el intento de la oposición para aumentar las jubilaciones. Toda una señal de unidad entre partidos que horas antes se decían cualquier cosa.

Ritondo tiene una relación personal con Javier Milei desde que el Presidente estaba en la Cámara baja. Figura entre los más insistentes para cerrar un acuerdo electoral en la provincia de Buenos Aires y suele sacarse fotos con Karina Milei para mostrarlo.

Su confirmación con respecto al tema jubilatorio tiene más ramificaciones de lo que muestra a primera vista. No solo anticipó temprano que no convertirán el enojo por la derrota porteña en venganza contra los ganadores, algo que terminó de quedar en claro en una reunión entre ambos el pasado jueves, sino que les envió a los actores económicos la señal de que el Gobierno cuenta con los fundamentos legislativos que lo trajeron hasta acá.

La cuestión jubilatoria es, además, angular en la conformación de la personalidad libertaria. En los momentos de mayores dudas durante el año pasado, cuando la oposición quería imponer su agenda legislativa y algunos sectores estaban muy atravesados por los problemas del ajuste, Milei cerró filas con su ministro de Economía, Luis Caputo, para esquivar un aumento previsional pese a que algunos colaboradores del gabinete le sugerían ceder. Fue un paso más en la construcción de la simbiosis entre ambos.

El partido de Mauricio Macri dará más pruebas de alineamiento en las próximas semanas. Por su trabajo en la FIFA y la buena relación con Qatar, Macri consiguió que ese país les pague pasajes y viáticos a siete startups argentinas instaladas en la ciudad de Buenos Aires. La comitiva estará liderada por Hernán Lombardi, ministro de Desarrollo Económico porteño. Subió al avión a Augusto Ardiles, un joven Pro especializado en temas económicos a quien reclutó de las filas del gobierno nacional (su último trabajo había sido en la dirección del banco público BICE) para convertirlo en su subsecretario.

Ardiles tiene algunas particularidades. Su primer empleo importante en la función pública se lo dio Federico Sturzenegger (ministro de Desregulación) cuando era presidente del Banco Central. Desde ese momento, ambos mantuvieron un diálogo frecuente estando adentro o afuera de la política.

A pedido de Lombardi, Ardiles trabaja ahora en la reestructuración del ministerio porteño mediante una aplicación propia de ideas de desregulación sobre las que suele hablar Sturzenegger y entusiasman al propio Javier Milei. Terminarán de definirlo en Qatar y podría haber anuncios a principios del mes próximo.

La Casa Rosada le saca rédito al empuje electoral. Saldada la disputa en la Ciudad, Milei tiene cada vez más garantías para mostrar que a las cuentas públicas les sobrará algo de dinero cada mes. Eso repercutirá positivamente en la tendencia a la baja de la inflación, mientras algunos de sus sueños políticos empiezan a cumplirse en la práctica.

La gimnasia precompetitiva camino a la dolarización endógena arrancó antes de los anuncios de esta semana. El sistema tiene cada vez más dólares y los bancos deben prestarlos si es que no quieren perder dinero. La respuesta a eso es el aumento de los créditos en esa moneda. Hoy superan los US$15.000 millones. Es necesario buscar al final de la presidencia de Mauricio Macri para encontrar una cifra similar.

La primera etapa tiene como figuras principales a los exportadores y a las grandes empresas, pero sería un error pensar que esa es la costa de la ola dolarizadora. Algunos indicios muestran que los ciudadanos están perdiendo el cuidado que tuvieron en otras administraciones para usar sus dólares al momento de comprar y pagar.

En los primeros cuatro meses del año, las transferencias en dólares se cuadruplicaron, según datos de la compensadora de pagos Coelsa, y cada vez más bancos ofrecen pagarles un interés a los depositantes que dejan dólares en sus cuentas.

En ningún caso se trata de los más de US$200.000 millones que los argentinos tienen debajo del colchón, según distintas estimaciones, y el Gobierno sueña con que los vuelquen a la economía real. Pero empezaron a darle dinamismo a un engranaje que la Casa Rosada espera que acelere con las próximas medidas.

Hay un triunfo semántico del equipo económico en el terreno cambiario. Mientras que los dólares fueron sinónimo de problemas para los Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, Javier Milei parece haberlos colocado del lado de las soluciones. Es una rareza para la narrativa económica tradicional de la Argentina.

Un grupo de banqueros visitó hace algunos días a distintos referentes del equipo económico. Entre ellos estaba el secretario de Finanzas, Pablo Quirno. Los banqueros preguntaron por qué el Gobierno no está aprovechando para comprar divisas que apuntalen las reservas del Banco Central y funcionen en el futuro como garantía para defender el valor del peso.

Creen haberse llevado una idea bastante precisa sobre lo que piensa el Gobierno. Para comprar dólares, hacen falta pesos. Expresado de manera esquemática, el equipo económico cree que, si ahora destina recursos a fortalecer las reservas del Banco Central, terminará arrojando pesos a la calle que, al final del día, volverán al dólar. En ese momento, es posible que el Gobierno deba utilizar sus propias divisas para controlar el tipo de cambio. Podría resultarle más costoso y no es un camino que quieran seguir.

El hecho de haber reclutado al dólar como aliado y nadar en la pileta de esos tiburones sin miedo, pese a no tener garantías, tiene un efecto proselitista. Cada vez menos especialistas sostienen que existe atraso cambiario en la Argentina, una discusión que hasta antes de la salida del cepo el Gobierno tenía dificultades para ganar. Eso no quiere decir, sin embargo, que el dólar no esté bajo, algo que tampoco casi nadie discute.

El dólar barato es un gran favor que le está haciendo el Gobierno a la clase media argentina. Lo podrá corroborar quien viaje fuera del país y experimente el hecho de tener una moneda supuestamente fuerte para pasear por el mundo.

Aunque ahora la Casa Rosada potenció el peso con herramientas menos artificiales que en el pasado, el tipo de cambio está estacionado en un nivel muy conveniente en el camino a las elecciones. Es una regla inquebrantable del manual del político argentino: en los años impares, períodos de comicios, el peso tiende a fortalecerse, para luego volver a caer. La rareza de Milei es que ya acumula dos años sosteniendo la tendencia y el ministro de Economía anticipa que hay que despedirse de la Argentina regalada.

Del dólar barato, o del peso fuerte, caen también otras mieles. Es más conveniente importar, entre cuyos efectos está el aumento de la oferta entre la que se puede elegir. El Gobierno profundizó esa situación con otras decisiones.

A principios de esta semana, convalidó una baja de aranceles para reducir el precio final de productos electrónicos. Entre ellos, teléfonos celulares, pero también consolas de videojuegos. Es curioso que se trata de un producto valorado por los más jóvenes, un segmento particularmente permeable a la propuesta política de Milei.

Dólar bajo y caída de aranceles para favorecer la importación son dos patas del intento para bajar la inflación. Y todos juntos suman tres eslabones claves de un combo electoral recomendable para un país como la Argentina, según el comentario de políticos y analistas.

Otro elemento que debe estar en la caja de herramientas que cualquier presidente busca tener antes de ir a la competencia: el florecimiento del crédito. La Argentina es generosa en ejemplos.

Cristina Kirchner llevó al máximo esas posibilidades mediante una paleta multicolor en la que se destacaron los préstamos baratos de la Anses a jubilados, estudiantes y quienes querían tener casa propia. Cobraban un impulso mayor en los años electorales. Y el propio Mauricio Macri reformuló algunas de esas iniciativas para darles más racionalidad. Otra vez, el mayor impulso era en los años impares.

Milei sigue sus propios lineamientos. Tras el piso del año pasado, el crédito atraviesa ahora un momento de ebullición para los parámetros de la Argentina. El mes pasado alcanzó su 13° recuperación mensual consecutiva, con una performance sobresaliente en los préstamos hipotecarios y para bienes durables. Es decir, cada vez más personas tienen acceso a un auto o a una casa, parte de las aspiraciones de la clase media.

La particularidad del gobierno libertario es que no promovió esa recuperación mediante recursos públicos, sino liberando la capacidad de crédito que tienen los bancos privados.

La profundización del vínculo con la clase media argentina se teje también en elementos casi invisibles. Algunos se corroboraron esta semana. Caputo anunció que el Estado controlará menos a casi todos los ahorristas. Ya no recibirán la incómoda notificación de la exAFIP avisando que el organismo detectó inconsistencias en sus tarjetas de crédito, como ocurría hasta hace poco. Tampoco se llenarán de dudas cuando hagan una transferencia en dólares. Son cambios que pueden tener efectos positivos en el estado de ánimo cotidiano de profesionales, empleados con salarios medios y altos y pymes. Sobre todo, por la comparación con el pasado reciente.

Los resultados electorales sirven para consolidar ideas, lealtades y conductas. Es una buena noticia para el Gobierno en momentos en que su plan de ajuste comenzó otra vez a despertar conversaciones entre polos opuestos. A tal punto que se reactivó la actividad del grupo de WhatsApp que reúne a todos los gobernadores del país. Ocurrió a propósito de un documento que estima una caída de $2,5 billones en las transferencias automáticas a las provincias este año por coparticipación de impuestos. Es lo contrario a lo que anticipaba el Gobierno. La Casa Rosada les había sugerido que por el aumento de la actividad económica este año habría más para repartir.

Hay, incluso, charlas discretas por el mismo tema entre los gobernadores reunidos bajo el extinto sello de Juntos por el Cambio, que en muchos casos quieren hacer campaña con Milei. Volvieron al Zoom el miércoles pasado por la tarde. Los cuadrados en las pantallas mostraban las caras de Marcelo Orrego (San Juan), Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Leandro Zdero (Chaco), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Claudio Poggi (San Luis) y Gustavo Valdés (Corrientes).

Propios y ajenos buscarán caminos legislativos para resolver esa falta de dinero a través de la posible coparticipación del impuesto al cheque o la distribución del gravamen a los combustibles. Frente a esa incipiente amenaza, adquiere un valor adicional la revivida unión política entre los que hasta hace siete días competían.

 La economía se reconfigura hacia un combo que suele dar resultados electorales; se reactivó el grupo de WhatsApp de gobernadores con un reclamo por mayores recursos  LA NACION

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