Lo encontró a dos cuadras de su casa, recorrieron juntos todo el país y ahora se despiden

Un dejo de melancolía, cierta resignación se desprenden de las palabras de Laura cuando confirma que éste será el último viaje de Revo, el Mehari modelo 1973 con el que hace 17 años transita las rutas de Sudamérica. Han vivido experiencias de todo tipo, más de las buenas que de las malas, pero la máquina está fatigada y ella trasluce el cansancio lógico de tener que lidiar con una ininterrumpida sucesión de roturas.
En sus redes sociales Laura Ferri se encarga de subrayar que no es una aventurera del camino sino que se construyó como aventurera. Y que el proceso llevó mucho tiempo, meditación y la inevitable necesidad de revolver dentro de sí misma para saber quién era y qué era lo que quería de la vida.
Todo empezó en Necochea, su ciudad. “Yo estaba buscando un autito porque en ese momento estaba haciendo otra carrera en Mar del Plata y mis hijos estaban estudiando en La Plata. Eran 125 kilómetros que tenia que recorrer y quería un autito para ir y venir. El presupuesto me daba para un Renault 12 o un Dodge, pero había que hacerles mucho. Y pensé: si a mí me gustó toda la vida el Mehari. Entonces lo empecé a buscar y después de mucho tiempo lo encontré, o el me encontró a mí, a dos cuadras de mi casa”, en el centro necochense.
Tiempo después renunció a su cargo en la Dirección de Escuelas y se lanzó al camino. “Empecé viajando para huir y luego seguí viajando para vivir”, confiesa Laura mientras desayuna mate con chipá en Jardín América, Misiones. En pocos minutos pondrá en contacto el motor, tirará de la palanca de arranque y Revo cobrará vida –lo bautizó El Revolucionario porque es rojo y negro, y ella nació en el ’59, año del triunfo de la revolución cubana- para volver a rodar, una vez más.
Estima que juntos han recorrido más de 200.000 kilómetros. “Tiene 18 años conmigo y hemos andado por las rutas durante 17. Me he desprendido de todo lo material y vivo con lo necesario”, remarca. El mensaje que brinda es claro: todos lo pueden hacer, sólo falta decisión y coraje.
Hoja de ruta
Laura y Revo se fijan objetivos pero viajan en espiral, haciendo firuletes. Camino que gusta, camino que transitan. Hace un puñado de años conoció a Olga, circunstancial copiloto, y juntas trazaron el plan de viajar hasta Alaska. Pero la vida da sorpresas y la misión mutó hacia una meta más sencilla pero igualmente noble. Tras visitar Chaco y Formosa, Revo acaba de dejar su huella en las 23 provincias argentinas.
La preparación del viaje llevó tiempo. Más de lo deseado. Revo estuvo parado durante dos años en los cuales fue desarmado por completo. Los mecánicos le hicieron el motor dos veces, “y en una lo hicieron mal”, acota Laura. También se le agregaron semiejes con homocinética. Pese a que salió casi como nuevo del taller, la estructura del Mehari empezó a crujir más temprano que tarde. Apto para transitar trazados urbanos, la ruta se le volvió un auténtico desafío.
En esta aventura rompió cubiertas, arranque, el cable del embrague y el sistema eléctrico se manifestó a partir de un inesperado chisporroteo. “En este viaje se empezaron a romper cosas que no se habían roto nunca. Pero todos los inconvenientes tienen una solución. La gente siempre da una mano. A veces los mecánicos me regalan el trabajo, otras veces un repuesto”, cuenta Laura.
Durante el lapso de preparación aprovechó también para adaptar el vehículo y transformarlo en vivienda. Entre otras cosas, cuenta con una lona triple con capa aislante que le permite evitar el frío cuando duerme en la parte trasera del Mehari o, como le ocurrió hace poco en Uruguay, soportar largas jornadas bajo la lluvia sin que ingrese el agua.
En sus primeras salidas solía alojarse en algún hotel barato o en hostels, pero una vez convertido el Mehari en algo así como un motorhome liliputiense, todo cambió. Lleva como parte de su liviano equipaje una garrafa con hornalla, ollas, vajillas, cosas de limpieza y ropa. En las paradas teje y vende algunas de sus artesanías.
En febrero, cuando todo estuvo listo, Laura y Revo salieron desde Necochea hacia Gobernador Crespo, el pueblo de la provincia de Santa Fe adonde los esperaba Olga. Nuevamente juntas, iniciaron un periplo que las llevó a Uruguay. Allí visitaron pueblos a orillas del río marrón y disfrutaron del aire salitroso en puertos de mar.
Luego Laura siguió sola. Bordeó la costa hacia el norte hasta Rivera. Pasó a Brasil y reingresó a la Argentina por Paso de la Patria, Corrientes. De allí marchó a Misiones, “una provincia de gente muy amable”, donde se quedó un puñado de días para conocer y, además, visitar mecánicos varios que la ayudaron a recomponer a Revo, que llegó algo estropeado por las andanzas.
Viajar implica un proceso de aprendizaje del cual Laura no estuvo exenta. “Al principio llevaba de todo tipo de repuestos, pero se rompía lo que no tenía. Igual que herramientas, llevaba de todo. Y después ninguna servía. Entonces dejé de llevar porque todo se resuelve y todo se consigue. Me han pasado las cosas más insólitas. He conseguido piezas en lugares adonde no hay Citroën”, detalla.
Revo tiene un motor de 600 centímetros cúbicos y un tanque de nafta de 30 litros que nunca se completa porque sino la máquina se ahoga. Aunque puede alcanzar una velocidad en ruta de 80 kilómetros por hora, Laura no lo pone a más de 60. De allí que en la parte trasera del Mehari haya pegado una calcomanía que dice ‘Lento’. Entre risas reconoce que sólo rebasa a las cosechadoras y algún que otro camión con acoplado. Posee, además, un sistema de frenos a campana y una suspensión que, según su dueña, envidian las 4×4.
Jubilación
El mapa de Revo tiene algunos puntos en rojo. Luego de haber visitado Chaco y Formosa, cruzará a Paraguay y de allí pondrá proa hacia Río de Janeiro. Esa, tal vez, sea su última estación. “La jubilación de Revo no tiene fecha en el calendario pero ya me estoy cansando un poco. Cuando finalice esto voy a seguir viajando sola, de otra manera”, argumenta Laura.
Revo se jubila pero no se vende. “Probablemente se lo deje a mi hijo, que es instructor de navegación a vela en La Plata y lo necesita –acota-. No lo puedo vender”. El Mehari modelo 1973 que tantas sendas ha recorrido –incluye viajes a Perú, Bolivia y la Ruta 40 completa hasta Ushuaia- volverá a ser un autito urbano a partir de junio. Orgulloso, lucirá en las diagonales platenses las calcomanías de los destinos visitados y sus cicatrices de viejo guerrero del camino.
Un dejo de melancolía, cierta resignación se desprenden de las palabras de Laura cuando confirma que éste será el último viaje de Revo, el Mehari modelo 1973 con el que hace 17 años transita las rutas de Sudamérica. Han vivido experiencias de todo tipo, más de las buenas que de las malas, pero la máquina está fatigada y ella trasluce el cansancio lógico de tener que lidiar con una ininterrumpida sucesión de roturas.
En sus redes sociales Laura Ferri se encarga de subrayar que no es una aventurera del camino sino que se construyó como aventurera. Y que el proceso llevó mucho tiempo, meditación y la inevitable necesidad de revolver dentro de sí misma para saber quién era y qué era lo que quería de la vida.
Todo empezó en Necochea, su ciudad. “Yo estaba buscando un autito porque en ese momento estaba haciendo otra carrera en Mar del Plata y mis hijos estaban estudiando en La Plata. Eran 125 kilómetros que tenia que recorrer y quería un autito para ir y venir. El presupuesto me daba para un Renault 12 o un Dodge, pero había que hacerles mucho. Y pensé: si a mí me gustó toda la vida el Mehari. Entonces lo empecé a buscar y después de mucho tiempo lo encontré, o el me encontró a mí, a dos cuadras de mi casa”, en el centro necochense.
Tiempo después renunció a su cargo en la Dirección de Escuelas y se lanzó al camino. “Empecé viajando para huir y luego seguí viajando para vivir”, confiesa Laura mientras desayuna mate con chipá en Jardín América, Misiones. En pocos minutos pondrá en contacto el motor, tirará de la palanca de arranque y Revo cobrará vida –lo bautizó El Revolucionario porque es rojo y negro, y ella nació en el ’59, año del triunfo de la revolución cubana- para volver a rodar, una vez más.
Estima que juntos han recorrido más de 200.000 kilómetros. “Tiene 18 años conmigo y hemos andado por las rutas durante 17. Me he desprendido de todo lo material y vivo con lo necesario”, remarca. El mensaje que brinda es claro: todos lo pueden hacer, sólo falta decisión y coraje.
Hoja de ruta
Laura y Revo se fijan objetivos pero viajan en espiral, haciendo firuletes. Camino que gusta, camino que transitan. Hace un puñado de años conoció a Olga, circunstancial copiloto, y juntas trazaron el plan de viajar hasta Alaska. Pero la vida da sorpresas y la misión mutó hacia una meta más sencilla pero igualmente noble. Tras visitar Chaco y Formosa, Revo acaba de dejar su huella en las 23 provincias argentinas.
La preparación del viaje llevó tiempo. Más de lo deseado. Revo estuvo parado durante dos años en los cuales fue desarmado por completo. Los mecánicos le hicieron el motor dos veces, “y en una lo hicieron mal”, acota Laura. También se le agregaron semiejes con homocinética. Pese a que salió casi como nuevo del taller, la estructura del Mehari empezó a crujir más temprano que tarde. Apto para transitar trazados urbanos, la ruta se le volvió un auténtico desafío.
En esta aventura rompió cubiertas, arranque, el cable del embrague y el sistema eléctrico se manifestó a partir de un inesperado chisporroteo. “En este viaje se empezaron a romper cosas que no se habían roto nunca. Pero todos los inconvenientes tienen una solución. La gente siempre da una mano. A veces los mecánicos me regalan el trabajo, otras veces un repuesto”, cuenta Laura.
Durante el lapso de preparación aprovechó también para adaptar el vehículo y transformarlo en vivienda. Entre otras cosas, cuenta con una lona triple con capa aislante que le permite evitar el frío cuando duerme en la parte trasera del Mehari o, como le ocurrió hace poco en Uruguay, soportar largas jornadas bajo la lluvia sin que ingrese el agua.
En sus primeras salidas solía alojarse en algún hotel barato o en hostels, pero una vez convertido el Mehari en algo así como un motorhome liliputiense, todo cambió. Lleva como parte de su liviano equipaje una garrafa con hornalla, ollas, vajillas, cosas de limpieza y ropa. En las paradas teje y vende algunas de sus artesanías.
En febrero, cuando todo estuvo listo, Laura y Revo salieron desde Necochea hacia Gobernador Crespo, el pueblo de la provincia de Santa Fe adonde los esperaba Olga. Nuevamente juntas, iniciaron un periplo que las llevó a Uruguay. Allí visitaron pueblos a orillas del río marrón y disfrutaron del aire salitroso en puertos de mar.
Luego Laura siguió sola. Bordeó la costa hacia el norte hasta Rivera. Pasó a Brasil y reingresó a la Argentina por Paso de la Patria, Corrientes. De allí marchó a Misiones, “una provincia de gente muy amable”, donde se quedó un puñado de días para conocer y, además, visitar mecánicos varios que la ayudaron a recomponer a Revo, que llegó algo estropeado por las andanzas.
Viajar implica un proceso de aprendizaje del cual Laura no estuvo exenta. “Al principio llevaba de todo tipo de repuestos, pero se rompía lo que no tenía. Igual que herramientas, llevaba de todo. Y después ninguna servía. Entonces dejé de llevar porque todo se resuelve y todo se consigue. Me han pasado las cosas más insólitas. He conseguido piezas en lugares adonde no hay Citroën”, detalla.
Revo tiene un motor de 600 centímetros cúbicos y un tanque de nafta de 30 litros que nunca se completa porque sino la máquina se ahoga. Aunque puede alcanzar una velocidad en ruta de 80 kilómetros por hora, Laura no lo pone a más de 60. De allí que en la parte trasera del Mehari haya pegado una calcomanía que dice ‘Lento’. Entre risas reconoce que sólo rebasa a las cosechadoras y algún que otro camión con acoplado. Posee, además, un sistema de frenos a campana y una suspensión que, según su dueña, envidian las 4×4.
Jubilación
El mapa de Revo tiene algunos puntos en rojo. Luego de haber visitado Chaco y Formosa, cruzará a Paraguay y de allí pondrá proa hacia Río de Janeiro. Esa, tal vez, sea su última estación. “La jubilación de Revo no tiene fecha en el calendario pero ya me estoy cansando un poco. Cuando finalice esto voy a seguir viajando sola, de otra manera”, argumenta Laura.
Revo se jubila pero no se vende. “Probablemente se lo deje a mi hijo, que es instructor de navegación a vela en La Plata y lo necesita –acota-. No lo puedo vender”. El Mehari modelo 1973 que tantas sendas ha recorrido –incluye viajes a Perú, Bolivia y la Ruta 40 completa hasta Ushuaia- volverá a ser un autito urbano a partir de junio. Orgulloso, lucirá en las diagonales platenses las calcomanías de los destinos visitados y sus cicatrices de viejo guerrero del camino.
Laura Ferri y Revo recorrieron juntos más de 200.000 kilómetros, pero ahora el vehículo se jubiló y dejarán de hacer viajes juntos LA NACION