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El cazador y el escorpión: el trágico mito griego que se representa en dos constelaciones

Un relato griego que se estrenó hace 23 siglos se está representando estas noches entre las estrellas. Una vez al año se encuentran los dos protagonistas de esta historia en el cielo, tras ese momento mágico del atardecer, cuando la noche empieza a correr el telón de las estrellas. Un gigante cazador griego es perseguido por un escorpión. No se necesita más que buscar, a simple vista, sin ningún instrumental, para descubrir la historia de Orión y cómo Gea envió a un “sicario” para que le dé muerte. Un viaje mitológico para descubrir el catasterismo, el origen del zodiaco y el castigo divino a la desmesura.

Las dos constelaciones

Orión era un gigante cazador de la mitología griega, conocido por ser tan fuerte como hermoso. Hijo de una de las gorgonas, Euríale, y de Poseidón, el dios de los mares. Su padre le otorgó el don de caminar sobre las aguas, como los mosquitos. Pero más allá de estas cualidades, lo que hacía famoso en todo el Olimpo era su habilidad como cazador, de una puntería, destreza y bravía sin parangón; pero también poseedor de una enorme hybris.

La hybris es un concepto griego que se traduce a menudo como desmesura, arrogancia, soberbia, insolencia o exceso. Orión tenía un poco de todo eso, y en la tragedia griega, la hybris lleva a transgredir los límites, lo cual acarrea un castigo por parte de los dioses. Esta no fue la excepción.

En una de las habituales salidas de cacería de Orión con Artemisa, la diosa de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las doncellas (todo eso y además muy hermosa), el gigante la quiso impresionar con sus dotes de cazador. Le habló mucho de todas las presas que había alcanzado en su vida, insistió en hazañas y enfatizó logros desmedidos. Sin embargo, la diosa se mostraba ajena a cualquier asombro. Con la desesperación que inflama el enamoramiento, Orión jugó su última carta.

Llegó a la conclusión de que si Artemisa no se rendía a su pasado, quizás lo haría a su presente, y le prometió, esa tarde y ante sus ojos, dar muerte a todas las bestias del planeta. Semejante amenaza impresionó a una diosa, pero no a Artemisa, sino a Gea. Esta es la diosa que representa la Tierra, y al escuchar la declaración de Orión sobre sus animales, se enfureció ante tal osadía al orden divino de la naturaleza y sentenció el futuro del cazador.

Constelación de Escorpio

Entre todos sus animales Gea eligió a uno pequeño e insensible. Envió un escorpión para que pique a Orión y le dé muerte. Probablemente ya hace 23 siglos, los griegos querían dar un mensaje: ningún ser, por más fuerte que sea, puede desafiar la naturaleza, al menos sin consecuencias. A través de una imagen que tiempo después replicaría la Biblia, se muestra el contraste entre el gigante poderoso y la pequeñez que esconde la estocada letal, símbolo de que incluso lo más pequeño puede vencer a lo más grande, la historia de David y Goliat.

Cómo descubrir a Orión y a Escorpio en el cielo

Durante la mayor parte del año, solo una de las dos constelaciones aparece visible en la noche, al menos desde el atardecer hasta la medianoche, que es cuando más se suele observar. La de Orión, en este hemisferio, es típica del verano y del otoño, mientras que la de Escorpio se muestra durante el invierno y la primavera. Pero ahora a finales de mayo, el mito se refleja completo entre las estrellas.

Al atardecer, luego de que el Sol se oculte por el oeste, hay que buscar un poco arriba de los últimos rayos para encontrar a las famosas Tres Marías. Ese asterismo, ese conjunto de estrellas reconocible, también se lo llama el Cinturón de Orión, justamente por dibujar la cintura de nuestro protagonista. Se lo ve acostado sobre el horizonte, hacia la derecha del Cinturón aparece la muy brillante y roja estrella Betelgeuse y la más pálida Bellatrix, ambas forman los hombros. Hacia la izquierda del cinturón, Rigel, la más luminosa de la constelación, y la pálida Saiph, forman ambos pies.

A medida que avance la noche, Orión se irá escondiendo por el horizonte oeste, y esto, al menos para los griegos, tiene una explicación muy clara, Escorpio está asomando por el este. La enorme y delineada figura del escorpión, con su estrella más brillante, Antares, marcando el rojo corazón del arácnido, va ascendiendo por la bóveda nocturna y poniendo a huir al gigante cobarde.

Esto solo se ve en este momento del año, apenas se necesita un cielo despejado y mirar hacia el este y el oeste al atardecer. ¿Pero cómo terminaron entre las estrellas, el asesino y su víctima? Desde tiempos remotos, los pueblos de la antigüedad observaron el cielo nocturno e identificaron en él figuras o patrones estelares que asociaron con sus dioses, héroes, animales y relatos míticos. Esta práctica se llama catasterismo (del griego katasterismos, “transformación en estrella”) y es fundamental para entender cómo se formaron las constelaciones clásicas.

Constelación de Orión

En la Grecia antigua, los relatos mitológicos no solo eran formas de explicar fenómenos naturales, sino también mnemotecnias narrativas para reconocer y recordar los movimientos del cielo. El relato mítico sirve para explicar una realidad observable: la no simultaneidad de ambas constelaciones en el cielo. De este modo, la mitología organiza y dramatiza los ciclos celestes. En lugar de recordar datos técnicos, se recuerda una historia: “el escorpión mató a Orión y lo persigue, por eso nunca están juntos en el cielo”.

Este entrelazamiento entre mitología y astronomía no era ingenuo ni meramente decorativo. Tenía funciones concretas, una era didáctica, facilitaba el aprendizaje del cielo para marinos, agricultores y observadores. También calendárica, ciertas constelaciones marcaban estaciones o momentos del año. Por ejemplo, la aparición heliacal de Orión (cuando se ve justo antes del amanecer) anunciaba eventos climáticos que solían repetirse anualmente. Y por último, cosmológica, ya que ofrecía una explicación simbólica del orden cósmico, en que el universo era visto como un sistema racional y dotado de sentido.

Hasta acá todo cierra bien para los griegos. Orión se pasó de fanfarrón y lo mataron por bocón, luego lo suben a las estrellas con el escorpión que le dio muerte. Pero hay un plot twist final, el escorpión hacía 2500 años que lo esperaba.

La constelación de Escorpio fue dibujada hace cinco milenios por la civilización babilónica. En las noches que se reflejaban sobre los ríos Éufrates y Tigris, imaginaron ese descomunal insecto con las estrellas que hoy identificamos con nombres provenientes de todo el planeta: Antares (de origen griego), Shaula (árabe), Sargas (sumerio o quizás persa), Dschubba (árabe), Paikauhale (hawaiano), Fang (chino). No solo dibujaron al escorpión, sino también a las otras once constelaciones del zodiaco, pero eso ya es otra historia.

Durante muchos siglos el escorpión supo esperar a su víctima, hasta que finalmente fue imaginada por los griegos. Desde entonces lo acecha a través de las noches, en una persecución eterna, que ahora se puede contemplar y entender en todo su esplendor. Escorpio y Orión seguirán así por varios milenios más, al menos hasta que el último humano los olvide, y solo pasen a ser, simples y comunes estrellas.

Un relato griego que se estrenó hace 23 siglos se está representando estas noches entre las estrellas. Una vez al año se encuentran los dos protagonistas de esta historia en el cielo, tras ese momento mágico del atardecer, cuando la noche empieza a correr el telón de las estrellas. Un gigante cazador griego es perseguido por un escorpión. No se necesita más que buscar, a simple vista, sin ningún instrumental, para descubrir la historia de Orión y cómo Gea envió a un “sicario” para que le dé muerte. Un viaje mitológico para descubrir el catasterismo, el origen del zodiaco y el castigo divino a la desmesura.

Las dos constelaciones

Orión era un gigante cazador de la mitología griega, conocido por ser tan fuerte como hermoso. Hijo de una de las gorgonas, Euríale, y de Poseidón, el dios de los mares. Su padre le otorgó el don de caminar sobre las aguas, como los mosquitos. Pero más allá de estas cualidades, lo que hacía famoso en todo el Olimpo era su habilidad como cazador, de una puntería, destreza y bravía sin parangón; pero también poseedor de una enorme hybris.

La hybris es un concepto griego que se traduce a menudo como desmesura, arrogancia, soberbia, insolencia o exceso. Orión tenía un poco de todo eso, y en la tragedia griega, la hybris lleva a transgredir los límites, lo cual acarrea un castigo por parte de los dioses. Esta no fue la excepción.

En una de las habituales salidas de cacería de Orión con Artemisa, la diosa de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las doncellas (todo eso y además muy hermosa), el gigante la quiso impresionar con sus dotes de cazador. Le habló mucho de todas las presas que había alcanzado en su vida, insistió en hazañas y enfatizó logros desmedidos. Sin embargo, la diosa se mostraba ajena a cualquier asombro. Con la desesperación que inflama el enamoramiento, Orión jugó su última carta.

Llegó a la conclusión de que si Artemisa no se rendía a su pasado, quizás lo haría a su presente, y le prometió, esa tarde y ante sus ojos, dar muerte a todas las bestias del planeta. Semejante amenaza impresionó a una diosa, pero no a Artemisa, sino a Gea. Esta es la diosa que representa la Tierra, y al escuchar la declaración de Orión sobre sus animales, se enfureció ante tal osadía al orden divino de la naturaleza y sentenció el futuro del cazador.

Constelación de Escorpio

Entre todos sus animales Gea eligió a uno pequeño e insensible. Envió un escorpión para que pique a Orión y le dé muerte. Probablemente ya hace 23 siglos, los griegos querían dar un mensaje: ningún ser, por más fuerte que sea, puede desafiar la naturaleza, al menos sin consecuencias. A través de una imagen que tiempo después replicaría la Biblia, se muestra el contraste entre el gigante poderoso y la pequeñez que esconde la estocada letal, símbolo de que incluso lo más pequeño puede vencer a lo más grande, la historia de David y Goliat.

Cómo descubrir a Orión y a Escorpio en el cielo

Durante la mayor parte del año, solo una de las dos constelaciones aparece visible en la noche, al menos desde el atardecer hasta la medianoche, que es cuando más se suele observar. La de Orión, en este hemisferio, es típica del verano y del otoño, mientras que la de Escorpio se muestra durante el invierno y la primavera. Pero ahora a finales de mayo, el mito se refleja completo entre las estrellas.

Al atardecer, luego de que el Sol se oculte por el oeste, hay que buscar un poco arriba de los últimos rayos para encontrar a las famosas Tres Marías. Ese asterismo, ese conjunto de estrellas reconocible, también se lo llama el Cinturón de Orión, justamente por dibujar la cintura de nuestro protagonista. Se lo ve acostado sobre el horizonte, hacia la derecha del Cinturón aparece la muy brillante y roja estrella Betelgeuse y la más pálida Bellatrix, ambas forman los hombros. Hacia la izquierda del cinturón, Rigel, la más luminosa de la constelación, y la pálida Saiph, forman ambos pies.

A medida que avance la noche, Orión se irá escondiendo por el horizonte oeste, y esto, al menos para los griegos, tiene una explicación muy clara, Escorpio está asomando por el este. La enorme y delineada figura del escorpión, con su estrella más brillante, Antares, marcando el rojo corazón del arácnido, va ascendiendo por la bóveda nocturna y poniendo a huir al gigante cobarde.

Esto solo se ve en este momento del año, apenas se necesita un cielo despejado y mirar hacia el este y el oeste al atardecer. ¿Pero cómo terminaron entre las estrellas, el asesino y su víctima? Desde tiempos remotos, los pueblos de la antigüedad observaron el cielo nocturno e identificaron en él figuras o patrones estelares que asociaron con sus dioses, héroes, animales y relatos míticos. Esta práctica se llama catasterismo (del griego katasterismos, “transformación en estrella”) y es fundamental para entender cómo se formaron las constelaciones clásicas.

Constelación de Orión

En la Grecia antigua, los relatos mitológicos no solo eran formas de explicar fenómenos naturales, sino también mnemotecnias narrativas para reconocer y recordar los movimientos del cielo. El relato mítico sirve para explicar una realidad observable: la no simultaneidad de ambas constelaciones en el cielo. De este modo, la mitología organiza y dramatiza los ciclos celestes. En lugar de recordar datos técnicos, se recuerda una historia: “el escorpión mató a Orión y lo persigue, por eso nunca están juntos en el cielo”.

Este entrelazamiento entre mitología y astronomía no era ingenuo ni meramente decorativo. Tenía funciones concretas, una era didáctica, facilitaba el aprendizaje del cielo para marinos, agricultores y observadores. También calendárica, ciertas constelaciones marcaban estaciones o momentos del año. Por ejemplo, la aparición heliacal de Orión (cuando se ve justo antes del amanecer) anunciaba eventos climáticos que solían repetirse anualmente. Y por último, cosmológica, ya que ofrecía una explicación simbólica del orden cósmico, en que el universo era visto como un sistema racional y dotado de sentido.

Hasta acá todo cierra bien para los griegos. Orión se pasó de fanfarrón y lo mataron por bocón, luego lo suben a las estrellas con el escorpión que le dio muerte. Pero hay un plot twist final, el escorpión hacía 2500 años que lo esperaba.

La constelación de Escorpio fue dibujada hace cinco milenios por la civilización babilónica. En las noches que se reflejaban sobre los ríos Éufrates y Tigris, imaginaron ese descomunal insecto con las estrellas que hoy identificamos con nombres provenientes de todo el planeta: Antares (de origen griego), Shaula (árabe), Sargas (sumerio o quizás persa), Dschubba (árabe), Paikauhale (hawaiano), Fang (chino). No solo dibujaron al escorpión, sino también a las otras once constelaciones del zodiaco, pero eso ya es otra historia.

Durante muchos siglos el escorpión supo esperar a su víctima, hasta que finalmente fue imaginada por los griegos. Desde entonces lo acecha a través de las noches, en una persecución eterna, que ahora se puede contemplar y entender en todo su esplendor. Escorpio y Orión seguirán así por varios milenios más, al menos hasta que el último humano los olvide, y solo pasen a ser, simples y comunes estrellas.

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