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El edificio de estilo francés que fue pensado para abogados, y terminó lleno de artistas

El arquitectónicamente riquísimo barrio de San Nicolás es muy conocido; sin embargo, conserva secretos o evidencias poco sabidas, aunque estén muy a la vista. Que un edificio frente a Plaza Lavalle sea de 1906 y tenga un estilo de academicismo francés son referencias que encajan con muchos edificios porteños; pero que su nombre sea “Conventillo de las Artes”, eso sí que es llamativo, incluso podría conjeturarse que ambos términos, “conventillo” y “artes” son antitéticos.

El atardecer sobre el antiguo edificio de Libertad 543.

Pero tal mención se entiende si tras esos ventanales de Libertad 543 hay una pléyade de 50 artistas que alquilan las 30 salas existentes para ensayar sus instrumentos musicales o dar clases o se usan de ateliers para pintar, tallar madera o hacer orfebrería. Perfectamente podría estar en el barrio parisino de Montmartre.

Los artistas rodean a Florencia Cárdenas, vestida de blanco, en el frente del Conventillo de Artistas.

Son talentosos profesionales del arte que se conocen y comparten sus pasiones en un ámbito bohemio donde las paredes de la escalera muestran réplicas de famosas obras de Toulouse-Lautrec, aunque los espacios de trabajo de cada piso llevan nombres de ilustres nuestros: Raúl Soldi, Lola Mora, Antonio Berni, Xul Solar y Fernando Fader. Completa el cuadro que en la vereda funcione la Galería de arte Llordi y el café de especialidad Bohème, entre dos jacarandás que engalanan la fachada.

Colorido ingreso y el centenario ascensor, fuera de uso.

No hay datos de quién hizo el proyecto edilicio. Si bien tiene una mezcla de influencias algo italianizantes, es básicamente afrancesado, academicista, con aires de aristocrático y la típica simetría, balconcitos, escalones en la entrada al primer nivel, ornamentos y tejas negras con mansardas en el techo. El conjunto da para inferir que el arquitecto que lo diseñó cursó en la célebre École des Beaux-Arts gala o estaba muy influido. Por formar parte del complejo de Plaza Lavalle ha sido reconocido como de interés histórico por la Ciudad de Buenos Aires.

Jacinto Cárdenas, el punto de partida del notable edificio.

Quien conduce este singular sitio como un secreto bien guardado es Florencia Cárdenas, restauradora y pintora de cerámica, nieta de don Jacinto Cárdenas, un hombre de las leyes, quien lo hizo construir hace casi 120 años para servir de bufetes de los abogados importantes del momento, pues está justo frente al Palacio de Justicia.

Diez metros de frente y 30 m de alto le permiten destacarse por lo estrecho y elevado. Sirva como referencia antigua que a pocos metros se levanta con sus cuatro columnas jónicas la imponente Escuela Roca inaugurada en 1903 y, cruzando Tucumán, el colosal Teatro Colón de 1908. Así que hubo un tiempo en que este delgado edificio de cinco pisos fue el más alto de la cuadra, como un pequeño rascacielos.

La calle Libertad en 1915. A la derecha, el edificio del actual Conventillo de las Artes.

“Se comentaba entonces que se lo iba a llevar el viento”, bromeó Florencia con LUGARES al observar su fachada. Sobre el marco de la puerta de calle es relevante el cartel “Conventillo de las Artes” realizado por el afamado fileteador Martiniano Arce.

Luego de subir los escalones de la entrada, lo primero que sorprende es un estrecho ascensor, casi unipersonal, que apenas es una reliquia de antaño dado que lo único que sobrevivió es la caja metálica, un objeto decorativo y silencioso, sobre todo. “Hace varias décadas que dejó de funcionar y los inquilinos lo prefieren así, que haya que subir y bajar las escaleras”.

El cartel del Conventillo es fileteado, obra del reconocido Martiniano Arce.

Un reducto de personalidades de la cultura

El iniciador, el doctor Cárdenas, fue medalla de oro de la Facultad de Derecho, profesor de derecho constitucional, miembro de Corte Suprema de Justicia, integrante del Consejo Nacional de Educación, escritor, poeta, traductor de Oscar Wilde y hombre de una cultura propia de su nivel social. Organizaba tertulias con personalidades de la Justicia, la política y la literatura. Por aquí pasaron Alfonsina Storni, José Ingenieros, Lisandro de la Torre, Leopoldo Lugones y Nicolás Repetto, entre tantos otros.

Entre las anécdotas que pintan el perfil de Cárdenas, su nieta contó que “en una ocasión mi abuelo, que era conservador, supo que el dirigente socialista Alfredo Palacios, su amigo, organizaba un acto en la Plaza, un mitin. Entonces, lo llamó y le ofreció el balcón del primer piso para que diera su discurso y así fue”.

Los artistas del Conventillo.

En los años 60, el menor de sus nueve hijos, Roberto, tuvo la brillante idea de convertirlo en un refugio para la inspiración artística y donde organizar reuniones, exposiciones, conciertos o conferencias y lo logró. Funcionamiento que cuida celosamente desde hace unos 30 años el encargado, Gabriel Ferreira, de proverbial amabilidad.

Al recorrer cada ambiente, frente a la cámara fotográfica, sus ocupantes no dudaron en interpretar su instrumento. Un ecléctico concierto de sonidos, estilos e imágenes que no se mezclan porque las paredes son anchas, algo común en las construcciones de un siglo atrás. Para Florencia “este es un edificio mágico, me hace feliz, es tan rico. Me resulta maravilloso que estén sonando tantos instrumentos, a veces me siento en el Colón. Y me da orgullo seguir con lo que inició mi padre, que lo adoraba. ¡Y vamos a seguir, lo queremos mantener!”.

Ignacio Svachka, en su taller de percusionista.

Recién cuando se abre una puerta se sabe de qué se trata. Valga un breve paneo. En el primer nivel dispone una sala y entrepiso cargados de instrumentos Ignacio “Nacho” Svachka, percusionista sinfónico acostumbrado a acompañar a artistas locales e internacionales (Ismael Serrano, Ricky Martin, Antonio Birabent, Oriana Favaro…). Mientras que, en otro ámbito, Stella Maris Marrello interpreta dulcemente la flauta traversa.

En el segundo piso Federico Bravo inunda el espacio con la armonía de su fagot, en tanto que en el cuarto lindero el prestigioso baterista y percusionista Quintino Cinalli (acompañó a Hermeto Pascoal, los Fattoruso, Nebbia, Lebón, Saluzzi…) da clases a Facundo Dadario. Y un piso más arriba suena el clarinete de la joven solista sinfónica Agustina Gabaglio sin que se escuche que al lado vibran las trompetas de Federico Pascale quien toma clases con el profe Juan Badenas, conocido por sus actuaciones en agrupaciones de rock, jazz, blues y soul.

Agustina Gabaglio ensayando una obra en clarinete.

En otro de los espacios, Frank Lubnow, músico alemán que llegó a la Argentina hace siete años, ejecuta el piano. De modo silencioso y con su ventana abierta frente a la plaza la artista plástica y profesora de bellas artes Marcela Répide suspende su paleta y los pinceles para mostrar una obra concluida. “Llevo muchos años en el Conventillo, 26 años, pintando y dando clases, es un placer”, resumió.

Ya en el cuarto nivel, Claudio Risso bate los parches de su batería y casi que podría juntarse con su compañero de la sala vecina, Augusto Vega, que agita sus dedos en las cuerdas de la guitarra eléctrica. Y la lista sigue con Carmen Caballero (orfebre), Natalia Mayorga (violín), Agustín Sánchez (batería), Astor Corvalán (batería), Juan Cruz Yebara (pintor e ilustrador), Juan Bautista Barilatti (guitarra eléctrica y cantante)…

Guido Llordi, renta la sala de exposiciones a la calle, donde –al momento de la entrevista– varias de las obras exhibidas eran de su creación, plasmadas con juegos de texturas, colores y luz para suscitar una particular dinámica al observador que lo hace participante de la experiencia estética.

Abogados, turistas, transeúntes, oficinistas y estudiantes hacen fila para la pausa cafetera.

En cuanto al café de especialidad Bohème, está rentado por Matías Sánchez y Mariana Kolarik, quien además es ilustradora y diseñadora de indumentaria. “Decidimos ponerle este nombre pensando en la ópera de Puccini que cuenta sobre artistas bohemios que comparten una buhardilla en París. Aquí estuvieron figuras como Alfonsina Storni o Lugones y ahora está lleno de creadores. Abogados, artistas, empleados de la zona y turistas nos visitan a diario para una rica pausa”.

El arquitectónicamente riquísimo barrio de San Nicolás es muy conocido; sin embargo, conserva secretos o evidencias poco sabidas, aunque estén muy a la vista. Que un edificio frente a Plaza Lavalle sea de 1906 y tenga un estilo de academicismo francés son referencias que encajan con muchos edificios porteños; pero que su nombre sea “Conventillo de las Artes”, eso sí que es llamativo, incluso podría conjeturarse que ambos términos, “conventillo” y “artes” son antitéticos.

El atardecer sobre el antiguo edificio de Libertad 543.

Pero tal mención se entiende si tras esos ventanales de Libertad 543 hay una pléyade de 50 artistas que alquilan las 30 salas existentes para ensayar sus instrumentos musicales o dar clases o se usan de ateliers para pintar, tallar madera o hacer orfebrería. Perfectamente podría estar en el barrio parisino de Montmartre.

Los artistas rodean a Florencia Cárdenas, vestida de blanco, en el frente del Conventillo de Artistas.

Son talentosos profesionales del arte que se conocen y comparten sus pasiones en un ámbito bohemio donde las paredes de la escalera muestran réplicas de famosas obras de Toulouse-Lautrec, aunque los espacios de trabajo de cada piso llevan nombres de ilustres nuestros: Raúl Soldi, Lola Mora, Antonio Berni, Xul Solar y Fernando Fader. Completa el cuadro que en la vereda funcione la Galería de arte Llordi y el café de especialidad Bohème, entre dos jacarandás que engalanan la fachada.

Colorido ingreso y el centenario ascensor, fuera de uso.

No hay datos de quién hizo el proyecto edilicio. Si bien tiene una mezcla de influencias algo italianizantes, es básicamente afrancesado, academicista, con aires de aristocrático y la típica simetría, balconcitos, escalones en la entrada al primer nivel, ornamentos y tejas negras con mansardas en el techo. El conjunto da para inferir que el arquitecto que lo diseñó cursó en la célebre École des Beaux-Arts gala o estaba muy influido. Por formar parte del complejo de Plaza Lavalle ha sido reconocido como de interés histórico por la Ciudad de Buenos Aires.

Jacinto Cárdenas, el punto de partida del notable edificio.

Quien conduce este singular sitio como un secreto bien guardado es Florencia Cárdenas, restauradora y pintora de cerámica, nieta de don Jacinto Cárdenas, un hombre de las leyes, quien lo hizo construir hace casi 120 años para servir de bufetes de los abogados importantes del momento, pues está justo frente al Palacio de Justicia.

Diez metros de frente y 30 m de alto le permiten destacarse por lo estrecho y elevado. Sirva como referencia antigua que a pocos metros se levanta con sus cuatro columnas jónicas la imponente Escuela Roca inaugurada en 1903 y, cruzando Tucumán, el colosal Teatro Colón de 1908. Así que hubo un tiempo en que este delgado edificio de cinco pisos fue el más alto de la cuadra, como un pequeño rascacielos.

La calle Libertad en 1915. A la derecha, el edificio del actual Conventillo de las Artes.

“Se comentaba entonces que se lo iba a llevar el viento”, bromeó Florencia con LUGARES al observar su fachada. Sobre el marco de la puerta de calle es relevante el cartel “Conventillo de las Artes” realizado por el afamado fileteador Martiniano Arce.

Luego de subir los escalones de la entrada, lo primero que sorprende es un estrecho ascensor, casi unipersonal, que apenas es una reliquia de antaño dado que lo único que sobrevivió es la caja metálica, un objeto decorativo y silencioso, sobre todo. “Hace varias décadas que dejó de funcionar y los inquilinos lo prefieren así, que haya que subir y bajar las escaleras”.

El cartel del Conventillo es fileteado, obra del reconocido Martiniano Arce.

Un reducto de personalidades de la cultura

El iniciador, el doctor Cárdenas, fue medalla de oro de la Facultad de Derecho, profesor de derecho constitucional, miembro de Corte Suprema de Justicia, integrante del Consejo Nacional de Educación, escritor, poeta, traductor de Oscar Wilde y hombre de una cultura propia de su nivel social. Organizaba tertulias con personalidades de la Justicia, la política y la literatura. Por aquí pasaron Alfonsina Storni, José Ingenieros, Lisandro de la Torre, Leopoldo Lugones y Nicolás Repetto, entre tantos otros.

Entre las anécdotas que pintan el perfil de Cárdenas, su nieta contó que “en una ocasión mi abuelo, que era conservador, supo que el dirigente socialista Alfredo Palacios, su amigo, organizaba un acto en la Plaza, un mitin. Entonces, lo llamó y le ofreció el balcón del primer piso para que diera su discurso y así fue”.

Los artistas del Conventillo.

En los años 60, el menor de sus nueve hijos, Roberto, tuvo la brillante idea de convertirlo en un refugio para la inspiración artística y donde organizar reuniones, exposiciones, conciertos o conferencias y lo logró. Funcionamiento que cuida celosamente desde hace unos 30 años el encargado, Gabriel Ferreira, de proverbial amabilidad.

Al recorrer cada ambiente, frente a la cámara fotográfica, sus ocupantes no dudaron en interpretar su instrumento. Un ecléctico concierto de sonidos, estilos e imágenes que no se mezclan porque las paredes son anchas, algo común en las construcciones de un siglo atrás. Para Florencia “este es un edificio mágico, me hace feliz, es tan rico. Me resulta maravilloso que estén sonando tantos instrumentos, a veces me siento en el Colón. Y me da orgullo seguir con lo que inició mi padre, que lo adoraba. ¡Y vamos a seguir, lo queremos mantener!”.

Ignacio Svachka, en su taller de percusionista.

Recién cuando se abre una puerta se sabe de qué se trata. Valga un breve paneo. En el primer nivel dispone una sala y entrepiso cargados de instrumentos Ignacio “Nacho” Svachka, percusionista sinfónico acostumbrado a acompañar a artistas locales e internacionales (Ismael Serrano, Ricky Martin, Antonio Birabent, Oriana Favaro…). Mientras que, en otro ámbito, Stella Maris Marrello interpreta dulcemente la flauta traversa.

En el segundo piso Federico Bravo inunda el espacio con la armonía de su fagot, en tanto que en el cuarto lindero el prestigioso baterista y percusionista Quintino Cinalli (acompañó a Hermeto Pascoal, los Fattoruso, Nebbia, Lebón, Saluzzi…) da clases a Facundo Dadario. Y un piso más arriba suena el clarinete de la joven solista sinfónica Agustina Gabaglio sin que se escuche que al lado vibran las trompetas de Federico Pascale quien toma clases con el profe Juan Badenas, conocido por sus actuaciones en agrupaciones de rock, jazz, blues y soul.

Agustina Gabaglio ensayando una obra en clarinete.

En otro de los espacios, Frank Lubnow, músico alemán que llegó a la Argentina hace siete años, ejecuta el piano. De modo silencioso y con su ventana abierta frente a la plaza la artista plástica y profesora de bellas artes Marcela Répide suspende su paleta y los pinceles para mostrar una obra concluida. “Llevo muchos años en el Conventillo, 26 años, pintando y dando clases, es un placer”, resumió.

Ya en el cuarto nivel, Claudio Risso bate los parches de su batería y casi que podría juntarse con su compañero de la sala vecina, Augusto Vega, que agita sus dedos en las cuerdas de la guitarra eléctrica. Y la lista sigue con Carmen Caballero (orfebre), Natalia Mayorga (violín), Agustín Sánchez (batería), Astor Corvalán (batería), Juan Cruz Yebara (pintor e ilustrador), Juan Bautista Barilatti (guitarra eléctrica y cantante)…

Guido Llordi, renta la sala de exposiciones a la calle, donde –al momento de la entrevista– varias de las obras exhibidas eran de su creación, plasmadas con juegos de texturas, colores y luz para suscitar una particular dinámica al observador que lo hace participante de la experiencia estética.

Abogados, turistas, transeúntes, oficinistas y estudiantes hacen fila para la pausa cafetera.

En cuanto al café de especialidad Bohème, está rentado por Matías Sánchez y Mariana Kolarik, quien además es ilustradora y diseñadora de indumentaria. “Decidimos ponerle este nombre pensando en la ópera de Puccini que cuenta sobre artistas bohemios que comparten una buhardilla en París. Aquí estuvieron figuras como Alfonsina Storni o Lugones y ahora está lleno de creadores. Abogados, artistas, empleados de la zona y turistas nos visitan a diario para una rica pausa”.

 Pocos lo conocen. Tiene casi 120 años, está a metros del Teatro Colón y de la Escuela Roca, frente a la Plaza Lavalle. Sin embargo, pocos saben que el Conventillo de las Artes es un sitio donde crean, ensayan y dan clases cerca de medio centenar de músicos y artistas plásticos.  LA NACION

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