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Herramientas digitales o digitalización: el dilema de la transformación

Hace ya algún tiempo que en el sector agropecuario se utilizan con frecuencia términos como “tecnología digital”, “transformación” o “innovación”. Sin embargo, en esa conversación hay una distinción que no siempre parece estar clara: ¿es lo mismo usar herramientas digitales que estar digitalizado?

Usar herramientas digitales implica incorporar tecnologías específicas para resolver necesidades puntuales. Un monitor de siembra, una aplicación móvil para el monitoreo de la cosecha, sensores de humedad para optimizar el riego o planillas digitales para llevar el control de costos son soluciones que aportan eficiencia, reducen errores y agilizan tareas cotidianas. Sin dudas, esto tiene mucho valor, y muchos productores argentinos están a la vanguardia en cuanto a la velocidad de adopción.

“Están matando a la gallina de los huevos de oro”: un exministro de Agricultura fustigó al Gobierno por los cambios en el INTA

Pero existe otro nivel, de valor aún mayor, que es el gran desafío pendiente: la digitalización como proceso sistémico. No se trata solo de sumar tecnología, sino de integrarla para rediseñar la manera en que se organiza, gestiona, proyecta y relaciona una empresa agropecuaria. Es pasar de soluciones dispersas a un sistema inteligente y conectado, donde los datos del campo dialoguen con los de logística, finanzas, comercialización y sostenibilidad. Donde la toma de decisiones esté basada en información en tiempo real y precisa más que en intuiciones aisladas o datos parciales, y donde la organización tenga la agilidad necesaria para poder adaptarse a los cambios constantes que marca la época.

Un ejemplo fuera del agro lo encontramos en Uber. No es una remisería que registra todos los viajes en una plataforma digital y hace excelentes reportes para medir la eficiencia. Digitalizó toda la experiencia del transporte. Conectó pasajeros y conductores con algoritmos de geolocalización, automatizó los pagos, trazó cada viaje y redefinió el modelo de negocio de una industria tradicional. Más que utilizar herramientas tecnológicas las integró al corazón del sistema. Eso es digitalizar. Frente a este nuevo modelo que requiere de más eficiencia y productividad aún, este es el cambio que necesita el agro.

Esta transformación que se plantea, debe darse en dos niveles. Hacia adentro de las empresas (productoras, proveedoras o de transformación) y hacia el sistema.

La digitalización es una ventaja competitiva para todo el ecosistema

Hacia adentro, los sistemas de información deberán permitir planificar con mayor precisión, automatizar procesos complejos, trazar cada eslabón productivo para cumplir con mercados más exigentes, por un lado. Paralelamente, deberán ser acompañados por esquemas de organización que deberán tener la capacidad de interpretar esa información para adaptarse con velocidad a nuevos requerimientos del mercado. No se trata solo de eficiencia operativa: es mayor rentabilidad, competitividad y resiliencia empresarial.

El segundo plano es sectorial. En un mundo de márgenes decrecientes y volatilidades climáticas y financieras en aumento ¿Cuán importante es aumentar la eficiencia de los sistemas productivos, comerciales o financieros? ¿Cuánto se podría lograr al digitalizar integralmente la logística de granos e insumos, la asignación de capital, la gestión de stocks, la trazabilidad de las cadenas o la gestión de riesgos? La digitalización no es solo una mejora empresarial: es una ventaja competitiva para todo el ecosistema.

Más aún, si se tiene en cuenta que el 70% del valor del comercio mundial está dado por intangibles alrededor de los productos, y no por productos mismos, en un camino que tiende a ampliarse ¿Cómo se participará de las redes de valor global sin estar digitalizados?

Por esto, no alcanza con adquirir herramientas. Se necesita una red inteligente donde participen proveedores, contratistas, servicios técnicos, instituciones financieras y el sistema de seguros y organismos públicos. Esto no es una visión idealista: es una condición estructural para sostener el crecimiento. De esto se trata la economía colaborativa aplicada a un sistema productivo complejo.

En síntesis: mientras que las herramientas digitales resuelven problemas, la digitalización transforma el modelo de gestión. Es un cambio cultural, no solo tecnológico que requiere una nueva visión estratégica, liderazgo comprometido y apertura para repensar el negocio agropecuario desde sus bases.

El agro argentino tiene un reto histórico: convertirse en un modelo de inteligencia productiva a nivel global. Para eso, el primer paso es entender que adoptar tecnología es solo el comienzo. Transformarse con ella es el verdadero desafío.

El autor es Cofundador Club AgTech

Hace ya algún tiempo que en el sector agropecuario se utilizan con frecuencia términos como “tecnología digital”, “transformación” o “innovación”. Sin embargo, en esa conversación hay una distinción que no siempre parece estar clara: ¿es lo mismo usar herramientas digitales que estar digitalizado?

Usar herramientas digitales implica incorporar tecnologías específicas para resolver necesidades puntuales. Un monitor de siembra, una aplicación móvil para el monitoreo de la cosecha, sensores de humedad para optimizar el riego o planillas digitales para llevar el control de costos son soluciones que aportan eficiencia, reducen errores y agilizan tareas cotidianas. Sin dudas, esto tiene mucho valor, y muchos productores argentinos están a la vanguardia en cuanto a la velocidad de adopción.

“Están matando a la gallina de los huevos de oro”: un exministro de Agricultura fustigó al Gobierno por los cambios en el INTA

Pero existe otro nivel, de valor aún mayor, que es el gran desafío pendiente: la digitalización como proceso sistémico. No se trata solo de sumar tecnología, sino de integrarla para rediseñar la manera en que se organiza, gestiona, proyecta y relaciona una empresa agropecuaria. Es pasar de soluciones dispersas a un sistema inteligente y conectado, donde los datos del campo dialoguen con los de logística, finanzas, comercialización y sostenibilidad. Donde la toma de decisiones esté basada en información en tiempo real y precisa más que en intuiciones aisladas o datos parciales, y donde la organización tenga la agilidad necesaria para poder adaptarse a los cambios constantes que marca la época.

Un ejemplo fuera del agro lo encontramos en Uber. No es una remisería que registra todos los viajes en una plataforma digital y hace excelentes reportes para medir la eficiencia. Digitalizó toda la experiencia del transporte. Conectó pasajeros y conductores con algoritmos de geolocalización, automatizó los pagos, trazó cada viaje y redefinió el modelo de negocio de una industria tradicional. Más que utilizar herramientas tecnológicas las integró al corazón del sistema. Eso es digitalizar. Frente a este nuevo modelo que requiere de más eficiencia y productividad aún, este es el cambio que necesita el agro.

Esta transformación que se plantea, debe darse en dos niveles. Hacia adentro de las empresas (productoras, proveedoras o de transformación) y hacia el sistema.

La digitalización es una ventaja competitiva para todo el ecosistema

Hacia adentro, los sistemas de información deberán permitir planificar con mayor precisión, automatizar procesos complejos, trazar cada eslabón productivo para cumplir con mercados más exigentes, por un lado. Paralelamente, deberán ser acompañados por esquemas de organización que deberán tener la capacidad de interpretar esa información para adaptarse con velocidad a nuevos requerimientos del mercado. No se trata solo de eficiencia operativa: es mayor rentabilidad, competitividad y resiliencia empresarial.

El segundo plano es sectorial. En un mundo de márgenes decrecientes y volatilidades climáticas y financieras en aumento ¿Cuán importante es aumentar la eficiencia de los sistemas productivos, comerciales o financieros? ¿Cuánto se podría lograr al digitalizar integralmente la logística de granos e insumos, la asignación de capital, la gestión de stocks, la trazabilidad de las cadenas o la gestión de riesgos? La digitalización no es solo una mejora empresarial: es una ventaja competitiva para todo el ecosistema.

Más aún, si se tiene en cuenta que el 70% del valor del comercio mundial está dado por intangibles alrededor de los productos, y no por productos mismos, en un camino que tiende a ampliarse ¿Cómo se participará de las redes de valor global sin estar digitalizados?

Por esto, no alcanza con adquirir herramientas. Se necesita una red inteligente donde participen proveedores, contratistas, servicios técnicos, instituciones financieras y el sistema de seguros y organismos públicos. Esto no es una visión idealista: es una condición estructural para sostener el crecimiento. De esto se trata la economía colaborativa aplicada a un sistema productivo complejo.

En síntesis: mientras que las herramientas digitales resuelven problemas, la digitalización transforma el modelo de gestión. Es un cambio cultural, no solo tecnológico que requiere una nueva visión estratégica, liderazgo comprometido y apertura para repensar el negocio agropecuario desde sus bases.

El agro argentino tiene un reto histórico: convertirse en un modelo de inteligencia productiva a nivel global. Para eso, el primer paso es entender que adoptar tecnología es solo el comienzo. Transformarse con ella es el verdadero desafío.

El autor es Cofundador Club AgTech

 El uso de las tecnologías implica incorporar algunas específicas para resolver necesidades puntuales  LA NACION

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