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Rafael Grossi: “Busco un denominador común entre las partes para evitar la catástrofe”

Rafael Grossi sabe que aún no es tiempo de celebrar. Los denodados esfuerzos que hizo en los últimos años como director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para evitar una catástrofe nuclear en Ucrania han rendido frutos, pero la guerra continúa. Los combates son feroces y un impacto, incluso accidental, contra una central nuclear podría causar un escape radioactivo y hacer realidad la peor pesadilla de Europa.

Estados Unidos, Rusia y Ucrania negocian para lograr un cese el fuego. Si prosperaran los acuerdos, una importante parte del crédito por haber evitado un episodio nuclear desde que comenzó la guerra en 2022 recaería en los hombros de este diplomático argentino, de 64 años, que dirige la OIEA desde 2019.

Cuando estalló el conflicto, Grossi, como director de la OIEA, se involucró personalmente y llevó a su organización a tomar un rol protagónico en la seguridad de la central nuclear de Zaporiyia, tomada por los rusos al inicio de la invasión.

El conflicto entre India y Pakistán es muy complejo. Ambos tienen armas nucleares, pero no veo una deriva hacia el uso de esas armas

La captura de esta central reavivó los fantasmas de un nuevo accidente nuclear en Ucrania, de características similares al del Chernobyl en 1986, que expuso a más de ocho millones de personas a la radiación.

En situaciones de guerra, los organismos internacionales suelen emitir posicionamientos en el plano de los principios, tal como hizo las Naciones Unidas señalando la ilegalidad de la acción rusa. Pero Grossi entendió que su función y la del organismo que lideraba debían ir más allá de lo declamativo.

La misión del la OIEA es promover la energía nuclear con fines pacíficos, dar tecnología y cooperación técnica a los países en desarrollo pero también establecer la seguridad de todas las operaciones nucleares. “Esto último me dio la legitimidad necesaria para inmiscuirme en donde nadie me llamaba,” dice Grossi durante una entrevista con este diario desde la sede de la OIEA, en Viena.

Tras intensas negociaciones, Grossi logró ir junto a sus equipos técnicos a la central de Zaporiyia. Durante el viaje hacia allí, su convoy fue blanco de disparos. “Estuvimos bajo fuego aunque no sabemos de quién”, cuenta. “Nunca sabremos si fue una maniobra intimidatoria o se buscaba hacernos daño”.

La presencia de Grossi allí permitió la observación directa para ofrecer informes permanentes que evitaran las fake news. Por otro lado, su equipo actuó como un elemento disuasorio por la sola presencia de la bandera celeste de las Naciones Unidas. “Hubo un efecto de contención”, dice.

Grossi también llevó adelante una tarea diplomática fuera de lo común, hoy reconocida por los países que conforman el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No dudó en reunirse en repetidas oportunidades con el presidente ruso, Vladimir Putin, para discutir la seguridad de Zaporiyia. Y también con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky. Según reconocidos analistas, esos contactos tendieron puentes esenciales de comunicación diplomática entre países enfrentados.

Nosotros estamos en Irán y hacemos inspecciones periódicas, pero al mismo tiempo hay dudas con zonas grises y muchas de sus actividades

“Ejerzo mi rol con prudencia pero de una manera proactiva. Hay muchas cosas que uno puede hacer en la medida que tenga la confianza de los interlocutores”, señala.

La OIEA es la única organización que ha mantenido una presencia constante en Irán, la otra región donde el tema nuclear preocupa al mundo. Existen presunciones muy fundadas de que el régimen de los ayatollah está detrás de la producción de un arma nuclear. Grossi ya ha realizado múltiples viajes a Teherán para dilucidar inconsistencias en el proyecto nuclear del país y mantiene allí inspectores de forma permanente.

Grossi sabe que su trabajo de los últimos años lo ha dejado bien posicionado para aspirar al rol de secretario general de las Naciones Unidas, cargo actualmente ocupado por el portugués António Guterres, y que se renovará a fines del año próximo. De ser elegido, sería el primer argentino en llegar a ese cargo y el segundo de América latina, después de la gestión del peruano Javier Pérez de Cuellar en la década del 80. Confía en que su campaña sea lo realizado al frente de la OIEA durante estos años, dice.

Esta última semana recrudeció el conflicto bélico que mantienen India y Pakistán, dos países que tienen arsenales nucleares. ¿Cómo lo evalúa?

–La situación es evidentemente muy compleja. Ambos países tienen armas nucleares, sí, pero no veo una deriva hacia el uso de armas nucleares en este caso.

Su trabajo en la planta de Zaporiyia tuvo que ser aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Qué se acordó allí?

–Si bien se utilizó un lenguaje más técnico, básicamente se establecieron dos principios: que no atacaran la central nuclera y segundo, y esto más dirigido a quienes estaban ocupando la instalación, que no transformaran la central en una base militar. Inclusive establecimos cierta categorización de armamento pesado cuya presencia en Zaporiyia no debía tener lugar. El respaldo de estos países me dio una gran fuerza para estar allí y para invocar el apoyo de la comunidad internacional en su conjunto, que juzga importante la presencia de la OIEA en el lugar.

Frente a un mundo tan fragmentado, la ONU es más importante que nunca. El secretario general puede acercar a las partes en conflicto”

Usted estableció un canal de dialogo directo con los presidente de Rusia y Ucrania en torno al tema nuclear.

–Sí, con reuniones a intervalos regulares. Fueron visitas mías tanto a Moscú como a Kiev. Estuve con Putin primero en San Petersburgo y después en Sochi. Y muchas veces en Kiev. Lo nuestro es una misión concreta, donde yo hablo con uno y con otro. Tratamos de impedir ciertos desarrollos que puedan llevar a un accidente.

¿Cómo está la situación en la región?

– Por el momento es una zona de combate activo, así que lo último que uno puede hacer en estas circunstancias es decir “misión cumplida” o cantar victoria. En este momento hay muchísimo combate. Quizá la prensa internacional no lo está reflejando de la manera en que ocurre en el terreno, pero hay combates feroces en toda la línea de la frontera.

¿Cuán grave podría ser un escape radioactivo en la central de Zaporiyia?

–La planta está en lo que se llama una parada en frío (cold shutdown), es decir, no está generando electricidad. No está produciendo energía. Esto mitiga bastante lo que podría ser una gran catástrofe, pero no la evita totalmente. Hay mucho material nuclear en el núcleo de los reactores y además hay una gran cantidad de combustible, tanto fresco, no utilizado, como gastado o quemado, fuera del domo de los reactores y que está bastante expuesto. De modo tal que si hubiese un ataque masivo podría haber una contaminación relativamente importante en la región. No una nube que llegara a París, pero sí a un área importante en la region.

¿Cómo se estructuraría un posible acuerdo entre Rusia y Ucrania?

–El esquema de acuerdo que propuso Estados Unidos y que está bajo consideración implicaría una serie de principios. Uno de ellos es el reconocimiento de Crimea como rusa. Y luego un status quo con relación a los otros territorios, vale decir, no reconocimiento, pero sí reconocimiento de facto como territorios ocupados por Rusia. Luego habría algunas contrapartidas para Ucrania, como la posibilidad de ingresar a la Unión Europea, no así en la OTAN. Y algunas compensaciones. Pero esto es algo que excede el ámbito de la OIEA. Estamos al tanto porque todo esto incluye la situación de la central nuclear, ubicada en la parte ocupada por Rusia, en un territorio completamente anexado. Estados Unidos ha manifestado también una cierta impaciencia en cuanto a que, de no lograrse un avance sobre la base de este acuerdo marco, podrían retirarse de la negociación. Pero bueno, no estamos en esa situación todavía.

¿Cómo evalúa la irrupción de Trump en el contexto global?

–Hay valoraciones positivas y negativas sobre lo que es su presidencia y yo, como jefe de un organismo internacional, no la voy a calificar. Lo que sí creo interesante es que se han desatado procesos negociadores donde antes no los había. Y esto es algo que yo como diplomático valoro, porque entiendo que la situación tal como está es muy negativa. Para Ucrania, en primer lugar, por la enorme pérdida de vidas humanas. Se estima que mueren unos 6000 soldados por semana de ambos lados, y las pérdidas humanas ya se estiman en cientos de miles. Esto es un desastre, pese a que no se observa una modificación sensible de las líneas de contacto. Creo que es importante que existan procesos negociadores que traten de salir de esa situación hacia otra mejor. Volví a hablar con el canciller ucraniano, Andrii Sybiha, y me comentó que están en plenas negociaciones y me reiteró la voluntad de aceptar un cese el fuego.

¿Cómo explica que Trump esté más cerca de Moscú que de Kiev?

–No es mi rol explicarlo y tampoco quiero justificarlo. Creo que lo importante es que el conflicto drena billones de dólares de Estados Unidos y Trump tiene una agenda de prioridad del interés americano. Lo que él viene a marcar de un modo que algunos consideran bastante disruptivo es una fuerte priorización de sus intereses nacionales.

En otro conflicto caliente, el de Medio Oriente, se ve al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, intentando convencer a Trump de atacar y destruir la infraestructura nuclear de Irán. ¿Le preocupa esto?

–Sí. Israel lo ha manifestado muchas veces. Ellos consideran que la situación de un Irán con un arma nuclear es un riesgo existencial. Frente a eso, que exista un proceso negociador me parece importante. Yo he estado en contacto con Steve Witcoff, el enviado de Trump a la región, y estamos tratando de aportar los conocimientos que tenemos sobre Irán. Al fin y al cabo todos hablan, pero los únicos que estamos en Irán somos nosotros.

¿Tienen presencia permanente allí?

–Sí. Nosotros estamos allí y las inspecciones no se han interrumpido nunca. El problema con Irán es que hay muchas zonas grises porque el país no acaba nunca de explicar bien las cosas. Hay puntos grises. Pero bueno, somos el único organismo que tiene una misión reconocida de inspección allí. Y eso mientras Irán sea parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, que indica que todo país que tiene una actividad nuclear debe tener un acuerdo con la OIEA para que el organismo pueda inspeccionar abiertamente.

Entonces, pese a la urgencia de Israel de evitar que Irán tenga un arma nuclear, ¿usted seguiría priorizando la vía diplomática?

–Totalmente. Creo yo que hay que buscar incansablemente un acuerdo por la vía diplomática. No es imposible. El trabajo de Witkoff en ese sentido merece apoyo.

¿Se puede evitar ad eternum que Irán tenga un arma nuclear?

–Sí, absolutamente. Se necesita un buen acuerdo político por el cual Irán asuma el compromiso de no tener un arma nuclear. Los iraníes dicen que tienen ese compromiso, pero al mismo tiempo hay dudas. Hay dudas con relación a muchas actividades que tienen lugar en Irán. Ellos tienen que aclarar esas dudas y deben tener más apertura y transparencia. Eso no es imposible de alcanzar. Yo estoy en contacto permanente con el canciller iraní, Abás Araqchí, que me dice que buscan lo mismo. Tenemos que tratar que estas líneas coincidan. Un ataque israelí desencadenaría un conflicto mayor y no sé si resolvería el problema central. Porque si el problema central es la capacidad latente de Irán de tener un arma nuclear, aún una campaña muy destructiva posiblemente no lograría destruir toda la infraestructura y lo dejaría con la capacidad de reconstruirse. Debería ser una campaña devastadora. Recuerde que Irán es un país muy grande y rico. Como diplomático, con 40 años en este trabajo, siempre pienso que hay una posibilidad de arreglo y no lo digo desde la ingenuidad, sino desde la negociación que voy siguiendo y que creo dará finalmente estabilidad a Israel. Si nosotros logramos despejar el temor de que Irán se dote de un arma nuclear, creo que estaremos dando un paso muy grande hacia la estabilización del Medio Oriente, que ya ha sufrido demasiado.

Hablemos de su aspiración a dirigir las Naciones Unidas.

–Creo que las Naciones Unidas son más importantes que nunca. Y creo en el factor humano. Frente a un mundo tan fragmentado, donde claramente las instituciones del organismo, como por ejemplo el Consejo de Seguridad, está afectado por un veto casi estructural, veo que la figura del secretario general crece, porque es quien puede hablar con todas las partes y acercar posiciones. Antonio Guterres es un gran secretario general y tiene todavía un año y medio por delante. Lo apoyaremos en todo lo que haga falta, pero yo me baso sobre la experiencia que estoy viviendo. Y veo que cuando uno comienza a influir en la dinámica de procesos antagónicos entre países, hasta esos países antagónicos terminan agradeciendo.

Se ha destacado en los últimos años por haber hablado con todos.

–Creo que siempre tenemos que ser un interlocutor aceptado. Yo, por ejemplo, cuando me he entrevistado con Putin ha sido difícil, por las muchas críticas recibidas. Y yo les he preguntado a muchos líderes: ¿si no hablo con Putin, con quién voy a hablar? Y lo mismo con Zelensky. Creo que mi papel no es decir si este señor es un criminal de guerra o cualquier cosa que venga a la mente, porque cancelo toda mi efectividad. Lo que busco es lograr que exista un mínimo común denominador para evitar la catástrofe.

Grossi camino a la central nuclear de Zaporiya, en el sureste de Ucrania, en marzo de 2023

UN DEFENSOR DE LA NEGOCACIÓN

PERFIL: Rafael Grossi

Rafael Mariano Grossi nació en Buenos Aires en 1961. Desde diciembre de 2019 es director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU.

Diplomático de carrera, tiene casi 40 años de experiencia en las esferas de la no proliferación y el desarme.

Es doctor en Relaciones Internacionales, Historia Internacional y Política por el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de la Universidad de Ginebra, del que también obtuvo su diploma de maestría.

Inició su trayectoria académica en la UCA y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación.

Fue jefe de gabinete en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), en La Haya, entre 2002 y 2007.

En 2013 fue nombrado embajador de la Argentina ante Austria y representante de la Argentina ante el OIEA y otras organizaciones Internacionales con sede en Viena.

Ejerció de presidente designado de la Conferencia de las Partes encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de 2020.

Ha recibido numerosos distinciones y premios nacionales e internacionales.

Rafael Grossi sabe que aún no es tiempo de celebrar. Los denodados esfuerzos que hizo en los últimos años como director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para evitar una catástrofe nuclear en Ucrania han rendido frutos, pero la guerra continúa. Los combates son feroces y un impacto, incluso accidental, contra una central nuclear podría causar un escape radioactivo y hacer realidad la peor pesadilla de Europa.

Estados Unidos, Rusia y Ucrania negocian para lograr un cese el fuego. Si prosperaran los acuerdos, una importante parte del crédito por haber evitado un episodio nuclear desde que comenzó la guerra en 2022 recaería en los hombros de este diplomático argentino, de 64 años, que dirige la OIEA desde 2019.

Cuando estalló el conflicto, Grossi, como director de la OIEA, se involucró personalmente y llevó a su organización a tomar un rol protagónico en la seguridad de la central nuclear de Zaporiyia, tomada por los rusos al inicio de la invasión.

El conflicto entre India y Pakistán es muy complejo. Ambos tienen armas nucleares, pero no veo una deriva hacia el uso de esas armas

La captura de esta central reavivó los fantasmas de un nuevo accidente nuclear en Ucrania, de características similares al del Chernobyl en 1986, que expuso a más de ocho millones de personas a la radiación.

En situaciones de guerra, los organismos internacionales suelen emitir posicionamientos en el plano de los principios, tal como hizo las Naciones Unidas señalando la ilegalidad de la acción rusa. Pero Grossi entendió que su función y la del organismo que lideraba debían ir más allá de lo declamativo.

La misión del la OIEA es promover la energía nuclear con fines pacíficos, dar tecnología y cooperación técnica a los países en desarrollo pero también establecer la seguridad de todas las operaciones nucleares. “Esto último me dio la legitimidad necesaria para inmiscuirme en donde nadie me llamaba,” dice Grossi durante una entrevista con este diario desde la sede de la OIEA, en Viena.

Tras intensas negociaciones, Grossi logró ir junto a sus equipos técnicos a la central de Zaporiyia. Durante el viaje hacia allí, su convoy fue blanco de disparos. “Estuvimos bajo fuego aunque no sabemos de quién”, cuenta. “Nunca sabremos si fue una maniobra intimidatoria o se buscaba hacernos daño”.

La presencia de Grossi allí permitió la observación directa para ofrecer informes permanentes que evitaran las fake news. Por otro lado, su equipo actuó como un elemento disuasorio por la sola presencia de la bandera celeste de las Naciones Unidas. “Hubo un efecto de contención”, dice.

Grossi también llevó adelante una tarea diplomática fuera de lo común, hoy reconocida por los países que conforman el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No dudó en reunirse en repetidas oportunidades con el presidente ruso, Vladimir Putin, para discutir la seguridad de Zaporiyia. Y también con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky. Según reconocidos analistas, esos contactos tendieron puentes esenciales de comunicación diplomática entre países enfrentados.

Nosotros estamos en Irán y hacemos inspecciones periódicas, pero al mismo tiempo hay dudas con zonas grises y muchas de sus actividades

“Ejerzo mi rol con prudencia pero de una manera proactiva. Hay muchas cosas que uno puede hacer en la medida que tenga la confianza de los interlocutores”, señala.

La OIEA es la única organización que ha mantenido una presencia constante en Irán, la otra región donde el tema nuclear preocupa al mundo. Existen presunciones muy fundadas de que el régimen de los ayatollah está detrás de la producción de un arma nuclear. Grossi ya ha realizado múltiples viajes a Teherán para dilucidar inconsistencias en el proyecto nuclear del país y mantiene allí inspectores de forma permanente.

Grossi sabe que su trabajo de los últimos años lo ha dejado bien posicionado para aspirar al rol de secretario general de las Naciones Unidas, cargo actualmente ocupado por el portugués António Guterres, y que se renovará a fines del año próximo. De ser elegido, sería el primer argentino en llegar a ese cargo y el segundo de América latina, después de la gestión del peruano Javier Pérez de Cuellar en la década del 80. Confía en que su campaña sea lo realizado al frente de la OIEA durante estos años, dice.

Esta última semana recrudeció el conflicto bélico que mantienen India y Pakistán, dos países que tienen arsenales nucleares. ¿Cómo lo evalúa?

–La situación es evidentemente muy compleja. Ambos países tienen armas nucleares, sí, pero no veo una deriva hacia el uso de armas nucleares en este caso.

Su trabajo en la planta de Zaporiyia tuvo que ser aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Qué se acordó allí?

–Si bien se utilizó un lenguaje más técnico, básicamente se establecieron dos principios: que no atacaran la central nuclera y segundo, y esto más dirigido a quienes estaban ocupando la instalación, que no transformaran la central en una base militar. Inclusive establecimos cierta categorización de armamento pesado cuya presencia en Zaporiyia no debía tener lugar. El respaldo de estos países me dio una gran fuerza para estar allí y para invocar el apoyo de la comunidad internacional en su conjunto, que juzga importante la presencia de la OIEA en el lugar.

Frente a un mundo tan fragmentado, la ONU es más importante que nunca. El secretario general puede acercar a las partes en conflicto”

Usted estableció un canal de dialogo directo con los presidente de Rusia y Ucrania en torno al tema nuclear.

–Sí, con reuniones a intervalos regulares. Fueron visitas mías tanto a Moscú como a Kiev. Estuve con Putin primero en San Petersburgo y después en Sochi. Y muchas veces en Kiev. Lo nuestro es una misión concreta, donde yo hablo con uno y con otro. Tratamos de impedir ciertos desarrollos que puedan llevar a un accidente.

¿Cómo está la situación en la región?

– Por el momento es una zona de combate activo, así que lo último que uno puede hacer en estas circunstancias es decir “misión cumplida” o cantar victoria. En este momento hay muchísimo combate. Quizá la prensa internacional no lo está reflejando de la manera en que ocurre en el terreno, pero hay combates feroces en toda la línea de la frontera.

¿Cuán grave podría ser un escape radioactivo en la central de Zaporiyia?

–La planta está en lo que se llama una parada en frío (cold shutdown), es decir, no está generando electricidad. No está produciendo energía. Esto mitiga bastante lo que podría ser una gran catástrofe, pero no la evita totalmente. Hay mucho material nuclear en el núcleo de los reactores y además hay una gran cantidad de combustible, tanto fresco, no utilizado, como gastado o quemado, fuera del domo de los reactores y que está bastante expuesto. De modo tal que si hubiese un ataque masivo podría haber una contaminación relativamente importante en la región. No una nube que llegara a París, pero sí a un área importante en la region.

¿Cómo se estructuraría un posible acuerdo entre Rusia y Ucrania?

–El esquema de acuerdo que propuso Estados Unidos y que está bajo consideración implicaría una serie de principios. Uno de ellos es el reconocimiento de Crimea como rusa. Y luego un status quo con relación a los otros territorios, vale decir, no reconocimiento, pero sí reconocimiento de facto como territorios ocupados por Rusia. Luego habría algunas contrapartidas para Ucrania, como la posibilidad de ingresar a la Unión Europea, no así en la OTAN. Y algunas compensaciones. Pero esto es algo que excede el ámbito de la OIEA. Estamos al tanto porque todo esto incluye la situación de la central nuclear, ubicada en la parte ocupada por Rusia, en un territorio completamente anexado. Estados Unidos ha manifestado también una cierta impaciencia en cuanto a que, de no lograrse un avance sobre la base de este acuerdo marco, podrían retirarse de la negociación. Pero bueno, no estamos en esa situación todavía.

¿Cómo evalúa la irrupción de Trump en el contexto global?

–Hay valoraciones positivas y negativas sobre lo que es su presidencia y yo, como jefe de un organismo internacional, no la voy a calificar. Lo que sí creo interesante es que se han desatado procesos negociadores donde antes no los había. Y esto es algo que yo como diplomático valoro, porque entiendo que la situación tal como está es muy negativa. Para Ucrania, en primer lugar, por la enorme pérdida de vidas humanas. Se estima que mueren unos 6000 soldados por semana de ambos lados, y las pérdidas humanas ya se estiman en cientos de miles. Esto es un desastre, pese a que no se observa una modificación sensible de las líneas de contacto. Creo que es importante que existan procesos negociadores que traten de salir de esa situación hacia otra mejor. Volví a hablar con el canciller ucraniano, Andrii Sybiha, y me comentó que están en plenas negociaciones y me reiteró la voluntad de aceptar un cese el fuego.

¿Cómo explica que Trump esté más cerca de Moscú que de Kiev?

–No es mi rol explicarlo y tampoco quiero justificarlo. Creo que lo importante es que el conflicto drena billones de dólares de Estados Unidos y Trump tiene una agenda de prioridad del interés americano. Lo que él viene a marcar de un modo que algunos consideran bastante disruptivo es una fuerte priorización de sus intereses nacionales.

En otro conflicto caliente, el de Medio Oriente, se ve al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, intentando convencer a Trump de atacar y destruir la infraestructura nuclear de Irán. ¿Le preocupa esto?

–Sí. Israel lo ha manifestado muchas veces. Ellos consideran que la situación de un Irán con un arma nuclear es un riesgo existencial. Frente a eso, que exista un proceso negociador me parece importante. Yo he estado en contacto con Steve Witcoff, el enviado de Trump a la región, y estamos tratando de aportar los conocimientos que tenemos sobre Irán. Al fin y al cabo todos hablan, pero los únicos que estamos en Irán somos nosotros.

¿Tienen presencia permanente allí?

–Sí. Nosotros estamos allí y las inspecciones no se han interrumpido nunca. El problema con Irán es que hay muchas zonas grises porque el país no acaba nunca de explicar bien las cosas. Hay puntos grises. Pero bueno, somos el único organismo que tiene una misión reconocida de inspección allí. Y eso mientras Irán sea parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, que indica que todo país que tiene una actividad nuclear debe tener un acuerdo con la OIEA para que el organismo pueda inspeccionar abiertamente.

Entonces, pese a la urgencia de Israel de evitar que Irán tenga un arma nuclear, ¿usted seguiría priorizando la vía diplomática?

–Totalmente. Creo yo que hay que buscar incansablemente un acuerdo por la vía diplomática. No es imposible. El trabajo de Witkoff en ese sentido merece apoyo.

¿Se puede evitar ad eternum que Irán tenga un arma nuclear?

–Sí, absolutamente. Se necesita un buen acuerdo político por el cual Irán asuma el compromiso de no tener un arma nuclear. Los iraníes dicen que tienen ese compromiso, pero al mismo tiempo hay dudas. Hay dudas con relación a muchas actividades que tienen lugar en Irán. Ellos tienen que aclarar esas dudas y deben tener más apertura y transparencia. Eso no es imposible de alcanzar. Yo estoy en contacto permanente con el canciller iraní, Abás Araqchí, que me dice que buscan lo mismo. Tenemos que tratar que estas líneas coincidan. Un ataque israelí desencadenaría un conflicto mayor y no sé si resolvería el problema central. Porque si el problema central es la capacidad latente de Irán de tener un arma nuclear, aún una campaña muy destructiva posiblemente no lograría destruir toda la infraestructura y lo dejaría con la capacidad de reconstruirse. Debería ser una campaña devastadora. Recuerde que Irán es un país muy grande y rico. Como diplomático, con 40 años en este trabajo, siempre pienso que hay una posibilidad de arreglo y no lo digo desde la ingenuidad, sino desde la negociación que voy siguiendo y que creo dará finalmente estabilidad a Israel. Si nosotros logramos despejar el temor de que Irán se dote de un arma nuclear, creo que estaremos dando un paso muy grande hacia la estabilización del Medio Oriente, que ya ha sufrido demasiado.

Hablemos de su aspiración a dirigir las Naciones Unidas.

–Creo que las Naciones Unidas son más importantes que nunca. Y creo en el factor humano. Frente a un mundo tan fragmentado, donde claramente las instituciones del organismo, como por ejemplo el Consejo de Seguridad, está afectado por un veto casi estructural, veo que la figura del secretario general crece, porque es quien puede hablar con todas las partes y acercar posiciones. Antonio Guterres es un gran secretario general y tiene todavía un año y medio por delante. Lo apoyaremos en todo lo que haga falta, pero yo me baso sobre la experiencia que estoy viviendo. Y veo que cuando uno comienza a influir en la dinámica de procesos antagónicos entre países, hasta esos países antagónicos terminan agradeciendo.

Se ha destacado en los últimos años por haber hablado con todos.

–Creo que siempre tenemos que ser un interlocutor aceptado. Yo, por ejemplo, cuando me he entrevistado con Putin ha sido difícil, por las muchas críticas recibidas. Y yo les he preguntado a muchos líderes: ¿si no hablo con Putin, con quién voy a hablar? Y lo mismo con Zelensky. Creo que mi papel no es decir si este señor es un criminal de guerra o cualquier cosa que venga a la mente, porque cancelo toda mi efectividad. Lo que busco es lograr que exista un mínimo común denominador para evitar la catástrofe.

Grossi camino a la central nuclear de Zaporiya, en el sureste de Ucrania, en marzo de 2023

UN DEFENSOR DE LA NEGOCACIÓN

PERFIL: Rafael Grossi

Rafael Mariano Grossi nació en Buenos Aires en 1961. Desde diciembre de 2019 es director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU.

Diplomático de carrera, tiene casi 40 años de experiencia en las esferas de la no proliferación y el desarme.

Es doctor en Relaciones Internacionales, Historia Internacional y Política por el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de la Universidad de Ginebra, del que también obtuvo su diploma de maestría.

Inició su trayectoria académica en la UCA y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación.

Fue jefe de gabinete en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), en La Haya, entre 2002 y 2007.

En 2013 fue nombrado embajador de la Argentina ante Austria y representante de la Argentina ante el OIEA y otras organizaciones Internacionales con sede en Viena.

Ejerció de presidente designado de la Conferencia de las Partes encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de 2020.

Ha recibido numerosos distinciones y premios nacionales e internacionales.

 El jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU señala que mientras se combata en Ucrania la amenaza nuclear sigue latente; otra preocupación es el enfrentamiento entre la India y Pakistán  LA NACION

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