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Ola de empatía hacia León XIV

Otra vez el cónclave nos ha deparado una sorpresa. El nuevo pontífice no figuraba en los primeros lugares entre los favoritos según la prensa especializada. La chimenea con humo blanco y las alegres campanas de toda Roma fueron anticipando la gran noticia: Habemus papam, ante la emoción de muchas personas congregadas en la Plaza. Robert Francis Prevost eligió significativamente el nombre de León XIV (una reivindicación del comienzo de la doctrina social católica a finales del siglo XIX). Se dirigió desde el balcón mayor de la Basílica de San Pedro, habló en italiano y en español con inusitada perfección en ambas lenguas y con una plácida sonrisa, la mirada atenta y conmovida, los modales contenidos, dedicó un saludo amistoso con los dos brazos. Fueron otras reconfortantes sorpresas. Este papa estadounidense, nacionalizado peruano, rezó por la paz con sus primeras palabras, recordó muy especialmente a su predecesor argentino y dejó la impresión de una delicada firmeza.

Además de superior general de los agustinos –orden mendicante que recoge la tradición monástica de Agustín de Hipona, figura brillante entre los Padres de la Iglesia–, fue obispo en una de las diócesis más necesitadas del norte de Perú y prefecto del dicasterio para los obispos en la curia vaticana, lo cual lo ubicó, por decisión de Francisco, en un cargo fundamental para la selección de nuevos obispos y, consecuentemente, para el conocimiento directo de la jerarquía de la Iglesia Católica en el mundo. Fue presidente de la pontificia comisión para América Latina y estudió Ciencias Exactas, Filosofía, Teología y Derecho, en diferentes momentos de su formación. Es decir, que reúne una larga experiencia intelectual, pastoral y misionera, la pertenencia a una comunidad religiosa tradicional, el conocimiento directo del laicado y una marcada sensibilidad social. Esto último puede apreciarse en su dedicación a los migrantes y a las poblaciones más humildes. Él mismo ha referido en algunas entrevistas que si bien sus padres eran norteamericanos, provenían de familias de inmigrantes, tanto francesas como españolas. Por eso, sostenía que como cristianos y como americanos teníamos que ser abiertos con los migrantes y saber darles acogida.

Si Robert Prevost supo aunar tantos votos en el Cónclave significa que los prelados de mayor tendencia reformista y los representantes del ancho medio moderado superaron con creces al sector más conservador, encontrando en él a un creíble mediador, capaz de limar asperezas y enfrentamientos

Con Bergoglio coincide en muchas cosas. Ambos eran del criterio de escuchar más que de hablar y de acompañar a las personas concretas en sus dificultades existenciales. Los dos, predicadores de la paz y de la convivencia justa entre las naciones. Ambos querían la protección de la naturaleza, la “casa común”, la concepción misionera de la Iglesia y la irrenunciable defensa de los derechos humanos. Los duros posicionamientos del nuevo papa –a quien sus feligreses llamaban simplemente Roberto, sin otros apelativos– con el expresidente Alberto Fujimori pueden ilustrar este tema.

Los testimonios que llegan de personas que lo han tratado durante largo tiempo en Perú, en su paso por la Argentina y en otros países del continente, o finalmente en Roma, coinciden en la admiración y el aprecio profundo por su cercanía en el trato, su claridad conceptual y su abierta disponibilidad al servicio.

En Perú lo recuerdan visitando, a veces a caballo, a sus comunidades más aisladas, ayudando embarrado a los que sufrían inundaciones y penurias, así como también amante de los deportes y de los encuentros directos con la gente.

¿Cuál será el futuro de la Iglesia con él? Ese interrogante sería materia de profecía. Por el momento, en diferentes episcopados y entre la gente, tanto católica como no, se ha despertado una ola de empatía. Pareciera ser el mejor candidato que el colegio cardenalicio podía elegir: no es europeo. En principio, pertenece al hemisferio norte, aunque con un hondo arraigo en América Latina. Como norteamericano tendrá que vérselas con el más que sorprendido presidente Donald Trump, que no es de su simpatía. Conviene recordar que la Iglesia de ese país junto con la alemana constituyen los principales aportes económicos a la comunidad católica universal, lo cual cobra importancia ante las deficitarias cuentas pontificias.

León XIV podría ser definido sucintamente como un sacerdote de experiencia pastoral real y profunda, con una mirada misionera. Si supo aunar tantos votos en el cónclave significa que los prelados de mayor tendencia reformista y los representantes del ancho medio moderado superaron con creces al sector más conservador, encontrando en él a un creíble mediador, capaz de limar asperezas y enfrentamientos.

Otra vez el cónclave nos ha deparado una sorpresa. El nuevo pontífice no figuraba en los primeros lugares entre los favoritos según la prensa especializada. La chimenea con humo blanco y las alegres campanas de toda Roma fueron anticipando la gran noticia: Habemus papam, ante la emoción de muchas personas congregadas en la Plaza. Robert Francis Prevost eligió significativamente el nombre de León XIV (una reivindicación del comienzo de la doctrina social católica a finales del siglo XIX). Se dirigió desde el balcón mayor de la Basílica de San Pedro, habló en italiano y en español con inusitada perfección en ambas lenguas y con una plácida sonrisa, la mirada atenta y conmovida, los modales contenidos, dedicó un saludo amistoso con los dos brazos. Fueron otras reconfortantes sorpresas. Este papa estadounidense, nacionalizado peruano, rezó por la paz con sus primeras palabras, recordó muy especialmente a su predecesor argentino y dejó la impresión de una delicada firmeza.

Además de superior general de los agustinos –orden mendicante que recoge la tradición monástica de Agustín de Hipona, figura brillante entre los Padres de la Iglesia–, fue obispo en una de las diócesis más necesitadas del norte de Perú y prefecto del dicasterio para los obispos en la curia vaticana, lo cual lo ubicó, por decisión de Francisco, en un cargo fundamental para la selección de nuevos obispos y, consecuentemente, para el conocimiento directo de la jerarquía de la Iglesia Católica en el mundo. Fue presidente de la pontificia comisión para América Latina y estudió Ciencias Exactas, Filosofía, Teología y Derecho, en diferentes momentos de su formación. Es decir, que reúne una larga experiencia intelectual, pastoral y misionera, la pertenencia a una comunidad religiosa tradicional, el conocimiento directo del laicado y una marcada sensibilidad social. Esto último puede apreciarse en su dedicación a los migrantes y a las poblaciones más humildes. Él mismo ha referido en algunas entrevistas que si bien sus padres eran norteamericanos, provenían de familias de inmigrantes, tanto francesas como españolas. Por eso, sostenía que como cristianos y como americanos teníamos que ser abiertos con los migrantes y saber darles acogida.

Si Robert Prevost supo aunar tantos votos en el Cónclave significa que los prelados de mayor tendencia reformista y los representantes del ancho medio moderado superaron con creces al sector más conservador, encontrando en él a un creíble mediador, capaz de limar asperezas y enfrentamientos

Con Bergoglio coincide en muchas cosas. Ambos eran del criterio de escuchar más que de hablar y de acompañar a las personas concretas en sus dificultades existenciales. Los dos, predicadores de la paz y de la convivencia justa entre las naciones. Ambos querían la protección de la naturaleza, la “casa común”, la concepción misionera de la Iglesia y la irrenunciable defensa de los derechos humanos. Los duros posicionamientos del nuevo papa –a quien sus feligreses llamaban simplemente Roberto, sin otros apelativos– con el expresidente Alberto Fujimori pueden ilustrar este tema.

Los testimonios que llegan de personas que lo han tratado durante largo tiempo en Perú, en su paso por la Argentina y en otros países del continente, o finalmente en Roma, coinciden en la admiración y el aprecio profundo por su cercanía en el trato, su claridad conceptual y su abierta disponibilidad al servicio.

En Perú lo recuerdan visitando, a veces a caballo, a sus comunidades más aisladas, ayudando embarrado a los que sufrían inundaciones y penurias, así como también amante de los deportes y de los encuentros directos con la gente.

¿Cuál será el futuro de la Iglesia con él? Ese interrogante sería materia de profecía. Por el momento, en diferentes episcopados y entre la gente, tanto católica como no, se ha despertado una ola de empatía. Pareciera ser el mejor candidato que el colegio cardenalicio podía elegir: no es europeo. En principio, pertenece al hemisferio norte, aunque con un hondo arraigo en América Latina. Como norteamericano tendrá que vérselas con el más que sorprendido presidente Donald Trump, que no es de su simpatía. Conviene recordar que la Iglesia de ese país junto con la alemana constituyen los principales aportes económicos a la comunidad católica universal, lo cual cobra importancia ante las deficitarias cuentas pontificias.

León XIV podría ser definido sucintamente como un sacerdote de experiencia pastoral real y profunda, con una mirada misionera. Si supo aunar tantos votos en el cónclave significa que los prelados de mayor tendencia reformista y los representantes del ancho medio moderado superaron con creces al sector más conservador, encontrando en él a un creíble mediador, capaz de limar asperezas y enfrentamientos.

 El nuevo papa reúne una larga experiencia pastoral y misionera, sustentada en el conocimiento directo del laicado y una marcada sensibilidad social  LA NACION

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