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Triunfó la corrupción: sigue la ficha delictiva

El Congreso ha consagrado anteanoche el mensaje que sobrevuela desde hace mucho tiempo las bancas legislativas: no importa si un dirigente es corrupto. Siempre tendrá un escaño disponible o un cargo público en la administración nacional desde donde valerse forzadamente de fueros concebidos para otro fin, con tal de que no lo alcance la Justicia. Ha quedado claro que la honestidad no es un valor para buena parte de la dirigencia política.

Los números lo atestiguan: 136 diputados y senadores del total de 329 miembros del Congreso votaron en contra de la ficha limpia o se abstuvieron y terminaron celebrando de viva voz que los delincuentes doblemente condenados en la Argentina puedan participar de comicios, dictar leyes y adoptar decisiones que regirán la vida de todos.

El kirchnerismo en su conjunto se abroqueló en el Senado en defensa de su jefa política con el falso argumento de que se trataba de un intento de proscribir a quien, como Cristina Kirchner, ha sido condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos en dos instancias judiciales en la causa Vialidad. La resolución de la Cámara de Casación que le confirmó esa condena para ejercer la función pública es de por sí una sentencia firme por más que aún reste el pronunciamiento de la Corte, pues el superior tribunal de la República no es una instancia más, como si fuera una tercera, sino el último garante de las declaraciones, derechos y garantías de todos los habitantes de la Nación.

El kirchnerismo en su conjunto se abroqueló en el Senado en defensa de su jefa política con el falso argumento de que se trataba de un intento de proscribir a quien, como Cristina Kirchner, ha sido condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos

A ese bloque encubridor se le sumaron los votos de dos senadores que hasta minutos antes de la sesión declaraban públicamente que apoyaban la sanción de la ley. Los misioneros Sonia Rojas Decut y Carlos Arce, del Frente Renovador de la Concordia Social, partieron raudos y en silencio tras la sesión luego de su escandalosa voltereta. Ayer se especulaba con que fueron funcionales al gobierno nacional, al que se le adjudica haberlos presionado para que fracasara la ley presentada por el propio Poder Ejecutivo tras haber protagonizado idas y venidas que no hicieron más que generar dudas sobre la consistencia de su impulso y la certeza de su convicción.

Pudieron haber dado un primer paso hacia la transparencia y dejado para más adelante el perfeccionamiento de la norma, como reclamaban algunos legisladores, pero jugaron a todo o nada. Y se impuso la nada, el statu quo, el permiso para que los delincuentes puedan aspirar a obtener una banca y, desde ella, arremeter desvergonzadamente con ampulosas clases de moral, ética y civismo, condiciones de las que claramente carecen.

Quienes impulsan y defienden la sanción de la ley de ficha limpia deberán esperar hasta el año que viene para volver a presentar en el Congreso proyectos en la materia. Al ser rechazado, el tema no puede ser vuelto a considerar en las sesiones del año parlamentario en curso. Sería deseable que en todo ese tiempo se trabaje para apuntalarla y no se use este fracaso como chicana electoral en ninguna campaña política con vistas a los comicios venideros. Los más cercanos son los de Salta, Chaco, Jujuy y San Luis, el próximo domingo, y los porteños del 18 del corriente mes, cuando se elegirán en esta ciudad 30 diputados para renovar la mitad de la Legislatura que, como todo cuerpo deliberante local, se aboca, entre otros muchos temas, al tratamiento de leyes y resoluciones sobre salud, educación y seguridad; sobre materia fiscal, tributaria, de empleo, de ambiente, promoción y seguridad sociales, y obras y servicios públicos. Temas por los que reclaman los ciudadanos del distrito y sobre los que poco o nada han dicho hasta ahora los candidatos de las 17 listas que competirán, enfrascados como están en la pugna partidaria y los enconos personales.

Son también llamativos los excesos de protagonismos que el naufragio de la ley de ficha limpia está provocando entre quienes la apoyaron. Parecería que importa más el quién y el cómo que el qué. Y ese es otro de los pecados de la política de estos tiempos: la prevalencia de un exacerbado y dañino individualismo, alejado de los problemas que atañen a la gente.

Los que hicieron fracasar la ley se abrazan y festejan. Los que la apoyaron se pasan facturas. Ya mismo deberían estar trabajando en cómo evitar que al Congreso se lo siga asociando con un aguantadero. Nueve años se estuvo dilatando el debate de ficha limpia. Eso dice mucho más que la sesión de anteayer en la que volvió a consagrarse la “ficha delictiva”. Sin voluntad política, gana la corrupción.

El Congreso ha consagrado anteanoche el mensaje que sobrevuela desde hace mucho tiempo las bancas legislativas: no importa si un dirigente es corrupto. Siempre tendrá un escaño disponible o un cargo público en la administración nacional desde donde valerse forzadamente de fueros concebidos para otro fin, con tal de que no lo alcance la Justicia. Ha quedado claro que la honestidad no es un valor para buena parte de la dirigencia política.

Los números lo atestiguan: 136 diputados y senadores del total de 329 miembros del Congreso votaron en contra de la ficha limpia o se abstuvieron y terminaron celebrando de viva voz que los delincuentes doblemente condenados en la Argentina puedan participar de comicios, dictar leyes y adoptar decisiones que regirán la vida de todos.

El kirchnerismo en su conjunto se abroqueló en el Senado en defensa de su jefa política con el falso argumento de que se trataba de un intento de proscribir a quien, como Cristina Kirchner, ha sido condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos en dos instancias judiciales en la causa Vialidad. La resolución de la Cámara de Casación que le confirmó esa condena para ejercer la función pública es de por sí una sentencia firme por más que aún reste el pronunciamiento de la Corte, pues el superior tribunal de la República no es una instancia más, como si fuera una tercera, sino el último garante de las declaraciones, derechos y garantías de todos los habitantes de la Nación.

El kirchnerismo en su conjunto se abroqueló en el Senado en defensa de su jefa política con el falso argumento de que se trataba de un intento de proscribir a quien, como Cristina Kirchner, ha sido condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos

A ese bloque encubridor se le sumaron los votos de dos senadores que hasta minutos antes de la sesión declaraban públicamente que apoyaban la sanción de la ley. Los misioneros Sonia Rojas Decut y Carlos Arce, del Frente Renovador de la Concordia Social, partieron raudos y en silencio tras la sesión luego de su escandalosa voltereta. Ayer se especulaba con que fueron funcionales al gobierno nacional, al que se le adjudica haberlos presionado para que fracasara la ley presentada por el propio Poder Ejecutivo tras haber protagonizado idas y venidas que no hicieron más que generar dudas sobre la consistencia de su impulso y la certeza de su convicción.

Pudieron haber dado un primer paso hacia la transparencia y dejado para más adelante el perfeccionamiento de la norma, como reclamaban algunos legisladores, pero jugaron a todo o nada. Y se impuso la nada, el statu quo, el permiso para que los delincuentes puedan aspirar a obtener una banca y, desde ella, arremeter desvergonzadamente con ampulosas clases de moral, ética y civismo, condiciones de las que claramente carecen.

Quienes impulsan y defienden la sanción de la ley de ficha limpia deberán esperar hasta el año que viene para volver a presentar en el Congreso proyectos en la materia. Al ser rechazado, el tema no puede ser vuelto a considerar en las sesiones del año parlamentario en curso. Sería deseable que en todo ese tiempo se trabaje para apuntalarla y no se use este fracaso como chicana electoral en ninguna campaña política con vistas a los comicios venideros. Los más cercanos son los de Salta, Chaco, Jujuy y San Luis, el próximo domingo, y los porteños del 18 del corriente mes, cuando se elegirán en esta ciudad 30 diputados para renovar la mitad de la Legislatura que, como todo cuerpo deliberante local, se aboca, entre otros muchos temas, al tratamiento de leyes y resoluciones sobre salud, educación y seguridad; sobre materia fiscal, tributaria, de empleo, de ambiente, promoción y seguridad sociales, y obras y servicios públicos. Temas por los que reclaman los ciudadanos del distrito y sobre los que poco o nada han dicho hasta ahora los candidatos de las 17 listas que competirán, enfrascados como están en la pugna partidaria y los enconos personales.

Son también llamativos los excesos de protagonismos que el naufragio de la ley de ficha limpia está provocando entre quienes la apoyaron. Parecería que importa más el quién y el cómo que el qué. Y ese es otro de los pecados de la política de estos tiempos: la prevalencia de un exacerbado y dañino individualismo, alejado de los problemas que atañen a la gente.

Los que hicieron fracasar la ley se abrazan y festejan. Los que la apoyaron se pasan facturas. Ya mismo deberían estar trabajando en cómo evitar que al Congreso se lo siga asociando con un aguantadero. Nueve años se estuvo dilatando el debate de ficha limpia. Eso dice mucho más que la sesión de anteayer en la que volvió a consagrarse la “ficha delictiva”. Sin voluntad política, gana la corrupción.

 Tras el fracaso en la sanción de la ley de ficha limpia en el Senado, sus impulsores no dejaron de pasarse facturas y los corruptos festejaron  LA NACION

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