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Nicolás Repetto: su nuevo desafío en teatro, cómo es su vida hoy y una mirada sobre la TV y el país

Podría afirmarse que Nicolás Repetto es un entrenado especialista en generar cismas en su carrera profesional. Ese lugar común llamado “zona de confort” no aplica en él. Fue y vino, literal y simbólicamente. Como un nómade que aplicó sus saberes a los diversos espacios que eligió habitar. Hizo de la libertad un culto. “No lo niego, me siento una persona libre”, afirma sin medias tintas comenzando la charla con LA NACION.

Y si de elecciones se trata, la entrevista se realiza en un ámbito inusual -o no tanto- para él. Una sala de teatro en penumbras con Repetto, el hombre responsable de enormes éxitos televisivos, jugando un nuevo partido, esta vez pisando la pelota como dramaturgo y director.

El próximo miércoles 7 de mayo, en el Paseo La Plaza, estrenará Sala de espera, pieza que escribió a lo largo de un año y que subirá a escena con las actuaciones de Pablo Rago y Diego Cremonesi, y la participación de Barbi Siom.

“Escribí Sala de espera sin saber qué destino tendría. Luego, como tenía ganas de volcarlo a algún medio, me pareció que el teatro era el mejor vehículo”. Repetto elogia a sus actores, “son un lujo”, y siente que esos nombres son, en gran medida, el motor para plasmar su texto en un escenario.

“¿Quién merece la vida eterna y quién arder en el infierno?” es el interrogante que toma como disparador la propuesta -escrita durante todo el año pasado- que relata el encuentro de dos amigos en un espacio que podría asemejarse a un “purgatorio”. “Se habla sobre la amistad”, adelanta el autor de esta suerte de Divina comedia al uso nostro.

Pero, además, en medio de ese destino incierto, entre la “salvación eterna” o no, Adrián e Ignacio, tal el nombre de los personajes, van desandando el camino hacia atrás, pensando en aquellos aciertos y errores de sus vidas, las razones por las que valió la pena haberlas transitado y hasta reflexionar sobre su propio vínculo.

Entre telones, el nuevo universo donde el periodista decidió dejar su impronta

-¿Cómo nació la idea del material?

-Tiene que ver con lo que me va pasando, con esta etapa de mi vida. Una etapa reflexiva, no tengo presiones de ningún tipo ni metas que alcanzar. Es la parte buena de esta etapa. Disfruto con el aspecto creativo, sin la necesidad de estar rindiendo un examen ni ninguna exigencia particular, me libero y hago lo que me parece sin “marketinearlo”. Estoy en una época confortable de mi vida.

En sintonía con la reflexión enunciada, se lo percibe pausado, “de vuelta” de tantas cosas y, sobre todo, de la vorágine del ecosistema televisivo en el que desarrolló la mayor parte de su carrera. Se pasea por la sala teatral como quien va descubriendo texturas nuevas. Le sigue el paso Florencia Raggi, su mujer, una “asesora” ad hoc de la nueva aventura de su marido. La actriz acompaña a Repetto en la sesión de fotos que ilustra esta entrevista, da su opinión sobre alguna postura y se muestra radiante y entusiasmada. En definitiva, también hay mucho de ella en la concreción de la experiencia.

Definitivamente, el tono de Sala de espera conlleva algunos interrogantes esenciales de cierto cariz filosófico: “Los personajes se preguntan si valió la pena haber vivido sus vidas, el sentido de esas vidas, qué dejaron en el camino y qué puede haber después de la muerte”, esgrime el autor, quien, por las dudas, remarca “se habla de estos temas de manera desprejuiciada y con mucho humor, los personajes se chicanean permanentemente”.

-¿Cómo te plantás vos ante la muerte y la trascendencia? ¿Hay algo después?

-No lo sé, eso también lo plantea la obra. ¿Qué puede ocurrir? ¿Quién merece qué? ¿Cuál es el mérito para el premio o el desmérito para el castigo? También podemos pensar en qué relevancia tiene para lo universal el transcurso de una vida.

-Depende qué vida.

-Son temitas que, a cierta edad, comenzás a pensar.

-Más allá de esas “no presiones” a nivel laboral, ¿en qué momento de tu vida te encontrás?

-Es una etapa muy buena. Mis hijos ya están grandes, el más chico cumplió 24 años, así que hay una libertad total. Ya no hay colegios que te aten ni horarios que cumplir. Ya no hay que llevar a nadie a rugby a las siete de la mañana con cuatro grados bajo cero. Con Florencia estamos liberados de todo eso, lo cual nos permite vivir en Uruguay, que es un lugar que me encanta, estar en el pueblito y tener tiempo libre para hacer lo que me gusta, como la música o la construcción, algo que llevé siempre en paralelo a mi carrera en televisión. Ahora llegó el teatro, siempre estoy inventando algo con qué entretenerme.

El rubro de la construcción lo acompaña desde siempre y con la música, hoy trabaja en el desarrollo de La Juanita, la banda que lidera y que cuenta con “Iré” como primer corte editado con la colaboración de Rubén Rada, su hija Renata Repetto e Isabela Aladro.

-Siempre se te percibió como una persona muy libre, que no se ha anclado en una actividad o espacio determinado.

-A lo que más valor le di, y que siempre traté de proteger, fue la libertad de elección. Para mí es un tesoro, como también la oportunidad de tener tiempo para que no todo sea tirar del carro; creo que distribuí bien eso, no estuve siempre metido en una cinta transportadora. Como siempre me interesaron muchas cosas, necesitaba tiempo para desarrollarlas.

-Incluso, relegando, por etapas, tu actividad más pública.

-Es cierto, aunque me encantaba mi carrera, me divertí muchísimo haciendo televisión. Agarré una época muy creativa del medio, con gente muy entretenida para laburar. La televisión de los ochenta y noventa era una usina de creatividad increíble.

-Diría que formás parte casi de una última camada en un medio con esas características tan remarcadas.

-No quiero decir nada, porque se van a enojar los que están ahora; no quiero ofender a nadie, pero, esa época, fue muy buena. De este tiempo no puedo hablar.

-Fuiste y sos una gran figura de nuestro país, una estrella televisiva. Sin embargo, te has bajado de éxitos enormes, incluso no siempre con los mejores resultados. No te “dormiste en los laureles” y nunca se te percibió desesperado por alcanzar y preservar la estelaridad, por ser el más famoso del club.

-No me pasaba por ahí, no era mi meta ni lo que me estimulaba.

-¿Qué te estimulaba?

-Todo lo referente a lo creativo. Si el resultado traída fama, bienvenida, porque era muy bueno para lo económico, pero, en el día a día, el traje de la fama era algo muy incómodo, por lo menos para mí. Ahora, no hay persona menor de cuarenta años que sepa quién soy. Me muevo con una libertad que, en algún momento de mi vida, no tenía y la disfruto mucho.

-Hablás de generaciones que, supuestamente, no te conocen. En el plano comunicacional, esos grupos etarios hoy se desarrollan en formatos como el streaming. ¿Incursionarías en ese plano?

-No, me encanta la posición en la que estoy, donde ni siquiera soy yo el que se sube al escenario, aunque defiendo el proyecto desde mi lugar.

-Alguna vez te vimos en el rol de actor en Alta sociedad, en el teatro Metropolitan.

-De probar se trata, ¿no? Esa obra musical la hicimos hace más de cuarenta años, lo cual habla de lo vejestorio que soy.

-¿Te volverías a subir a un escenario?

-Podría ser, es una exposición más chica que la de la televisión. Es más, en algún momento pensamos si uno de los papeles de la obra no lo podía hacer yo, pero tenía más ganas de dirigir que de actuar.

Alejado de la exposición masiva, disfruta del bajo perfil que le proporcionan sus actividades fuera de la televisión

-A Sala de espera accederán los espectadores y también los críticos y la prensa en general, ¿cómo te llevás con esa mirada evaluadora? ¿Te genera vértigo?

No hago cosas para la crítica, cuando me expongo trabajo para la gente. Lo de la crítica me parece secundario, aunque siempre es más lindo tener una buena noticia antes que una mala. Una mala crítica no me va a hacer feliz, pero tengo que estar consciente que no estoy haciendo algo para los críticos ni estoy buscando ganarme un premio.

-¿Qué estás buscando?

-Uno intenta que el mensaje que deja la obra haga pensar a los que vengan, que se vayan contentos o enojados, pero que les haya sucedido algo.

Pantalla

Podría decirse que Nicolás Repetto es uno de los últimos mohicanos de una televisión elegante. A pesar de su indiscutida experiencia y ser una voz autorizada, prudentemente evita esgrimir juicios sobre la oferta que proponen las pantallas abiertas en la actualidad.

-Te corrés de emitir una opinión sobre el medio hoy, pero no te será indiferente una frase recurrente en gran parte de los televidentes, “no hay nada para ver”. ¿Por qué los programadores no escuchan ese reclamo?

-Los conductores aparecen cuando hay algo para conducir. Creo que lo que ocurrió tiene que ver, básicamente, con lo económico. Lo mismo sucede con la ficción. Sábado bus era un programa carísimo de hacer, hoy no hay ninguna posibilidad de sacarlo al aire. En aquella época, la televisión accedía al noventa por ciento de la pauta publicitaria cara y hoy ya no, todo se desparrama en diversos lugares como las plataformas o el streaming. A la televisión abierta se le está haciendo muy difícil, a diferencia de lo que sucedía en los noventa, donde existía un despliegue que había con qué solventarlo.

-Las secciones de Sábado bus eran microprogramas en sí mismos.

-Muy caras de hacer y con gente viajando por todo el mundo. Y no era el único programa con su tropa dando vueltas, eran varios los ciclos que tenían esa posibilidad. En esa época, yo tenía mi propia productora, que no solo se mantenía, sino que ganábamos. Nadie iba a pérdida, la televisión generaba. Hoy, se me ocurre, debe ser muy difícil contar con un presupuesto para hacer eso, con lo cual hubo que modificar el estilo de contenidos. La televisión estará buscando cómo se reinventa; como también lo harán otros oficios y profesiones a partir de la inteligencia artificial, estamos viviendo un momento bisagra. Estamos adentro de eso, a algunos nos agarra grandes y aclimatados a otra cosa. Las nuevas generaciones estarán acostumbrándose más naturalmente a eso, pero, no hay dudas que estamos atravesando una revolución. Estamos pasando del vapor a la combustión, pareciera eso, ¿no?.

La televisión es ese universo donde fue una primerísima figura responsable de éxitos como Fax -que se estrenó en 1991 por la pantalla de eltrece– formato que amalgamaba el abordaje periodístico con una buena dosis de humor -donde se lucía también María Laura Santillán en sus primeros pasos en el medio, prologando su fructífera carrera. El programa cosechó el primer Martín Fierro de Oro, entregado por Aptra.

En 1994, el conductor creó Nico, un show de entretenimientos que salía al aire en la primera tarde de Telefe, señal donde, desde 1999 y en el prime time nocturno, también llevaría adelante un suceso denominado Sábado bus, que contaba con la producción periodística de Gerardo Rozín.

A pesar de la enorme repercusión de cada una de estas ideas, de notable aceptación por las audiencias masivas, Repetto eligió no sostenerlas eternamente en el aire. Dicen que un éxito jamás se abandona. Evidentemente, el periodista descree de esta máxima y siempre prefirió sumergirse en aguas desconocidas, arriesgadas y en maratones con finales inciertos.

Si de pasos en falso se trata, no le fue bien con Loft, un ciclo frío que se realizaba en Miami, muy alejado del ADN del público local. Tampoco acertó con Dominico, formato que marcó su regreso luego de una permanencia en el exterior y de la gran crisis de 2001 que atravesó nuestro país.

-Mario Pergolini dijo más de una vez que no regresaría a la televisión abierta. Sin embargo, todo indica que será parte de la grilla de eltrece. Si te ofrecieran algo que te sedujera mucho, ¿volverías a pararte frente a una cámara?

-No me parece, pero no lo sé. No quiero decir “no volveré jamás” y luego aparecer, pero no se me ocurre qué podría ser eso que me entusiasmara tanto y me motivara para un regreso.

-Aparecen los fondos y te proponen reeditar Sábado bus, ¿lo harías?

-En ese tiempo, tenía mi propia productora con un equipo ya conformado. Eso se desarmó. Ya no tengo a un Pablo Codevila como mano derecha o a Gerardo Rozín en la producción. Tenía unos camarógrafos que eran unos cracks y a editores excelentes. Todo eso no se puede armar tan fácilmente.

-¿Mirás televisión?

-Sí.

-¿Qué elegís consumir?

-Veo deportes y canales informativos, no veo programaciones completas.

-¿Cómo te atravesó el fallecimiento de Gerardo Rozín?

-Lo viví con mucha pena, era un tipo divino y nos queríamos mucho. Seguíamos en contacto. Me confesó que yo fui uno de los pocos a los que les contó sobre su enfermedad ni bien se le declaró.

-Durante su convalecencia, ¿estuviste cerca de él?

-De alguna manera sí, yo vivía en Uruguay, pero teníamos una comunicación permanente, acompañando esa incertidumbre que él tenía sobre lo que le iba pasando.

-Por otra parte, manejaba una gran conciencia sobre la gravedad de su cuadro.

-Absolutamente, incluso conocía los riesgos de una operación.

-Cuando conversaba con vos, ¿lo hacía con entereza o llegaste a percibirlo quebrado?

Me contaba que tenía miedo, pero, para la gravedad de la situación, lo veía muy entero, incluso dejó todas sus cosas organizadas. Estaba muy consciente que le había llegado el turno, como también llegará el mío y el de todos. Sabemos que es así.

-Podríamos pensar en algunos pasajes de tu texto teatral.

-Sí, pero la obra dice que “es más sorprendente nacer que morir”.

-¿Por qué?

-¿Vos sabías que ibas a nacer?

-No.

-En cambio, todos sabemos que nos vamos a morir.

Piedras en el camino

Quien no haya dado un paso en falso que tire la primera piedra. Cuando, luego de la crisis de 2001, el conductor regresó al país y, en la primera emisión de su nuevo ciclo televisivo, hizo una suerte de balance de la realidad nacional, el público no reaccionó favorablemente. El programa fue un fracaso.

En 2017, también se lo juzgó cuando, al frente de El noticiero de la gente (Telefe) entrevistó encapuchado a Fernando Jones Huala, en donde hablaba del caso de Santiago Maldonado, la detención del líder mapuche hermano del entrevistado, Facundo Jones Huala, y los cortes de ruta en el sur. Al año siguiente, en el mismo espacio informativo, a una joven que había sufrido dos intentos de abuso callejero le inquirió “¿Cómo estabas vestida? ¿De manera provocativa?”.

-A partir de esas entrevistas, ¿te sentís “cancelado” de la televisión? ¿Los considerás “pasos en falso”?

-No los considero “pasos en falso”. En primer lugar, como periodista, entender que hay preguntas prohibidas me parece nefasto. Y, cuando otros periodistas o pseudoperiodistas, me acusaban o señalaban por lo que había preguntado, no entendía cómo podían decirme que había algo que no se podía preguntar. Se ve que no vivieron la época de la dictadura, que yo sí viví. Todo se puede preguntar, depende cómo lo preguntes y en qué contexto. Con respecto a Jones Huala, después terminó preso, pero en ese momento me pegaron mucho. Le pedí que sostuviera el iPad para ponerme la capucha y que viera qué es lo que siente la otra persona ante alguien que se tapa la cara. Era válido. En el caso de la chica, lo primero que le dije fue “podés ir vestida como se te ocurra y eso no es excusa para que ningún depravado se propase con vos”. Incluso, ella me respondió superbien, no se lo tomó a mal.

-¿Por qué se generó tanto revuelo?

-Era una época muy sensible con esos temas y siempre hay alguien que está buscando ver si te pueden matar. Las aguas se van normalizando y creo que la gente, incluso, se pudrió de algunas cosas.

Reservado

“Los guionistas del escándalo son sus propios protagonistas”, sostuvo Beatriz Sarlo en su libro La intimidad pública. Podría decirse que Nicolás Repetto jamás escribió páginas donde su intimidad nutriera el cotorreo mediático.

Se sabe mucho sobre él. Vivió varios matrimonios -algunos con figuras famosas como la actriz y vedette Reina Reech– y nunca dejó de mostrarse con su familia. Con todo, caminó por una calle colectora, corriéndose de la facilidad de estar en la palestra a partir de la exposición de su ecosistema más personal.

-Hablabas sobre tu elección de Uruguay como refugio; tu familia también es un espacio de contención.

-Sí, pero con Florcita ya nos quedamos solos. Francisco, Juana y Valeria viven en Buenos Aires, Renata está en Barcelona y Nico se radicó en Valencia. La mayoría del tiempo la pasamos los dos solos, con los perros. Estamos en la etapa en la que trasladás a las mascotas lo que antes depositabas en los chicos.

José Ignacio, el refugio permanente de Nicolás Repetto y Florencia Raggi

-¿Qué te da Uruguay?

Hace más de treinta años que estoy en el pueblito de José Ignacio, me da tranquilidad, vivo sobre el mar, me gusta esa sensación. No tengo el estrés del tránsito. Cuando llego a Buenos Aires y comienzo a manejar, al principio todo me parece una locura, hasta que me acostumbro. De todos modos, también me gusta estar en Buenos Aires y compartir los momentos con los afectos.

-Hace pocos días, tu familia vivió una pérdida.

-Sí, murió Marta Repetto, la mujer con la que mi papá estuvo casi toda su vida, una divina total. Conmigo se portó bárbaro. Estuve pupilo hasta los doce años y luego me fui a vivir con ella y mi viejo, luego fueron naciendo mis hermanos Andrés, Inés y Ana. Hasta que fui adolescente y me empecé a “rajar”, viví con ellos y la verdad es que Marta se portó muy bien conmigo, a pesar que no era mi mamá.

-Pupilo hasta los doce años, una historia similar a la de Susana Giménez.

-Además, como mi viejo vivía en San Isidro, fui al colegio San Isidro Labrador, al que también fue Susana.

-¿Dónde viviste como pupilo?

-En el colegio Euskal Echea de Lavallol.

-¿Cómo era el trato? ¿Lo padeciste?

-Estaba cómodo, me había adaptado bien al sistema de pupilaje, era un lugar confortable.

-¿Ya tenías la personalidad rebelde y libre que te acompañó toda tu vida?

-Andá a ser rebelde con un cura franciscano, no era nada rebelde. Eran muy estrictos. Era la época de los sopapos; si te portabas mal, pasabas parte de la noche de rodillas.

-¿Llegaron a pegarte?

-Sí, volaban los sopapos, eran moneda corriente. Se lo decís a alguien de veinte años y no te cree. En esa época, primero te pegaba el de Geografía, luego el de Gimnasia y, cuando llegabas al dormitorio, te pegaba el cura. Te podía pegar el padre de un amigo, era así en esa época.

Si algo caracteriza a Nicolás Repetto es su capacidad para reinventarse laboral y personalmente

-Viviendo gran parte del año en Uruguay, tendrás una perspectiva muy particular de Argentina. ¿Cómo ves al país?

Lo veo en transición, en una transición que era necesaria, con optimismo y con recaudos.

-¿Y con mucha pobreza?

-Hace años que vengo viendo eso, no es una novedad.

-A la hora de emprender un nuevo trabajo, ¿buscás el consejo de Florencia?

-Flor es la asesora artística de Sala de espera, es genial. Tiene la sensibilidad de la actriz y, no me cabe duda, que será directora. Es clave.

-¿Leés los materiales que ella elige para interpretar?

-Sí, me los acerca y doy mi opinión, pero, ha sido más útil ella para mí que yo para ella. Habría que preguntárselo.

-Hace un rato no descartaste la posibilidad de subirte a un escenario. Si el género escogido fuese un biodrama sobre tu vida, ¿qué se contaría?

-Sería una obra muy larga, porque viví como cuatro vidas. Basta pensar en que, además de Argentina, viví en Brasil, Paraguay, Estados Unidos, España y Uruguay. Cuando me radiqué en Trancoso no había electricidad, teléfonos ni policías, era Macondo y pasaba una balsa cada tanto para conectarte con el resto del planeta. Eso no tenía nada que ver con el mainstream de estar haciendo Sábado bus en Buenos Aires.

Nicolás Repetto y Florencia Raggi, un matrimonio que desafía el paso del tiempo

-¿Confesás tu edad?

-Sí, tengo 68 años.

-Se te ve espléndido. ¿Te cuidás mucho?

-No, Flor me va corriendo con las cremas que yo evito ponerme.

-¿Qué implica el paso del tiempo?

-Implica que te estás poniendo cada vez más viejo, lamentablemente es así. No es que físicamente me sienta disminuido, sigo haciendo deportes, el físico no me pasa facturas, pero, me di cuenta que estoy a media hora de cumplir 70 años y no lo puedo creer. Además, no tengo referencias, mi viejo murió a los 51 años y, en ese momento, no dimensioné que era un pibe.

-La expectativa de vida se prolongó, se habla de la “generación Silver” y las personas centenarias abundan.

-Por eso hay que tener mucho cuidado con los ahorros.

Para agendar

Sala de espera. Autor y director: Nicolás Repetto. Elenco: Pablo Rago y Diego Cremonesi. Funciones: miércoles a las 20. Sala: Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660).

Podría afirmarse que Nicolás Repetto es un entrenado especialista en generar cismas en su carrera profesional. Ese lugar común llamado “zona de confort” no aplica en él. Fue y vino, literal y simbólicamente. Como un nómade que aplicó sus saberes a los diversos espacios que eligió habitar. Hizo de la libertad un culto. “No lo niego, me siento una persona libre”, afirma sin medias tintas comenzando la charla con LA NACION.

Y si de elecciones se trata, la entrevista se realiza en un ámbito inusual -o no tanto- para él. Una sala de teatro en penumbras con Repetto, el hombre responsable de enormes éxitos televisivos, jugando un nuevo partido, esta vez pisando la pelota como dramaturgo y director.

El próximo miércoles 7 de mayo, en el Paseo La Plaza, estrenará Sala de espera, pieza que escribió a lo largo de un año y que subirá a escena con las actuaciones de Pablo Rago y Diego Cremonesi, y la participación de Barbi Siom.

“Escribí Sala de espera sin saber qué destino tendría. Luego, como tenía ganas de volcarlo a algún medio, me pareció que el teatro era el mejor vehículo”. Repetto elogia a sus actores, “son un lujo”, y siente que esos nombres son, en gran medida, el motor para plasmar su texto en un escenario.

“¿Quién merece la vida eterna y quién arder en el infierno?” es el interrogante que toma como disparador la propuesta -escrita durante todo el año pasado- que relata el encuentro de dos amigos en un espacio que podría asemejarse a un “purgatorio”. “Se habla sobre la amistad”, adelanta el autor de esta suerte de Divina comedia al uso nostro.

Pero, además, en medio de ese destino incierto, entre la “salvación eterna” o no, Adrián e Ignacio, tal el nombre de los personajes, van desandando el camino hacia atrás, pensando en aquellos aciertos y errores de sus vidas, las razones por las que valió la pena haberlas transitado y hasta reflexionar sobre su propio vínculo.

Entre telones, el nuevo universo donde el periodista decidió dejar su impronta

-¿Cómo nació la idea del material?

-Tiene que ver con lo que me va pasando, con esta etapa de mi vida. Una etapa reflexiva, no tengo presiones de ningún tipo ni metas que alcanzar. Es la parte buena de esta etapa. Disfruto con el aspecto creativo, sin la necesidad de estar rindiendo un examen ni ninguna exigencia particular, me libero y hago lo que me parece sin “marketinearlo”. Estoy en una época confortable de mi vida.

En sintonía con la reflexión enunciada, se lo percibe pausado, “de vuelta” de tantas cosas y, sobre todo, de la vorágine del ecosistema televisivo en el que desarrolló la mayor parte de su carrera. Se pasea por la sala teatral como quien va descubriendo texturas nuevas. Le sigue el paso Florencia Raggi, su mujer, una “asesora” ad hoc de la nueva aventura de su marido. La actriz acompaña a Repetto en la sesión de fotos que ilustra esta entrevista, da su opinión sobre alguna postura y se muestra radiante y entusiasmada. En definitiva, también hay mucho de ella en la concreción de la experiencia.

Definitivamente, el tono de Sala de espera conlleva algunos interrogantes esenciales de cierto cariz filosófico: “Los personajes se preguntan si valió la pena haber vivido sus vidas, el sentido de esas vidas, qué dejaron en el camino y qué puede haber después de la muerte”, esgrime el autor, quien, por las dudas, remarca “se habla de estos temas de manera desprejuiciada y con mucho humor, los personajes se chicanean permanentemente”.

-¿Cómo te plantás vos ante la muerte y la trascendencia? ¿Hay algo después?

-No lo sé, eso también lo plantea la obra. ¿Qué puede ocurrir? ¿Quién merece qué? ¿Cuál es el mérito para el premio o el desmérito para el castigo? También podemos pensar en qué relevancia tiene para lo universal el transcurso de una vida.

-Depende qué vida.

-Son temitas que, a cierta edad, comenzás a pensar.

-Más allá de esas “no presiones” a nivel laboral, ¿en qué momento de tu vida te encontrás?

-Es una etapa muy buena. Mis hijos ya están grandes, el más chico cumplió 24 años, así que hay una libertad total. Ya no hay colegios que te aten ni horarios que cumplir. Ya no hay que llevar a nadie a rugby a las siete de la mañana con cuatro grados bajo cero. Con Florencia estamos liberados de todo eso, lo cual nos permite vivir en Uruguay, que es un lugar que me encanta, estar en el pueblito y tener tiempo libre para hacer lo que me gusta, como la música o la construcción, algo que llevé siempre en paralelo a mi carrera en televisión. Ahora llegó el teatro, siempre estoy inventando algo con qué entretenerme.

El rubro de la construcción lo acompaña desde siempre y con la música, hoy trabaja en el desarrollo de La Juanita, la banda que lidera y que cuenta con “Iré” como primer corte editado con la colaboración de Rubén Rada, su hija Renata Repetto e Isabela Aladro.

-Siempre se te percibió como una persona muy libre, que no se ha anclado en una actividad o espacio determinado.

-A lo que más valor le di, y que siempre traté de proteger, fue la libertad de elección. Para mí es un tesoro, como también la oportunidad de tener tiempo para que no todo sea tirar del carro; creo que distribuí bien eso, no estuve siempre metido en una cinta transportadora. Como siempre me interesaron muchas cosas, necesitaba tiempo para desarrollarlas.

-Incluso, relegando, por etapas, tu actividad más pública.

-Es cierto, aunque me encantaba mi carrera, me divertí muchísimo haciendo televisión. Agarré una época muy creativa del medio, con gente muy entretenida para laburar. La televisión de los ochenta y noventa era una usina de creatividad increíble.

-Diría que formás parte casi de una última camada en un medio con esas características tan remarcadas.

-No quiero decir nada, porque se van a enojar los que están ahora; no quiero ofender a nadie, pero, esa época, fue muy buena. De este tiempo no puedo hablar.

-Fuiste y sos una gran figura de nuestro país, una estrella televisiva. Sin embargo, te has bajado de éxitos enormes, incluso no siempre con los mejores resultados. No te “dormiste en los laureles” y nunca se te percibió desesperado por alcanzar y preservar la estelaridad, por ser el más famoso del club.

-No me pasaba por ahí, no era mi meta ni lo que me estimulaba.

-¿Qué te estimulaba?

-Todo lo referente a lo creativo. Si el resultado traída fama, bienvenida, porque era muy bueno para lo económico, pero, en el día a día, el traje de la fama era algo muy incómodo, por lo menos para mí. Ahora, no hay persona menor de cuarenta años que sepa quién soy. Me muevo con una libertad que, en algún momento de mi vida, no tenía y la disfruto mucho.

-Hablás de generaciones que, supuestamente, no te conocen. En el plano comunicacional, esos grupos etarios hoy se desarrollan en formatos como el streaming. ¿Incursionarías en ese plano?

-No, me encanta la posición en la que estoy, donde ni siquiera soy yo el que se sube al escenario, aunque defiendo el proyecto desde mi lugar.

-Alguna vez te vimos en el rol de actor en Alta sociedad, en el teatro Metropolitan.

-De probar se trata, ¿no? Esa obra musical la hicimos hace más de cuarenta años, lo cual habla de lo vejestorio que soy.

-¿Te volverías a subir a un escenario?

-Podría ser, es una exposición más chica que la de la televisión. Es más, en algún momento pensamos si uno de los papeles de la obra no lo podía hacer yo, pero tenía más ganas de dirigir que de actuar.

Alejado de la exposición masiva, disfruta del bajo perfil que le proporcionan sus actividades fuera de la televisión

-A Sala de espera accederán los espectadores y también los críticos y la prensa en general, ¿cómo te llevás con esa mirada evaluadora? ¿Te genera vértigo?

No hago cosas para la crítica, cuando me expongo trabajo para la gente. Lo de la crítica me parece secundario, aunque siempre es más lindo tener una buena noticia antes que una mala. Una mala crítica no me va a hacer feliz, pero tengo que estar consciente que no estoy haciendo algo para los críticos ni estoy buscando ganarme un premio.

-¿Qué estás buscando?

-Uno intenta que el mensaje que deja la obra haga pensar a los que vengan, que se vayan contentos o enojados, pero que les haya sucedido algo.

Pantalla

Podría decirse que Nicolás Repetto es uno de los últimos mohicanos de una televisión elegante. A pesar de su indiscutida experiencia y ser una voz autorizada, prudentemente evita esgrimir juicios sobre la oferta que proponen las pantallas abiertas en la actualidad.

-Te corrés de emitir una opinión sobre el medio hoy, pero no te será indiferente una frase recurrente en gran parte de los televidentes, “no hay nada para ver”. ¿Por qué los programadores no escuchan ese reclamo?

-Los conductores aparecen cuando hay algo para conducir. Creo que lo que ocurrió tiene que ver, básicamente, con lo económico. Lo mismo sucede con la ficción. Sábado bus era un programa carísimo de hacer, hoy no hay ninguna posibilidad de sacarlo al aire. En aquella época, la televisión accedía al noventa por ciento de la pauta publicitaria cara y hoy ya no, todo se desparrama en diversos lugares como las plataformas o el streaming. A la televisión abierta se le está haciendo muy difícil, a diferencia de lo que sucedía en los noventa, donde existía un despliegue que había con qué solventarlo.

-Las secciones de Sábado bus eran microprogramas en sí mismos.

-Muy caras de hacer y con gente viajando por todo el mundo. Y no era el único programa con su tropa dando vueltas, eran varios los ciclos que tenían esa posibilidad. En esa época, yo tenía mi propia productora, que no solo se mantenía, sino que ganábamos. Nadie iba a pérdida, la televisión generaba. Hoy, se me ocurre, debe ser muy difícil contar con un presupuesto para hacer eso, con lo cual hubo que modificar el estilo de contenidos. La televisión estará buscando cómo se reinventa; como también lo harán otros oficios y profesiones a partir de la inteligencia artificial, estamos viviendo un momento bisagra. Estamos adentro de eso, a algunos nos agarra grandes y aclimatados a otra cosa. Las nuevas generaciones estarán acostumbrándose más naturalmente a eso, pero, no hay dudas que estamos atravesando una revolución. Estamos pasando del vapor a la combustión, pareciera eso, ¿no?.

La televisión es ese universo donde fue una primerísima figura responsable de éxitos como Fax -que se estrenó en 1991 por la pantalla de eltrece– formato que amalgamaba el abordaje periodístico con una buena dosis de humor -donde se lucía también María Laura Santillán en sus primeros pasos en el medio, prologando su fructífera carrera. El programa cosechó el primer Martín Fierro de Oro, entregado por Aptra.

En 1994, el conductor creó Nico, un show de entretenimientos que salía al aire en la primera tarde de Telefe, señal donde, desde 1999 y en el prime time nocturno, también llevaría adelante un suceso denominado Sábado bus, que contaba con la producción periodística de Gerardo Rozín.

A pesar de la enorme repercusión de cada una de estas ideas, de notable aceptación por las audiencias masivas, Repetto eligió no sostenerlas eternamente en el aire. Dicen que un éxito jamás se abandona. Evidentemente, el periodista descree de esta máxima y siempre prefirió sumergirse en aguas desconocidas, arriesgadas y en maratones con finales inciertos.

Si de pasos en falso se trata, no le fue bien con Loft, un ciclo frío que se realizaba en Miami, muy alejado del ADN del público local. Tampoco acertó con Dominico, formato que marcó su regreso luego de una permanencia en el exterior y de la gran crisis de 2001 que atravesó nuestro país.

-Mario Pergolini dijo más de una vez que no regresaría a la televisión abierta. Sin embargo, todo indica que será parte de la grilla de eltrece. Si te ofrecieran algo que te sedujera mucho, ¿volverías a pararte frente a una cámara?

-No me parece, pero no lo sé. No quiero decir “no volveré jamás” y luego aparecer, pero no se me ocurre qué podría ser eso que me entusiasmara tanto y me motivara para un regreso.

-Aparecen los fondos y te proponen reeditar Sábado bus, ¿lo harías?

-En ese tiempo, tenía mi propia productora con un equipo ya conformado. Eso se desarmó. Ya no tengo a un Pablo Codevila como mano derecha o a Gerardo Rozín en la producción. Tenía unos camarógrafos que eran unos cracks y a editores excelentes. Todo eso no se puede armar tan fácilmente.

-¿Mirás televisión?

-Sí.

-¿Qué elegís consumir?

-Veo deportes y canales informativos, no veo programaciones completas.

-¿Cómo te atravesó el fallecimiento de Gerardo Rozín?

-Lo viví con mucha pena, era un tipo divino y nos queríamos mucho. Seguíamos en contacto. Me confesó que yo fui uno de los pocos a los que les contó sobre su enfermedad ni bien se le declaró.

-Durante su convalecencia, ¿estuviste cerca de él?

-De alguna manera sí, yo vivía en Uruguay, pero teníamos una comunicación permanente, acompañando esa incertidumbre que él tenía sobre lo que le iba pasando.

-Por otra parte, manejaba una gran conciencia sobre la gravedad de su cuadro.

-Absolutamente, incluso conocía los riesgos de una operación.

-Cuando conversaba con vos, ¿lo hacía con entereza o llegaste a percibirlo quebrado?

Me contaba que tenía miedo, pero, para la gravedad de la situación, lo veía muy entero, incluso dejó todas sus cosas organizadas. Estaba muy consciente que le había llegado el turno, como también llegará el mío y el de todos. Sabemos que es así.

-Podríamos pensar en algunos pasajes de tu texto teatral.

-Sí, pero la obra dice que “es más sorprendente nacer que morir”.

-¿Por qué?

-¿Vos sabías que ibas a nacer?

-No.

-En cambio, todos sabemos que nos vamos a morir.

Piedras en el camino

Quien no haya dado un paso en falso que tire la primera piedra. Cuando, luego de la crisis de 2001, el conductor regresó al país y, en la primera emisión de su nuevo ciclo televisivo, hizo una suerte de balance de la realidad nacional, el público no reaccionó favorablemente. El programa fue un fracaso.

En 2017, también se lo juzgó cuando, al frente de El noticiero de la gente (Telefe) entrevistó encapuchado a Fernando Jones Huala, en donde hablaba del caso de Santiago Maldonado, la detención del líder mapuche hermano del entrevistado, Facundo Jones Huala, y los cortes de ruta en el sur. Al año siguiente, en el mismo espacio informativo, a una joven que había sufrido dos intentos de abuso callejero le inquirió “¿Cómo estabas vestida? ¿De manera provocativa?”.

-A partir de esas entrevistas, ¿te sentís “cancelado” de la televisión? ¿Los considerás “pasos en falso”?

-No los considero “pasos en falso”. En primer lugar, como periodista, entender que hay preguntas prohibidas me parece nefasto. Y, cuando otros periodistas o pseudoperiodistas, me acusaban o señalaban por lo que había preguntado, no entendía cómo podían decirme que había algo que no se podía preguntar. Se ve que no vivieron la época de la dictadura, que yo sí viví. Todo se puede preguntar, depende cómo lo preguntes y en qué contexto. Con respecto a Jones Huala, después terminó preso, pero en ese momento me pegaron mucho. Le pedí que sostuviera el iPad para ponerme la capucha y que viera qué es lo que siente la otra persona ante alguien que se tapa la cara. Era válido. En el caso de la chica, lo primero que le dije fue “podés ir vestida como se te ocurra y eso no es excusa para que ningún depravado se propase con vos”. Incluso, ella me respondió superbien, no se lo tomó a mal.

-¿Por qué se generó tanto revuelo?

-Era una época muy sensible con esos temas y siempre hay alguien que está buscando ver si te pueden matar. Las aguas se van normalizando y creo que la gente, incluso, se pudrió de algunas cosas.

Reservado

“Los guionistas del escándalo son sus propios protagonistas”, sostuvo Beatriz Sarlo en su libro La intimidad pública. Podría decirse que Nicolás Repetto jamás escribió páginas donde su intimidad nutriera el cotorreo mediático.

Se sabe mucho sobre él. Vivió varios matrimonios -algunos con figuras famosas como la actriz y vedette Reina Reech– y nunca dejó de mostrarse con su familia. Con todo, caminó por una calle colectora, corriéndose de la facilidad de estar en la palestra a partir de la exposición de su ecosistema más personal.

-Hablabas sobre tu elección de Uruguay como refugio; tu familia también es un espacio de contención.

-Sí, pero con Florcita ya nos quedamos solos. Francisco, Juana y Valeria viven en Buenos Aires, Renata está en Barcelona y Nico se radicó en Valencia. La mayoría del tiempo la pasamos los dos solos, con los perros. Estamos en la etapa en la que trasladás a las mascotas lo que antes depositabas en los chicos.

José Ignacio, el refugio permanente de Nicolás Repetto y Florencia Raggi

-¿Qué te da Uruguay?

Hace más de treinta años que estoy en el pueblito de José Ignacio, me da tranquilidad, vivo sobre el mar, me gusta esa sensación. No tengo el estrés del tránsito. Cuando llego a Buenos Aires y comienzo a manejar, al principio todo me parece una locura, hasta que me acostumbro. De todos modos, también me gusta estar en Buenos Aires y compartir los momentos con los afectos.

-Hace pocos días, tu familia vivió una pérdida.

-Sí, murió Marta Repetto, la mujer con la que mi papá estuvo casi toda su vida, una divina total. Conmigo se portó bárbaro. Estuve pupilo hasta los doce años y luego me fui a vivir con ella y mi viejo, luego fueron naciendo mis hermanos Andrés, Inés y Ana. Hasta que fui adolescente y me empecé a “rajar”, viví con ellos y la verdad es que Marta se portó muy bien conmigo, a pesar que no era mi mamá.

-Pupilo hasta los doce años, una historia similar a la de Susana Giménez.

-Además, como mi viejo vivía en San Isidro, fui al colegio San Isidro Labrador, al que también fue Susana.

-¿Dónde viviste como pupilo?

-En el colegio Euskal Echea de Lavallol.

-¿Cómo era el trato? ¿Lo padeciste?

-Estaba cómodo, me había adaptado bien al sistema de pupilaje, era un lugar confortable.

-¿Ya tenías la personalidad rebelde y libre que te acompañó toda tu vida?

-Andá a ser rebelde con un cura franciscano, no era nada rebelde. Eran muy estrictos. Era la época de los sopapos; si te portabas mal, pasabas parte de la noche de rodillas.

-¿Llegaron a pegarte?

-Sí, volaban los sopapos, eran moneda corriente. Se lo decís a alguien de veinte años y no te cree. En esa época, primero te pegaba el de Geografía, luego el de Gimnasia y, cuando llegabas al dormitorio, te pegaba el cura. Te podía pegar el padre de un amigo, era así en esa época.

Si algo caracteriza a Nicolás Repetto es su capacidad para reinventarse laboral y personalmente

-Viviendo gran parte del año en Uruguay, tendrás una perspectiva muy particular de Argentina. ¿Cómo ves al país?

Lo veo en transición, en una transición que era necesaria, con optimismo y con recaudos.

-¿Y con mucha pobreza?

-Hace años que vengo viendo eso, no es una novedad.

-A la hora de emprender un nuevo trabajo, ¿buscás el consejo de Florencia?

-Flor es la asesora artística de Sala de espera, es genial. Tiene la sensibilidad de la actriz y, no me cabe duda, que será directora. Es clave.

-¿Leés los materiales que ella elige para interpretar?

-Sí, me los acerca y doy mi opinión, pero, ha sido más útil ella para mí que yo para ella. Habría que preguntárselo.

-Hace un rato no descartaste la posibilidad de subirte a un escenario. Si el género escogido fuese un biodrama sobre tu vida, ¿qué se contaría?

-Sería una obra muy larga, porque viví como cuatro vidas. Basta pensar en que, además de Argentina, viví en Brasil, Paraguay, Estados Unidos, España y Uruguay. Cuando me radiqué en Trancoso no había electricidad, teléfonos ni policías, era Macondo y pasaba una balsa cada tanto para conectarte con el resto del planeta. Eso no tenía nada que ver con el mainstream de estar haciendo Sábado bus en Buenos Aires.

Nicolás Repetto y Florencia Raggi, un matrimonio que desafía el paso del tiempo

-¿Confesás tu edad?

-Sí, tengo 68 años.

-Se te ve espléndido. ¿Te cuidás mucho?

-No, Flor me va corriendo con las cremas que yo evito ponerme.

-¿Qué implica el paso del tiempo?

-Implica que te estás poniendo cada vez más viejo, lamentablemente es así. No es que físicamente me sienta disminuido, sigo haciendo deportes, el físico no me pasa facturas, pero, me di cuenta que estoy a media hora de cumplir 70 años y no lo puedo creer. Además, no tengo referencias, mi viejo murió a los 51 años y, en ese momento, no dimensioné que era un pibe.

-La expectativa de vida se prolongó, se habla de la “generación Silver” y las personas centenarias abundan.

-Por eso hay que tener mucho cuidado con los ahorros.

Para agendar

Sala de espera. Autor y director: Nicolás Repetto. Elenco: Pablo Rago y Diego Cremonesi. Funciones: miércoles a las 20. Sala: Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660).

 El creador de éxitos televisivos como Sábado bus ahora se prueba como dramaturgo y director con Sala de espera, un relato sobre el sentido de la vida y la trascendencia  LA NACION

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