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La estancia patagónica que recibe huéspedes y tiene un manantial de agua pura en la meseta

Norma Mazquiarán es la actual dueña de la propiedad.

De Navarra, España, José Mazquiarán llegó a la Argentina en 1916. Tras algunos años en Santa Cruz, se instaló en Chubut donde se casó y tuvo tres hijos. Entre sus nietos está Norma Mazquiarán, anfitriona en Estancia Don José, un sitio emblemático de la RN 40 para hacer un alto en el camino y dormir entre la cordillera y el Atlántico. O también para hospedarse y disfrutar del costado menos obvio de la Patagonia.

Juan Mazquiaran y Cirila Murillo junto al antiguo galpón de la estancia.

“Esta estancia se llamaba La Porfía. Mi abuelo la compró con un socio, también inmigrante español, en 1944. La rebautizaron Los Libres, por Paso de los Libres, ya que la mujer del socio de mi abuelo era uruguaya”, relata Norma sobre el campo de Río Mayo, Chubut, que Juan Mazquiarán, padre de Norma, visitaba seguido desde Comodoro Rivadavia, donde vivían.

Los guanacos son parte de la esencia de Estancia Don José.

En una fiesta del pueblo, Juan conoció a la hija de una familia ganadera, Cirila Murillo, mamá de Norma. Se casaron en 1951 y se instalaron definitivamente en Río Mayo, para acompañar en sus últimos años a don José, que cuando murió dejó como herederos a Juan y a otra hija. “Mi padre les compró sus partes a su hermana y a su madre y siguió adelante con el campo en sociedad con el español. Entonces las cosas se complicaron por la diferencia de edad y criterios. Cuando mi padre quiso vender su parte, su socio propuso ser él quien se retiraba. Con un crédito del Banco Nación y mucho esfuerzo, mi papá adquirió el campo para poder manejarlo en familia. Fue ganadero durante años y ganamos muchos premios”, apunta Norma, que en ese entonces, al igual que sus hermanos, vivía en Comodoro Rivadavia porque en Río Mayo no había escuela secundaria.

El jardín de la estancia está muy bien mantenido.

Ligados a estas tierras, nuestra anfitriona y sus hermanos, Juan José y Nelson, se arraigaron y amaron el campo –de 27.500 hectáreas– que les legó Juan, que murió en 2004. “Este lugar rescata la historia de sacrificio de mis abuelos y mis padres. El valor emocional es mucho más que el económico. Por eso siempre lo quisimos preservar”, comenta Norma para empezar a hablar de cómo se diversificaron.

Sombrero y foulard como parte de los artículos Guenguel, confeccionados con fibra de guanaco.

Cuenta que Nelson siempre habló del guanaco como un animal valioso y elegante. Trabajaban la oveja por la lana merino, hasta que durante una esquila del año 2000 descubrieron la fibra de guanaco. La mandaron a analizar y notaron que era mucho más fina que la merino. Entonces montaron el criadero de guanacos Guenguel, que en lengua tehuelche significa “panza blanca”. Gran emprendimiento liderado por Juan José y Nelson, tener el criadero implicaba alimentar a los guanacos con cuatro mamaderas diarias durante sus primeros cuatro meses de vida. Una vez que estaban aptos para la esquila, obtenían el pelo para producir muy buenos hilados y géneros artesanales. Durante años vendieron las prendas –foulards, sombreros y suéteres– a negocios de buena parte de la provincia y hasta tuvieron locales. Hoy, a menor escala, los ofrecen en la estancia y la calidad se nota con solo tocarlos.

En pandemia construyeron lofts para aumentar la capacidad de Estancia Don José.

Sin embargo, eso no fue todo. En paralelo, los Mazquiarán abrieron su campo al turismo. Norma estudió la licenciatura y desde siempre hace gala de su hospitalidad, que hasta el día de hoy son sello en Estancia Don José. “Si mi mamá –que hoy tiene 92 años– estaba en la cocina, yo salía con los huéspedes. Si yo estaba en el campo, alguno de mis hermanos los sacaba a pasear. Siempre funcionamos como equipo. Y me gusta que los turistas se interesen por nuestra historia, mientras nosotros escuchamos las de ellos”, comenta Norma que en su establecimiento familiar ofrece cabalgatas, salidas de pesca y caminatas, entre otros atractivos.

El agua de manantial que descubrieron en Estancia Don José.

Y si bien la estancia de los Mazquiarán es reconocida en Chubut por el turismo, la novedad ahora pasa por Orizon. “Sabíamos que el agua que salía de un manantial del campo era de calidad. De todas maneras, recién lo comprobamos en 2009, cuando Juan José contrató un geólogo hidrólogo alemán para estudiar el acuífero”, cuenta Norma. Así fue como tramitaron los permisos y se lanzaron a envasar el agua que sale de un río subterráneo de la meseta, de campos orgánicos, en forma natural, y que, a través de un caño de acero inoxidable llega hasta la planta. De ahí, en botellas, a la mesa de chubutenses y más allá. Porque si hay algo que saben los Mazquiarán, es diversificarse.

Datos útiles

Estancia Don José. Estratégicamente ubicada a pasitos de la RN 40, cuenta con un máximo de 24 plazas, entre las clásicas habitaciones y los cuatro cómodos lofts que inauguraron en pandemia. Además, se encuentran a un par de kilómetros de Orizon, la planta de agua de los Mazquiaran que surgió del manantial natural que tienen en su propiedad. RN 40 s/n. T: + 54 9 (2976) 24-9155.

Norma Mazquiarán es la actual dueña de la propiedad.

De Navarra, España, José Mazquiarán llegó a la Argentina en 1916. Tras algunos años en Santa Cruz, se instaló en Chubut donde se casó y tuvo tres hijos. Entre sus nietos está Norma Mazquiarán, anfitriona en Estancia Don José, un sitio emblemático de la RN 40 para hacer un alto en el camino y dormir entre la cordillera y el Atlántico. O también para hospedarse y disfrutar del costado menos obvio de la Patagonia.

Juan Mazquiaran y Cirila Murillo junto al antiguo galpón de la estancia.

“Esta estancia se llamaba La Porfía. Mi abuelo la compró con un socio, también inmigrante español, en 1944. La rebautizaron Los Libres, por Paso de los Libres, ya que la mujer del socio de mi abuelo era uruguaya”, relata Norma sobre el campo de Río Mayo, Chubut, que Juan Mazquiarán, padre de Norma, visitaba seguido desde Comodoro Rivadavia, donde vivían.

Los guanacos son parte de la esencia de Estancia Don José.

En una fiesta del pueblo, Juan conoció a la hija de una familia ganadera, Cirila Murillo, mamá de Norma. Se casaron en 1951 y se instalaron definitivamente en Río Mayo, para acompañar en sus últimos años a don José, que cuando murió dejó como herederos a Juan y a otra hija. “Mi padre les compró sus partes a su hermana y a su madre y siguió adelante con el campo en sociedad con el español. Entonces las cosas se complicaron por la diferencia de edad y criterios. Cuando mi padre quiso vender su parte, su socio propuso ser él quien se retiraba. Con un crédito del Banco Nación y mucho esfuerzo, mi papá adquirió el campo para poder manejarlo en familia. Fue ganadero durante años y ganamos muchos premios”, apunta Norma, que en ese entonces, al igual que sus hermanos, vivía en Comodoro Rivadavia porque en Río Mayo no había escuela secundaria.

El jardín de la estancia está muy bien mantenido.

Ligados a estas tierras, nuestra anfitriona y sus hermanos, Juan José y Nelson, se arraigaron y amaron el campo –de 27.500 hectáreas– que les legó Juan, que murió en 2004. “Este lugar rescata la historia de sacrificio de mis abuelos y mis padres. El valor emocional es mucho más que el económico. Por eso siempre lo quisimos preservar”, comenta Norma para empezar a hablar de cómo se diversificaron.

Sombrero y foulard como parte de los artículos Guenguel, confeccionados con fibra de guanaco.

Cuenta que Nelson siempre habló del guanaco como un animal valioso y elegante. Trabajaban la oveja por la lana merino, hasta que durante una esquila del año 2000 descubrieron la fibra de guanaco. La mandaron a analizar y notaron que era mucho más fina que la merino. Entonces montaron el criadero de guanacos Guenguel, que en lengua tehuelche significa “panza blanca”. Gran emprendimiento liderado por Juan José y Nelson, tener el criadero implicaba alimentar a los guanacos con cuatro mamaderas diarias durante sus primeros cuatro meses de vida. Una vez que estaban aptos para la esquila, obtenían el pelo para producir muy buenos hilados y géneros artesanales. Durante años vendieron las prendas –foulards, sombreros y suéteres– a negocios de buena parte de la provincia y hasta tuvieron locales. Hoy, a menor escala, los ofrecen en la estancia y la calidad se nota con solo tocarlos.

En pandemia construyeron lofts para aumentar la capacidad de Estancia Don José.

Sin embargo, eso no fue todo. En paralelo, los Mazquiarán abrieron su campo al turismo. Norma estudió la licenciatura y desde siempre hace gala de su hospitalidad, que hasta el día de hoy son sello en Estancia Don José. “Si mi mamá –que hoy tiene 92 años– estaba en la cocina, yo salía con los huéspedes. Si yo estaba en el campo, alguno de mis hermanos los sacaba a pasear. Siempre funcionamos como equipo. Y me gusta que los turistas se interesen por nuestra historia, mientras nosotros escuchamos las de ellos”, comenta Norma que en su establecimiento familiar ofrece cabalgatas, salidas de pesca y caminatas, entre otros atractivos.

El agua de manantial que descubrieron en Estancia Don José.

Y si bien la estancia de los Mazquiarán es reconocida en Chubut por el turismo, la novedad ahora pasa por Orizon. “Sabíamos que el agua que salía de un manantial del campo era de calidad. De todas maneras, recién lo comprobamos en 2009, cuando Juan José contrató un geólogo hidrólogo alemán para estudiar el acuífero”, cuenta Norma. Así fue como tramitaron los permisos y se lanzaron a envasar el agua que sale de un río subterráneo de la meseta, de campos orgánicos, en forma natural, y que, a través de un caño de acero inoxidable llega hasta la planta. De ahí, en botellas, a la mesa de chubutenses y más allá. Porque si hay algo que saben los Mazquiarán, es diversificarse.

Datos útiles

Estancia Don José. Estratégicamente ubicada a pasitos de la RN 40, cuenta con un máximo de 24 plazas, entre las clásicas habitaciones y los cuatro cómodos lofts que inauguraron en pandemia. Además, se encuentran a un par de kilómetros de Orizon, la planta de agua de los Mazquiaran que surgió del manantial natural que tienen en su propiedad. RN 40 s/n. T: + 54 9 (2976) 24-9155.

 Son pioneros en turismo de la zona y montaron una planta embotelladora que envasa en origen en tierras orgánicas.  LA NACION

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