Barcelona campeón y Real Madrid de pie: cuando el fútbol es capaz de iluminar hasta el último rincón

Habrá que agradecer que dos grandes equipos y unos estupendos jugadores armaran un partido que sepultó todo el sainete arbitral que precedió a la final. El fútbol, el que se trae de la calle y se hace profesionalmente emocionante, pudo más que las operaciones que se orquestan desde los clubes, con Real Madrid intentando condicionar a los referís desde su canal de televisión. También los 120 minutos y su vorágine de alternativas pudieron con la escenificada angustia del árbitro Ricardo de Burgos Bengoechea, que en la conferencia de prensa del viernes eligió un mal momento y lugar para derramar lágrimas por lo que sufre su entorno familiar.
Con los dos equipos al límite de sus energías, jugando más por amor propio que por lo que daban los pulmones y las piernas, el último acierto, el golpe decisivo lo dio Barcelona para quedarse con la Copa del Rey, un trofeo que normalmente es el de menor importancia de la temporada, pero que por la envergadura de los contendientes y la atmósfera de crispación de los días previos podía arrojar consecuencias trascendentes.
Fue 3-2 para Barcelona en el suplementario, una victoria que lo consolida como el más ganador de la Copa del Rey, con 32 títulos, y lo pone en carrera del triplete en una temporada que lo tiene como líder de la Liga de España y en las semifinales de la Champions League. Real Madrid hizo el esfuerzo para salir del pozo en el que cayó en el último mes, no le faltó orgullo, pero sus fallas estructurales como equipo lo condenaron. Y habrá que ver si también no quedó sentenciado Carlo Ancelotti, que, si bien tiene contrato por un año más, desde la dura eliminación en la Champions League ante Arsenal se debate a diario sobre su continuidad. Esta derrota, la tercera en la temporada contra Barcelona, tras el 2-5 por la Supercopa de España y el 0-4 por la Liga, recorta aun más el crédito del italiano. Soplan vientos de cambios, que no son desmentidos desde Alemania, donde Bayer Leverkusen ya hizo público que no pondrá reparos para que salga Xabi Alonso si lo vienen a buscar. Y se ilusiona Brasil con terminar de convencer a Ancelotti para que sea el entrenador de la selección en el próximo Mundial.
Ancelotti, como ocurrió en consultas de días anteriores sobre su futuro, se mantuvo enigmático: “Puedo seguir, puedo parar. Lo de hoy será un tema para las próximas semanas”. Le queda una bala al entrenador, aunque ni aun dando en el blanco le asegura una pieza de caza mayor: una victoria en su visita a Barcelona, el 11 de mayo, le permitiría recortar tres de los cuatro puntos que le lleva el líder.
Una final cargada de sospechas y suspicacias le dio paso a un desarrollo inolvidable, con una lección futbolística de Barcelona en el primer tiempo, la remontada que lideró Kylian Mbappé en el segundo y un resultado que fue y vino, con la gloria cambiando de camiseta en el golpe por golpe. Pudo golear Barcelona en los primeros 45 minutos, lo dio vuelta Real Madrid, que quedó a seis minutos de una victoria que no fue por el empate de Ferrán Torres. Todo era provisional y cambiante, hasta Thibaut Courtois cambiaba sus tremendas atajadas de la primera etapa por su mal cálculo en una salida que propició el 2-2 de Ferrán Torres.
El ritmo bajó en el suplementario porque un rato antes se habían dejado la vida. Ganaría el que cometería menos errores, y Real Madrid se equivocó en una salida: Luka Modric, que había motorizado la levantada de su equipo, hizo un pase cuando Brahim Díaz giraba hacia adelante en vez de quedarse a recibir la pelota, en un desencuentro fatal; se abrió un espacio muerto que aprovechó Jules Koundé para interceptar y sacar un remate desde fuera del área para el definitivo 3-2. Lo único que le faltaba al clásico y a la final: un héroe inesperado.
Para ese entonces, 11 minutos del segundo tiempo del suplementario, Vincius y Antonio Rudiger ya habían sido sustituidos y estaban en el banco con hielo en sus piernas, en una secuela de un desarrollo abrasivo. En el primer tiempo había caído Ferland Mendy. Preso de la furia e impotencia, tras el final del partido fue expulsado el zaguero alemán por arrojarle a la distancia un trozo de hielo al árbitro; también vio la roja Lucas Vázquez para protestar. Real Madrid juntó más inquina contra el arbitraje de turno, aunque Ancelotti no quiso pronunciarse: “No quiero hablar del árbitro. Competimos bien, estuvimos cerca. Hay que seguir luchando, nada que reprocharle al equipo. Dolido por no levantar la copa, pero hicimos el partido que debíamos».
La final fue una sucesión de impactos. El primero lo dio Barcelona, con 45 minutos a toda orquesta, dominante y sometiendo a su rival con un ataque detrás de otro. Pudo coronar uno tras un notable remate desde fuera del área de Pedri, tras recibir un pase atrás de Lamine Yamal, que había atraído hasta a cuatro marcadores.
Con nueve remates (cuatro al arco) en el primer tiempo, Barcelona había dejado pasar la posibilidad de sacar una mayor diferencia. Y es sabido a lo que se expone aquel que no sentencia a Real Madrid. Mbappé revolucionó el ataque y crecieron Vinicius y Bellingham. Mbappé empató de tiro libre y Tchouaméni impuso su poderío aéreo en un córner para el 2-1.
Barcelona había pasado del floreo al estupor, estado del que emergió tras una asistencia de Yamal a Torres -titular por el desgarrado Lewandowski- para el 2-2. En el tiempo adicionado, el VAR salvó al sensible Burgos Bengoechea de cobrar un penal en el que Asencio no había tocado a Raphinha, amonestado por la simulación. Antes, el árbitro había sido permisivo con una dura entrada de Tchouaméni sobre Dani Olmo: la tarjeta amarilla se quedó corta.
El partido estaba para cualquiera, era una lucha de titanes que no daban el brazo a torcer. Terminó inclinando la balanza la mejor actualidad de Barcelona (una sola derrota en 2025, indolora frente Borussia Dortmund), inmerso en una dinámica positiva. Tuvo ese último empujón de confianza para ganar una final que cambió el foco sobre el arbitraje para que el fútbol iluminara hasta el último rincón.
Lo más destacado de Barcelona 3 – Real Madrid 2
Habrá que agradecer que dos grandes equipos y unos estupendos jugadores armaran un partido que sepultó todo el sainete arbitral que precedió a la final. El fútbol, el que se trae de la calle y se hace profesionalmente emocionante, pudo más que las operaciones que se orquestan desde los clubes, con Real Madrid intentando condicionar a los referís desde su canal de televisión. También los 120 minutos y su vorágine de alternativas pudieron con la escenificada angustia del árbitro Ricardo de Burgos Bengoechea, que en la conferencia de prensa del viernes eligió un mal momento y lugar para derramar lágrimas por lo que sufre su entorno familiar.
Con los dos equipos al límite de sus energías, jugando más por amor propio que por lo que daban los pulmones y las piernas, el último acierto, el golpe decisivo lo dio Barcelona para quedarse con la Copa del Rey, un trofeo que normalmente es el de menor importancia de la temporada, pero que por la envergadura de los contendientes y la atmósfera de crispación de los días previos podía arrojar consecuencias trascendentes.
Fue 3-2 para Barcelona en el suplementario, una victoria que lo consolida como el más ganador de la Copa del Rey, con 32 títulos, y lo pone en carrera del triplete en una temporada que lo tiene como líder de la Liga de España y en las semifinales de la Champions League. Real Madrid hizo el esfuerzo para salir del pozo en el que cayó en el último mes, no le faltó orgullo, pero sus fallas estructurales como equipo lo condenaron. Y habrá que ver si también no quedó sentenciado Carlo Ancelotti, que, si bien tiene contrato por un año más, desde la dura eliminación en la Champions League ante Arsenal se debate a diario sobre su continuidad. Esta derrota, la tercera en la temporada contra Barcelona, tras el 2-5 por la Supercopa de España y el 0-4 por la Liga, recorta aun más el crédito del italiano. Soplan vientos de cambios, que no son desmentidos desde Alemania, donde Bayer Leverkusen ya hizo público que no pondrá reparos para que salga Xabi Alonso si lo vienen a buscar. Y se ilusiona Brasil con terminar de convencer a Ancelotti para que sea el entrenador de la selección en el próximo Mundial.
Ancelotti, como ocurrió en consultas de días anteriores sobre su futuro, se mantuvo enigmático: “Puedo seguir, puedo parar. Lo de hoy será un tema para las próximas semanas”. Le queda una bala al entrenador, aunque ni aun dando en el blanco le asegura una pieza de caza mayor: una victoria en su visita a Barcelona, el 11 de mayo, le permitiría recortar tres de los cuatro puntos que le lleva el líder.
Una final cargada de sospechas y suspicacias le dio paso a un desarrollo inolvidable, con una lección futbolística de Barcelona en el primer tiempo, la remontada que lideró Kylian Mbappé en el segundo y un resultado que fue y vino, con la gloria cambiando de camiseta en el golpe por golpe. Pudo golear Barcelona en los primeros 45 minutos, lo dio vuelta Real Madrid, que quedó a seis minutos de una victoria que no fue por el empate de Ferrán Torres. Todo era provisional y cambiante, hasta Thibaut Courtois cambiaba sus tremendas atajadas de la primera etapa por su mal cálculo en una salida que propició el 2-2 de Ferrán Torres.
El ritmo bajó en el suplementario porque un rato antes se habían dejado la vida. Ganaría el que cometería menos errores, y Real Madrid se equivocó en una salida: Luka Modric, que había motorizado la levantada de su equipo, hizo un pase cuando Brahim Díaz giraba hacia adelante en vez de quedarse a recibir la pelota, en un desencuentro fatal; se abrió un espacio muerto que aprovechó Jules Koundé para interceptar y sacar un remate desde fuera del área para el definitivo 3-2. Lo único que le faltaba al clásico y a la final: un héroe inesperado.
Para ese entonces, 11 minutos del segundo tiempo del suplementario, Vincius y Antonio Rudiger ya habían sido sustituidos y estaban en el banco con hielo en sus piernas, en una secuela de un desarrollo abrasivo. En el primer tiempo había caído Ferland Mendy. Preso de la furia e impotencia, tras el final del partido fue expulsado el zaguero alemán por arrojarle a la distancia un trozo de hielo al árbitro; también vio la roja Lucas Vázquez para protestar. Real Madrid juntó más inquina contra el arbitraje de turno, aunque Ancelotti no quiso pronunciarse: “No quiero hablar del árbitro. Competimos bien, estuvimos cerca. Hay que seguir luchando, nada que reprocharle al equipo. Dolido por no levantar la copa, pero hicimos el partido que debíamos».
La final fue una sucesión de impactos. El primero lo dio Barcelona, con 45 minutos a toda orquesta, dominante y sometiendo a su rival con un ataque detrás de otro. Pudo coronar uno tras un notable remate desde fuera del área de Pedri, tras recibir un pase atrás de Lamine Yamal, que había atraído hasta a cuatro marcadores.
Con nueve remates (cuatro al arco) en el primer tiempo, Barcelona había dejado pasar la posibilidad de sacar una mayor diferencia. Y es sabido a lo que se expone aquel que no sentencia a Real Madrid. Mbappé revolucionó el ataque y crecieron Vinicius y Bellingham. Mbappé empató de tiro libre y Tchouaméni impuso su poderío aéreo en un córner para el 2-1.
Barcelona había pasado del floreo al estupor, estado del que emergió tras una asistencia de Yamal a Torres -titular por el desgarrado Lewandowski- para el 2-2. En el tiempo adicionado, el VAR salvó al sensible Burgos Bengoechea de cobrar un penal en el que Asencio no había tocado a Raphinha, amonestado por la simulación. Antes, el árbitro había sido permisivo con una dura entrada de Tchouaméni sobre Dani Olmo: la tarjeta amarilla se quedó corta.
El partido estaba para cualquiera, era una lucha de titanes que no daban el brazo a torcer. Terminó inclinando la balanza la mejor actualidad de Barcelona (una sola derrota en 2025, indolora frente Borussia Dortmund), inmerso en una dinámica positiva. Tuvo ese último empujón de confianza para ganar una final que cambió el foco sobre el arbitraje para que el fútbol iluminara hasta el último rincón.
Lo más destacado de Barcelona 3 – Real Madrid 2
El equipo catalán venció 3-2 a su clásico rival en el suplementario, con un gol de Koundé, tras una inolvidable final de la Copa del Rey LA NACION