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Conmovedora despedida a Francisco en el Vaticano: “Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos”

ROMA.- Roma Caput Mundi, «Roma cabeza del mundo». La expresión latina resume cómo fue este sábado el impresionante funeral solemne de Francisco, que atrajo a esta capital -totalmente colapsada, blindada, trastocada para un evento memorable- a los poderosos del mundo y a unas 200.000 personas conmovidas por su muerte, ocurrida a las 7.35 del lunes último, después de haber hecho un último esfuerzo, el día anterior, domingo de Pascuas, para despedirse de su gente.

Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, dijo en su homilía el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la misa de exequias solemne.

A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios”, agregó el cardenal Re, ante una Plaza llena de emoción, marcada por la presencia de los poderosos de la tierra, en primera fila -entre ellos el presidente Javier Milei, en un puesto privilegiado por ser el presidente del país del Pontífice muerto- y, también, esos últimos siempre puestos al centro, como su amigo, el cartonero Sergio Sánchez.

Con helicópteros dando vueltas en el cielo, zonas rojas imposibles de acceder, vallas, un operativo de seguridad con más de 11.000 agentes para proteger a las más de 150 delegaciones –Donald Trump, Volodimir Zelenski, Emmanuel Macron, los reyes de España-, la jornada, soleada, arrancó al alba.

Incluso hubo jóvenes que con sus bolsas de dormir se quedaron en iglesias cercanas a la zona del Vaticano, para ser los primeros en las filas para ingresar a la Plaza, que se abrió a las 5.30 . Entonces decenas de jóvenes, casi corriendo, comenzaron a ingresar, felices, algunos con banderas. En verdad habían viajado a Roma para la canonización que debería haber sido mañana de Carlo Acutis, el “influencer de Dios”. Pero el destino quiso que les tocara un evento histórico.

Aunque el Papa había querido una ceremonia simplificada -en lugar de tres ataúdes (de zinc, roble y ciprés), quiso sólo uno de sencilla madera-, el funeral de todos modos siguió precisos ritos milenarios. Y resultó tan solemne como el de sus predecesores, con una imponente presencia de presidentes, jefes de Estado y de gobierno, cabezas coronadas, líderes religiosos de diversos credos, 220 cardenales -entre los cuales probablemente está su sucesor- y 750 entre obispos y sacerdotes -entre ellos, muchos argentinos, liderados por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina-. Todo comenzó con una procesión de “sediari” que, con guantes blancos, entre aplausos, llevaron al hombro su féretro hasta el sagrato de la Plaza de San Pedro minutos antes de las diez de la mañana. El libro de los Evangelios, abierto, fue colocado sobre el ataúd por el ceremoniero vaticano. Y los cardenales que en procesión llegaron desde la Basílica se inclinaron ante él, en medio de bellísimo coros de la Capilla Sixtina.

En una misa en latín, las lecturas y oraciones fueron en diversas lenguas, inglés, francés, árabe, español, portugués, polaco, alemán, chino, en el espíritu de la Iglesia católica, es decir, “universal”.

Un repaso por su pontificado

La homilía del cardenal Re resumió la vida y el legado de Francisco, al que definió “un papa en medio de la gente, un papa atento a lo nuevo.

“En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre”, dijo al principio, cuando agradeció a todos en nombre del Colegio de Cardenales su presencia.

“Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los jefes de Estado, jefes de Gobierno y delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado”, afirmó, en un sermón en el que resaltó que “la masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco”. Aludió así a las más de 250.000 personas que durante tres días hicieron fila para pasar a despedirse por la capilla ardiente que se instaló en la Basílica de San Pedro.

El cardenal Re, que tiene la delicada misión de dirigir las reuniones pre-cónclave, hizo un pequeño resumen del pontificado de Jorge Bergoglio, electo el 13 de marzo de 2013, a los 76 años, con la experiencia de haber sido durante 21 años primero obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires. Y que antes un jesuita con diversos cargos de responsabilidad.

“La decisión de tomar por nombre Francisco pareció de inmediato una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís”, recordó.

“Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”, añadió. “Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”, precisó, resaltando luego la revolución que puso en marcha con su forma de ser totalmente diferente.

“Con el vocabulario que le era característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas, siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como ‘cambio de época’”, subrayó.

Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia. Lleno de calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales, el Papa Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata”, siguió. “Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad de hoy, tocó los corazones, tratando de despertar las fuerzas morales y espirituales. El primado de la evangelización fue la guía de su pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación apostólica Evangelii gaudium”, evocó.

Re también puso hincapié en que “el hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas”. Evocó que recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos. “Una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas. Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados”, dijo.

“También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”, agregó, al evocar su primer viaje a Lampedusa, “isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”, definió, generando aplausos. Asimismo recordó su viaje a la isla de Lesbos, a la frontera entre México y Estados Unidos y a Irak en 2021, un viaje “realizado desafiando todo riesgo”. “Esa difícil visita apostólica fue un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS. Fue también un viaje importante para el diálogo interreligioso, otra dimensión relevante de su labor pastoral”, destacó. “Con la Visita Apostólica de 2024 a cuatro países de Asia-Oceanía, el Papa alcanzó ‘la periferia más periférica del mundo’”, también destacó.

“El papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino”, indicó asimismo. “Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco. En contraste con lo que definió como ‘la cultura del descarte’, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad”, recordó. “El tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado con tonos vibrantes”, añadió. Mencionó luego sus escritos más relevantes, como la encíclica Fratelli tutti, el documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común” de Abu Dhabi y la encíclica Laudato si para el cuidado de la casa común.

“Imploró la paz”

Ante los poderosos presentes -entre ellos, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, aplaudido al llegar a su zona vip– , el cardenal Re subrayó su constante llamado a la paz, lo cual provocó aplausos en la plaza. “Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas”.

“La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica. ‘Construir puentes y no muros’ es una exhortación que repitió muchas veces y su servicio a la fe como sucesor del Apóstol Pedro estuvo siempre unido al servicio al hombre en todas sus dimensiones”, afirmó.

“En unión espiritual con toda la cristiandad, estamos aquí numerosos para rezar por el Papa Francisco, para que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor. El papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: ‘No se olviden de rezar por mí’”, recordó, finalmente. “Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza”, concluyó, provocando una catarata de aplausos y una fuerte emoción entre la multitud.

ROMA.- Roma Caput Mundi, «Roma cabeza del mundo». La expresión latina resume cómo fue este sábado el impresionante funeral solemne de Francisco, que atrajo a esta capital -totalmente colapsada, blindada, trastocada para un evento memorable- a los poderosos del mundo y a unas 200.000 personas conmovidas por su muerte, ocurrida a las 7.35 del lunes último, después de haber hecho un último esfuerzo, el día anterior, domingo de Pascuas, para despedirse de su gente.

Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, dijo en su homilía el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la misa de exequias solemne.

A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios”, agregó el cardenal Re, ante una Plaza llena de emoción, marcada por la presencia de los poderosos de la tierra, en primera fila -entre ellos el presidente Javier Milei, en un puesto privilegiado por ser el presidente del país del Pontífice muerto- y, también, esos últimos siempre puestos al centro, como su amigo, el cartonero Sergio Sánchez.

Con helicópteros dando vueltas en el cielo, zonas rojas imposibles de acceder, vallas, un operativo de seguridad con más de 11.000 agentes para proteger a las más de 150 delegaciones –Donald Trump, Volodimir Zelenski, Emmanuel Macron, los reyes de España-, la jornada, soleada, arrancó al alba.

Incluso hubo jóvenes que con sus bolsas de dormir se quedaron en iglesias cercanas a la zona del Vaticano, para ser los primeros en las filas para ingresar a la Plaza, que se abrió a las 5.30 . Entonces decenas de jóvenes, casi corriendo, comenzaron a ingresar, felices, algunos con banderas. En verdad habían viajado a Roma para la canonización que debería haber sido mañana de Carlo Acutis, el “influencer de Dios”. Pero el destino quiso que les tocara un evento histórico.

Aunque el Papa había querido una ceremonia simplificada -en lugar de tres ataúdes (de zinc, roble y ciprés), quiso sólo uno de sencilla madera-, el funeral de todos modos siguió precisos ritos milenarios. Y resultó tan solemne como el de sus predecesores, con una imponente presencia de presidentes, jefes de Estado y de gobierno, cabezas coronadas, líderes religiosos de diversos credos, 220 cardenales -entre los cuales probablemente está su sucesor- y 750 entre obispos y sacerdotes -entre ellos, muchos argentinos, liderados por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina-. Todo comenzó con una procesión de “sediari” que, con guantes blancos, entre aplausos, llevaron al hombro su féretro hasta el sagrato de la Plaza de San Pedro minutos antes de las diez de la mañana. El libro de los Evangelios, abierto, fue colocado sobre el ataúd por el ceremoniero vaticano. Y los cardenales que en procesión llegaron desde la Basílica se inclinaron ante él, en medio de bellísimo coros de la Capilla Sixtina.

En una misa en latín, las lecturas y oraciones fueron en diversas lenguas, inglés, francés, árabe, español, portugués, polaco, alemán, chino, en el espíritu de la Iglesia católica, es decir, “universal”.

Un repaso por su pontificado

La homilía del cardenal Re resumió la vida y el legado de Francisco, al que definió “un papa en medio de la gente, un papa atento a lo nuevo.

“En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre”, dijo al principio, cuando agradeció a todos en nombre del Colegio de Cardenales su presencia.

“Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los jefes de Estado, jefes de Gobierno y delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado”, afirmó, en un sermón en el que resaltó que “la masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco”. Aludió así a las más de 250.000 personas que durante tres días hicieron fila para pasar a despedirse por la capilla ardiente que se instaló en la Basílica de San Pedro.

El cardenal Re, que tiene la delicada misión de dirigir las reuniones pre-cónclave, hizo un pequeño resumen del pontificado de Jorge Bergoglio, electo el 13 de marzo de 2013, a los 76 años, con la experiencia de haber sido durante 21 años primero obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires. Y que antes un jesuita con diversos cargos de responsabilidad.

“La decisión de tomar por nombre Francisco pareció de inmediato una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís”, recordó.

“Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”, añadió. “Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”, precisó, resaltando luego la revolución que puso en marcha con su forma de ser totalmente diferente.

“Con el vocabulario que le era característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas, siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como ‘cambio de época’”, subrayó.

Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia. Lleno de calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales, el Papa Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata”, siguió. “Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad de hoy, tocó los corazones, tratando de despertar las fuerzas morales y espirituales. El primado de la evangelización fue la guía de su pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación apostólica Evangelii gaudium”, evocó.

Re también puso hincapié en que “el hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas”. Evocó que recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos. “Una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas. Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados”, dijo.

“También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”, agregó, al evocar su primer viaje a Lampedusa, “isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”, definió, generando aplausos. Asimismo recordó su viaje a la isla de Lesbos, a la frontera entre México y Estados Unidos y a Irak en 2021, un viaje “realizado desafiando todo riesgo”. “Esa difícil visita apostólica fue un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS. Fue también un viaje importante para el diálogo interreligioso, otra dimensión relevante de su labor pastoral”, destacó. “Con la Visita Apostólica de 2024 a cuatro países de Asia-Oceanía, el Papa alcanzó ‘la periferia más periférica del mundo’”, también destacó.

“El papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino”, indicó asimismo. “Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco. En contraste con lo que definió como ‘la cultura del descarte’, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad”, recordó. “El tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado con tonos vibrantes”, añadió. Mencionó luego sus escritos más relevantes, como la encíclica Fratelli tutti, el documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común” de Abu Dhabi y la encíclica Laudato si para el cuidado de la casa común.

“Imploró la paz”

Ante los poderosos presentes -entre ellos, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, aplaudido al llegar a su zona vip– , el cardenal Re subrayó su constante llamado a la paz, lo cual provocó aplausos en la plaza. “Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas”.

“La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica. ‘Construir puentes y no muros’ es una exhortación que repitió muchas veces y su servicio a la fe como sucesor del Apóstol Pedro estuvo siempre unido al servicio al hombre en todas sus dimensiones”, afirmó.

“En unión espiritual con toda la cristiandad, estamos aquí numerosos para rezar por el Papa Francisco, para que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor. El papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: ‘No se olviden de rezar por mí’”, recordó, finalmente. “Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza”, concluyó, provocando una catarata de aplausos y una fuerte emoción entre la multitud.

 ROMA.- Roma Caput Mundi, «Roma cabeza del mundo». La expresión latina resume cómo fue este sábado el impresionante funeral solemne de Francisco, que atrajo a esta capital -totalmente colapsada, blindada, trastocada para un evento memorable- a los poderosos del mundo y a unas 200.000 personas conmovidas por su muerte, ocurrida a las 7.35 del lunes último, después de haber hecho un último esfuerzo, el día anterior, domingo de Pascuas, para despedirse de su gente.“Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, dijo en su homilía el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la misa de exequias solemne. “A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios”, agregó el cardenal Re, ante una Plaza llena de emoción, marcada por la presencia de los poderosos de la tierra, en primera fila -entre ellos el presidente Javier Milei, en un puesto privilegiado por ser el presidente del país del Pontífice muerto- y, también, esos últimos siempre puestos al centro, como su amigo, el cartonero Sergio Sánchez. Con helicópteros dando vueltas en el cielo, zonas rojas imposibles de acceder, vallas, un operativo de seguridad con más de 11.000 agentes para proteger a las más de 150 delegaciones -Donald Trump, Volodimir Zelenski, Emmanuel Macron, los reyes de España-, la jornada, soleada, arrancó al alba. Incluso hubo jóvenes que con sus bolsas de dormir se quedaron en iglesias cercanas a la zona del Vaticano, para ser los primeros en las filas para ingresar a la Plaza, que se abrió a las 5.30 . Entonces decenas de jóvenes, casi corriendo, comenzaron a ingresar, felices, algunos con banderas. En verdad habían viajado a Roma para la canonización que debería haber sido mañana de Carlo Acutis, el “influencer de Dios”. Pero el destino quiso que les tocara un evento histórico. Aunque el Papa había querido una ceremonia simplificada -en lugar de tres ataúdes (de zinc, roble y ciprés), quiso sólo uno de sencilla madera-, el funeral de todos modos siguió precisos ritos milenarios. Y resultó tan solemne como el de sus predecesores, con una imponente presencia de presidentes, jefes de Estado y de gobierno, cabezas coronadas, líderes religiosos de diversos credos, 220 cardenales -entre los cuales probablemente está su sucesor- y 750 entre obispos y sacerdotes -entre ellos, muchos argentinos, liderados por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina-. Todo comenzó con una procesión de “sediari” que, con guantes blancos, entre aplausos, llevaron al hombro su féretro hasta el sagrato de la Plaza de San Pedro minutos antes de las diez de la mañana. El libro de los Evangelios, abierto, fue colocado sobre el ataúd por el ceremoniero vaticano. Y los cardenales que en procesión llegaron desde la Basílica se inclinaron ante él, en medio de bellísimo coros de la Capilla Sixtina.En una misa en latín, las lecturas y oraciones fueron en diversas lenguas, inglés, francés, árabe, español, portugués, polaco, alemán, chino, en el espíritu de la Iglesia católica, es decir, “universal”.Un repaso por su pontificadoLa homilía del cardenal Re resumió la vida y el legado de Francisco, al que definió “un papa en medio de la gente, un papa atento a lo nuevo.“En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre”, dijo al principio, cuando agradeció a todos en nombre del Colegio de Cardenales su presencia. “Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los jefes de Estado, jefes de Gobierno y delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado”, afirmó, en un sermón en el que resaltó que “la masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco”. Aludió así a las más de 250.000 personas que durante tres días hicieron fila para pasar a despedirse por la capilla ardiente que se instaló en la Basílica de San Pedro.El cardenal Re, que tiene la delicada misión de dirigir las reuniones pre-cónclave, hizo un pequeño resumen del pontificado de Jorge Bergoglio, electo el 13 de marzo de 2013, a los 76 años, con la experiencia de haber sido durante 21 años primero obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires. Y que antes un jesuita con diversos cargos de responsabilidad.“La decisión de tomar por nombre Francisco pareció de inmediato una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís”, recordó. “Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”, añadió. “Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”, precisó, resaltando luego la revolución que puso en marcha con su forma de ser totalmente diferente.“Con el vocabulario que le era característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas, siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como ‘cambio de época’”, subrayó. “Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia. Lleno de calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales, el Papa Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata”, siguió. “Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad de hoy, tocó los corazones, tratando de despertar las fuerzas morales y espirituales. El primado de la evangelización fue la guía de su pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación apostólica Evangelii gaudium”, evocó.Re también puso hincapié en que “el hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas”. Evocó que recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos. “Una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas. Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados”, dijo. “También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”, agregó, al evocar su primer viaje a Lampedusa, “isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”, definió, generando aplausos. Asimismo recordó su viaje a la isla de Lesbos, a la frontera entre México y Estados Unidos y a Irak en 2021, un viaje “realizado desafiando todo riesgo”. “Esa difícil visita apostólica fue un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS. Fue también un viaje importante para el diálogo interreligioso, otra dimensión relevante de su labor pastoral”, destacó. “Con la Visita Apostólica de 2024 a cuatro países de Asia-Oceanía, el Papa alcanzó ‘la periferia más periférica del mundo’”, también destacó.“El papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino”, indicó asimismo. “Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco. En contraste con lo que definió como ‘la cultura del descarte’, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad”, recordó. “El tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado con tonos vibrantes”, añadió. Mencionó luego sus escritos más relevantes, como la encíclica Fratelli tutti, el documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común” de Abu Dhabi y la encíclica Laudato si para el cuidado de la casa común.“Imploró la paz”Ante los poderosos presentes -entre ellos, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, aplaudido al llegar a su zona vip- , el cardenal Re subrayó su constante llamado a la paz, lo cual provocó aplausos en la plaza. “Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas”. “La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica. ‘Construir puentes y no muros’ es una exhortación que repitió muchas veces y su servicio a la fe como sucesor del Apóstol Pedro estuvo siempre unido al servicio al hombre en todas sus dimensiones”, afirmó.“En unión espiritual con toda la cristiandad, estamos aquí numerosos para rezar por el Papa Francisco, para que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor. El papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: ‘No se olviden de rezar por mí’”, recordó, finalmente. “Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza”, concluyó, provocando una catarata de aplausos y una fuerte emoción entre la multitud.  LA NACION

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