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¿Efecto dominó? El fuerte impacto que puede tener la decisión de Harvard de desafiar a Trump

WASHINGTON.- La Universidad de Harvard es 140 años más vieja que Estados Unidos, tiene un fondo de financiamiento más grande que el PBI de casi 100 países y ha sido el “alma mater” de ocho presidentes norteamericanos: si había una institución en condiciones de plantarse frente a la guerra del gobierno de Trump contra las universidades, Harvard encabezaba seguramente la lista.

Y Harvard lo hizo este lunes, rechazando las exigencias sobre contrataciones, admisiones y diseño curricular del gobierno de Trump, una decisión que podría envalentonar a otras universidades de Estados Unidos que hasta ahora temían ser blanco de la furia presidencial. De hecho, algunos comentaristas llegaron a decir que la decisión de Harvard puede empoderar a estudios de abogados, jueces, medios de comunicación y otros blancos de la Casa Blanca a contratacar de la misma manera.

“Esto es de una enorme, enorme trascendencia”, dice J. Michael Luttig, un prestigioso exjuez federal de apelaciones, muy reverenciado en los círculos conservadores. “Esto debería marcar el punto de inflexión en la campaña del presidente contra las instituciones de Estados Unidos”.

Michael S. Roth, presidente de la Universidad Wesleyan, que no suele criticar a la Casa Blanca, celebró la decisión de Harvard. “Cuando las instituciones se extralimitan y encuentran resistencia, cambian de rumbo”, dice Roth. “Es como cuando se detiene a un abusador in fraganti”.

Pocas horas después de la decisión de Harvard, el gobierno anunció el congelamiento de 2200 millones de dólares en subvenciones multianuales que recibe la universidad, y la recisión de un contrato por 60 millones de dólares.

El presidente estadounidense Donald Trump en la Casa Blanca en Washington el 14 de abril del 2025.  (AP foto/Manuel Balce Ceneta)

Esa es solo una ínfima parte de los 9000 millones de dólares en fondos que recibe Harvard del gobierno nacional, de los cuales 7000 millones se destinan a los 11 hospitales afiliados a la universidad que están en Boston y Cambridge, Massachusetts, incluyendo el Hospital General de Massachusetts, el Hospital de Niños de Boston y el Instituto Oncológico Dana-Farber. Los 2000 millones restantes se destinan directamente a subvenciones de investigación, incluyendo la exploración espacial, la diabetes, el cáncer, el Alzheimer y la tuberculosis.

Por el momento no está claro qué programas se verían afectados por el congelamiento de fondos.

Harvard, la universidad más rica y antigua del país, es el blanco principal de la campaña del gobierno norteamericano para erradicar la ideología progresista de los campus universitarios. Las exigencias de Trump incluyen que las universidades compartan sus datos de contratación con el gobierno y contratar a un auditor externo para garantizar que cada departamento académico tenga diversidad de perspectivas.

Frente a la posibilidad de perder 400 millones de dólares en fondos federales, el mes pasado la Universidad de Columbia hizo importantes concesiones exigidas por el gobierno, incluyendo la creación de una nueva área de supervisión de su Departamento de Estudios de Medio Oriente, Asia Meridional y África.

En su carta del lunes, el presidente de Harvard, Alan Garber, se negó a dar un paso atrás. “Ni Harvard ni ninguna universidad privada puede permitirse ser absorbida por el gobierno federal”, dice la misiva.

La guerra del gobierno contra Harvard, que en 2024 contaba con un fondo de financiamiento de 53.200 millones de dólares, es una batalla que el presidente Donald Trump y Stephen Miller, influyente asesor de la Casa Blanca, están deseosos de dar. En el esfuerzo del gobierno por romper lo que considera un predominio del progresismo sobre la educación superior, Harvard es una presa fácil. Una batalla judicial de alto perfil contra Harvard sería la plataforma que necesita la Casa Blanca para seguir argumentando que la izquierda se ha convertido en sinónimo de antisemitismo, elitismo y supresión de la libertad de expresión.

Steven Pinker, destacado psicólogo de Harvard y presidente del Consejo de Libertad Académica de la misma universidad, dijo el lunes que era “realmente orwelliano” y contradictorio que el gobierno impusiera la diversidad de opiniones en la universidad, y agregó que también conduciría a situaciones absurdas.

“¿O sea que este gobierno también va a obligar a la carrera de economía a contratar marxistas, a la de psicología a contratar junguianos o a la facultad de medicina a contratar homeópatas o curanderos nativos americanos?”, reflexiona Pinker.

Harvard no ha sido ajena a los problemas que sacudieron los campus universitarios de todo Estados Unidos tras los ataques liderados por Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023. En su carta, Garber señala que la universidad ya tomó medidas para enfrentar el antisemitismo, apoyar la diversidad de puntos de vista y proteger la libertad de expresión y la disidencia.

Son los mismos puntos que plantearon los dos abogados que representan a Harvard, William A. Burck y Robert K. Hur, en una carta dirigida al gobierno.

El campus de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, 6 de septiembre de 2024

Burck también es consultor externo de ética de la Organización Trump y representó al estudio de abogados Paul, Weiss, Rifkind, Wharton & Garrison LLP en el acuerdo que alcanzaron recientemente con la Casa Blanca.

Hur, que trabajó en el Departamento de Justicia durante el primer mandato de Trump, fue el fiscal especial que investigó el manejo de documentos clasificados por parte del presidente Joe Biden y lo calificó de “viejo desmemoriado”.

Ambos abogados conocen a fondo cómo se maneja el gobierno actual en materia legal, una experiencia que beneficia a Harvard.

“Harvard se mantiene abierta al diálogo sobre lo que ha hecho y lo que planea hacer para mejorar la experiencia de cada miembro de su comunidad universitaria”, escribieron Burck y Hur en la carta dirigida a los representantes legales de los Departamentos de Educación y de Salud y Servicios Humanos, y a un comisionado de la Administración de Servicios Generales. “Pero Harvard no está dispuesta a aceptar demandas que excedan la autoridad legal de este o cualquier otro gobierno”.

Elise Stefanik, legisladora republicana por Nueva York, que el año pasado presidió audiencias para investigar el antisemitismo en los campus universitarios, incluido el de Harvard, hizo una publicación sarcástica en las redes sociales.

“La Universidad de Harvard se ha ganado con razón su lugar como el epítome de la corrupción moral y académica que cunde en la educación superior”, escribió Stefanik, graduada de Harvard, y agregó: “Es hora de cortar de cuajo el financiamiento que hacen los contribuyentes norteamericanos de esta institución que no ha cumplido con su lema fundacional: Veritas. Desfinanciar a Harvard”.

Resta saber qué otras medidas podría tomar el gobierno de Trump contra Harvard por su resistencia, aunque potencialmente podría abrir una investigación de su estatus como organización sin fines de lucro y avanzar con más cancelaciones de visas de estudiantes extranjeros.

El presidente del Consejo de Educación de Estados Unidos, Ted Mitchell, dijo que la reacción de Harvard fue crucial.

“Si Harvard no se subía al ring, habría sido prácticamente imposible que otras universidades lo hicieran”, dijo Mitchell.

Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON.- La Universidad de Harvard es 140 años más vieja que Estados Unidos, tiene un fondo de financiamiento más grande que el PBI de casi 100 países y ha sido el “alma mater” de ocho presidentes norteamericanos: si había una institución en condiciones de plantarse frente a la guerra del gobierno de Trump contra las universidades, Harvard encabezaba seguramente la lista.

Y Harvard lo hizo este lunes, rechazando las exigencias sobre contrataciones, admisiones y diseño curricular del gobierno de Trump, una decisión que podría envalentonar a otras universidades de Estados Unidos que hasta ahora temían ser blanco de la furia presidencial. De hecho, algunos comentaristas llegaron a decir que la decisión de Harvard puede empoderar a estudios de abogados, jueces, medios de comunicación y otros blancos de la Casa Blanca a contratacar de la misma manera.

“Esto es de una enorme, enorme trascendencia”, dice J. Michael Luttig, un prestigioso exjuez federal de apelaciones, muy reverenciado en los círculos conservadores. “Esto debería marcar el punto de inflexión en la campaña del presidente contra las instituciones de Estados Unidos”.

Michael S. Roth, presidente de la Universidad Wesleyan, que no suele criticar a la Casa Blanca, celebró la decisión de Harvard. “Cuando las instituciones se extralimitan y encuentran resistencia, cambian de rumbo”, dice Roth. “Es como cuando se detiene a un abusador in fraganti”.

Pocas horas después de la decisión de Harvard, el gobierno anunció el congelamiento de 2200 millones de dólares en subvenciones multianuales que recibe la universidad, y la recisión de un contrato por 60 millones de dólares.

El presidente estadounidense Donald Trump en la Casa Blanca en Washington el 14 de abril del 2025.  (AP foto/Manuel Balce Ceneta)

Esa es solo una ínfima parte de los 9000 millones de dólares en fondos que recibe Harvard del gobierno nacional, de los cuales 7000 millones se destinan a los 11 hospitales afiliados a la universidad que están en Boston y Cambridge, Massachusetts, incluyendo el Hospital General de Massachusetts, el Hospital de Niños de Boston y el Instituto Oncológico Dana-Farber. Los 2000 millones restantes se destinan directamente a subvenciones de investigación, incluyendo la exploración espacial, la diabetes, el cáncer, el Alzheimer y la tuberculosis.

Por el momento no está claro qué programas se verían afectados por el congelamiento de fondos.

Harvard, la universidad más rica y antigua del país, es el blanco principal de la campaña del gobierno norteamericano para erradicar la ideología progresista de los campus universitarios. Las exigencias de Trump incluyen que las universidades compartan sus datos de contratación con el gobierno y contratar a un auditor externo para garantizar que cada departamento académico tenga diversidad de perspectivas.

Frente a la posibilidad de perder 400 millones de dólares en fondos federales, el mes pasado la Universidad de Columbia hizo importantes concesiones exigidas por el gobierno, incluyendo la creación de una nueva área de supervisión de su Departamento de Estudios de Medio Oriente, Asia Meridional y África.

En su carta del lunes, el presidente de Harvard, Alan Garber, se negó a dar un paso atrás. “Ni Harvard ni ninguna universidad privada puede permitirse ser absorbida por el gobierno federal”, dice la misiva.

La guerra del gobierno contra Harvard, que en 2024 contaba con un fondo de financiamiento de 53.200 millones de dólares, es una batalla que el presidente Donald Trump y Stephen Miller, influyente asesor de la Casa Blanca, están deseosos de dar. En el esfuerzo del gobierno por romper lo que considera un predominio del progresismo sobre la educación superior, Harvard es una presa fácil. Una batalla judicial de alto perfil contra Harvard sería la plataforma que necesita la Casa Blanca para seguir argumentando que la izquierda se ha convertido en sinónimo de antisemitismo, elitismo y supresión de la libertad de expresión.

Steven Pinker, destacado psicólogo de Harvard y presidente del Consejo de Libertad Académica de la misma universidad, dijo el lunes que era “realmente orwelliano” y contradictorio que el gobierno impusiera la diversidad de opiniones en la universidad, y agregó que también conduciría a situaciones absurdas.

“¿O sea que este gobierno también va a obligar a la carrera de economía a contratar marxistas, a la de psicología a contratar junguianos o a la facultad de medicina a contratar homeópatas o curanderos nativos americanos?”, reflexiona Pinker.

Harvard no ha sido ajena a los problemas que sacudieron los campus universitarios de todo Estados Unidos tras los ataques liderados por Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023. En su carta, Garber señala que la universidad ya tomó medidas para enfrentar el antisemitismo, apoyar la diversidad de puntos de vista y proteger la libertad de expresión y la disidencia.

Son los mismos puntos que plantearon los dos abogados que representan a Harvard, William A. Burck y Robert K. Hur, en una carta dirigida al gobierno.

El campus de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, 6 de septiembre de 2024

Burck también es consultor externo de ética de la Organización Trump y representó al estudio de abogados Paul, Weiss, Rifkind, Wharton & Garrison LLP en el acuerdo que alcanzaron recientemente con la Casa Blanca.

Hur, que trabajó en el Departamento de Justicia durante el primer mandato de Trump, fue el fiscal especial que investigó el manejo de documentos clasificados por parte del presidente Joe Biden y lo calificó de “viejo desmemoriado”.

Ambos abogados conocen a fondo cómo se maneja el gobierno actual en materia legal, una experiencia que beneficia a Harvard.

“Harvard se mantiene abierta al diálogo sobre lo que ha hecho y lo que planea hacer para mejorar la experiencia de cada miembro de su comunidad universitaria”, escribieron Burck y Hur en la carta dirigida a los representantes legales de los Departamentos de Educación y de Salud y Servicios Humanos, y a un comisionado de la Administración de Servicios Generales. “Pero Harvard no está dispuesta a aceptar demandas que excedan la autoridad legal de este o cualquier otro gobierno”.

Elise Stefanik, legisladora republicana por Nueva York, que el año pasado presidió audiencias para investigar el antisemitismo en los campus universitarios, incluido el de Harvard, hizo una publicación sarcástica en las redes sociales.

“La Universidad de Harvard se ha ganado con razón su lugar como el epítome de la corrupción moral y académica que cunde en la educación superior”, escribió Stefanik, graduada de Harvard, y agregó: “Es hora de cortar de cuajo el financiamiento que hacen los contribuyentes norteamericanos de esta institución que no ha cumplido con su lema fundacional: Veritas. Desfinanciar a Harvard”.

Resta saber qué otras medidas podría tomar el gobierno de Trump contra Harvard por su resistencia, aunque potencialmente podría abrir una investigación de su estatus como organización sin fines de lucro y avanzar con más cancelaciones de visas de estudiantes extranjeros.

El presidente del Consejo de Educación de Estados Unidos, Ted Mitchell, dijo que la reacción de Harvard fue crucial.

“Si Harvard no se subía al ring, habría sido prácticamente imposible que otras universidades lo hicieran”, dijo Mitchell.

Traducción de Jaime Arrambide

 La carta del presidente de la prestigiosa universidad en la que rechazó las presiones de la Casa Blanca puede marcar un punto de inflexión en la actual guerra entre el gobierno y las instituciones  LA NACION

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