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Recorren hogares de niños para renovar todo lo que está roto: “Cuando los niños ven el cambio gritan de asombro y alegría”

Martina de Elizalde y Javier Cornejo comenzaron hace tres años una cruzada para ayudar a un hogar para niños vulnerados que necesitaba muchas reparaciones. Esa movida solidaria se convirtió en la organización Chapa, Pintura y Corazón, que ya suma amigos, familiares, unos 150 voluntarios y 14 hogares renovados.

La pareja, que ahora vive en Trenque Lauquen, compartió el jardín de infantes, pero el transcurso de su vida los separó y recién hace cuatro años sus hermanos Teófilo de Elizalde y Marcos Cornejo los volvieron a juntar. A los 30 años, están casados desde diciembre de 2022 y tienen una hija, la bella y sonriente Luján, de ocho meses.

Javier trabaja en el sector agropecuario y Martina es enfermera. Y justamente por las labores de ella en el Hogar María del Rosario de San Nicolás en Parque Chas –donde conviven 25 niñas, niños y adolescentes de 4 a 21 años– fue que hace tres años comenzó su vocación de ayudar juntos.

“La mayoría de los chicos, pero sobre todo las adolescentes, tenían problemas de salud provocados en alguna medida por falta de buena higiene. Y cuando fui a ver los baños me di cuenta de que necesitaban mejoras de infraestructura y entendí por qué no los querían usar. Ese mismo día le pedí a Javo que me ayudara a arreglarlos”, recuerda Martina.

Martina de Elizalde y Javier Cornejo tiene 30 años, están casado y tienen una hija

“Todo influye en su estado de ánimo”

“Lo primero que hicimos fue crear una cuenta de Instagram con el objetivo de organizar rifas y otras acciones para juntar plata. Pensamos en llamarla ‘Chapa y pintura’, porque era lo que necesitaba el lugar, pero la directora del hogar, Priscila Garritano Domizi, nos señaló que a ese nombre le faltaba todo el amor que tanto ellos como nosotros brindábamos. Y así nació Chapa, Pintura y Corazón”, cuenta Javier.

Después de arreglar los baños nos dimos cuenta de que los chicos estaban mucho más contentos y tenían mejor humor. Es que si el lugar está frío, sucio o descascarado, o en cambio está cálido, lindo y alegre, todo eso influye en el estado de ánimo de cada uno y en la dinámica colectiva. Y así fue que decidimos primero completar otras obras que necesitaba ese hogar y, después, empezar a ayudar en otros lugares”, asegura Martina.

En ese primer hogar, también había goteras y paredes descascaradas, faltaban algunos vidrios y un patio tenía las baldosas rotas. “A mí me marcó muchísimo el tema de las ventanas que tenían plásticos gruesos en lugar de vidrios, porque llegaba el invierno y, mientras los chicos comían con las manitos congeladas, yo me iba a dormir pensando en ellos y cómo ayudarlos”, agrega Martina.

https://www.instagram.com/p/CYrMTwIuQSB/?img_index=1

Para poner todos los vidrios les pasaron un presupuesto de varios millones de pesos, que por supuesto no podían afrontar. Y entonces se armó una impensada cadena de solidaridad que pronto dio sus frutos. Un compañero de trabajo de Javier lo contactó con un vecino suyo que fabricaba vidrios, él lo vinculó con otro que armaba aberturas y este último, con otro que las colocaba.

“Cuando les pedí presupuesto, me respondieron que ellos cubrirían todos los gastos y un sábado de 6 a 11 de la mañana arreglaron cerca de diez ventanas, de las cuales solo tres eran chicas, en los baños, y el resto eran enormes. Y lo más emotivo es que no eran una multinacional, sino gente buena que quiso ayudar”, se emociona Javier cuando relata el trabajo solidario en equipo, mientras Martina recuerda que lloró de la emoción.

La directora Priscila Garritano Domizi explica que el Hogar María del Rosario de San Nicolás es una organización civil que debe autogestionarse para convertirse en una medida de abrigo para chicos judicializados. “Es una casa muy habitada donde todo el tiempo se rompen las cosas porque se bañan 25 personas todos los días y comen 40 personas cuatro comidas diarias. Pero el dinero para arreglar una humedad o comprar un horno nuevo es una fortuna. Por eso les pedí a Martu y Javo arrancar por mi hogar pero luego seguir con otro, porque me importan todos los niños”, cuenta.

Vista de uno de los espacios que remodelaron y pintaron en un hogar de Chacarita

“Los chicos no solamente lograron un hogar mucho más cálido y lindo, sino que también aprendieron mucho sobre oficios y vínculos. Los más chicos se sentaban alrededor del plomero o los colocadores de los vidrios, les sostenían las herramientas y les hacían muchas preguntas. Y las adolescentes finalmente salieron de sus cuartos cuando llegaron los jóvenes de un equipo de rugby de California para pintar y empezaron a cuidar sus espacios cuando los vieron de los colores que ellas habían elegido. Otra de las cosas más lindas que nos pasó es que los adolescentes empezaron a ser invitados a trabajar como voluntarios en otros hogares y lo hacen con mucha alegría”, relata.

“Al comienzo de cada jornada de trabajo les daba una charla a los visitantes, para que supieran por qué los chicos –que son grupos de hermanos– están en el hogar, y así evitar los mitos y la desinformación. Los chicos no están encerrados, van a la escuela y a otras actividades extracurriculares como fútbol, visitan el Parque de la Costa, salen de vacaciones a Mar del Plata y festejan sus cumpleaños con sus amigos”, agrega Priscila.

Un voluntario de la ONG pinta una habitación de un hogar

Falta de recursos

Después de estas obras, Priscila le pasó los datos a la titular de otro hogar para niños, que también les pidió ayuda para arreglarlo. “Te diría que el nacimiento de la asociación civil se produjo de manera natural con los trabajos en este segundo hogar, porque sentimos que teníamos una responsabilidad y tratamos de armar algo más serio. Primero nos vinculamos a su fundación para recibir donaciones de manera legal, pero cuando nos empezaron a escribir desde un montón de lugares que tenían necesidades, nos dimos cuenta de que necesitábamos crear nuestro propio espacio”, explica Javier.

Y agrega que se trata de ONG o de hogares estatales que privilegian brindar amor y contención psicológica, un lugar donde comer y dormir, y el acceso a la educación de los niños y adolescentes, pero que por motivos de recursos no pueden cubrir la infraestructura. “No es negligencia sino que se ocupan de otras cosas más importantes y los trabajadores son muy buenos y comprometidos para que los chicos tengan una vida feliz después de situaciones de violencia, abuso o drogas en su familia”, dice.

Enseguida se les unieron familiares y amigos, entre los cuales están Teófilo de Elizalde, Marcos Cornejo, Lucía Estruga, Gloria Patrón Costas, Josefina Castrofeijó, Josefina Gardey y José Giudice. Y a ellos se les suman unos 150 voluntarios y chicos de colegios y grupos parroquiales cada vez que anuncian las jornadas en su cuenta de Instagram.

Al primer hogar fueron profesionales para arreglar los baños, el patio y las ventanas, y los chicos estaban presentes y notaban el avance de las obras. En cambio, al segundo lugar fueron 90 chicos de escuelas y parroquias para ayudar a lijar y pintar, mientras que los niños fueron enviados a dormir en otros lugares para que no los afectara el olor de la pintura. “Entonces, cuando volvieron, fue muy emotivo escuchar sus gritos de asombro y alegría por cómo habían quedado sus habitaciones”, recuerda Javier con mucha emoción.

Y Martina agrega: “Somos dos personas de mucha fe, creemos que Dios nos dio mucho y sentimos que tenemos que devolver y ayudar. Nosotros sentimos que cuando compartimos y ayudamos a los demás, todos los corazones se transforman y logramos que el mundo sea más lindo y mejor.”

Cómo colaborar

Podés sumarte como voluntario, hacer un aporte monetario, donar materiales o mano de obra especializada.

Para más información, podés contactarlos a través de su Instagram, el mail contacto@chapapinturaycorazon.org o el teléfono +54911-4971-0543. También podés donar en el alias chapapinturaycorazón de Mercado Pago.

Martina de Elizalde y Javier Cornejo comenzaron hace tres años una cruzada para ayudar a un hogar para niños vulnerados que necesitaba muchas reparaciones. Esa movida solidaria se convirtió en la organización Chapa, Pintura y Corazón, que ya suma amigos, familiares, unos 150 voluntarios y 14 hogares renovados.

La pareja, que ahora vive en Trenque Lauquen, compartió el jardín de infantes, pero el transcurso de su vida los separó y recién hace cuatro años sus hermanos Teófilo de Elizalde y Marcos Cornejo los volvieron a juntar. A los 30 años, están casados desde diciembre de 2022 y tienen una hija, la bella y sonriente Luján, de ocho meses.

Javier trabaja en el sector agropecuario y Martina es enfermera. Y justamente por las labores de ella en el Hogar María del Rosario de San Nicolás en Parque Chas –donde conviven 25 niñas, niños y adolescentes de 4 a 21 años– fue que hace tres años comenzó su vocación de ayudar juntos.

“La mayoría de los chicos, pero sobre todo las adolescentes, tenían problemas de salud provocados en alguna medida por falta de buena higiene. Y cuando fui a ver los baños me di cuenta de que necesitaban mejoras de infraestructura y entendí por qué no los querían usar. Ese mismo día le pedí a Javo que me ayudara a arreglarlos”, recuerda Martina.

Martina de Elizalde y Javier Cornejo tiene 30 años, están casado y tienen una hija

“Todo influye en su estado de ánimo”

“Lo primero que hicimos fue crear una cuenta de Instagram con el objetivo de organizar rifas y otras acciones para juntar plata. Pensamos en llamarla ‘Chapa y pintura’, porque era lo que necesitaba el lugar, pero la directora del hogar, Priscila Garritano Domizi, nos señaló que a ese nombre le faltaba todo el amor que tanto ellos como nosotros brindábamos. Y así nació Chapa, Pintura y Corazón”, cuenta Javier.

Después de arreglar los baños nos dimos cuenta de que los chicos estaban mucho más contentos y tenían mejor humor. Es que si el lugar está frío, sucio o descascarado, o en cambio está cálido, lindo y alegre, todo eso influye en el estado de ánimo de cada uno y en la dinámica colectiva. Y así fue que decidimos primero completar otras obras que necesitaba ese hogar y, después, empezar a ayudar en otros lugares”, asegura Martina.

En ese primer hogar, también había goteras y paredes descascaradas, faltaban algunos vidrios y un patio tenía las baldosas rotas. “A mí me marcó muchísimo el tema de las ventanas que tenían plásticos gruesos en lugar de vidrios, porque llegaba el invierno y, mientras los chicos comían con las manitos congeladas, yo me iba a dormir pensando en ellos y cómo ayudarlos”, agrega Martina.

https://www.instagram.com/p/CYrMTwIuQSB/?img_index=1

Para poner todos los vidrios les pasaron un presupuesto de varios millones de pesos, que por supuesto no podían afrontar. Y entonces se armó una impensada cadena de solidaridad que pronto dio sus frutos. Un compañero de trabajo de Javier lo contactó con un vecino suyo que fabricaba vidrios, él lo vinculó con otro que armaba aberturas y este último, con otro que las colocaba.

“Cuando les pedí presupuesto, me respondieron que ellos cubrirían todos los gastos y un sábado de 6 a 11 de la mañana arreglaron cerca de diez ventanas, de las cuales solo tres eran chicas, en los baños, y el resto eran enormes. Y lo más emotivo es que no eran una multinacional, sino gente buena que quiso ayudar”, se emociona Javier cuando relata el trabajo solidario en equipo, mientras Martina recuerda que lloró de la emoción.

La directora Priscila Garritano Domizi explica que el Hogar María del Rosario de San Nicolás es una organización civil que debe autogestionarse para convertirse en una medida de abrigo para chicos judicializados. “Es una casa muy habitada donde todo el tiempo se rompen las cosas porque se bañan 25 personas todos los días y comen 40 personas cuatro comidas diarias. Pero el dinero para arreglar una humedad o comprar un horno nuevo es una fortuna. Por eso les pedí a Martu y Javo arrancar por mi hogar pero luego seguir con otro, porque me importan todos los niños”, cuenta.

Vista de uno de los espacios que remodelaron y pintaron en un hogar de Chacarita

“Los chicos no solamente lograron un hogar mucho más cálido y lindo, sino que también aprendieron mucho sobre oficios y vínculos. Los más chicos se sentaban alrededor del plomero o los colocadores de los vidrios, les sostenían las herramientas y les hacían muchas preguntas. Y las adolescentes finalmente salieron de sus cuartos cuando llegaron los jóvenes de un equipo de rugby de California para pintar y empezaron a cuidar sus espacios cuando los vieron de los colores que ellas habían elegido. Otra de las cosas más lindas que nos pasó es que los adolescentes empezaron a ser invitados a trabajar como voluntarios en otros hogares y lo hacen con mucha alegría”, relata.

“Al comienzo de cada jornada de trabajo les daba una charla a los visitantes, para que supieran por qué los chicos –que son grupos de hermanos– están en el hogar, y así evitar los mitos y la desinformación. Los chicos no están encerrados, van a la escuela y a otras actividades extracurriculares como fútbol, visitan el Parque de la Costa, salen de vacaciones a Mar del Plata y festejan sus cumpleaños con sus amigos”, agrega Priscila.

Un voluntario de la ONG pinta una habitación de un hogar

Falta de recursos

Después de estas obras, Priscila le pasó los datos a la titular de otro hogar para niños, que también les pidió ayuda para arreglarlo. “Te diría que el nacimiento de la asociación civil se produjo de manera natural con los trabajos en este segundo hogar, porque sentimos que teníamos una responsabilidad y tratamos de armar algo más serio. Primero nos vinculamos a su fundación para recibir donaciones de manera legal, pero cuando nos empezaron a escribir desde un montón de lugares que tenían necesidades, nos dimos cuenta de que necesitábamos crear nuestro propio espacio”, explica Javier.

Y agrega que se trata de ONG o de hogares estatales que privilegian brindar amor y contención psicológica, un lugar donde comer y dormir, y el acceso a la educación de los niños y adolescentes, pero que por motivos de recursos no pueden cubrir la infraestructura. “No es negligencia sino que se ocupan de otras cosas más importantes y los trabajadores son muy buenos y comprometidos para que los chicos tengan una vida feliz después de situaciones de violencia, abuso o drogas en su familia”, dice.

Enseguida se les unieron familiares y amigos, entre los cuales están Teófilo de Elizalde, Marcos Cornejo, Lucía Estruga, Gloria Patrón Costas, Josefina Castrofeijó, Josefina Gardey y José Giudice. Y a ellos se les suman unos 150 voluntarios y chicos de colegios y grupos parroquiales cada vez que anuncian las jornadas en su cuenta de Instagram.

Al primer hogar fueron profesionales para arreglar los baños, el patio y las ventanas, y los chicos estaban presentes y notaban el avance de las obras. En cambio, al segundo lugar fueron 90 chicos de escuelas y parroquias para ayudar a lijar y pintar, mientras que los niños fueron enviados a dormir en otros lugares para que no los afectara el olor de la pintura. “Entonces, cuando volvieron, fue muy emotivo escuchar sus gritos de asombro y alegría por cómo habían quedado sus habitaciones”, recuerda Javier con mucha emoción.

Y Martina agrega: “Somos dos personas de mucha fe, creemos que Dios nos dio mucho y sentimos que tenemos que devolver y ayudar. Nosotros sentimos que cuando compartimos y ayudamos a los demás, todos los corazones se transforman y logramos que el mundo sea más lindo y mejor.”

Cómo colaborar

Podés sumarte como voluntario, hacer un aporte monetario, donar materiales o mano de obra especializada.

Para más información, podés contactarlos a través de su Instagram, el mail contacto@chapapinturaycorazon.org o el teléfono +54911-4971-0543. También podés donar en el alias chapapinturaycorazón de Mercado Pago.

 Martina y Javier viven en Trenque Lauquen y junto a 150 voluntarios ya renovaron 14 edificios; cuentan que hay chicos que no quieren bañarse por el estado de los baños o pasan frío porque faltan ventanas; ¿cómo colaborar con la cruzada solidaria?  LA NACION

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