Los argentinos, ante un mundo nuevo

El lunes, los argentinos amanecerán sin cepo para la compra de dólares. Entonces se verá si el síndrome de abstinencia de la moneda norteamericana (el bien más preciado de todo argentino que se precie de tal) es más grande que la confianza en el gobierno de Javier Milei o si, en cambio, sucederá al revés y el precio del dólar se mantendrá en los niveles del viernes, como prevén varios economistas. Cuando el Presidente venía de remar contra la desventura y la fragilidad (creación de una comisión legislativa investigadora del escándalo de la criptomoneda $LIBRA y una inflación que pegó un significativo brinco), el Fondo Monetario lo rescató de la peligrosa marisma en la que chapoteaba. La situación cambió tanto en tan pocas horas que un economista objetivo se animó a decir que en estos momentos la Argentina es más previsible que el volátil mundo que construyó Donald Trump. En efecto, el presidente norteamericano perdió el valor de la palabra –que fue siempre el principal capital político del líder de Washington– y está a punto de perder el valor de su firma, como señaló un sagaz observador. Sea como fuere, las últimas encuestas en los Estados Unidos concluyeron que se derrumbó la imagen de Trump entre sus conciudadanos, que cayó la confianza del consumidor y que solo aumentaron las expectativas sociales de inflación. Aquí y ahora, en los últimos 14 años, desde la reelección de Cristina Kirchner en 2011, los argentinos vivieron con un dólar encepado y así fue durante aproximadamente 10 años. Solo autorizaciones soviéticas permitían comprar la divisa norteamericana durante todo el segundo mandato de la señora de Kirchner, durante el gobierno de Alberto Fernández y durante los 16 meses que lleva gobernando Javier Milei. Mauricio Macri lo levantó no bien asumió y esa decisión duró casi todo su mandato, hasta septiembre de 2019, tres meses antes de que regresara a casa. El triunfo del peronismo kirchnerista un mes antes, en las primarias de agosto de 2019, desarticuló definitivamente la economía de Macri. Cristina Kirchner echó mano de ese recurso, el cepo, cuando su marido ya había muerto; ni Roberto Lavagna había cerrado el acceso al dólar en medio de la gran crisis de 2001 y 2002. Nadie puede negarle audacia a la expresidenta, aunque la use casi siempre para causas innobles. Alberto Fernández, entonces un opositor sin fisura de su antigua y futura jefa, la acusó de negarles la libertad a los argentinos con la instauración del cepo y de encerrar al país en un mundo sin inversiones. Alberto Fernández tiene un problema con la coherencia porque él profundizó luego el cepo cuando fue Presidente; creó un laberinto indescifrable para acceder al dólar. Peor que el cepo de Cristina que tanto había criticado. Milei debería tener en cuenta toda esa experiencia cuando decide la estrategia electoral para los comicios legislativos de este año y, al revés, no debería desafiar a la geometría misma del poder.
La decisión del Fondo ocurrió el mismo día en que se conoció un salto importante de la inflación en el mes de marzo. Algunos economistas, como Fausto Spotorno, la calificaron de “inflación adelantada” porque los formadores de precios sabían que se venía, tras el acuerdo con el Fondo, una modificación del tipo de cambio y subieron los precios por si acaso. Lo cierto es que el acuerdo fue bien recibido por vastos sectores sociales. Las casas que venden electrodomésticos en el interior del país anunciaron que vendieron el viernes del anuncio casi tanto como durante meses. Sucede también que es probable que el valor del dólar no se aprecie mucho, con respecto a lo que valía el dólar MEP, porque los importadores están sobre estoqueados (aprovecharon en los últimos tiempos el dólar oficial) y los exportadores están decididos a vender sus productos al exterior porque desde el lunes habrá un solo dólar. En el mundo hay, además, sobreabundancia de soja y su precio podría bajar aún más; la soja saldrá rápidamente de los silobolsas en los próximos días con destino al exterior, estiman varios economistas.
La inflación es el factor que más influye en un domingo de elecciones
Si las acrobacias financieras de estas jornadas tuvieran un final feliz es probable que lo ayuden a Milei en las elecciones, aunque todo depende de la proyección de esas novedades cambiarias en la inflación. La inflación es el factor que más influye en un domingo de elecciones. Algunos políticos, que no son enemigos de Milei, consideran inevitable otro salto del dólar y, por lo tanto, de la inflación. De todos modos, el apoyo de Trump al gobierno de Milei es inconfundible. El mismo lunes que el país abandonará una década de cepo cambiario llegará a Buenos Aires el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, una de las cinco personas más influyentes en la economía del mundo. Quizás esa visita de Bessent sea más importante, simbólicamente desde ya, que el acuerdo con el Fondo Monetario. Bassent se verá aquí con Milei; con el ministro de Economía, Luis Caputo, y con empresarios. Bessent debió olvidar el discurso de Milei en Davos, que pronunció apenas diez días después de que aquel asumiera como el zar de la economía de Trump. Ese discurso de Milei agredió personalmente a Bessent por su contenido discriminatorio y ofensivo. Es improbable que el secretario del Tesoro no haya conocido lo que Milei dijo en los Alpes suizos, porque fue un discurso expresado en un escenario internacional muy atractivo para todos los que deciden sobre la economía mundial, Bessent entre ellos. Lo olvidó, que es lo que hace la política cuando hay otras cosas en juego. Pero el presidente argentino debería tomar nota también de esa experiencia, ser menos provocativo y estar mejor informado cada vez que habla en público. A todo esto, ¿Bessent vendrá a Buenos Aires solo para aplaudir? Difícil, aunque ya antes el secretario de Estado, Marco Rubio, había destacado públicamente que los principales aliados de Trump en el continente americano son Milei, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y la valiente y estoica venezolana María Corina Machado, aunque la dictadura de Nicolás Maduro le niega a esta el acceso al poder. Es probable -o seguro- que Bessent le requerirá también al gobierno argentino que tome distancia de China, potencia con la que Milei acaba de prorrogar un swap por 5000 millones de dólares. La decisión de los Estados Unidos de competir a ganar o morir con China es la única política de Estado inamovible de la principal potencia mundial. Abrazaron esa feroz competencia Barack Obama, Trump y Joe Biden. Demócratas y republicanos, como vemos. Distintos presidentes argentinos dan fe de esa competencia y de las consecuentes presiones norteamericanas, sobre todo a los países de América latina.
Semejantes acontecimientos económicos tendrán necesariamente consecuencias electorales en un año de recambio legislativo. Las elecciones por venir se definirán también en una esfera distinta de la política: en la Justicia. Resulta que la principal dirigente del peronismo, Cristina Kirchner, probable candidata en la provincia de Buenos Aires a diputada nacional o provincial, está pendiente de una resolución de la Corte Suprema de Justicia. Esa decisión podría sacarla del campo de juego electoral, no por culpa de los jueces, sino -todo debe decirse- por culpa de ella misma. La Corte debe resolver si acepta el recurso de queja de la expresidenta porque la Cámara de Casación le negó la apelación ante la Corte en el caso de Vialidad; dos tribunales, el oral y público y Casación, ya la condenaron a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta de los recursos del Estado. Si la Corte aceptara el criterio de esos tribunales, Cristina Kirchner no podrá ejercer ningún cargo en la administración pública, ya sea en el Poder Ejecutivo o en el Legislativo, nunca más. Cerca de 20 magistrados, entre jueces y fiscales, participaron durante casi 10 años de esa investigación, de las indagatorias, de la recolección de pruebas y de los testimonios para terminar en la condena ratificada por dos tribunales. No se trata de una proscripción, como denuncia el cristinismo, sino de una sentencia definitiva en toda la regla. En efecto, para la Corte Interamericana de Derechos Humanos se considera sentencia definitiva cuando existe lo que se llama en la jerga judicial el doble conforme. Es decir, cuando dos tribunales de una elevada jerarquía coinciden en la sentencia y en la condena, que es lo que sucedió con la señora de Kirchner, entre varios exfuncionarios más, en el caso de Vialidad. La opinión del Senado argentino de que solo hay una sentencia definitiva cuando se pronuncia la Corte Suprema es una simple conjetura tirada al voleo. No tiene respaldo en la ley ni en el pacto de San José de Costa Rica, cuya aplicación es responsabilidad de la Corte Interamericana; en 1994, ese Pacto fue incorporado a la Constitución argentina. Además, la Corte Suprema argentina no es un tribunal de apelación, sino un recurso extraordinario que los jueces supremos pueden aceptar o rechazar. Esto depende solo de si esos magistrados perciben que existió -o que no existió- una vulneración de las garantías constitucionales de los condenados.
Los jueces de la Corte analizaron en sus dos últimas reuniones el calendario para despachar esa resolución, que deberían tomarla antes de que venzan los próximos plazos electorales. La sociedad tiene derecho a saber de antemano si a los eventuales candidatos les han negado sus derechos y garantías o si, al revés, han sido condenados por actos corruptos luego de un juicio justo. Sería devastador para el prestigio de la Corte que Cristina Kirchner fuera candidata y luego diputada nacional o provincial y, cuando ya tenga fueros, el máximo tribunal de Justicia ratifique la condena. La decisión de la Justicia no podría ser, en tal caso, aplicada a la encartada Es cierto que existen dos recursos de queja: el de Cristina Kirchner y sus exfuncionarios, por un lado, y, por el otro, el del fiscal de Casación, Mario Villar, quien pidió que se agrave la condena a la expresidenta y se la sentencie también por asociación ilícita con una pena de más años de cárcel. El reclamo de Villar debe ser girado al procurador general, Eduardo Casal, jefe de todos los fiscales, para que respalde -o no- el requerimiento del fiscal de Casación. Casal es un eficiente funcionario de carrera que seguramente no perderá tiempo analizando su pronunciamiento.
El expediente de Vialidad estuvo ya tres veces en la Corte Suprema. No es un caso que los jueces supremos desconozcan. Siempre rechazaron los pedidos de Cristina Kirchner. Solo les falta analizar el tramo final de esa investigación y las correspondientes sentencias. Según se escuchó en los elegantes pasillos de la Corte, los tres jueces (Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti) estarían de acuerdo con la necesidad de ponerle cuanto antes un punto final a ese interminable trámite judicial. Lorenzetti abrió el debate sobre la urgencia de resolver el caso de Cristina Kirchner y el presidente del cuerpo, Rosatti, que coincide con el planteo de base, como también Rosenkrantz, estaría especialmente interesado en que la gestión de la Corte no pueda ser luego cuestionada desde ningún punto de vista. La Corte debe revisar cuidadosamente, dice Rosatti entre los jueces, cada una de sus acciones y decisiones. “Analizaría ese expediente como si fuera el de mi madre “, había dicho entre sus pares el ya exjuez de la Corte Manuel García-Mansilla. La perfección no es enemiga de la celeridad. La platea política estará desde mañana, a pesar de todo, más preocupada por lo que sucederá en un país sin cepo que con los viejos avatares judiciales de la señora de Kirchner. La observación de la economía en un mundo errático y confuso no es incompatible con la exigencia social de que la cárcel sea el insalvable destino de los corruptos.
El lunes, los argentinos amanecerán sin cepo para la compra de dólares. Entonces se verá si el síndrome de abstinencia de la moneda norteamericana (el bien más preciado de todo argentino que se precie de tal) es más grande que la confianza en el gobierno de Javier Milei o si, en cambio, sucederá al revés y el precio del dólar se mantendrá en los niveles del viernes, como prevén varios economistas. Cuando el Presidente venía de remar contra la desventura y la fragilidad (creación de una comisión legislativa investigadora del escándalo de la criptomoneda $LIBRA y una inflación que pegó un significativo brinco), el Fondo Monetario lo rescató de la peligrosa marisma en la que chapoteaba. La situación cambió tanto en tan pocas horas que un economista objetivo se animó a decir que en estos momentos la Argentina es más previsible que el volátil mundo que construyó Donald Trump. En efecto, el presidente norteamericano perdió el valor de la palabra –que fue siempre el principal capital político del líder de Washington– y está a punto de perder el valor de su firma, como señaló un sagaz observador. Sea como fuere, las últimas encuestas en los Estados Unidos concluyeron que se derrumbó la imagen de Trump entre sus conciudadanos, que cayó la confianza del consumidor y que solo aumentaron las expectativas sociales de inflación. Aquí y ahora, en los últimos 14 años, desde la reelección de Cristina Kirchner en 2011, los argentinos vivieron con un dólar encepado y así fue durante aproximadamente 10 años. Solo autorizaciones soviéticas permitían comprar la divisa norteamericana durante todo el segundo mandato de la señora de Kirchner, durante el gobierno de Alberto Fernández y durante los 16 meses que lleva gobernando Javier Milei. Mauricio Macri lo levantó no bien asumió y esa decisión duró casi todo su mandato, hasta septiembre de 2019, tres meses antes de que regresara a casa. El triunfo del peronismo kirchnerista un mes antes, en las primarias de agosto de 2019, desarticuló definitivamente la economía de Macri. Cristina Kirchner echó mano de ese recurso, el cepo, cuando su marido ya había muerto; ni Roberto Lavagna había cerrado el acceso al dólar en medio de la gran crisis de 2001 y 2002. Nadie puede negarle audacia a la expresidenta, aunque la use casi siempre para causas innobles. Alberto Fernández, entonces un opositor sin fisura de su antigua y futura jefa, la acusó de negarles la libertad a los argentinos con la instauración del cepo y de encerrar al país en un mundo sin inversiones. Alberto Fernández tiene un problema con la coherencia porque él profundizó luego el cepo cuando fue Presidente; creó un laberinto indescifrable para acceder al dólar. Peor que el cepo de Cristina que tanto había criticado. Milei debería tener en cuenta toda esa experiencia cuando decide la estrategia electoral para los comicios legislativos de este año y, al revés, no debería desafiar a la geometría misma del poder.
La decisión del Fondo ocurrió el mismo día en que se conoció un salto importante de la inflación en el mes de marzo. Algunos economistas, como Fausto Spotorno, la calificaron de “inflación adelantada” porque los formadores de precios sabían que se venía, tras el acuerdo con el Fondo, una modificación del tipo de cambio y subieron los precios por si acaso. Lo cierto es que el acuerdo fue bien recibido por vastos sectores sociales. Las casas que venden electrodomésticos en el interior del país anunciaron que vendieron el viernes del anuncio casi tanto como durante meses. Sucede también que es probable que el valor del dólar no se aprecie mucho, con respecto a lo que valía el dólar MEP, porque los importadores están sobre estoqueados (aprovecharon en los últimos tiempos el dólar oficial) y los exportadores están decididos a vender sus productos al exterior porque desde el lunes habrá un solo dólar. En el mundo hay, además, sobreabundancia de soja y su precio podría bajar aún más; la soja saldrá rápidamente de los silobolsas en los próximos días con destino al exterior, estiman varios economistas.
La inflación es el factor que más influye en un domingo de elecciones
Si las acrobacias financieras de estas jornadas tuvieran un final feliz es probable que lo ayuden a Milei en las elecciones, aunque todo depende de la proyección de esas novedades cambiarias en la inflación. La inflación es el factor que más influye en un domingo de elecciones. Algunos políticos, que no son enemigos de Milei, consideran inevitable otro salto del dólar y, por lo tanto, de la inflación. De todos modos, el apoyo de Trump al gobierno de Milei es inconfundible. El mismo lunes que el país abandonará una década de cepo cambiario llegará a Buenos Aires el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, una de las cinco personas más influyentes en la economía del mundo. Quizás esa visita de Bessent sea más importante, simbólicamente desde ya, que el acuerdo con el Fondo Monetario. Bassent se verá aquí con Milei; con el ministro de Economía, Luis Caputo, y con empresarios. Bessent debió olvidar el discurso de Milei en Davos, que pronunció apenas diez días después de que aquel asumiera como el zar de la economía de Trump. Ese discurso de Milei agredió personalmente a Bessent por su contenido discriminatorio y ofensivo. Es improbable que el secretario del Tesoro no haya conocido lo que Milei dijo en los Alpes suizos, porque fue un discurso expresado en un escenario internacional muy atractivo para todos los que deciden sobre la economía mundial, Bessent entre ellos. Lo olvidó, que es lo que hace la política cuando hay otras cosas en juego. Pero el presidente argentino debería tomar nota también de esa experiencia, ser menos provocativo y estar mejor informado cada vez que habla en público. A todo esto, ¿Bessent vendrá a Buenos Aires solo para aplaudir? Difícil, aunque ya antes el secretario de Estado, Marco Rubio, había destacado públicamente que los principales aliados de Trump en el continente americano son Milei, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y la valiente y estoica venezolana María Corina Machado, aunque la dictadura de Nicolás Maduro le niega a esta el acceso al poder. Es probable -o seguro- que Bessent le requerirá también al gobierno argentino que tome distancia de China, potencia con la que Milei acaba de prorrogar un swap por 5000 millones de dólares. La decisión de los Estados Unidos de competir a ganar o morir con China es la única política de Estado inamovible de la principal potencia mundial. Abrazaron esa feroz competencia Barack Obama, Trump y Joe Biden. Demócratas y republicanos, como vemos. Distintos presidentes argentinos dan fe de esa competencia y de las consecuentes presiones norteamericanas, sobre todo a los países de América latina.
Semejantes acontecimientos económicos tendrán necesariamente consecuencias electorales en un año de recambio legislativo. Las elecciones por venir se definirán también en una esfera distinta de la política: en la Justicia. Resulta que la principal dirigente del peronismo, Cristina Kirchner, probable candidata en la provincia de Buenos Aires a diputada nacional o provincial, está pendiente de una resolución de la Corte Suprema de Justicia. Esa decisión podría sacarla del campo de juego electoral, no por culpa de los jueces, sino -todo debe decirse- por culpa de ella misma. La Corte debe resolver si acepta el recurso de queja de la expresidenta porque la Cámara de Casación le negó la apelación ante la Corte en el caso de Vialidad; dos tribunales, el oral y público y Casación, ya la condenaron a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta de los recursos del Estado. Si la Corte aceptara el criterio de esos tribunales, Cristina Kirchner no podrá ejercer ningún cargo en la administración pública, ya sea en el Poder Ejecutivo o en el Legislativo, nunca más. Cerca de 20 magistrados, entre jueces y fiscales, participaron durante casi 10 años de esa investigación, de las indagatorias, de la recolección de pruebas y de los testimonios para terminar en la condena ratificada por dos tribunales. No se trata de una proscripción, como denuncia el cristinismo, sino de una sentencia definitiva en toda la regla. En efecto, para la Corte Interamericana de Derechos Humanos se considera sentencia definitiva cuando existe lo que se llama en la jerga judicial el doble conforme. Es decir, cuando dos tribunales de una elevada jerarquía coinciden en la sentencia y en la condena, que es lo que sucedió con la señora de Kirchner, entre varios exfuncionarios más, en el caso de Vialidad. La opinión del Senado argentino de que solo hay una sentencia definitiva cuando se pronuncia la Corte Suprema es una simple conjetura tirada al voleo. No tiene respaldo en la ley ni en el pacto de San José de Costa Rica, cuya aplicación es responsabilidad de la Corte Interamericana; en 1994, ese Pacto fue incorporado a la Constitución argentina. Además, la Corte Suprema argentina no es un tribunal de apelación, sino un recurso extraordinario que los jueces supremos pueden aceptar o rechazar. Esto depende solo de si esos magistrados perciben que existió -o que no existió- una vulneración de las garantías constitucionales de los condenados.
Los jueces de la Corte analizaron en sus dos últimas reuniones el calendario para despachar esa resolución, que deberían tomarla antes de que venzan los próximos plazos electorales. La sociedad tiene derecho a saber de antemano si a los eventuales candidatos les han negado sus derechos y garantías o si, al revés, han sido condenados por actos corruptos luego de un juicio justo. Sería devastador para el prestigio de la Corte que Cristina Kirchner fuera candidata y luego diputada nacional o provincial y, cuando ya tenga fueros, el máximo tribunal de Justicia ratifique la condena. La decisión de la Justicia no podría ser, en tal caso, aplicada a la encartada Es cierto que existen dos recursos de queja: el de Cristina Kirchner y sus exfuncionarios, por un lado, y, por el otro, el del fiscal de Casación, Mario Villar, quien pidió que se agrave la condena a la expresidenta y se la sentencie también por asociación ilícita con una pena de más años de cárcel. El reclamo de Villar debe ser girado al procurador general, Eduardo Casal, jefe de todos los fiscales, para que respalde -o no- el requerimiento del fiscal de Casación. Casal es un eficiente funcionario de carrera que seguramente no perderá tiempo analizando su pronunciamiento.
El expediente de Vialidad estuvo ya tres veces en la Corte Suprema. No es un caso que los jueces supremos desconozcan. Siempre rechazaron los pedidos de Cristina Kirchner. Solo les falta analizar el tramo final de esa investigación y las correspondientes sentencias. Según se escuchó en los elegantes pasillos de la Corte, los tres jueces (Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti) estarían de acuerdo con la necesidad de ponerle cuanto antes un punto final a ese interminable trámite judicial. Lorenzetti abrió el debate sobre la urgencia de resolver el caso de Cristina Kirchner y el presidente del cuerpo, Rosatti, que coincide con el planteo de base, como también Rosenkrantz, estaría especialmente interesado en que la gestión de la Corte no pueda ser luego cuestionada desde ningún punto de vista. La Corte debe revisar cuidadosamente, dice Rosatti entre los jueces, cada una de sus acciones y decisiones. “Analizaría ese expediente como si fuera el de mi madre “, había dicho entre sus pares el ya exjuez de la Corte Manuel García-Mansilla. La perfección no es enemiga de la celeridad. La platea política estará desde mañana, a pesar de todo, más preocupada por lo que sucederá en un país sin cepo que con los viejos avatares judiciales de la señora de Kirchner. La observación de la economía en un mundo errático y confuso no es incompatible con la exigencia social de que la cárcel sea el insalvable destino de los corruptos.
El lunes, los argentinos amanecerán sin cepo para la compra de dólares. Entonces se verá si el síndrome de abstinencia de la moneda norteamericana (el bien más preciado de todo argentino que se precie de tal) es más grande que la confianza en el gobierno de Javier Milei o si, en cambio, sucederá al revés y el precio del dólar se mantendrá en los niveles del viernes, como prevén varios economistas. Cuando el Presidente venía de remar contra la desventura y la fragilidad (creación de una comisión legislativa investigadora del escándalo de la criptomoneda $LIBRA y una inflación que pegó un significativo brinco), el Fondo Monetario lo rescató de la peligrosa marisma en la que chapoteaba. La situación cambió tanto en tan pocas horas que un economista objetivo se animó a decir que en estos momentos la Argentina es más previsible que el volátil mundo que construyó Donald Trump. En efecto, el presidente norteamericano perdió el valor de la palabra –que fue siempre el principal capital político del líder de Washington– y está a punto de perder el valor de su firma, como señaló un sagaz observador. Sea como fuere, las últimas encuestas en los Estados Unidos concluyeron que se derrumbó la imagen de Trump entre sus conciudadanos, que cayó la confianza del consumidor y que solo aumentaron las expectativas sociales de inflación. Aquí y ahora, en los últimos 14 años, desde la reelección de Cristina Kirchner en 2011, los argentinos vivieron con un dólar encepado y así fue durante aproximadamente 10 años. Solo autorizaciones soviéticas permitían comprar la divisa norteamericana durante todo el segundo mandato de la señora de Kirchner, durante el gobierno de Alberto Fernández y durante los 16 meses que lleva gobernando Javier Milei. Mauricio Macri lo levantó no bien asumió y esa decisión duró casi todo su mandato, hasta septiembre de 2019, tres meses antes de que regresara a casa. El triunfo del peronismo kirchnerista un mes antes, en las primarias de agosto de 2019, desarticuló definitivamente la economía de Macri. Cristina Kirchner echó mano de ese recurso, el cepo, cuando su marido ya había muerto; ni Roberto Lavagna había cerrado el acceso al dólar en medio de la gran crisis de 2001 y 2002. Nadie puede negarle audacia a la expresidenta, aunque la use casi siempre para causas innobles. Alberto Fernández, entonces un opositor sin fisura de su antigua y futura jefa, la acusó de negarles la libertad a los argentinos con la instauración del cepo y de encerrar al país en un mundo sin inversiones. Alberto Fernández tiene un problema con la coherencia porque él profundizó luego el cepo cuando fue Presidente; creó un laberinto indescifrable para acceder al dólar. Peor que el cepo de Cristina que tanto había criticado. Milei debería tener en cuenta toda esa experiencia cuando decide la estrategia electoral para los comicios legislativos de este año y, al revés, no debería desafiar a la geometría misma del poder.La decisión del Fondo ocurrió el mismo día en que se conoció un salto importante de la inflación en el mes de marzo. Algunos economistas, como Fausto Spotorno, la calificaron de “inflación adelantada” porque los formadores de precios sabían que se venía, tras el acuerdo con el Fondo, una modificación del tipo de cambio y subieron los precios por si acaso. Lo cierto es que el acuerdo fue bien recibido por vastos sectores sociales. Las casas que venden electrodomésticos en el interior del país anunciaron que vendieron el viernes del anuncio casi tanto como durante meses. Sucede también que es probable que el valor del dólar no se aprecie mucho, con respecto a lo que valía el dólar MEP, porque los importadores están sobre estoqueados (aprovecharon en los últimos tiempos el dólar oficial) y los exportadores están decididos a vender sus productos al exterior porque desde el lunes habrá un solo dólar. En el mundo hay, además, sobreabundancia de soja y su precio podría bajar aún más; la soja saldrá rápidamente de los silobolsas en los próximos días con destino al exterior, estiman varios economistas.La inflación es el factor que más influye en un domingo de eleccionesSi las acrobacias financieras de estas jornadas tuvieran un final feliz es probable que lo ayuden a Milei en las elecciones, aunque todo depende de la proyección de esas novedades cambiarias en la inflación. La inflación es el factor que más influye en un domingo de elecciones. Algunos políticos, que no son enemigos de Milei, consideran inevitable otro salto del dólar y, por lo tanto, de la inflación. De todos modos, el apoyo de Trump al gobierno de Milei es inconfundible. El mismo lunes que el país abandonará una década de cepo cambiario llegará a Buenos Aires el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, una de las cinco personas más influyentes en la economía del mundo. Quizás esa visita de Bessent sea más importante, simbólicamente desde ya, que el acuerdo con el Fondo Monetario. Bassent se verá aquí con Milei; con el ministro de Economía, Luis Caputo, y con empresarios. Bessent debió olvidar el discurso de Milei en Davos, que pronunció apenas diez días después de que aquel asumiera como el zar de la economía de Trump. Ese discurso de Milei agredió personalmente a Bessent por su contenido discriminatorio y ofensivo. Es improbable que el secretario del Tesoro no haya conocido lo que Milei dijo en los Alpes suizos, porque fue un discurso expresado en un escenario internacional muy atractivo para todos los que deciden sobre la economía mundial, Bessent entre ellos. Lo olvidó, que es lo que hace la política cuando hay otras cosas en juego. Pero el presidente argentino debería tomar nota también de esa experiencia, ser menos provocativo y estar mejor informado cada vez que habla en público. A todo esto, ¿Bessent vendrá a Buenos Aires solo para aplaudir? Difícil, aunque ya antes el secretario de Estado, Marco Rubio, había destacado públicamente que los principales aliados de Trump en el continente americano son Milei, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y la valiente y estoica venezolana María Corina Machado, aunque la dictadura de Nicolás Maduro le niega a esta el acceso al poder. Es probable -o seguro- que Bessent le requerirá también al gobierno argentino que tome distancia de China, potencia con la que Milei acaba de prorrogar un swap por 5000 millones de dólares. La decisión de los Estados Unidos de competir a ganar o morir con China es la única política de Estado inamovible de la principal potencia mundial. Abrazaron esa feroz competencia Barack Obama, Trump y Joe Biden. Demócratas y republicanos, como vemos. Distintos presidentes argentinos dan fe de esa competencia y de las consecuentes presiones norteamericanas, sobre todo a los países de América latina. Semejantes acontecimientos económicos tendrán necesariamente consecuencias electorales en un año de recambio legislativo. Las elecciones por venir se definirán también en una esfera distinta de la política: en la Justicia. Resulta que la principal dirigente del peronismo, Cristina Kirchner, probable candidata en la provincia de Buenos Aires a diputada nacional o provincial, está pendiente de una resolución de la Corte Suprema de Justicia. Esa decisión podría sacarla del campo de juego electoral, no por culpa de los jueces, sino -todo debe decirse- por culpa de ella misma. La Corte debe resolver si acepta el recurso de queja de la expresidenta porque la Cámara de Casación le negó la apelación ante la Corte en el caso de Vialidad; dos tribunales, el oral y público y Casación, ya la condenaron a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta de los recursos del Estado. Si la Corte aceptara el criterio de esos tribunales, Cristina Kirchner no podrá ejercer ningún cargo en la administración pública, ya sea en el Poder Ejecutivo o en el Legislativo, nunca más. Cerca de 20 magistrados, entre jueces y fiscales, participaron durante casi 10 años de esa investigación, de las indagatorias, de la recolección de pruebas y de los testimonios para terminar en la condena ratificada por dos tribunales. No se trata de una proscripción, como denuncia el cristinismo, sino de una sentencia definitiva en toda la regla. En efecto, para la Corte Interamericana de Derechos Humanos se considera sentencia definitiva cuando existe lo que se llama en la jerga judicial el doble conforme. Es decir, cuando dos tribunales de una elevada jerarquía coinciden en la sentencia y en la condena, que es lo que sucedió con la señora de Kirchner, entre varios exfuncionarios más, en el caso de Vialidad. La opinión del Senado argentino de que solo hay una sentencia definitiva cuando se pronuncia la Corte Suprema es una simple conjetura tirada al voleo. No tiene respaldo en la ley ni en el pacto de San José de Costa Rica, cuya aplicación es responsabilidad de la Corte Interamericana; en 1994, ese Pacto fue incorporado a la Constitución argentina. Además, la Corte Suprema argentina no es un tribunal de apelación, sino un recurso extraordinario que los jueces supremos pueden aceptar o rechazar. Esto depende solo de si esos magistrados perciben que existió -o que no existió- una vulneración de las garantías constitucionales de los condenados.Los jueces de la Corte analizaron en sus dos últimas reuniones el calendario para despachar esa resolución, que deberían tomarla antes de que venzan los próximos plazos electorales. La sociedad tiene derecho a saber de antemano si a los eventuales candidatos les han negado sus derechos y garantías o si, al revés, han sido condenados por actos corruptos luego de un juicio justo. Sería devastador para el prestigio de la Corte que Cristina Kirchner fuera candidata y luego diputada nacional o provincial y, cuando ya tenga fueros, el máximo tribunal de Justicia ratifique la condena. La decisión de la Justicia no podría ser, en tal caso, aplicada a la encartada Es cierto que existen dos recursos de queja: el de Cristina Kirchner y sus exfuncionarios, por un lado, y, por el otro, el del fiscal de Casación, Mario Villar, quien pidió que se agrave la condena a la expresidenta y se la sentencie también por asociación ilícita con una pena de más años de cárcel. El reclamo de Villar debe ser girado al procurador general, Eduardo Casal, jefe de todos los fiscales, para que respalde -o no- el requerimiento del fiscal de Casación. Casal es un eficiente funcionario de carrera que seguramente no perderá tiempo analizando su pronunciamiento.El expediente de Vialidad estuvo ya tres veces en la Corte Suprema. No es un caso que los jueces supremos desconozcan. Siempre rechazaron los pedidos de Cristina Kirchner. Solo les falta analizar el tramo final de esa investigación y las correspondientes sentencias. Según se escuchó en los elegantes pasillos de la Corte, los tres jueces (Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti) estarían de acuerdo con la necesidad de ponerle cuanto antes un punto final a ese interminable trámite judicial. Lorenzetti abrió el debate sobre la urgencia de resolver el caso de Cristina Kirchner y el presidente del cuerpo, Rosatti, que coincide con el planteo de base, como también Rosenkrantz, estaría especialmente interesado en que la gestión de la Corte no pueda ser luego cuestionada desde ningún punto de vista. La Corte debe revisar cuidadosamente, dice Rosatti entre los jueces, cada una de sus acciones y decisiones. “Analizaría ese expediente como si fuera el de mi madre “, había dicho entre sus pares el ya exjuez de la Corte Manuel García-Mansilla. La perfección no es enemiga de la celeridad. La platea política estará desde mañana, a pesar de todo, más preocupada por lo que sucederá en un país sin cepo que con los viejos avatares judiciales de la señora de Kirchner. La observación de la economía en un mundo errático y confuso no es incompatible con la exigencia social de que la cárcel sea el insalvable destino de los corruptos. LA NACION