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Más allá del alivio de un día, una grave disputa geopolítica-económica

En su libro “Psicología de la Organización”, José María Peiró menciona cuatro factores en el ambiente de negocios a considerar por las empresas en sus operaciones: los grados de simplicidad (si hay pocos o muchos factores ambientales que atender), de estabilidad (si los factores permanecen estables o no), de aleatoriedad (si ellos se entrelazan con una lógica que haga entendible un resultado) y de acceso a recursos (para la producción).

El hilo de subas, bajas, postergaciones y discriminaciones en la sorprendente política arancelaria del presidente Trump en los últimos 90 días hace evaluar negativamente el ambiente de negocios mundial en los cuatro factores.

La globalización productiva ha sobrevivido a múltiples amenazas: según UNCTAD, en 2024 el comercio internacional planetario llegó al récord de casi 33 billones de dólares (creció 3,7%). Las cadenas de producción suprafronterizas (70% del comercio trasnacional) sostienen una economía mundial que el año anterior produjo 110 billones de dólares (creció 3,2%). Es por eso que, ante los anuncios del 2 de abril sobre grandes alzas de aranceles en frontera impuestos en Estados Unidos, los mercados se desplomaron por varios días (sumando caídas en mas de 1/5 del valor previo): la capacidad de producir y comerciar en el planeta se vio fuertemente afectada, considerando que Estados Unidos es el mayor importador de la Tierra y que hubo también reacciones de otros grandes países a través de amenazas de aranceles retaliatorios (debe considerarse que solo 20 grandes países generan la mitad de todo el comercio internacional del planeta).

Pero, inesperadamente, el presidente Trump ha anunciado en las últimas horas una postergación (salvo para China) por 90 días de las alzas en esas tarifas que excedan el 10%, atendiendo a que 75 países han solicitado negociaciones para intentar morigerar la decisión (ofreciendo ellos mejoras en las condiciones de ingreso a sus mercados). Por ahora, los aranceles siguen más altos que antes, pero no tanto como se anunció para muchos mercados muy relevantes (especialmente Europa y Asia). Y surge una presunción: el gobierno norteamericano está dispuesto a negociar con algunos. Lo que generó una reacción favorable de los mercados.

Una primera conclusión a extraer es que están recibiéndose mensajes contundentes de parte de los inversores: una perspectiva de reversión de la política de altas tarifas alivia a quienes entienden que es difícil producir y comerciar si se obstruyen los intercambios internacionales (que crecieron 310% desde que se inició el siglo XXI, lo que contribuyó a que el producto mundial se elevara en ese lapso 215%).

Aunque una segunda conclusión es que este sinfín de modificaciones en la política arancelaria es muy malo en sí mismo y afecta a aquellos cuatro factores del ambiente referidos, lo que (más allá del alivio pasajero) lleva a las empresas a diferir cuanta decisión se pueda hasta que se aclare el panorama. La previsibilidad (darle un valor económico al futuro) es un atributo que desaparece ante mudanzas permanentes.

Una tercera es que hay, dentro de todo esto, una puja más pesada: China no solo no se benefició de la postergación de alzas, sino que sufrirá aranceles aún mas elevados. Estamos ante una grave disputa aparte, que es geopolítico-económica. Y en ella hay algo más que proteccionismo: una lucha por la prevalencia tecnológica, la superioridad económica y el ejercicio del poder futuro (¿y acaso por imponer un nuevo orden mundial?)

Y una cuarta se refiere a que, al parecer, el presidente Trump está dispuesto a negociar, lo que permite imaginar que un objetivo de su administración es cambiar las condiciones recíprocas de relacionamiento entre Estados Unidos y muchos otros países. Muchas razones que Trump ha ofrecido para imponer sus “aranceles espejo” se basan en motivos ciertos, pero los remedios escogidos son muy negativos.

Así, los mercados, por un día al menos, han respirado aliviados. Pero la permanente inestabilidad en las reglas tiene un precio. Mientras, la disputa con China se acrecienta peligrosamente (no solo para los dos involucrados) y las instituciones multilaterales mueren por inanición.

Aunque, por otro lado, los 374 tratados de libre comercio vigentes en el mundo entre “los demás” (más de la mitad de los países) aparecen, por ahora, como la institución hoy más fuerte para garantizar aperturas recíprocas virtuosas.

La pausa de 90 días nos ubica hoy algo mejor que ayer. Pero la mera posibilidad de saber cómo estaremos dentro de 90 días es una ilusión. Lo que no es gratis.

En su libro “Psicología de la Organización”, José María Peiró menciona cuatro factores en el ambiente de negocios a considerar por las empresas en sus operaciones: los grados de simplicidad (si hay pocos o muchos factores ambientales que atender), de estabilidad (si los factores permanecen estables o no), de aleatoriedad (si ellos se entrelazan con una lógica que haga entendible un resultado) y de acceso a recursos (para la producción).

El hilo de subas, bajas, postergaciones y discriminaciones en la sorprendente política arancelaria del presidente Trump en los últimos 90 días hace evaluar negativamente el ambiente de negocios mundial en los cuatro factores.

La globalización productiva ha sobrevivido a múltiples amenazas: según UNCTAD, en 2024 el comercio internacional planetario llegó al récord de casi 33 billones de dólares (creció 3,7%). Las cadenas de producción suprafronterizas (70% del comercio trasnacional) sostienen una economía mundial que el año anterior produjo 110 billones de dólares (creció 3,2%). Es por eso que, ante los anuncios del 2 de abril sobre grandes alzas de aranceles en frontera impuestos en Estados Unidos, los mercados se desplomaron por varios días (sumando caídas en mas de 1/5 del valor previo): la capacidad de producir y comerciar en el planeta se vio fuertemente afectada, considerando que Estados Unidos es el mayor importador de la Tierra y que hubo también reacciones de otros grandes países a través de amenazas de aranceles retaliatorios (debe considerarse que solo 20 grandes países generan la mitad de todo el comercio internacional del planeta).

Pero, inesperadamente, el presidente Trump ha anunciado en las últimas horas una postergación (salvo para China) por 90 días de las alzas en esas tarifas que excedan el 10%, atendiendo a que 75 países han solicitado negociaciones para intentar morigerar la decisión (ofreciendo ellos mejoras en las condiciones de ingreso a sus mercados). Por ahora, los aranceles siguen más altos que antes, pero no tanto como se anunció para muchos mercados muy relevantes (especialmente Europa y Asia). Y surge una presunción: el gobierno norteamericano está dispuesto a negociar con algunos. Lo que generó una reacción favorable de los mercados.

Una primera conclusión a extraer es que están recibiéndose mensajes contundentes de parte de los inversores: una perspectiva de reversión de la política de altas tarifas alivia a quienes entienden que es difícil producir y comerciar si se obstruyen los intercambios internacionales (que crecieron 310% desde que se inició el siglo XXI, lo que contribuyó a que el producto mundial se elevara en ese lapso 215%).

Aunque una segunda conclusión es que este sinfín de modificaciones en la política arancelaria es muy malo en sí mismo y afecta a aquellos cuatro factores del ambiente referidos, lo que (más allá del alivio pasajero) lleva a las empresas a diferir cuanta decisión se pueda hasta que se aclare el panorama. La previsibilidad (darle un valor económico al futuro) es un atributo que desaparece ante mudanzas permanentes.

Una tercera es que hay, dentro de todo esto, una puja más pesada: China no solo no se benefició de la postergación de alzas, sino que sufrirá aranceles aún mas elevados. Estamos ante una grave disputa aparte, que es geopolítico-económica. Y en ella hay algo más que proteccionismo: una lucha por la prevalencia tecnológica, la superioridad económica y el ejercicio del poder futuro (¿y acaso por imponer un nuevo orden mundial?)

Y una cuarta se refiere a que, al parecer, el presidente Trump está dispuesto a negociar, lo que permite imaginar que un objetivo de su administración es cambiar las condiciones recíprocas de relacionamiento entre Estados Unidos y muchos otros países. Muchas razones que Trump ha ofrecido para imponer sus “aranceles espejo” se basan en motivos ciertos, pero los remedios escogidos son muy negativos.

Así, los mercados, por un día al menos, han respirado aliviados. Pero la permanente inestabilidad en las reglas tiene un precio. Mientras, la disputa con China se acrecienta peligrosamente (no solo para los dos involucrados) y las instituciones multilaterales mueren por inanición.

Aunque, por otro lado, los 374 tratados de libre comercio vigentes en el mundo entre “los demás” (más de la mitad de los países) aparecen, por ahora, como la institución hoy más fuerte para garantizar aperturas recíprocas virtuosas.

La pausa de 90 días nos ubica hoy algo mejor que ayer. Pero la mera posibilidad de saber cómo estaremos dentro de 90 días es una ilusión. Lo que no es gratis.

 La pausa de 90 días en la aplicación de algunos aranceles por parte de EE.UU. nos ubica hoy algo mejor que ayer, pero saber cómo estaremos dentro de 90 días es una ilusión; hay una lucha con China por el ejercicio del poder futuro  LA NACION

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