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El fracaso de Blanca Nieves: una película rodeada de polémicas que estiman perderá millones de dólares

Algunas de las noticias más fuertes generadas por Hollywood en los últimos tiempos tienen que ver con fracasos de taquilla. En el segundo semestre de 2024, fue la debacle -inmerecida- de Guasón 2, que revirtió todos los indicadores favorables de la primera parte. En estas semanas, aunque también desde bastante antes, el fracaso en apariencia irremontable de Blanca Nieves, la versión “con actores” del clásico de Disney de 1937. Los números indican un desastre de enormes proporciones: en su segunda semana en cartel, el film dirigido por Marc Webb hizo 14,3 millones de dólares y perdió el primer puesto en manos de Rescate implacable, el thriller de acción protagonizado por Jason Statham, que recaudó 15,5 millones. Durante su debut, cuyas previsiones se recalcularon a la baja más de una vez, Blanca Nieves tenía previsto recaudar entre 45 y 55 millones. Logró poco más de 43. Su presupuesto es de entre 250 y 270 millones de dólares, más por lo menos 100 millones de dólares en marketing global. Es decir, para arrimarse a números negros, debería superar los 500 millones de dólares de recaudación global. Lleva 142 y, en su país de origen, perdió un 66% de su público entre el fin de semana del debut y el siguiente. Los cálculos más conservadores hablan de una pérdida final de entre 150 y 200 millones de dólares. Ante semejante naufragio, se buscan culpables.

Pero primero, antes de pensar en quién tiene la culpa, habría que pensar en perspectiva. Disney (y el resto de los estudios) han tenido debacles semejantes. En 2012, el tanque dirigido por Andrew Stanton John Carter: entre dos mundos, basado en una novela de ciencia ficción del “papá” de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, que le habría hecho perder al estudio más o menos 200 millones. Pero, afortunadamente, justo antes había cerrado un trato con Paramount y comprado Marvel Studios, lo que le permitió tener la primera Avengers, que recaudó más de 1500 millones en todo el mundo. El negocio es un poco así: se apuesta mucho a pocos títulos para gran público, que sostienen gran parte de la producción. Alguno puede fallar y otros, compensar. Pero es un negocio cada vez más riesgoso. El problema de Blanca Nieves es que no se trataba, como John Carter, de una franquicia poco o nada conocida, ni del intento de crearla. Blanca Nieves es, con Mickey Mouse, la piedra angular en la construcción del imperio Disney. En 1937, se convirtió en la película más vista de la historia, una apuesta en la que no confiaba nadie porque nadie creía que el público soportaría un largometraje de dibujos animados. Ajustado por inflación, el film recaudó 2297 millones de dólares de hoy (era la décima película más vista de todos los tiempos hasta que llegó Avengers-Endgame y la sacó de esa decena, hoy es la número once). Pero a esto hay que agregarle los muchos miles de millones que, en casi noventa años, recaudó el merchandising y se generaron en derechos. Es la película que terminó de construir el estudio, la niña de los ojos de tío Walt. Que justamente su versión live-action fuera la de peor desempeño de esa lista suena a ironía trágica. Es natural que se busquen culpables. El colmo del asunto (una absoluta exageración; dato, no opinión) es el puntaje que los usuarios del sitio IMDB, 1,5 estrellas sobre 5, lo que la transforma en la peor puntuada de la historia. Es cierto que el sitio también tiene como la “mejor película de la historia” a Sueños de libertad y, en tercer lugar, Batman-El caballero de la noche (que llegó a estar primera). Pero no deja de ser pésima publicidad: la película necesita permanecer mucho tiempo en pantallas sumando de manera constante y recuperar terreno. Estos “datos de usuarios” no ayudan en nada.

Hoy gran parte de la prensa de espectáculos estadounidense le echa la culpa a la protagonista del film, la actriz y cantante Rachel Zegler. Cuando se anunció su elección en 2021, una parte del público -minoritaria, pero ruidosa- expresó descontento en las redes porque Zegler es de ascendencia colombiana. Algo similar había ocurrido cuando se anunció a la afroamericana Halle Bailey como la Ariel de La Sirenita live-action. Hay que ser cuidadoso cuando se habla de “racismo” en estos casos: es cierto que la cuestión étnica es campo de batalla en los EE.UU., pero no lo es tanto (aunque trate de imponerse agenda estadounidense) en otras partes. Puede ser entonces en ese país, pero en el resto era pedir que los personajes se parecieran a los originales animados. Sin embargo, aparece la idea de “forzar” una inclusión, de subrayar desde allí algo didáctico. Mala señal.

Blanca Nieves, como la mayoría de los grandes “tanques”, se realiza con mucha antelación y es una producción gigantesca que involucra a mucha gente, así que querer buscar un culpable de los resultados del film es más una excusa

El primer momento problemático ocurrió en 2022, cuando dijo en una entrevista que en el film clásico Blancanieves era literalmente acosada por el Príncipe (no, no ocurre: de hecho difícilmente Blancanieves 1937 sea una película romántica, dado que el personaje masculino aparece sólo al principio y al final). Pero la cosa sólo podía empeorar. El año pasado, en la D23, la conferencia-evento en el que Disney presenta cada año sus producciones, se lanzó el primer trailer de la película. Zegler lanzó en X un posteo agradeciendo los 120 millones de vistas en 24 horas, algo que ocurrió el 12 agosto de 2024. Pero en el mismo thread, minutos después, agregó otro post con solo una frase: “Y recuerden: Palestina libre”, que tuvo cuatro veces las vistas de su primer posteo. Esto motivó malestares varios. Más tarde incluso, reaccionó contra los votantes de Donald Trump con un mensaje que debió borrar. En cuanto al tema Israel-Hamas, Gal Gadot (israelí y que fue miembro de las Fuerzas de Defensa de Israel), solo se manifestó por los secuestrados del 7 de octubre. Y no lo hizo en medio de la difusión de la película, como sí Zegler. Ahí estaba el problema, más allá de que Zegler habló de una Blancanieves diferente, empoderada y sin un príncipe que la rescate: un film caro que debe llegar a la mayor parte del público posible no puede ahuyentar ni rechazar a nadie. Zegler había roto esa regla.

Pero todo esto, que desencadenó una campaña tremenda contra la actriz una vez estrenada la película al punto de la sobreactuación (entre nosotros: Zegler está bien en el film), oculta otros problemas. Para aggiornar la historia a la sensibilidad estadounidense más o menos actual, requirió demasiadas sobreescrituras. Peor: requirió también de demasiadas refilmaciones, lo que incrementó su costo. Parecía que no iba a haber enanos, luego sí; luego protestó Peter Dinklage, probablemente el más célebre actor acondroplásico; luego fueron personajes realizados en captura de movimiento, pero su rol además lo tiene una banda de rebeldes contra la reina. El guion incluía al principio el trabajo de Greta Gerwig, que aún aparece como “no acreditada” porque no está en los títulos (venía de triunfar con Barbie y eso la llevó a esta película). También estos problemas de producción podían haber sido solo una anécdota de no mediar el fracaso económico. Porque hay una cuestión de la que se habla poco o nada, riesgosa para el esquema actual del negocio.

Blanca Nieves, como la mayoría de los grandes “tanques”, se realiza con mucha antelación y es una producción gigantesca que involucra a demasiada gente. Y en el medio de la producción sobrevinieron las huelgas de actores y guionistas de 2023. Casi todos los grandes blockbusters sufrieron cambios de fecha de estreno, terminaciones apresuradas, problemas de producción y, ni hablar, postproducción, etcétera. Y son justamente, como se dijo antes, las películas que sostienen el negocio. Requieren llegar a mucho público muy rápido en muchas salas, casi saturando la fecha de salida, para recuperar su inversión. Es muy delgada la frontera entre el fallo y el éxito, y cualquier cambio no previsto en la línea de producción puede acabar con el producto. Por eso, además, los presupuestos de marketing han sufrido una gran inflación y a veces rivalizan con el costo de realización. Las películas medias caen mejor paradas porque, por otro lado, requieren menos para recuperar la inversión: Rescate implacable, para continuar con este caso, costó cerca de 70 millones y ya recaudó globalmente 32. Va a ser un negocio, incluso si suma de a poco y su boca a boca se reduce al nicho de quienes gustan de cualquier cosa que haga Jason Statham.

Una escena de Blanca Nieves, un film que generó muchas polémicas y expectativas y que se está convirtiendo en un gran fracaso de Disney

No siempre las críticas, además, definen el éxito de una película. Pero sí cuando hay controversias o una prensa algo negativa. Es cierto que en el caso de Blanca Nieves, como sucede actualmente con la mayoría de estos mega productos, se publican primero las reacciones de influencers, puntualmente positivas aunque no confiables. Pero el público ya no sigue tanto esas tendencias porque sabe que son interesadas; cuando tiene dudas, aún va a las críticas. Y en este caso fueron de medianas a malas. Tampoco eso explica el fracaso: lo que realmente lo explica es el boca a boca. En efecto: perder dos tercios del público de una semana a la otra solo indica que los fans, los primeros en comprar la entrada, salieron poco o nada satisfechos. Y en tiempos donde las redes sociales tienen tanto o más peso que los medios tradicionales, el denuesto en ellas puede llevar al fracaso comercial. No es necesaria la acción coordinada e interesada de los “trolls”: basta con que sea mayoritario el comentario negativo para que quienes piensan lo mismo (o quieran seguir la tendencia) se plieguen. Nadie hubiera recordado los dichos de Zegler ni los problemas de producción si la película hubiera dado en el blanco: la polémica previa simplemente sirve como excusa al rechazo.

De todos modos, no es la primera vez que una de estas adaptaciones sale mal. De hecho hubo una anterior, realizada con lujo, que, tras testeos previos, pasó directamente a la plataforma Disney+. Fue ni más ni menos la versión de Pinocho con el equipo de Forrest Gump detrás (Robert Zemeckis en la dirección, Tom Hanks como Gepetto). Allí también hubo discusión previa por la “selección étnica” (Cynthia Erivo, afroamericana y calva, representando al Hada Azul, rubia y de ojos celestísimos en la magistral versión animada de 1939), pero quedó en anécdota: ante la posibilidad de fracaso comercial, fue directo a streaming en 2022, y también fue una película que sufrió grandes contrariedades, básicamente las causadas por la pandemia de 2020. El problema con Blanca Nieves consistió en que, después de una prensa enorme durante dos años y de ser un título insignia, lanzarla solo en plataformas era reconocer que el producto no era bueno y, de paso, transformar Disney+ en la “ventana clase B” para lo que no funciona. Finalmente, quizás no haya que hacer películas perfectas nuevamente con otro estilo, o la “novedad” se terminó y no alcanza ni con eso ni con respetar a pies juntillas, sin salir a la calle, lo que la burbuja de la corrección política exige. Es caro, pero no del todo grave: de los fracasos se aprende; de los fracasos gigantescos, se aprende de modo gigante.

Algunas de las noticias más fuertes generadas por Hollywood en los últimos tiempos tienen que ver con fracasos de taquilla. En el segundo semestre de 2024, fue la debacle -inmerecida- de Guasón 2, que revirtió todos los indicadores favorables de la primera parte. En estas semanas, aunque también desde bastante antes, el fracaso en apariencia irremontable de Blanca Nieves, la versión “con actores” del clásico de Disney de 1937. Los números indican un desastre de enormes proporciones: en su segunda semana en cartel, el film dirigido por Marc Webb hizo 14,3 millones de dólares y perdió el primer puesto en manos de Rescate implacable, el thriller de acción protagonizado por Jason Statham, que recaudó 15,5 millones. Durante su debut, cuyas previsiones se recalcularon a la baja más de una vez, Blanca Nieves tenía previsto recaudar entre 45 y 55 millones. Logró poco más de 43. Su presupuesto es de entre 250 y 270 millones de dólares, más por lo menos 100 millones de dólares en marketing global. Es decir, para arrimarse a números negros, debería superar los 500 millones de dólares de recaudación global. Lleva 142 y, en su país de origen, perdió un 66% de su público entre el fin de semana del debut y el siguiente. Los cálculos más conservadores hablan de una pérdida final de entre 150 y 200 millones de dólares. Ante semejante naufragio, se buscan culpables.

Pero primero, antes de pensar en quién tiene la culpa, habría que pensar en perspectiva. Disney (y el resto de los estudios) han tenido debacles semejantes. En 2012, el tanque dirigido por Andrew Stanton John Carter: entre dos mundos, basado en una novela de ciencia ficción del “papá” de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, que le habría hecho perder al estudio más o menos 200 millones. Pero, afortunadamente, justo antes había cerrado un trato con Paramount y comprado Marvel Studios, lo que le permitió tener la primera Avengers, que recaudó más de 1500 millones en todo el mundo. El negocio es un poco así: se apuesta mucho a pocos títulos para gran público, que sostienen gran parte de la producción. Alguno puede fallar y otros, compensar. Pero es un negocio cada vez más riesgoso. El problema de Blanca Nieves es que no se trataba, como John Carter, de una franquicia poco o nada conocida, ni del intento de crearla. Blanca Nieves es, con Mickey Mouse, la piedra angular en la construcción del imperio Disney. En 1937, se convirtió en la película más vista de la historia, una apuesta en la que no confiaba nadie porque nadie creía que el público soportaría un largometraje de dibujos animados. Ajustado por inflación, el film recaudó 2297 millones de dólares de hoy (era la décima película más vista de todos los tiempos hasta que llegó Avengers-Endgame y la sacó de esa decena, hoy es la número once). Pero a esto hay que agregarle los muchos miles de millones que, en casi noventa años, recaudó el merchandising y se generaron en derechos. Es la película que terminó de construir el estudio, la niña de los ojos de tío Walt. Que justamente su versión live-action fuera la de peor desempeño de esa lista suena a ironía trágica. Es natural que se busquen culpables. El colmo del asunto (una absoluta exageración; dato, no opinión) es el puntaje que los usuarios del sitio IMDB, 1,5 estrellas sobre 5, lo que la transforma en la peor puntuada de la historia. Es cierto que el sitio también tiene como la “mejor película de la historia” a Sueños de libertad y, en tercer lugar, Batman-El caballero de la noche (que llegó a estar primera). Pero no deja de ser pésima publicidad: la película necesita permanecer mucho tiempo en pantallas sumando de manera constante y recuperar terreno. Estos “datos de usuarios” no ayudan en nada.

Hoy gran parte de la prensa de espectáculos estadounidense le echa la culpa a la protagonista del film, la actriz y cantante Rachel Zegler. Cuando se anunció su elección en 2021, una parte del público -minoritaria, pero ruidosa- expresó descontento en las redes porque Zegler es de ascendencia colombiana. Algo similar había ocurrido cuando se anunció a la afroamericana Halle Bailey como la Ariel de La Sirenita live-action. Hay que ser cuidadoso cuando se habla de “racismo” en estos casos: es cierto que la cuestión étnica es campo de batalla en los EE.UU., pero no lo es tanto (aunque trate de imponerse agenda estadounidense) en otras partes. Puede ser entonces en ese país, pero en el resto era pedir que los personajes se parecieran a los originales animados. Sin embargo, aparece la idea de “forzar” una inclusión, de subrayar desde allí algo didáctico. Mala señal.

Blanca Nieves, como la mayoría de los grandes “tanques”, se realiza con mucha antelación y es una producción gigantesca que involucra a mucha gente, así que querer buscar un culpable de los resultados del film es más una excusa

El primer momento problemático ocurrió en 2022, cuando dijo en una entrevista que en el film clásico Blancanieves era literalmente acosada por el Príncipe (no, no ocurre: de hecho difícilmente Blancanieves 1937 sea una película romántica, dado que el personaje masculino aparece sólo al principio y al final). Pero la cosa sólo podía empeorar. El año pasado, en la D23, la conferencia-evento en el que Disney presenta cada año sus producciones, se lanzó el primer trailer de la película. Zegler lanzó en X un posteo agradeciendo los 120 millones de vistas en 24 horas, algo que ocurrió el 12 agosto de 2024. Pero en el mismo thread, minutos después, agregó otro post con solo una frase: “Y recuerden: Palestina libre”, que tuvo cuatro veces las vistas de su primer posteo. Esto motivó malestares varios. Más tarde incluso, reaccionó contra los votantes de Donald Trump con un mensaje que debió borrar. En cuanto al tema Israel-Hamas, Gal Gadot (israelí y que fue miembro de las Fuerzas de Defensa de Israel), solo se manifestó por los secuestrados del 7 de octubre. Y no lo hizo en medio de la difusión de la película, como sí Zegler. Ahí estaba el problema, más allá de que Zegler habló de una Blancanieves diferente, empoderada y sin un príncipe que la rescate: un film caro que debe llegar a la mayor parte del público posible no puede ahuyentar ni rechazar a nadie. Zegler había roto esa regla.

Pero todo esto, que desencadenó una campaña tremenda contra la actriz una vez estrenada la película al punto de la sobreactuación (entre nosotros: Zegler está bien en el film), oculta otros problemas. Para aggiornar la historia a la sensibilidad estadounidense más o menos actual, requirió demasiadas sobreescrituras. Peor: requirió también de demasiadas refilmaciones, lo que incrementó su costo. Parecía que no iba a haber enanos, luego sí; luego protestó Peter Dinklage, probablemente el más célebre actor acondroplásico; luego fueron personajes realizados en captura de movimiento, pero su rol además lo tiene una banda de rebeldes contra la reina. El guion incluía al principio el trabajo de Greta Gerwig, que aún aparece como “no acreditada” porque no está en los títulos (venía de triunfar con Barbie y eso la llevó a esta película). También estos problemas de producción podían haber sido solo una anécdota de no mediar el fracaso económico. Porque hay una cuestión de la que se habla poco o nada, riesgosa para el esquema actual del negocio.

Blanca Nieves, como la mayoría de los grandes “tanques”, se realiza con mucha antelación y es una producción gigantesca que involucra a demasiada gente. Y en el medio de la producción sobrevinieron las huelgas de actores y guionistas de 2023. Casi todos los grandes blockbusters sufrieron cambios de fecha de estreno, terminaciones apresuradas, problemas de producción y, ni hablar, postproducción, etcétera. Y son justamente, como se dijo antes, las películas que sostienen el negocio. Requieren llegar a mucho público muy rápido en muchas salas, casi saturando la fecha de salida, para recuperar su inversión. Es muy delgada la frontera entre el fallo y el éxito, y cualquier cambio no previsto en la línea de producción puede acabar con el producto. Por eso, además, los presupuestos de marketing han sufrido una gran inflación y a veces rivalizan con el costo de realización. Las películas medias caen mejor paradas porque, por otro lado, requieren menos para recuperar la inversión: Rescate implacable, para continuar con este caso, costó cerca de 70 millones y ya recaudó globalmente 32. Va a ser un negocio, incluso si suma de a poco y su boca a boca se reduce al nicho de quienes gustan de cualquier cosa que haga Jason Statham.

Una escena de Blanca Nieves, un film que generó muchas polémicas y expectativas y que se está convirtiendo en un gran fracaso de Disney

No siempre las críticas, además, definen el éxito de una película. Pero sí cuando hay controversias o una prensa algo negativa. Es cierto que en el caso de Blanca Nieves, como sucede actualmente con la mayoría de estos mega productos, se publican primero las reacciones de influencers, puntualmente positivas aunque no confiables. Pero el público ya no sigue tanto esas tendencias porque sabe que son interesadas; cuando tiene dudas, aún va a las críticas. Y en este caso fueron de medianas a malas. Tampoco eso explica el fracaso: lo que realmente lo explica es el boca a boca. En efecto: perder dos tercios del público de una semana a la otra solo indica que los fans, los primeros en comprar la entrada, salieron poco o nada satisfechos. Y en tiempos donde las redes sociales tienen tanto o más peso que los medios tradicionales, el denuesto en ellas puede llevar al fracaso comercial. No es necesaria la acción coordinada e interesada de los “trolls”: basta con que sea mayoritario el comentario negativo para que quienes piensan lo mismo (o quieran seguir la tendencia) se plieguen. Nadie hubiera recordado los dichos de Zegler ni los problemas de producción si la película hubiera dado en el blanco: la polémica previa simplemente sirve como excusa al rechazo.

De todos modos, no es la primera vez que una de estas adaptaciones sale mal. De hecho hubo una anterior, realizada con lujo, que, tras testeos previos, pasó directamente a la plataforma Disney+. Fue ni más ni menos la versión de Pinocho con el equipo de Forrest Gump detrás (Robert Zemeckis en la dirección, Tom Hanks como Gepetto). Allí también hubo discusión previa por la “selección étnica” (Cynthia Erivo, afroamericana y calva, representando al Hada Azul, rubia y de ojos celestísimos en la magistral versión animada de 1939), pero quedó en anécdota: ante la posibilidad de fracaso comercial, fue directo a streaming en 2022, y también fue una película que sufrió grandes contrariedades, básicamente las causadas por la pandemia de 2020. El problema con Blanca Nieves consistió en que, después de una prensa enorme durante dos años y de ser un título insignia, lanzarla solo en plataformas era reconocer que el producto no era bueno y, de paso, transformar Disney+ en la “ventana clase B” para lo que no funciona. Finalmente, quizás no haya que hacer películas perfectas nuevamente con otro estilo, o la “novedad” se terminó y no alcanza ni con eso ni con respetar a pies juntillas, sin salir a la calle, lo que la burbuja de la corrección política exige. Es caro, pero no del todo grave: de los fracasos se aprende; de los fracasos gigantescos, se aprende de modo gigante.

 El film generó mucha expectativa cuando se anunció, pero con el tiempo fue quedando sumida en un mar de problemas e idas y vueltas; en taquilla global, sus primeros resultados dejan mucho que desear  LA NACION

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