El lado oscuro de la IA: el riesgo de vivir en un mundo saturado

En los últimos cinco años, la inteligencia artificial pasó de ser una herramienta de apoyo a convertirse en la principal creadora del contenido que consumimos. Hoy genera textos, imágenes, videos, libros y hasta películas. Incluso ha dado vida a decenas de influencers virtuales, cuyas cuentas en las redes no paran de crecer.
Pero más no siempre es mejor, y la producción de contenido automatizado ya está mostrando sus efectos negativos.
La última batalla: publicidad tradicional vs marketing de influencers
Biografías falsas
En la era de la IA, no todo es creación legítima. Semanas antes de publicar sus nuevas memorias, la periodista tecnológica Kara Swisher recuerda que su esposa vio algo inusual mientras navegaba por Amazon: un libro con su nombre y una foto de portada generada por inteligencia artificial. El título aseguraba ser la historia de su vida. Intrigada, hizo clic y descubrió que no era la única. Había decenas de biografías falsas sobre ella, todas firmadas por autores desconocidos, con textos vagos e imprecisos, con el inconfundible estilo de haber sido elaborados por ChatGPT. Y su caso no es el único.
Según una investigación del diario estadounidense The Washington Post, Amazon enfrenta una creciente oleada de libros falsos generados por inteligencia artificial, incluyendo biografías apócrifas que están siendo detectadas en su plataforma. La proliferación de estos escritos fraudulentos se ha intensificado, algunos de ellos incluso llevan portadas creadas por IA y contienen información genérica, falsa o simplemente inútil.
Cada vez más escritores descubren que, al publicar en Amazon, deben competir con decenas de textos, falsos y reales, que inundan el marketplace.
La conquista de las redes
Por otro lado, en el superpoblado mundo de las redes sociales, en los últimos años se multiplicaron los influencers virtuales: personajes creados íntegramente por inteligencia artificial que no solo acumulan millones de seguidores, sino que también firman contratos con grandes marcas y generan contenido en masa, viral y casi imposible de diferenciar del de una persona real.
Lil Miquela, una chica robot de 21 años viviendo en Los Ángeles, California, fue creada por Brud, una startup de Silicon Valley especializada en robótica aplicada al marketing. Modelo y cantante con más de 2,4 millones de seguidores en Instagram y 273,000 suscriptores en YouTube, fue reconocida por la revista Time como una de las personas más influyentes de internet. En su biografía, también menciona sus raíces brasileñas. Su popularidad la llevó a colaborar con grandes marcas internacionales como Calvin Klein y Samsung.
Por su parte, Shudu Gram, se autodenomina la primera supermodelo digital del mundo. De piel oscura, piernas largas y apariencia hiperrealista, esta influencer virtual ha captado la atención de la industria de la moda y ha trabajado con marcas de lujo como Fenty y Tiffany. Su creación responde a una estrategia clara: ser la cara perfecta para campañas de moda sin todas las limitaciones que puede tener un modelo humano. Y como ellas, hay muchos más. Personalidades digitales de rostros simétricos, piel de porcelana y la vida que siempre quisimos tener.
La facilidad con la que la IA produce contenido ha disparado la cantidad de material disponible en internet. Cada día se generan millones de textos, imágenes y videos en cuestión de segundos. La calidad a veces es buena y, muchas otras, no tanto, pero la saturación ya se empieza a sentir.
Mundos virtuales: cómo vender productos que no existen (y que la gente los compre)
Contenido irrelevante
Mientras una persona puede tardar minutos, horas o incluso días en crear una publicación para sus redes, ChatGPT, o cualquiera de sus equivalentes, lo hace de forma masiva en cuestión de segundos: textos, imágenes, videos, sin descanso ni filtro.
Pero esta capacidad ilimitada ha dado lugar a un fenómeno preocupante: el slop, un término que define la avalancha de contenido de baja calidad generado por IA, que inunda las plataformas y hace cada vez más difícil distinguir lo valioso de lo desechable.
En inglés, slop significa “desperdicio” o “bazofia”, es un tipo de contenido cuya única prioridad es la cantidad y no la calidad.
La sobreproducción de slop hace cada vez más difícil diferenciar el contenido valioso del material superficial. Esta saturación no solo desinforma a los usuarios, sino que también erosiona la confianza en las plataformas digitales.
El colapso del engagement
Durante años, las redes sociales fueron el canal predilecto de las empresas para captar la atención del consumidor. Sin embargo, la saturación de contenido y la sobreexposición publicitaria ya empezaron a pasar factura.
Según un reciente análisis de la revista Puro Marketing, “la saturación del mercado publicitario en redes sociales está dificultando la captura de la atención del consumidor, y el constante bombardeo de contenido ha generado fatiga y fragmentación de la atención entre los usuarios”.
La sobrecarga de información no solo afecta la atención de los usuarios, sino que también tiene consecuencias en su salud mental. El consumo excesivo de contenido trivial en internet puede llevar al deterioro de funciones cognitivas, afectando la atención y la memoria. Además, la exposición constante a redes sociales ha sido vinculada con incrementos en la ansiedad, estrés y síntomas depresivos, especialmente entre adolescentes.
Según el diario británico The Guardian, investigaciones recientes han demostrado que el consumo excesivo de contenido basura en internet está afectando la estructura del cerebro. La adicción a las redes sociales reduce la materia gris en las regiones prefrontales, acorta la capacidad de atención, debilita la memoria y altera procesos cognitivos esenciales. Los expertos además advierten que estos cambios son similares a los observados en los consumidores con adicciones a sustancias como el alcohol y las metanfetaminas.
Frente a este nuevo escenario, empresas y anunciantes de todo tipo tendrán que descubrir cómo irrumpir en este mar de distracciones y hacer llegar su mensaje a un usuario que ya no sabe si vale la pena seguir consumiendo o si se está ahogando en un océano de material infinito.
En los últimos cinco años, la inteligencia artificial pasó de ser una herramienta de apoyo a convertirse en la principal creadora del contenido que consumimos. Hoy genera textos, imágenes, videos, libros y hasta películas. Incluso ha dado vida a decenas de influencers virtuales, cuyas cuentas en las redes no paran de crecer.
Pero más no siempre es mejor, y la producción de contenido automatizado ya está mostrando sus efectos negativos.
La última batalla: publicidad tradicional vs marketing de influencers
Biografías falsas
En la era de la IA, no todo es creación legítima. Semanas antes de publicar sus nuevas memorias, la periodista tecnológica Kara Swisher recuerda que su esposa vio algo inusual mientras navegaba por Amazon: un libro con su nombre y una foto de portada generada por inteligencia artificial. El título aseguraba ser la historia de su vida. Intrigada, hizo clic y descubrió que no era la única. Había decenas de biografías falsas sobre ella, todas firmadas por autores desconocidos, con textos vagos e imprecisos, con el inconfundible estilo de haber sido elaborados por ChatGPT. Y su caso no es el único.
Según una investigación del diario estadounidense The Washington Post, Amazon enfrenta una creciente oleada de libros falsos generados por inteligencia artificial, incluyendo biografías apócrifas que están siendo detectadas en su plataforma. La proliferación de estos escritos fraudulentos se ha intensificado, algunos de ellos incluso llevan portadas creadas por IA y contienen información genérica, falsa o simplemente inútil.
Cada vez más escritores descubren que, al publicar en Amazon, deben competir con decenas de textos, falsos y reales, que inundan el marketplace.
La conquista de las redes
Por otro lado, en el superpoblado mundo de las redes sociales, en los últimos años se multiplicaron los influencers virtuales: personajes creados íntegramente por inteligencia artificial que no solo acumulan millones de seguidores, sino que también firman contratos con grandes marcas y generan contenido en masa, viral y casi imposible de diferenciar del de una persona real.
Lil Miquela, una chica robot de 21 años viviendo en Los Ángeles, California, fue creada por Brud, una startup de Silicon Valley especializada en robótica aplicada al marketing. Modelo y cantante con más de 2,4 millones de seguidores en Instagram y 273,000 suscriptores en YouTube, fue reconocida por la revista Time como una de las personas más influyentes de internet. En su biografía, también menciona sus raíces brasileñas. Su popularidad la llevó a colaborar con grandes marcas internacionales como Calvin Klein y Samsung.
Por su parte, Shudu Gram, se autodenomina la primera supermodelo digital del mundo. De piel oscura, piernas largas y apariencia hiperrealista, esta influencer virtual ha captado la atención de la industria de la moda y ha trabajado con marcas de lujo como Fenty y Tiffany. Su creación responde a una estrategia clara: ser la cara perfecta para campañas de moda sin todas las limitaciones que puede tener un modelo humano. Y como ellas, hay muchos más. Personalidades digitales de rostros simétricos, piel de porcelana y la vida que siempre quisimos tener.
La facilidad con la que la IA produce contenido ha disparado la cantidad de material disponible en internet. Cada día se generan millones de textos, imágenes y videos en cuestión de segundos. La calidad a veces es buena y, muchas otras, no tanto, pero la saturación ya se empieza a sentir.
Mundos virtuales: cómo vender productos que no existen (y que la gente los compre)
Contenido irrelevante
Mientras una persona puede tardar minutos, horas o incluso días en crear una publicación para sus redes, ChatGPT, o cualquiera de sus equivalentes, lo hace de forma masiva en cuestión de segundos: textos, imágenes, videos, sin descanso ni filtro.
Pero esta capacidad ilimitada ha dado lugar a un fenómeno preocupante: el slop, un término que define la avalancha de contenido de baja calidad generado por IA, que inunda las plataformas y hace cada vez más difícil distinguir lo valioso de lo desechable.
En inglés, slop significa “desperdicio” o “bazofia”, es un tipo de contenido cuya única prioridad es la cantidad y no la calidad.
La sobreproducción de slop hace cada vez más difícil diferenciar el contenido valioso del material superficial. Esta saturación no solo desinforma a los usuarios, sino que también erosiona la confianza en las plataformas digitales.
El colapso del engagement
Durante años, las redes sociales fueron el canal predilecto de las empresas para captar la atención del consumidor. Sin embargo, la saturación de contenido y la sobreexposición publicitaria ya empezaron a pasar factura.
Según un reciente análisis de la revista Puro Marketing, “la saturación del mercado publicitario en redes sociales está dificultando la captura de la atención del consumidor, y el constante bombardeo de contenido ha generado fatiga y fragmentación de la atención entre los usuarios”.
La sobrecarga de información no solo afecta la atención de los usuarios, sino que también tiene consecuencias en su salud mental. El consumo excesivo de contenido trivial en internet puede llevar al deterioro de funciones cognitivas, afectando la atención y la memoria. Además, la exposición constante a redes sociales ha sido vinculada con incrementos en la ansiedad, estrés y síntomas depresivos, especialmente entre adolescentes.
Según el diario británico The Guardian, investigaciones recientes han demostrado que el consumo excesivo de contenido basura en internet está afectando la estructura del cerebro. La adicción a las redes sociales reduce la materia gris en las regiones prefrontales, acorta la capacidad de atención, debilita la memoria y altera procesos cognitivos esenciales. Los expertos además advierten que estos cambios son similares a los observados en los consumidores con adicciones a sustancias como el alcohol y las metanfetaminas.
Frente a este nuevo escenario, empresas y anunciantes de todo tipo tendrán que descubrir cómo irrumpir en este mar de distracciones y hacer llegar su mensaje a un usuario que ya no sabe si vale la pena seguir consumiendo o si se está ahogando en un océano de material infinito.
El exceso de contenido generado por inteligencia artificial ya está pasando factura, afectando la confianza en las redes y la salud mental de los usuarios LA NACION