Corrieron el arco y hay que atajar penales
Preocupados ya por un eventual traslado a precios y sin saber todavía el momento en que el Banco Central dejará de perder reservas, en el Gobierno se jactan al menos de haber calibrado bien la magnitud y los alcances de esta tormenta cambiaria. Fue un acierto, dicen, haber sometido el acuerdo con el FMI a la aprobación de un DNU, no de una ley. “¿Te imaginás lo que sería la volatilidad con una discusión parlamentaria más larga y la oposición cascoteando?”, decía anteayer un funcionario que trabajó en la estrategia, que en la Casa Rosada atribuyen a María Ibarzábal, secretaria de Planeamiento Estratégico Normativo y cercana a Santiago Caputo y a Guillermo Francos.
No solo el contexto global se complicó. Más allá de lo pudiera hacer Trump con los aranceles, al propio Ministerio de Economía le cuesta desde hace varias semanas convencer al mercado de que tiene un programa consistente. Lo expuso anteayer, dos horas después de que el ministro de Economía confirmó los 20.000 millones de dólares del paquete, un informe del JP Morgan. “La reciente aprobación del programa del FMI en el Congreso elimina una fuente de incertidumbre, pero la dinámica del mercado sugiere que se necesita más claridad sobre el futuro de la política cambiaria. Y sospechamos que eso solo ocurrirá una vez que el programa esté totalmente acordado”, concluye el texto. La confidencialidad pactada va por ahora en detrimento de lo que se propone el Gobierno, una caída abrupta en el riesgo país que le permita por fin renegociar deuda en el mercado voluntario y a tasas razonables, sin tener que usar reservas.
Milei instruyó el miércoles a sus funcionarios ser didácticos en las explicaciones. Pero ya descuenta un efecto negativo relevante de la circunstancia, que admitió ante Luis Majul y Horacio Cabak en radio El Observador: es probable que los últimos movimientos del dólar hayan afectado el camino descendente del IPC. Que el Presidente lo haya atribuido a conspiraciones de la oposición no modifica la naturaleza del obstáculo: el Gobierno deberá ahora pedirle a la población más paciencia, algo que no estaba en sus planes. Corrieron el arco y hay que atajar penales. ¿La inflación de marzo será entonces superior a la de febrero? ¿Cuántos meses pasarán hasta el IPC “con un 1 adelante” que Milei imaginaba para abril y recalculó ahora para mayo o junio? Frenar el envión de la baja de la inflación, un proceso que suele tener marchas y retrocesos, afectará siempre mucho más en minoría parlamentaria y con la oposición al acecho. Es lo que le pasa a Milei. “Primer día de tu desgobierno”, le dijo Cristina Kirchner en Twitter. Y hasta Macri se sumó: “La falta de apego institucional comienza a afectar el plan económico”.
Son discusiones políticas. Partidarias: costos adicionales de una campaña que empezó antes de tiempo. En el Gobierno se lo achacan a Jorge Macri, que adelantó las elecciones porteñas y, con ellas, la pelea entre Pro y La Libertad Avanza. “Jorge empiojó todo: ahora hay menos incentivos para trabajar juntos”, dijeron en el oficialismo.
Milei corre entonces una carrera contra el tiempo. Debe esperar a que esté el respaldo del Fondo, que ayer tuvo la deferencia de ratificar públicamente la cifra de 20.000 millones, para que baje el riesgo país. En Washington hay voluntad de ayudar. ¿Qué hacer hasta entonces? “Ganar la conversación”, apuntan a su lado. Es una típica premisa de tiempos críticos. La infantería tuitera que ya sabe por dónde empezar: volverán las provocaciones discursivas al progresismo. “Está claro dónde pica”, dicen.
Pero Milei necesita además que su programa económico funcione. Que el primer desembolso pactado con el Fondo sea, por lo pronto, suficientemente generoso para empezar a flexibilizar el cepo. Lo planteaba ayer en Twitter Lucas Llach: “El FMI tiene que elegir entre chirolas ahora para un programa maso que se las va gastando o dinero fuerte para un programa excelente que no solo no las gasta, sino que acumula reservas”, publicó. Falta tan poco, dice, que teme que no se dé: “Estamos tan tan cerca que sería una pena. Podríamos estar a días de un tipo de cambio único con techo lógico respaldado por 15.000 millones y, sobre todo, por cero emisión, todo lo cual hace más sencillo seguir abriendo y desregulando la economía. Sin déficit fiscal, con un BCRA saneado, con un potencial de oferta exportable enorme y casi inmediato… Nunca en mi vida estuvimos tan cerca de salir del loop. Que sea”.
La Argentina es siempre una combinación de urgencias e imponderables. En el sector privado han empezado a cuestionar al Gobierno. Las empresas que exportan, por ejemplo, porque ven que no aborda todavía la negociación con Trump por los aranceles. “Lo local se rema, pero con las decisiones del norte somos todos vulnerables”, dijo el dueño de un grupo nacional. Los otros reclamos vienen del lado de quienes temen volverse inviables. De la Unión Industrial Argentina, que acaba de entregarle al Ministerio de Economía un trabajo que compendia los resguardos que toman los países para protegerse de la importación. Es cierto que la caída en la competitividad viene empujando a varios de ellos desde hace tiempo a la informalidad. En todas sus facetas. Coca-Cola, cuyo CEO global se reunió anteayer con Milei, viene quejándose de que el artículo 10 de la ley de etiquetado, que regula la publicidad, no parece igual para todos. Tiene con Manaos una discusión muy parecida a la de Red Bull con Speed, sponsor de la camiseta de Deportivo Riestra.
Son peleas que si falla la macro no tendrán ningún sentido. ¿Cómo ganar competitividad? El Gobierno dijo que no va a devaluar. La buscará bajando impuestos, pero para eso necesita otra composición en el Congreso. Es el punto en que se cruzan su programa económico y su destino electoral. ¿Podría ganar en octubre sin Macri? Está por verse. Hasta ahora no piensa en un frente electoral con Pro. Negociará en todo caso la incorporación de dirigentes específicos, como Ritondo o Santilli, a sus listas. Pero Macri se opone y por eso está molesto. Ya llevaba escritas dos cartas personales de reproche a Milei desde la asunción, y ayer le sumó su crítica pública más furibunda.
En el Gobierno no harán mucho para recomponer el vínculo. Suponen que la mudanza de votantes de Pro al oficialismo era desde hace un año un fenómeno inevitable que, dicen, ya ocurrió, y que en todo caso están dispuestos a prescindir de Pro. Aun si eso significara una victoria ajustada del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, razonan, porque a fin de cuentas lo importante será la cantidad final de legisladores en todo el país. Una buena elección, calculan, podría elevar la cantidad de diputados de La Libertad Avanza de 40 a 92, lo que con fuerzas aliadas equivale al quorum. ¿Habrá legisladores de Pro que se opongan? Los libertarios creen que no.
Pero octubre es un horizonte demasiado extenso para un Banco Central que pierde reservas. Más que el plazo de Llach. Milei trabaja entonces su ajuste sin aliados. Y en año electoral: como si, igual que sus tuiteros, sintiera atracción por lo impopular. Nada nuevo. En agosto del año pasado, el veto a la ley de movilidad previsional lo enfrentó nada menos que a Santiago Caputo, que no estaba convencido de dar ese paso porque suponía que el simple ejercicio de unirse en dos tercios envalentonaría a la oposición para cualquier otro proyecto. “No entendés –lo frenó Milei–. Si tengo que renunciar, ir en cana o que me cuelguen en la Plaza de Mayo por hacer algo de lo que estoy convencido, lo voy a hacer con gusto”. Lo hizo y el riesgo país bajó durante diez ruedas seguidas. La diferencia es que esta vez las decisiones se toman en Washington. Milei fue arquero: en el penal no hay suerte, pero elige el que patea.
Preocupados ya por un eventual traslado a precios y sin saber todavía el momento en que el Banco Central dejará de perder reservas, en el Gobierno se jactan al menos de haber calibrado bien la magnitud y los alcances de esta tormenta cambiaria. Fue un acierto, dicen, haber sometido el acuerdo con el FMI a la aprobación de un DNU, no de una ley. “¿Te imaginás lo que sería la volatilidad con una discusión parlamentaria más larga y la oposición cascoteando?”, decía anteayer un funcionario que trabajó en la estrategia, que en la Casa Rosada atribuyen a María Ibarzábal, secretaria de Planeamiento Estratégico Normativo y cercana a Santiago Caputo y a Guillermo Francos.
No solo el contexto global se complicó. Más allá de lo pudiera hacer Trump con los aranceles, al propio Ministerio de Economía le cuesta desde hace varias semanas convencer al mercado de que tiene un programa consistente. Lo expuso anteayer, dos horas después de que el ministro de Economía confirmó los 20.000 millones de dólares del paquete, un informe del JP Morgan. “La reciente aprobación del programa del FMI en el Congreso elimina una fuente de incertidumbre, pero la dinámica del mercado sugiere que se necesita más claridad sobre el futuro de la política cambiaria. Y sospechamos que eso solo ocurrirá una vez que el programa esté totalmente acordado”, concluye el texto. La confidencialidad pactada va por ahora en detrimento de lo que se propone el Gobierno, una caída abrupta en el riesgo país que le permita por fin renegociar deuda en el mercado voluntario y a tasas razonables, sin tener que usar reservas.
Milei instruyó el miércoles a sus funcionarios ser didácticos en las explicaciones. Pero ya descuenta un efecto negativo relevante de la circunstancia, que admitió ante Luis Majul y Horacio Cabak en radio El Observador: es probable que los últimos movimientos del dólar hayan afectado el camino descendente del IPC. Que el Presidente lo haya atribuido a conspiraciones de la oposición no modifica la naturaleza del obstáculo: el Gobierno deberá ahora pedirle a la población más paciencia, algo que no estaba en sus planes. Corrieron el arco y hay que atajar penales. ¿La inflación de marzo será entonces superior a la de febrero? ¿Cuántos meses pasarán hasta el IPC “con un 1 adelante” que Milei imaginaba para abril y recalculó ahora para mayo o junio? Frenar el envión de la baja de la inflación, un proceso que suele tener marchas y retrocesos, afectará siempre mucho más en minoría parlamentaria y con la oposición al acecho. Es lo que le pasa a Milei. “Primer día de tu desgobierno”, le dijo Cristina Kirchner en Twitter. Y hasta Macri se sumó: “La falta de apego institucional comienza a afectar el plan económico”.
Son discusiones políticas. Partidarias: costos adicionales de una campaña que empezó antes de tiempo. En el Gobierno se lo achacan a Jorge Macri, que adelantó las elecciones porteñas y, con ellas, la pelea entre Pro y La Libertad Avanza. “Jorge empiojó todo: ahora hay menos incentivos para trabajar juntos”, dijeron en el oficialismo.
Milei corre entonces una carrera contra el tiempo. Debe esperar a que esté el respaldo del Fondo, que ayer tuvo la deferencia de ratificar públicamente la cifra de 20.000 millones, para que baje el riesgo país. En Washington hay voluntad de ayudar. ¿Qué hacer hasta entonces? “Ganar la conversación”, apuntan a su lado. Es una típica premisa de tiempos críticos. La infantería tuitera que ya sabe por dónde empezar: volverán las provocaciones discursivas al progresismo. “Está claro dónde pica”, dicen.
Pero Milei necesita además que su programa económico funcione. Que el primer desembolso pactado con el Fondo sea, por lo pronto, suficientemente generoso para empezar a flexibilizar el cepo. Lo planteaba ayer en Twitter Lucas Llach: “El FMI tiene que elegir entre chirolas ahora para un programa maso que se las va gastando o dinero fuerte para un programa excelente que no solo no las gasta, sino que acumula reservas”, publicó. Falta tan poco, dice, que teme que no se dé: “Estamos tan tan cerca que sería una pena. Podríamos estar a días de un tipo de cambio único con techo lógico respaldado por 15.000 millones y, sobre todo, por cero emisión, todo lo cual hace más sencillo seguir abriendo y desregulando la economía. Sin déficit fiscal, con un BCRA saneado, con un potencial de oferta exportable enorme y casi inmediato… Nunca en mi vida estuvimos tan cerca de salir del loop. Que sea”.
La Argentina es siempre una combinación de urgencias e imponderables. En el sector privado han empezado a cuestionar al Gobierno. Las empresas que exportan, por ejemplo, porque ven que no aborda todavía la negociación con Trump por los aranceles. “Lo local se rema, pero con las decisiones del norte somos todos vulnerables”, dijo el dueño de un grupo nacional. Los otros reclamos vienen del lado de quienes temen volverse inviables. De la Unión Industrial Argentina, que acaba de entregarle al Ministerio de Economía un trabajo que compendia los resguardos que toman los países para protegerse de la importación. Es cierto que la caída en la competitividad viene empujando a varios de ellos desde hace tiempo a la informalidad. En todas sus facetas. Coca-Cola, cuyo CEO global se reunió anteayer con Milei, viene quejándose de que el artículo 10 de la ley de etiquetado, que regula la publicidad, no parece igual para todos. Tiene con Manaos una discusión muy parecida a la de Red Bull con Speed, sponsor de la camiseta de Deportivo Riestra.
Son peleas que si falla la macro no tendrán ningún sentido. ¿Cómo ganar competitividad? El Gobierno dijo que no va a devaluar. La buscará bajando impuestos, pero para eso necesita otra composición en el Congreso. Es el punto en que se cruzan su programa económico y su destino electoral. ¿Podría ganar en octubre sin Macri? Está por verse. Hasta ahora no piensa en un frente electoral con Pro. Negociará en todo caso la incorporación de dirigentes específicos, como Ritondo o Santilli, a sus listas. Pero Macri se opone y por eso está molesto. Ya llevaba escritas dos cartas personales de reproche a Milei desde la asunción, y ayer le sumó su crítica pública más furibunda.
En el Gobierno no harán mucho para recomponer el vínculo. Suponen que la mudanza de votantes de Pro al oficialismo era desde hace un año un fenómeno inevitable que, dicen, ya ocurrió, y que en todo caso están dispuestos a prescindir de Pro. Aun si eso significara una victoria ajustada del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, razonan, porque a fin de cuentas lo importante será la cantidad final de legisladores en todo el país. Una buena elección, calculan, podría elevar la cantidad de diputados de La Libertad Avanza de 40 a 92, lo que con fuerzas aliadas equivale al quorum. ¿Habrá legisladores de Pro que se opongan? Los libertarios creen que no.
Pero octubre es un horizonte demasiado extenso para un Banco Central que pierde reservas. Más que el plazo de Llach. Milei trabaja entonces su ajuste sin aliados. Y en año electoral: como si, igual que sus tuiteros, sintiera atracción por lo impopular. Nada nuevo. En agosto del año pasado, el veto a la ley de movilidad previsional lo enfrentó nada menos que a Santiago Caputo, que no estaba convencido de dar ese paso porque suponía que el simple ejercicio de unirse en dos tercios envalentonaría a la oposición para cualquier otro proyecto. “No entendés –lo frenó Milei–. Si tengo que renunciar, ir en cana o que me cuelguen en la Plaza de Mayo por hacer algo de lo que estoy convencido, lo voy a hacer con gusto”. Lo hizo y el riesgo país bajó durante diez ruedas seguidas. La diferencia es que esta vez las decisiones se toman en Washington. Milei fue arquero: en el penal no hay suerte, pero elige el que patea.
Es probable que los últimos movimientos del dólar hayan afectado el camino descendente del IPC; el Gobierno deberá pedirle a la población más paciencia, algo que no estaba en sus planes LA NACION