“Exponencial”: manejan 20.000 hectáreas, convirtieron un desierto en un oasis y hoy producen 3000 novillos al año

De los camiones al campo. Esa es la historia de los García Parra que diversificaron su negocio productivo en la Patagonia. Nicolás García, tercera generación, siempre supo que su vida iba a estar ligada a la actividad agropecuaria, pese a que el principal sustento de su familia era el transporte.
Hoy, con 41 años e ingeniero agrónomo, el joven, nacido y criado en Plottier, un pueblo de la provincia de Neuquén, se siente feliz del emprendimiento ganadero de punta que tiene en el Valle Azul, en Río Negro. Es así que muestra orgulloso los contrastes de una misma región por el uso de la tecnología: de las 20.000 hectáreas vírgenes y casi desérticas, unas 3000 están siendo transformadas en productivas para la recría y engorde de novillos; en el resto, con un manejo adecuado, unas 1200 madres crían a sus terneros.
El origen del negocio logístico se remonta a los años 60, cuando sus abuelos, Manuel García y Dolores Parra, transportaban verduras desde Mendoza a Neuquén y regresaban con fruta. En 1965 decidieron asentarse en la región buscando nuevas oportunidades y fue allí cuando su actividad migró hacia el transporte para empresas petroleras que trabajaban en la zona de lo que hoy es Vaca Muerta.
La temprana muerte de Manuel dejó a Dolores al frente del negocio. Con sus cuatro hijos a su lado, la empresa “Transporte Dolores Parra” tomó forma y se consolidó en la cuenca petrolera neuquina, donde logró establecerse como una de las empresas logísticas clave del sector.
“Hoy ya es una empresa profesionalizada con una flota de camiones y grúas de hasta 200 toneladas”, describe a LA NACION. Actualmente prestan servicios integrales a las grandes compañías petroleras, encargándose del desmontaje, transporte y montaje (DTM) de torres de perforación, lo que implica un trabajo de gran complejidad y responsabilidad.
El salto al agro
La pata en el campo, que es Agropecuaria Don Manuel, iba iniciarse en 2001 cuando, con la filosofía de Daniel, su padre, de que “nunca hay que poner todos los huevos en la misma canasta” se buscó nuevos horizontes y se encontró en la ganadería un enorme atractivo. Fue ese año que, con la anuencia de sus tres hermanos, Nancy, Andrés y Manuel, decidieron incursionar en el sector agropecuario.
La primera experiencia fue alquilar un campo en General Acha, La Pampa, donde comenzaron con la cría de ganado. Cinco años después, en 2006, con la convicción de afianzarse en la actividad, la familia compró un campo de 20.000 hectáreas sobre la margen sur del río Negro, al sur de Chelforó, extremo este de Valle Azul, en la provincia de Río Negro.
“Nos convenció por cercanía, por su potencial y porque limita con el río Negro, lo que nos daba acceso al agua. Lo que más nos seducía era ganarle tierras al desierto, convertir ese suelo virgen, con muy baja materia orgánica en productivo. Había un potencial en la zona”, explica. De esas 20.000 hectáreas, 3000 pertenecen a un valle con acceso al río, ideal para la producción bajo riego.
Sin embargo, en un principio la cosa no fluyó debido a que la situación del campo recién adquirido era crítica. “Estaba totalmente abandonado, solo tenía un alambrado perimetral y un molino que ni siquiera funcionaba”, cuenta.
Lo primero que hicieron fue vender la hacienda ya que no podían trasladar el ganado desde La Pampa hacia Río Negro por la barrera sanitaria y luego destinaron inversiones para acondicionar el lugar para la cría de ganado. “Vendimos todo allá y compramos ganado aquí, comenzando con Hereford y luego incorporando Angus”, explica.
En los primeros años, la producción se centró en la cría y venta de terneros. Con el tiempo, incorporaron pasturas bajo riego y un feedlot para el engorde. “Empezamos con 300 madres y nuestro modelo de negocio inicial era vender el ternero. Con el correr del tiempo, metimos coraje, que es lo que está en nuestro ADN, y hoy ya tenemos 1200, con el objetivo de llegar a 1500 vientres”, afirma.
El riego como factor clave
La gran apuesta de la familia García Parra fue la sistematización del riego en el valle. Y en 2009 comenzaron a tener las primeras hectáreas regadas y con ello incipientes alfalfas y festucas. Eso les permitió sacarle algún kilo más a cada ternero de recría.
“Hoy tenemos 700 hectáreas bajo riego, con un potencial de 3000. Las 17.000 hectáreas restantes, que no recibe más de 100 milímetros de agua anuales, son para cría, pero con una receptividad muy baja: en el secano, necesitamos 18 hectáreas por equivalente vaca y; en las hectáreas bajo riego con alfalfas, logramos 10 animales por hectárea, de carga global. La diferencia de productividad es exponencial”, detalla.
La implementación del riego gravitacional y la adquisición de pivotes centrales les va a permitir, dice, mejorar significativamente la producción de forraje, sumado a la incorporación de tecnología GPS RTK para sistematizar los suelos y optimizar la distribución del agua.
Encontrá acá toda la información sobre los próximos remates ganaderos
Hace tres años, luego de un tiempo de comenzar a sembrar maíz para el engorde, decidieron que, en vez de dejar secar la planta para que vaya a grano seco, utilizar el cultivo de manera húmeda, con dos grandes beneficios: en el feedlot, el uso de los almidones expuestos es muy eficiente; y por otro lado, que es lo de mayor impacto, se libera el lote antes, en marzo, y entonces en esas hectáreas siembran un verdeo de invierno (avena con vicia) como cultivo de servicio que luego lo pastorean.
En esa constante innovación, ahora están implementando la remolacha forrajera, que viene a ocupar un lugar estratégico: “La hacemos para pastoreo directo en un momento donde tenemos bache forrajero. A partir de abril comenzamos a utilizarla, está muy balanceada: proteína en la hoja y energía en el tubérculo. Y se pueden terminar animales de esta manera. Lo más interesante es la estimación de rendimiento: 30 toneladas de materia seca /ha, así se intensifica el uso de la superficie”. Por esto, actualmente no solo engordan sus novillos, sino que compran terneros en la zona y aproximadamente en el feedlot por año llegan a los 3000 animales terminados.
Según cuenta, el enfoque de la empresa no fue solo productivo, sino también ambiental: “Somos grandes captadores de dióxido carbono, estabilizándolo en suelo que enseguida muestra el cambio”. También destaca que están trabajando en la ganadería regenerativa, mejorando pastizales naturales para aumentar la capacidad de carga y secuestrar carbono. El objetivo es potenciar especies nativas como el coirón poa y la flechilla, optimizando la biodiversidad del suelo.
“Hicimos una gran inversión en aguadas y hoy la vaca no camina más de 2500 metros para acceder al agua. Hemos reducido la carga de 25 hectáreas por vaca que se hace en la zona a 18 y seguimos mejorando”, dice y destaca que armaron potreros más eficientes de 900 hectáreas cada uno.
Cuenta, además, que al ternero se lo desteta temprano y se manda a la zona de pasturas para liberar a la madre de los requerimientos y que recupere estado pronto para una nueva preñez: “Con este manejo de secano, tenemos un porcentaje de preñez cercano al 90%, excelente para lo que es la zona”.
Barrera sanitaria
Luego de que el Gobierno decidiera el levantamiento de las restricciones para el ingreso de carne con hueso y material genético a la Patagonia y en menos de 24 horas diera marcha atrás a la medida, para García, si bien el valor de la carne vacuna para el consumidor tiene una diferencia de hasta un 80% más en la Patagonia en comparación al norte de la barrera, para el productor representa tan solo el 20%: “Los costos objetivos que tenemos son mucho mayores. Por eso, si no existe ese 20% más, es inviable la ganadería en la Patagonia y desapareceríamos muchos productores. Esta medida genera mucha impotencia”.
Hoy producen una alfalfa de 20 toneladas de materia seca por hectárea y estar en 1200 kilos de carne por hectárea los potencia. En la actualidad, extraen 10 kilos de carne por hectárea en un planteo netamente de cría extensivo en las 17.000 hectáreas. Pero cuando lo hacen ya bajo riego producen 1200 kilos de carne por hectárea. El fin del ciclo productivo es un novillo terminado para faena de 400 kilos que lo comercializan para dos clientes. Ahora están con un nuevo modelo de negocio con un novillo pesado de 480 kilos aproximadamente para un nuevo comprador que busca cortes tipo americano como el T-bone y el Tomahawk.
Los desafíos hacia adelante son muchos y, con una política de muy tranqueras abiertas, trabajan con el grupo CREA Alto Valle-Valle Medio. Esa brecha exponencial de productividad que se ve entre una hectárea bajo riego y una de secano es lo que más los tracciona. Por eso, a futuro, la familia García-Parra, con 26 personas que trabajan, apunta a expandir el riego y aumentar la producción.
“Poder hacer ese cambio de uso del suelo, acompañado de desarrollo, e ir de una hectárea prácticamente desértica a una que es totalmente productiva y cambiar la ecuación económica y ser parte, además, de la mitigación del cambio climático, es lo que nos impulsa a buscar más. Queremos consolidar un modelo sustentable que no solo sea rentable, sino también responsable con el medio ambiente”, finaliza.
De los camiones al campo. Esa es la historia de los García Parra que diversificaron su negocio productivo en la Patagonia. Nicolás García, tercera generación, siempre supo que su vida iba a estar ligada a la actividad agropecuaria, pese a que el principal sustento de su familia era el transporte.
Hoy, con 41 años e ingeniero agrónomo, el joven, nacido y criado en Plottier, un pueblo de la provincia de Neuquén, se siente feliz del emprendimiento ganadero de punta que tiene en el Valle Azul, en Río Negro. Es así que muestra orgulloso los contrastes de una misma región por el uso de la tecnología: de las 20.000 hectáreas vírgenes y casi desérticas, unas 3000 están siendo transformadas en productivas para la recría y engorde de novillos; en el resto, con un manejo adecuado, unas 1200 madres crían a sus terneros.
El origen del negocio logístico se remonta a los años 60, cuando sus abuelos, Manuel García y Dolores Parra, transportaban verduras desde Mendoza a Neuquén y regresaban con fruta. En 1965 decidieron asentarse en la región buscando nuevas oportunidades y fue allí cuando su actividad migró hacia el transporte para empresas petroleras que trabajaban en la zona de lo que hoy es Vaca Muerta.
La temprana muerte de Manuel dejó a Dolores al frente del negocio. Con sus cuatro hijos a su lado, la empresa “Transporte Dolores Parra” tomó forma y se consolidó en la cuenca petrolera neuquina, donde logró establecerse como una de las empresas logísticas clave del sector.
“Hoy ya es una empresa profesionalizada con una flota de camiones y grúas de hasta 200 toneladas”, describe a LA NACION. Actualmente prestan servicios integrales a las grandes compañías petroleras, encargándose del desmontaje, transporte y montaje (DTM) de torres de perforación, lo que implica un trabajo de gran complejidad y responsabilidad.
El salto al agro
La pata en el campo, que es Agropecuaria Don Manuel, iba iniciarse en 2001 cuando, con la filosofía de Daniel, su padre, de que “nunca hay que poner todos los huevos en la misma canasta” se buscó nuevos horizontes y se encontró en la ganadería un enorme atractivo. Fue ese año que, con la anuencia de sus tres hermanos, Nancy, Andrés y Manuel, decidieron incursionar en el sector agropecuario.
La primera experiencia fue alquilar un campo en General Acha, La Pampa, donde comenzaron con la cría de ganado. Cinco años después, en 2006, con la convicción de afianzarse en la actividad, la familia compró un campo de 20.000 hectáreas sobre la margen sur del río Negro, al sur de Chelforó, extremo este de Valle Azul, en la provincia de Río Negro.
“Nos convenció por cercanía, por su potencial y porque limita con el río Negro, lo que nos daba acceso al agua. Lo que más nos seducía era ganarle tierras al desierto, convertir ese suelo virgen, con muy baja materia orgánica en productivo. Había un potencial en la zona”, explica. De esas 20.000 hectáreas, 3000 pertenecen a un valle con acceso al río, ideal para la producción bajo riego.
Sin embargo, en un principio la cosa no fluyó debido a que la situación del campo recién adquirido era crítica. “Estaba totalmente abandonado, solo tenía un alambrado perimetral y un molino que ni siquiera funcionaba”, cuenta.
Lo primero que hicieron fue vender la hacienda ya que no podían trasladar el ganado desde La Pampa hacia Río Negro por la barrera sanitaria y luego destinaron inversiones para acondicionar el lugar para la cría de ganado. “Vendimos todo allá y compramos ganado aquí, comenzando con Hereford y luego incorporando Angus”, explica.
En los primeros años, la producción se centró en la cría y venta de terneros. Con el tiempo, incorporaron pasturas bajo riego y un feedlot para el engorde. “Empezamos con 300 madres y nuestro modelo de negocio inicial era vender el ternero. Con el correr del tiempo, metimos coraje, que es lo que está en nuestro ADN, y hoy ya tenemos 1200, con el objetivo de llegar a 1500 vientres”, afirma.
El riego como factor clave
La gran apuesta de la familia García Parra fue la sistematización del riego en el valle. Y en 2009 comenzaron a tener las primeras hectáreas regadas y con ello incipientes alfalfas y festucas. Eso les permitió sacarle algún kilo más a cada ternero de recría.
“Hoy tenemos 700 hectáreas bajo riego, con un potencial de 3000. Las 17.000 hectáreas restantes, que no recibe más de 100 milímetros de agua anuales, son para cría, pero con una receptividad muy baja: en el secano, necesitamos 18 hectáreas por equivalente vaca y; en las hectáreas bajo riego con alfalfas, logramos 10 animales por hectárea, de carga global. La diferencia de productividad es exponencial”, detalla.
La implementación del riego gravitacional y la adquisición de pivotes centrales les va a permitir, dice, mejorar significativamente la producción de forraje, sumado a la incorporación de tecnología GPS RTK para sistematizar los suelos y optimizar la distribución del agua.
Encontrá acá toda la información sobre los próximos remates ganaderos
Hace tres años, luego de un tiempo de comenzar a sembrar maíz para el engorde, decidieron que, en vez de dejar secar la planta para que vaya a grano seco, utilizar el cultivo de manera húmeda, con dos grandes beneficios: en el feedlot, el uso de los almidones expuestos es muy eficiente; y por otro lado, que es lo de mayor impacto, se libera el lote antes, en marzo, y entonces en esas hectáreas siembran un verdeo de invierno (avena con vicia) como cultivo de servicio que luego lo pastorean.
En esa constante innovación, ahora están implementando la remolacha forrajera, que viene a ocupar un lugar estratégico: “La hacemos para pastoreo directo en un momento donde tenemos bache forrajero. A partir de abril comenzamos a utilizarla, está muy balanceada: proteína en la hoja y energía en el tubérculo. Y se pueden terminar animales de esta manera. Lo más interesante es la estimación de rendimiento: 30 toneladas de materia seca /ha, así se intensifica el uso de la superficie”. Por esto, actualmente no solo engordan sus novillos, sino que compran terneros en la zona y aproximadamente en el feedlot por año llegan a los 3000 animales terminados.
Según cuenta, el enfoque de la empresa no fue solo productivo, sino también ambiental: “Somos grandes captadores de dióxido carbono, estabilizándolo en suelo que enseguida muestra el cambio”. También destaca que están trabajando en la ganadería regenerativa, mejorando pastizales naturales para aumentar la capacidad de carga y secuestrar carbono. El objetivo es potenciar especies nativas como el coirón poa y la flechilla, optimizando la biodiversidad del suelo.
“Hicimos una gran inversión en aguadas y hoy la vaca no camina más de 2500 metros para acceder al agua. Hemos reducido la carga de 25 hectáreas por vaca que se hace en la zona a 18 y seguimos mejorando”, dice y destaca que armaron potreros más eficientes de 900 hectáreas cada uno.
Cuenta, además, que al ternero se lo desteta temprano y se manda a la zona de pasturas para liberar a la madre de los requerimientos y que recupere estado pronto para una nueva preñez: “Con este manejo de secano, tenemos un porcentaje de preñez cercano al 90%, excelente para lo que es la zona”.
Barrera sanitaria
Luego de que el Gobierno decidiera el levantamiento de las restricciones para el ingreso de carne con hueso y material genético a la Patagonia y en menos de 24 horas diera marcha atrás a la medida, para García, si bien el valor de la carne vacuna para el consumidor tiene una diferencia de hasta un 80% más en la Patagonia en comparación al norte de la barrera, para el productor representa tan solo el 20%: “Los costos objetivos que tenemos son mucho mayores. Por eso, si no existe ese 20% más, es inviable la ganadería en la Patagonia y desapareceríamos muchos productores. Esta medida genera mucha impotencia”.
Hoy producen una alfalfa de 20 toneladas de materia seca por hectárea y estar en 1200 kilos de carne por hectárea los potencia. En la actualidad, extraen 10 kilos de carne por hectárea en un planteo netamente de cría extensivo en las 17.000 hectáreas. Pero cuando lo hacen ya bajo riego producen 1200 kilos de carne por hectárea. El fin del ciclo productivo es un novillo terminado para faena de 400 kilos que lo comercializan para dos clientes. Ahora están con un nuevo modelo de negocio con un novillo pesado de 480 kilos aproximadamente para un nuevo comprador que busca cortes tipo americano como el T-bone y el Tomahawk.
Los desafíos hacia adelante son muchos y, con una política de muy tranqueras abiertas, trabajan con el grupo CREA Alto Valle-Valle Medio. Esa brecha exponencial de productividad que se ve entre una hectárea bajo riego y una de secano es lo que más los tracciona. Por eso, a futuro, la familia García-Parra, con 26 personas que trabajan, apunta a expandir el riego y aumentar la producción.
“Poder hacer ese cambio de uso del suelo, acompañado de desarrollo, e ir de una hectárea prácticamente desértica a una que es totalmente productiva y cambiar la ecuación económica y ser parte, además, de la mitigación del cambio climático, es lo que nos impulsa a buscar más. Queremos consolidar un modelo sustentable que no solo sea rentable, sino también responsable con el medio ambiente”, finaliza.
En el Valle Azul, en Río Negro, la familia García Parra lleva adelante un emprendimiento ganadero de punta para la zona; con el riego pasaron de tener una vaca cada 18 hectárea a 10 vacas por hectárea LA NACION