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Lo que mejor funciona en Argentina tiene la firma del autor que sigue quemando libros

El cuerpo técnico ya se reunió, analizó al próximo rival y decidió cómo jugar el martes contra Brasil. Hasta último momento tal vez haya margen para que nos enteremos de algo que por ahora no sabemos. Pero del laboratorio ya salieron las conclusiones. Se trata de la virtud menos imaginada de Lionel Scaloni. Los planes no suelen fallarle. Sus jugadores se lucen, su equipo gana, él piensa y decide antes.

Se sabía que Scaloni, en su época de futbolista, se caracterizaba por tener espíritu grupal y buen humor permanente. Podía esperarse que su virtud como entrenador fuera su cercanía con sus dirigidos. En la tierra de César Menotti, Carlos Bianchi y Marcelo Gallardo, está clara la importancia de saber llegarle al jugador. Como ayudante de Jorge Sampaoli, Scaloni no tenía demasiada injerencia en la táctica elegida. De ahí la sorpresa, también de su falta de experiencia. En la tierra de Osvaldo Zubeldía, Juan Carlos Toto Lorenzo y Carlos Bilardo, se convirtió en uno de los mejores estrategas de la historia del fútbol argentino. Esa sí que no la había visto nadie.

César Luis Menotti, Lionel Scaloni y Carlos Bilardo, el trío de campeones del mundo

Comenzó sin antecedentes, no hace falta recordarlo. Ni los éxitos generaron que aparecieran muchas voces que aseguraran que confiaron en él desde el inicio. Hoy tiene más experiencia como seleccionador que ninguno. También está bien rodeado. Su grupo se compone de verdaderos asistentes. Cada uno se enfoca en una faceta del juego; hay que ver cómo Walter Samuel se desespera por recordar lo entrenado cuando llega una pelota parada.

La actuación en el acontecimiento de nuestras vidas nos define. El Mundial describió la capacidad del cuerpo técnico de la selección. En los cuartos, Argentina espejó el esquema de Países Bajos y logró que los duelos pensados por los costados no sólo evitaran el avance rival sino que fueran decisivos en el ataque propio. En la semifinal, resignó iniciativa para explotar los espacios y entró un cuarto mediocampista para que Croacia estuviera incómodo en su zona fuerte. Después apareció la magia de Messi, es cierto. Pero el mejor solista también necesita un escenario. La previa de la final incluyó lo que un integrante de este cuerpo técnico define como la decisión más importante que se le recuerde a una selección: que Angel Di María no jugara por la derecha, donde el lateral Theo Hernández atacaba mejor de lo que defendía, sino por la izquierda, donde Jules Koundé era mejor marcador pero con tendencia a cerrarse. Considerando el daño realizado, quizás no se equivoque.

Lionel Messi y Lionel Scaloni conversan en un entrenamiento de la selección: el capitán respaldó al DT debutante al inicio, cuando más hacía falta

Scaloni retoca la formación en función del rival. Quemó un libro: se supone que el equipo de mejor material no debe adaptarse sino que tiene que condicionar al adversario. Aquí sucede una excepción. Una muy triunfal excepción. En los últimos tiempos, Argentina había jugado varios partidos más acordes a la idea del rival que a la propia. Era momento de reaparecer en escena. Primero, las ausencias y luego, el estilo y la formación de Uruguay llevaron al técnico a armar un equipo inédito con el que en el primer tiempo neutralizó al rival y en el segundo lo sometió. Pensó en Thiago Almada y fue el mejor de la cancha. De nuevo: con jugadores de calidad la victoria siempre está más cerca, pero esos jugadores necesitan confiar en lo que les proponen. El liderado debe admirar a quien lo conduce.

Existe algo en la selección que difícilmente se vea en muchos otros ámbitos: el pensamiento en el corto plazo y a la vez en el largo. El laboratorio trabaja para cada partido, está claro. Además, la evaluación apunta a lo que vendrá; mira del otro lado del horizonte. En el debut del Mundial 2026, probablemente repitan ocho o nueve titulares de la final del 2022. Pero hay renovación, que se da por goteo. Se cambia (o se agrega) en el mejor momento posible: la victoria. La mayoría de los que debutan en la mayor primero jugaron en la juvenil. Selección Predio.

Manna, Ayala, Aimar y Samuel, los asistentes técnicos que complementan a Scaloni

Scaloni ya habló de cuando no estén Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, no sólo los de la vieja guardia, Nicolás Otamendi y Messi. En ese punto hay otra virtud: hoy está cómodo en las conferencias de prensa. No regala títulos involuntarios. La seguridad, que seguramente se desarrolla con los títulos, se le nota hasta en ese detalle. Y no necesariamente dice todas verdades. Cuando en la semana le consultaron si podría convocar jugadores del medio local, instaló que la razón por la que no lo hace es que no tiene a quien sacar. Nadie pediría que por probar a Kevin Lomónaco se descarte a Cuti Romero o por citar a Santiago Ascacíbar se ignore a De Paul. Simplemente alguna figura del torneo doméstico podría ocupar un lugar de las novedades que llegan del exterior y se prueban en las convocatorias.

Antes del anterior partido contra Uruguay, Marcelo Bielsa lo había felicitado por haber armado “un equipo de autor”. No hay mejor elogio que el de un colega. O sí: el de un colega que estuvo por encima, del que alguna vez Scaloni escuchó y absorbió. Siempre será la selección de Messi. Por injerencia en el juego y repercusión. Pero el día a día está repleto de elementos para confirmar esa autoría. Scaloni creó y trabaja el equipo que es lo que mejor funciona en nuestro país.

El cuerpo técnico ya se reunió, analizó al próximo rival y decidió cómo jugar el martes contra Brasil. Hasta último momento tal vez haya margen para que nos enteremos de algo que por ahora no sabemos. Pero del laboratorio ya salieron las conclusiones. Se trata de la virtud menos imaginada de Lionel Scaloni. Los planes no suelen fallarle. Sus jugadores se lucen, su equipo gana, él piensa y decide antes.

Se sabía que Scaloni, en su época de futbolista, se caracterizaba por tener espíritu grupal y buen humor permanente. Podía esperarse que su virtud como entrenador fuera su cercanía con sus dirigidos. En la tierra de César Menotti, Carlos Bianchi y Marcelo Gallardo, está clara la importancia de saber llegarle al jugador. Como ayudante de Jorge Sampaoli, Scaloni no tenía demasiada injerencia en la táctica elegida. De ahí la sorpresa, también de su falta de experiencia. En la tierra de Osvaldo Zubeldía, Juan Carlos Toto Lorenzo y Carlos Bilardo, se convirtió en uno de los mejores estrategas de la historia del fútbol argentino. Esa sí que no la había visto nadie.

César Luis Menotti, Lionel Scaloni y Carlos Bilardo, el trío de campeones del mundo

Comenzó sin antecedentes, no hace falta recordarlo. Ni los éxitos generaron que aparecieran muchas voces que aseguraran que confiaron en él desde el inicio. Hoy tiene más experiencia como seleccionador que ninguno. También está bien rodeado. Su grupo se compone de verdaderos asistentes. Cada uno se enfoca en una faceta del juego; hay que ver cómo Walter Samuel se desespera por recordar lo entrenado cuando llega una pelota parada.

La actuación en el acontecimiento de nuestras vidas nos define. El Mundial describió la capacidad del cuerpo técnico de la selección. En los cuartos, Argentina espejó el esquema de Países Bajos y logró que los duelos pensados por los costados no sólo evitaran el avance rival sino que fueran decisivos en el ataque propio. En la semifinal, resignó iniciativa para explotar los espacios y entró un cuarto mediocampista para que Croacia estuviera incómodo en su zona fuerte. Después apareció la magia de Messi, es cierto. Pero el mejor solista también necesita un escenario. La previa de la final incluyó lo que un integrante de este cuerpo técnico define como la decisión más importante que se le recuerde a una selección: que Angel Di María no jugara por la derecha, donde el lateral Theo Hernández atacaba mejor de lo que defendía, sino por la izquierda, donde Jules Koundé era mejor marcador pero con tendencia a cerrarse. Considerando el daño realizado, quizás no se equivoque.

Lionel Messi y Lionel Scaloni conversan en un entrenamiento de la selección: el capitán respaldó al DT debutante al inicio, cuando más hacía falta

Scaloni retoca la formación en función del rival. Quemó un libro: se supone que el equipo de mejor material no debe adaptarse sino que tiene que condicionar al adversario. Aquí sucede una excepción. Una muy triunfal excepción. En los últimos tiempos, Argentina había jugado varios partidos más acordes a la idea del rival que a la propia. Era momento de reaparecer en escena. Primero, las ausencias y luego, el estilo y la formación de Uruguay llevaron al técnico a armar un equipo inédito con el que en el primer tiempo neutralizó al rival y en el segundo lo sometió. Pensó en Thiago Almada y fue el mejor de la cancha. De nuevo: con jugadores de calidad la victoria siempre está más cerca, pero esos jugadores necesitan confiar en lo que les proponen. El liderado debe admirar a quien lo conduce.

Existe algo en la selección que difícilmente se vea en muchos otros ámbitos: el pensamiento en el corto plazo y a la vez en el largo. El laboratorio trabaja para cada partido, está claro. Además, la evaluación apunta a lo que vendrá; mira del otro lado del horizonte. En el debut del Mundial 2026, probablemente repitan ocho o nueve titulares de la final del 2022. Pero hay renovación, que se da por goteo. Se cambia (o se agrega) en el mejor momento posible: la victoria. La mayoría de los que debutan en la mayor primero jugaron en la juvenil. Selección Predio.

Manna, Ayala, Aimar y Samuel, los asistentes técnicos que complementan a Scaloni

Scaloni ya habló de cuando no estén Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, no sólo los de la vieja guardia, Nicolás Otamendi y Messi. En ese punto hay otra virtud: hoy está cómodo en las conferencias de prensa. No regala títulos involuntarios. La seguridad, que seguramente se desarrolla con los títulos, se le nota hasta en ese detalle. Y no necesariamente dice todas verdades. Cuando en la semana le consultaron si podría convocar jugadores del medio local, instaló que la razón por la que no lo hace es que no tiene a quien sacar. Nadie pediría que por probar a Kevin Lomónaco se descarte a Cuti Romero o por citar a Santiago Ascacíbar se ignore a De Paul. Simplemente alguna figura del torneo doméstico podría ocupar un lugar de las novedades que llegan del exterior y se prueban en las convocatorias.

Antes del anterior partido contra Uruguay, Marcelo Bielsa lo había felicitado por haber armado “un equipo de autor”. No hay mejor elogio que el de un colega. O sí: el de un colega que estuvo por encima, del que alguna vez Scaloni escuchó y absorbió. Siempre será la selección de Messi. Por injerencia en el juego y repercusión. Pero el día a día está repleto de elementos para confirmar esa autoría. Scaloni creó y trabaja el equipo que es lo que mejor funciona en nuestro país.

 La dinámica de la selección gira alrededor de Scaloni, un conductor que se transformó en un estratega capaz de decidir siempre antes  LA NACION

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