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El peronismo huele sangre que no existe

Los barrabravas no bailan solos. La serenidad del último miércoles en las cercanías del Congreso se debió a que los verdaderos instigadores de la violencia pasada habían sido expuestos por Patricia Bullrich. Fueron varios intendentes peronistas del áspero conurbano bonaerense los que movilizaron en la sombra a los autores del salvajismo. “Los barrabravas, los delincuentes y hasta empleados municipales fueron financiados por el PJ de la provincia para destruir todo lo que tuvieron a mano”, avanzó un alto funcionario oficial. La violencia de aquel miércoles de hace diez días fue “una decisión política del PJ”, abundó. Conspiración puede haber (¿no la hubo, acaso, contra Fernando de la Rúa?), pero esos caudillejos detestan que sus conjuras conozcan la luz pública. Murciégalos de la política cuando se trata de complotar; palomas pacíficas y sonrientes cuando inauguran y reinauguran obras en sus municipios. Bullrich denunció a dos intendentes (Federico Otermin, de Lomas de Zamora, y Fernando Espinoza, de La Matanza) y a Leandro Capriotti, un dirigente del club Chacarita y amigo del infaltable sindicalista Luis Barrionuevo, como autores intelectuales y financieros de los desmanes del miércoles 12 de marzo. “Hubo más intendentes avivando el fuego de ese día”, dicen los funcionarios que saben. Otermin, Espinoza y Capriotti desmintieron a Bullrich, pero lo cierto es que la pacificación prevaleció el miércoles siguiente. ¿Casualidad? ¿Negociaciones secretas de los ministerios de Seguridad nacional y porteño con los autores intelectuales (para llamarlos de algún modo)? Puede ser. “Todos hablaron con todos”, aseguró otro funcionario.

El problema de los jubilados empezó cuando Perón metió mano en 1954 en los fondos previsionales para financiar sus despilfarros; esa pésima práctica se repitió durante todos los gobiernos posteriores, civiles o militares. Años lamentables para los jubilados fueron los dos mandatos presidenciales de Cristina Kirchner. Ella estatizó el sistema privado de jubilados (las AFJP); le agregó a la Anses más de tres millones de jubilados que no hicieron aportes y que deben, por lo tanto, ser financiados por los jubilados con aportes correctos; desconoció las resoluciones de la Corte Suprema de Justicia que le ordenaban mejorar los ingresos de los jubilados, y vetó el 82 por ciento móvil para los jubilados que había aprobado el Congreso. Cristina como política sensiblera y popular es puro cuento. Esta breve historia viene a cuento para preguntarse por qué ahora el peronismo se reblandece ante la situación económica de las personas mayores. ¿Los caciques bonaerenses descubrieron, por fin, la sensibilidad social? ¿Leyeron ahora las encíclicas de la Iglesia sobre la obligación de acercarse a los pobres? ¿O algún intelectual del desorden los convenció de que la violencia es el mejor camino para cambiar el viejo orden? La respuesta es más simple. Creen que es el momento de mayor debilidad de Javier Milei. “Se le pinchó la burbuja de felicidad en la que vivía desde que asumió la presidencia”, escucharon decir a uno de esos intendentes. “¡Llegó nuestra hora! A Milei se le terminó la luna de miel”, dijo otro. “Los peronistas huelen sangre y salen a buscar la presa”, analizó un dirigente del radicalismo bonaerense.

Pero ¿está Milei realmente tan mal? ¿Ha caído tanto en la consideración de la gente? Depende de a qué gente se refieran. Si los intendentes del conurbano frecuentan al mundillo político y al gran empresariado es probable que hayan descubierto que no está intacta la confianza que existía hasta hace poco. A su vez, la propia agencia Bloomberg señaló en un informe especial que los argentinos confían muy poco en los índices oficiales del Indec. Bloomberg argumenta que la agencia estatal de mediciones está desactualizada. Por ejemplo, sigue midiendo como consumos masivos los cigarrillos, los diarios y el teléfono fijo y no incorpora, señaló, el uso del IPhone o las suscripciones de Netflix. Da cuenta de una promesa del jefe del Indec, Marco Lavagna, de hace seis meses de que cambiaría algunos aspectos de las mediciones. Nada cambió hasta ahora. ¿Culpa de Lavagna? ¿O, acaso, Milei desconfía que tales modificaciones podrían aumentar el índice mensual de inflación? La segunda alternativa es la más probable. Bloomberg responsabiliza de esa desconfianza social al escándalo que provocó Guillermo Moreno (no lo nombra) cuando le ordenó al Indec dibujar los números que a él le convenian. “Muchos consumidores argentinos se siguen quejando del aumento de los precios”, concluye Bloomberg. En un rincón más recoleto, el escepticismo de algunos empresarios, que no son pocos, comenzó en cambio con el discurso en Davos de Milei, donde el economista no habló de economía en un foro económico. Encerró su sermón en una diatriba contra la cultura woke (que tiene sus excesos, cómo no), pero también incorporó frases contra la lucha por la igualdad de las mujeres y otros párrafos con claras alusiones homofóbicas. Fue un discurso conceptualmente retrógrado, que no cayó bien ni siquiera entre los asistentes a ese club selecto de la economía que se convoca anualmente en Davos.

Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservible

Otro error autoinfligido. El escándalo de la criptomoneda $LIBRA, difundida y luego abandonada por el Presidente, merece un análisis especial. Alguien se quedó con más de 100 millones de dólares que no son suyos. Debemos empezar por ahí. Pero no es necesario viajar a los suburbios para descubrir que la inmensa mayoría de los argentinos no sabe qué es una criptomoneda; mucho menos cómo se hace una supuesta maniobra fraudulenta con esa moneda virtual. Basta con preguntarle a cualquier señora o señor de la Capital para conocer que estamos hablando de un mundo muy reducido. El problema surge cuando en las excelentes investigaciones de Hugo Alconada Mon, que se publicaron en LA NACION, aparecen personajes grises ingresando a la Casa de Gobierno con la autorización de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, o cuando un experto de ese mundo cripto, el estadounidense Hyden Davis, escribe que le paga a la hermanísima para conseguir decisiones del Presidente. O cuando se inician juicios colectivos en los Estados Unidos (que no denuncian, por ahora, a los hermanos Milei) en nombre de personas que perdieron millones de dólares. Los que apostaron y perdieron no perdonan. La venganza sucederá. En los mismos días en que se conocían esas noticias destructivas, la Cámara de Diputados trataba la autorización a Milei para que firme un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La mirada se posó fuera del Congreso (primero en los vándalos y después en la pacificación), pero fue igualmente grave lo que ocurrió en el propio recinto de esa Cámara. Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservible. Semejante decadencia de insultos y de agresiones físicas –y de reconciliaciones no menos ridículas– ante los ojos asombrados de la sociedad la protagonizaron sobre todo diputados del kirchnerismo y del propio mileismo. Si la vieja casta será reemplazada por esa casta nueva, el remedio no curará nada. Hay que ser justos: del espectáculo no participaron legisladores del radicalismo, de Pro, del peronismo republicano ni del socialismo. “En el Senado pasa lo mismo”, aseguró luego el senador Luis Juez. Es probable. El presidente del bloque de senadores peronistas, José Mayans, confirmó que los senadores reciben mensajes con amenazas sobre lo que les podría ocurrir a los que voten contra el juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema. Se trata del candidato a juez de la Corte más cuestionado moral e intelectualmente en la historia de la Justicia. El temor de los senadores lo anticipó el periodista Gustavo Ybarra en LA NACION y lo ratificó Mayans. Lijo continuará siendo juez federal si le negaran el acuerdo como juez supremo. Debe aclararse que Lijo solo investiga en su cargo actual a delincuentes que robaron dinero del Estado, que lavaron dinero o que participaron del narcotráfico. Nada lo autoriza a hurgar en la vida de personas honestas. ¿Podría abrirse una causa armada para afectar a alguien? Las garantías constitucionales todavía rigen en el país. ¿Por qué entonces el temor de los senadores? ¿Qué han hecho? ¿Hay en el Senado varios émulos de Kueider, ese senador al que se filmó contando billetes con su secretaria y a quien se lo pescó en la frontera con Paraguay con 200.000 dólares? Nadie les pidió a los senadores asustados que se autoincriminen como lo están haciendo.

Milei, a pesar de todo, no ha caído mucho en la opinión pública. Tanto Poliarquía como Federico Aurelio, dos de las más prestigiosas encuestadoras, terminaron mediciones en las que el Presidente cayó entre 7 y 6 puntos desde el momento de mayor auge de su popularidad, que fue a fines de diciembre pasado. Las fiestas de fin de año, el medio aguinaldo, el dólar quieto y la perspectiva de las vacaciones lo ayudaron. Los encuestadores saben eso. En el último mes, que incluyó parte de febrero y parte del marzo siempre arisco para los presidentes, semanas en las que, además, pasaron casi todas las desventuras del oficialismo, la aprobación del Presidente cayó solo tres puntos para esas encuestadoras. Poliarquía consigna, sí, una caída más pronunciada en la imagen del Gobierno (que no menciona a Milei); esa imagen se derrumbó siete puntos en apenas un mes. Retrocedió tres puntos para esa agencia de mediciones la percepción actual y futura del país, y hubo un crecimiento del 25 por ciento desde diciembre pasado de las expectativas negativas sobre la inflación. Bloomberg no está sola. Poliarquía señala que el Presidente tiene, a pesar de todo, una imagen positiva del 44 por ciento; Aurelio coloca esa imagen más cerca del 50 por ciento. No son malos números.

El problema del Presidente, según Poliarquía, es su hermana: Karina Milei, la persona más poderosa del país después del jefe del Estado. Ella tiene una imagen positiva de solo el 28 por ciento y una negativa que trepa hasta el 56 por ciento. La negativa aumentó 13 puntos desde diciembre pasado. “Javier Milei tiene con su hermana el mismo problema que Cristina Kirchner con su hijo Máximo”, dedujo otro encuestador. En efecto, Máximo Kirchner tiene una imagen mucho más mala que la de su madre. El gobierno de Estados Unidos les acaba de prohibir el ingreso a los dos Kirchner, madre e hijo, por prácticas corruptas juzgadas y condenadas por la Justicia argentina. Otra condena, aunque política.

Sin embargo, Javier Milei sigue siendo imbatible en las elecciones, si estas fueran ahora. Tiene una intención de voto nacional del 35 por ciento, mientras el kirchnerismo se arrincona en apenas un 19 por ciento, que podría trepar hasta el 26 por ciento si lograra sumar al peronismo no K. El problema es la provincia de Buenos Aires, donde el mileismo y el kirchnerismo están empatados. El Pro bonaerense retiene un 10 por ciento de los votos. Eso explica que el Presidente esté interesado en una alianza electoral con el macrismo en la provincia de Buenos Aires. Cristian Ritondo confirmó que fue con Diego Santilli a la Casa de Gobierno, fotografía mediante, enviado por Mauricio Macri para preguntarles a los Milei si quieren o no esa alianza bonaerense. La respuesta fue que sí. Raro: Karina Milei no lo invitó a Santiago Caputo a una reunión muy promocionada, con buenas y malas interpretaciones. ¿Olvido? ¿Premeditación? Quién lo sabe. Una alianza entre Milei y Macri, según los datos de hoy, podría condenar a Cristina Kirchner a otra derrota en su feudo electoral, la descomunal Buenos Aires. Las pruebas indican que los peronistas perdieron hasta el olfato, porque huelen sangre cuando todavía no hay sangre.

Los barrabravas no bailan solos. La serenidad del último miércoles en las cercanías del Congreso se debió a que los verdaderos instigadores de la violencia pasada habían sido expuestos por Patricia Bullrich. Fueron varios intendentes peronistas del áspero conurbano bonaerense los que movilizaron en la sombra a los autores del salvajismo. “Los barrabravas, los delincuentes y hasta empleados municipales fueron financiados por el PJ de la provincia para destruir todo lo que tuvieron a mano”, avanzó un alto funcionario oficial. La violencia de aquel miércoles de hace diez días fue “una decisión política del PJ”, abundó. Conspiración puede haber (¿no la hubo, acaso, contra Fernando de la Rúa?), pero esos caudillejos detestan que sus conjuras conozcan la luz pública. Murciégalos de la política cuando se trata de complotar; palomas pacíficas y sonrientes cuando inauguran y reinauguran obras en sus municipios. Bullrich denunció a dos intendentes (Federico Otermin, de Lomas de Zamora, y Fernando Espinoza, de La Matanza) y a Leandro Capriotti, un dirigente del club Chacarita y amigo del infaltable sindicalista Luis Barrionuevo, como autores intelectuales y financieros de los desmanes del miércoles 12 de marzo. “Hubo más intendentes avivando el fuego de ese día”, dicen los funcionarios que saben. Otermin, Espinoza y Capriotti desmintieron a Bullrich, pero lo cierto es que la pacificación prevaleció el miércoles siguiente. ¿Casualidad? ¿Negociaciones secretas de los ministerios de Seguridad nacional y porteño con los autores intelectuales (para llamarlos de algún modo)? Puede ser. “Todos hablaron con todos”, aseguró otro funcionario.

El problema de los jubilados empezó cuando Perón metió mano en 1954 en los fondos previsionales para financiar sus despilfarros; esa pésima práctica se repitió durante todos los gobiernos posteriores, civiles o militares. Años lamentables para los jubilados fueron los dos mandatos presidenciales de Cristina Kirchner. Ella estatizó el sistema privado de jubilados (las AFJP); le agregó a la Anses más de tres millones de jubilados que no hicieron aportes y que deben, por lo tanto, ser financiados por los jubilados con aportes correctos; desconoció las resoluciones de la Corte Suprema de Justicia que le ordenaban mejorar los ingresos de los jubilados, y vetó el 82 por ciento móvil para los jubilados que había aprobado el Congreso. Cristina como política sensiblera y popular es puro cuento. Esta breve historia viene a cuento para preguntarse por qué ahora el peronismo se reblandece ante la situación económica de las personas mayores. ¿Los caciques bonaerenses descubrieron, por fin, la sensibilidad social? ¿Leyeron ahora las encíclicas de la Iglesia sobre la obligación de acercarse a los pobres? ¿O algún intelectual del desorden los convenció de que la violencia es el mejor camino para cambiar el viejo orden? La respuesta es más simple. Creen que es el momento de mayor debilidad de Javier Milei. “Se le pinchó la burbuja de felicidad en la que vivía desde que asumió la presidencia”, escucharon decir a uno de esos intendentes. “¡Llegó nuestra hora! A Milei se le terminó la luna de miel”, dijo otro. “Los peronistas huelen sangre y salen a buscar la presa”, analizó un dirigente del radicalismo bonaerense.

Pero ¿está Milei realmente tan mal? ¿Ha caído tanto en la consideración de la gente? Depende de a qué gente se refieran. Si los intendentes del conurbano frecuentan al mundillo político y al gran empresariado es probable que hayan descubierto que no está intacta la confianza que existía hasta hace poco. A su vez, la propia agencia Bloomberg señaló en un informe especial que los argentinos confían muy poco en los índices oficiales del Indec. Bloomberg argumenta que la agencia estatal de mediciones está desactualizada. Por ejemplo, sigue midiendo como consumos masivos los cigarrillos, los diarios y el teléfono fijo y no incorpora, señaló, el uso del IPhone o las suscripciones de Netflix. Da cuenta de una promesa del jefe del Indec, Marco Lavagna, de hace seis meses de que cambiaría algunos aspectos de las mediciones. Nada cambió hasta ahora. ¿Culpa de Lavagna? ¿O, acaso, Milei desconfía que tales modificaciones podrían aumentar el índice mensual de inflación? La segunda alternativa es la más probable. Bloomberg responsabiliza de esa desconfianza social al escándalo que provocó Guillermo Moreno (no lo nombra) cuando le ordenó al Indec dibujar los números que a él le convenian. “Muchos consumidores argentinos se siguen quejando del aumento de los precios”, concluye Bloomberg. En un rincón más recoleto, el escepticismo de algunos empresarios, que no son pocos, comenzó en cambio con el discurso en Davos de Milei, donde el economista no habló de economía en un foro económico. Encerró su sermón en una diatriba contra la cultura woke (que tiene sus excesos, cómo no), pero también incorporó frases contra la lucha por la igualdad de las mujeres y otros párrafos con claras alusiones homofóbicas. Fue un discurso conceptualmente retrógrado, que no cayó bien ni siquiera entre los asistentes a ese club selecto de la economía que se convoca anualmente en Davos.

Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservible

Otro error autoinfligido. El escándalo de la criptomoneda $LIBRA, difundida y luego abandonada por el Presidente, merece un análisis especial. Alguien se quedó con más de 100 millones de dólares que no son suyos. Debemos empezar por ahí. Pero no es necesario viajar a los suburbios para descubrir que la inmensa mayoría de los argentinos no sabe qué es una criptomoneda; mucho menos cómo se hace una supuesta maniobra fraudulenta con esa moneda virtual. Basta con preguntarle a cualquier señora o señor de la Capital para conocer que estamos hablando de un mundo muy reducido. El problema surge cuando en las excelentes investigaciones de Hugo Alconada Mon, que se publicaron en LA NACION, aparecen personajes grises ingresando a la Casa de Gobierno con la autorización de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, o cuando un experto de ese mundo cripto, el estadounidense Hyden Davis, escribe que le paga a la hermanísima para conseguir decisiones del Presidente. O cuando se inician juicios colectivos en los Estados Unidos (que no denuncian, por ahora, a los hermanos Milei) en nombre de personas que perdieron millones de dólares. Los que apostaron y perdieron no perdonan. La venganza sucederá. En los mismos días en que se conocían esas noticias destructivas, la Cámara de Diputados trataba la autorización a Milei para que firme un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La mirada se posó fuera del Congreso (primero en los vándalos y después en la pacificación), pero fue igualmente grave lo que ocurrió en el propio recinto de esa Cámara. Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservible. Semejante decadencia de insultos y de agresiones físicas –y de reconciliaciones no menos ridículas– ante los ojos asombrados de la sociedad la protagonizaron sobre todo diputados del kirchnerismo y del propio mileismo. Si la vieja casta será reemplazada por esa casta nueva, el remedio no curará nada. Hay que ser justos: del espectáculo no participaron legisladores del radicalismo, de Pro, del peronismo republicano ni del socialismo. “En el Senado pasa lo mismo”, aseguró luego el senador Luis Juez. Es probable. El presidente del bloque de senadores peronistas, José Mayans, confirmó que los senadores reciben mensajes con amenazas sobre lo que les podría ocurrir a los que voten contra el juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema. Se trata del candidato a juez de la Corte más cuestionado moral e intelectualmente en la historia de la Justicia. El temor de los senadores lo anticipó el periodista Gustavo Ybarra en LA NACION y lo ratificó Mayans. Lijo continuará siendo juez federal si le negaran el acuerdo como juez supremo. Debe aclararse que Lijo solo investiga en su cargo actual a delincuentes que robaron dinero del Estado, que lavaron dinero o que participaron del narcotráfico. Nada lo autoriza a hurgar en la vida de personas honestas. ¿Podría abrirse una causa armada para afectar a alguien? Las garantías constitucionales todavía rigen en el país. ¿Por qué entonces el temor de los senadores? ¿Qué han hecho? ¿Hay en el Senado varios émulos de Kueider, ese senador al que se filmó contando billetes con su secretaria y a quien se lo pescó en la frontera con Paraguay con 200.000 dólares? Nadie les pidió a los senadores asustados que se autoincriminen como lo están haciendo.

Milei, a pesar de todo, no ha caído mucho en la opinión pública. Tanto Poliarquía como Federico Aurelio, dos de las más prestigiosas encuestadoras, terminaron mediciones en las que el Presidente cayó entre 7 y 6 puntos desde el momento de mayor auge de su popularidad, que fue a fines de diciembre pasado. Las fiestas de fin de año, el medio aguinaldo, el dólar quieto y la perspectiva de las vacaciones lo ayudaron. Los encuestadores saben eso. En el último mes, que incluyó parte de febrero y parte del marzo siempre arisco para los presidentes, semanas en las que, además, pasaron casi todas las desventuras del oficialismo, la aprobación del Presidente cayó solo tres puntos para esas encuestadoras. Poliarquía consigna, sí, una caída más pronunciada en la imagen del Gobierno (que no menciona a Milei); esa imagen se derrumbó siete puntos en apenas un mes. Retrocedió tres puntos para esa agencia de mediciones la percepción actual y futura del país, y hubo un crecimiento del 25 por ciento desde diciembre pasado de las expectativas negativas sobre la inflación. Bloomberg no está sola. Poliarquía señala que el Presidente tiene, a pesar de todo, una imagen positiva del 44 por ciento; Aurelio coloca esa imagen más cerca del 50 por ciento. No son malos números.

El problema del Presidente, según Poliarquía, es su hermana: Karina Milei, la persona más poderosa del país después del jefe del Estado. Ella tiene una imagen positiva de solo el 28 por ciento y una negativa que trepa hasta el 56 por ciento. La negativa aumentó 13 puntos desde diciembre pasado. “Javier Milei tiene con su hermana el mismo problema que Cristina Kirchner con su hijo Máximo”, dedujo otro encuestador. En efecto, Máximo Kirchner tiene una imagen mucho más mala que la de su madre. El gobierno de Estados Unidos les acaba de prohibir el ingreso a los dos Kirchner, madre e hijo, por prácticas corruptas juzgadas y condenadas por la Justicia argentina. Otra condena, aunque política.

Sin embargo, Javier Milei sigue siendo imbatible en las elecciones, si estas fueran ahora. Tiene una intención de voto nacional del 35 por ciento, mientras el kirchnerismo se arrincona en apenas un 19 por ciento, que podría trepar hasta el 26 por ciento si lograra sumar al peronismo no K. El problema es la provincia de Buenos Aires, donde el mileismo y el kirchnerismo están empatados. El Pro bonaerense retiene un 10 por ciento de los votos. Eso explica que el Presidente esté interesado en una alianza electoral con el macrismo en la provincia de Buenos Aires. Cristian Ritondo confirmó que fue con Diego Santilli a la Casa de Gobierno, fotografía mediante, enviado por Mauricio Macri para preguntarles a los Milei si quieren o no esa alianza bonaerense. La respuesta fue que sí. Raro: Karina Milei no lo invitó a Santiago Caputo a una reunión muy promocionada, con buenas y malas interpretaciones. ¿Olvido? ¿Premeditación? Quién lo sabe. Una alianza entre Milei y Macri, según los datos de hoy, podría condenar a Cristina Kirchner a otra derrota en su feudo electoral, la descomunal Buenos Aires. Las pruebas indican que los peronistas perdieron hasta el olfato, porque huelen sangre cuando todavía no hay sangre.

 Los barrabravas no bailan solos. La serenidad del último miércoles en las cercanías del Congreso se debió a que los verdaderos instigadores de la violencia pasada habían sido expuestos por Patricia Bullrich. Fueron varios intendentes peronistas del áspero conurbano bonaerense los que movilizaron en la sombra a los autores del salvajismo. “Los barrabravas, los delincuentes y hasta empleados municipales fueron financiados por el PJ de la provincia para destruir todo lo que tuvieron a mano”, avanzó un alto funcionario oficial. La violencia de aquel miércoles de hace diez días fue “una decisión política del PJ”, abundó. Conspiración puede haber (¿no la hubo, acaso, contra Fernando de la Rúa?), pero esos caudillejos detestan que sus conjuras conozcan la luz pública. Murciégalos de la política cuando se trata de complotar; palomas pacíficas y sonrientes cuando inauguran y reinauguran obras en sus municipios. Bullrich denunció a dos intendentes (Federico Otermin, de Lomas de Zamora, y Fernando Espinoza, de La Matanza) y a Leandro Capriotti, un dirigente del club Chacarita y amigo del infaltable sindicalista Luis Barrionuevo, como autores intelectuales y financieros de los desmanes del miércoles 12 de marzo. “Hubo más intendentes avivando el fuego de ese día”, dicen los funcionarios que saben. Otermin, Espinoza y Capriotti desmintieron a Bullrich, pero lo cierto es que la pacificación prevaleció el miércoles siguiente. ¿Casualidad? ¿Negociaciones secretas de los ministerios de Seguridad nacional y porteño con los autores intelectuales (para llamarlos de algún modo)? Puede ser. “Todos hablaron con todos”, aseguró otro funcionario.El problema de los jubilados empezó cuando Perón metió mano en 1954 en los fondos previsionales para financiar sus despilfarros; esa pésima práctica se repitió durante todos los gobiernos posteriores, civiles o militares. Años lamentables para los jubilados fueron los dos mandatos presidenciales de Cristina Kirchner. Ella estatizó el sistema privado de jubilados (las AFJP); le agregó a la Anses más de tres millones de jubilados que no hicieron aportes y que deben, por lo tanto, ser financiados por los jubilados con aportes correctos; desconoció las resoluciones de la Corte Suprema de Justicia que le ordenaban mejorar los ingresos de los jubilados, y vetó el 82 por ciento móvil para los jubilados que había aprobado el Congreso. Cristina como política sensiblera y popular es puro cuento. Esta breve historia viene a cuento para preguntarse por qué ahora el peronismo se reblandece ante la situación económica de las personas mayores. ¿Los caciques bonaerenses descubrieron, por fin, la sensibilidad social? ¿Leyeron ahora las encíclicas de la Iglesia sobre la obligación de acercarse a los pobres? ¿O algún intelectual del desorden los convenció de que la violencia es el mejor camino para cambiar el viejo orden? La respuesta es más simple. Creen que es el momento de mayor debilidad de Javier Milei. “Se le pinchó la burbuja de felicidad en la que vivía desde que asumió la presidencia”, escucharon decir a uno de esos intendentes. “¡Llegó nuestra hora! A Milei se le terminó la luna de miel”, dijo otro. “Los peronistas huelen sangre y salen a buscar la presa”, analizó un dirigente del radicalismo bonaerense.Pero ¿está Milei realmente tan mal? ¿Ha caído tanto en la consideración de la gente? Depende de a qué gente se refieran. Si los intendentes del conurbano frecuentan al mundillo político y al gran empresariado es probable que hayan descubierto que no está intacta la confianza que existía hasta hace poco. A su vez, la propia agencia Bloomberg señaló en un informe especial que los argentinos confían muy poco en los índices oficiales del Indec. Bloomberg argumenta que la agencia estatal de mediciones está desactualizada. Por ejemplo, sigue midiendo como consumos masivos los cigarrillos, los diarios y el teléfono fijo y no incorpora, señaló, el uso del IPhone o las suscripciones de Netflix. Da cuenta de una promesa del jefe del Indec, Marco Lavagna, de hace seis meses de que cambiaría algunos aspectos de las mediciones. Nada cambió hasta ahora. ¿Culpa de Lavagna? ¿O, acaso, Milei desconfía que tales modificaciones podrían aumentar el índice mensual de inflación? La segunda alternativa es la más probable. Bloomberg responsabiliza de esa desconfianza social al escándalo que provocó Guillermo Moreno (no lo nombra) cuando le ordenó al Indec dibujar los números que a él le convenian. “Muchos consumidores argentinos se siguen quejando del aumento de los precios”, concluye Bloomberg. En un rincón más recoleto, el escepticismo de algunos empresarios, que no son pocos, comenzó en cambio con el discurso en Davos de Milei, donde el economista no habló de economía en un foro económico. Encerró su sermón en una diatriba contra la cultura woke (que tiene sus excesos, cómo no), pero también incorporó frases contra la lucha por la igualdad de las mujeres y otros párrafos con claras alusiones homofóbicas. Fue un discurso conceptualmente retrógrado, que no cayó bien ni siquiera entre los asistentes a ese club selecto de la economía que se convoca anualmente en Davos.Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservibleOtro error autoinfligido. El escándalo de la criptomoneda $LIBRA, difundida y luego abandonada por el Presidente, merece un análisis especial. Alguien se quedó con más de 100 millones de dólares que no son suyos. Debemos empezar por ahí. Pero no es necesario viajar a los suburbios para descubrir que la inmensa mayoría de los argentinos no sabe qué es una criptomoneda; mucho menos cómo se hace una supuesta maniobra fraudulenta con esa moneda virtual. Basta con preguntarle a cualquier señora o señor de la Capital para conocer que estamos hablando de un mundo muy reducido. El problema surge cuando en las excelentes investigaciones de Hugo Alconada Mon, que se publicaron en LA NACION, aparecen personajes grises ingresando a la Casa de Gobierno con la autorización de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, o cuando un experto de ese mundo cripto, el estadounidense Hyden Davis, escribe que le paga a la hermanísima para conseguir decisiones del Presidente. O cuando se inician juicios colectivos en los Estados Unidos (que no denuncian, por ahora, a los hermanos Milei) en nombre de personas que perdieron millones de dólares. Los que apostaron y perdieron no perdonan. La venganza sucederá. En los mismos días en que se conocían esas noticias destructivas, la Cámara de Diputados trataba la autorización a Milei para que firme un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La mirada se posó fuera del Congreso (primero en los vándalos y después en la pacificación), pero fue igualmente grave lo que ocurrió en el propio recinto de esa Cámara. Nunca, en 40 años de democracia, se vio una estirpe legislativa tan pobre e inservible. Semejante decadencia de insultos y de agresiones físicas –y de reconciliaciones no menos ridículas– ante los ojos asombrados de la sociedad la protagonizaron sobre todo diputados del kirchnerismo y del propio mileismo. Si la vieja casta será reemplazada por esa casta nueva, el remedio no curará nada. Hay que ser justos: del espectáculo no participaron legisladores del radicalismo, de Pro, del peronismo republicano ni del socialismo. “En el Senado pasa lo mismo”, aseguró luego el senador Luis Juez. Es probable. El presidente del bloque de senadores peronistas, José Mayans, confirmó que los senadores reciben mensajes con amenazas sobre lo que les podría ocurrir a los que voten contra el juez federal Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema. Se trata del candidato a juez de la Corte más cuestionado moral e intelectualmente en la historia de la Justicia. El temor de los senadores lo anticipó el periodista Gustavo Ybarra en LA NACION y lo ratificó Mayans. Lijo continuará siendo juez federal si le negaran el acuerdo como juez supremo. Debe aclararse que Lijo solo investiga en su cargo actual a delincuentes que robaron dinero del Estado, que lavaron dinero o que participaron del narcotráfico. Nada lo autoriza a hurgar en la vida de personas honestas. ¿Podría abrirse una causa armada para afectar a alguien? Las garantías constitucionales todavía rigen en el país. ¿Por qué entonces el temor de los senadores? ¿Qué han hecho? ¿Hay en el Senado varios émulos de Kueider, ese senador al que se filmó contando billetes con su secretaria y a quien se lo pescó en la frontera con Paraguay con 200.000 dólares? Nadie les pidió a los senadores asustados que se autoincriminen como lo están haciendo.Milei, a pesar de todo, no ha caído mucho en la opinión pública. Tanto Poliarquía como Federico Aurelio, dos de las más prestigiosas encuestadoras, terminaron mediciones en las que el Presidente cayó entre 7 y 6 puntos desde el momento de mayor auge de su popularidad, que fue a fines de diciembre pasado. Las fiestas de fin de año, el medio aguinaldo, el dólar quieto y la perspectiva de las vacaciones lo ayudaron. Los encuestadores saben eso. En el último mes, que incluyó parte de febrero y parte del marzo siempre arisco para los presidentes, semanas en las que, además, pasaron casi todas las desventuras del oficialismo, la aprobación del Presidente cayó solo tres puntos para esas encuestadoras. Poliarquía consigna, sí, una caída más pronunciada en la imagen del Gobierno (que no menciona a Milei); esa imagen se derrumbó siete puntos en apenas un mes. Retrocedió tres puntos para esa agencia de mediciones la percepción actual y futura del país, y hubo un crecimiento del 25 por ciento desde diciembre pasado de las expectativas negativas sobre la inflación. Bloomberg no está sola. Poliarquía señala que el Presidente tiene, a pesar de todo, una imagen positiva del 44 por ciento; Aurelio coloca esa imagen más cerca del 50 por ciento. No son malos números.El problema del Presidente, según Poliarquía, es su hermana: Karina Milei, la persona más poderosa del país después del jefe del Estado. Ella tiene una imagen positiva de solo el 28 por ciento y una negativa que trepa hasta el 56 por ciento. La negativa aumentó 13 puntos desde diciembre pasado. “Javier Milei tiene con su hermana el mismo problema que Cristina Kirchner con su hijo Máximo”, dedujo otro encuestador. En efecto, Máximo Kirchner tiene una imagen mucho más mala que la de su madre. El gobierno de Estados Unidos les acaba de prohibir el ingreso a los dos Kirchner, madre e hijo, por prácticas corruptas juzgadas y condenadas por la Justicia argentina. Otra condena, aunque política.Sin embargo, Javier Milei sigue siendo imbatible en las elecciones, si estas fueran ahora. Tiene una intención de voto nacional del 35 por ciento, mientras el kirchnerismo se arrincona en apenas un 19 por ciento, que podría trepar hasta el 26 por ciento si lograra sumar al peronismo no K. El problema es la provincia de Buenos Aires, donde el mileismo y el kirchnerismo están empatados. El Pro bonaerense retiene un 10 por ciento de los votos. Eso explica que el Presidente esté interesado en una alianza electoral con el macrismo en la provincia de Buenos Aires. Cristian Ritondo confirmó que fue con Diego Santilli a la Casa de Gobierno, fotografía mediante, enviado por Mauricio Macri para preguntarles a los Milei si quieren o no esa alianza bonaerense. La respuesta fue que sí. Raro: Karina Milei no lo invitó a Santiago Caputo a una reunión muy promocionada, con buenas y malas interpretaciones. ¿Olvido? ¿Premeditación? Quién lo sabe. Una alianza entre Milei y Macri, según los datos de hoy, podría condenar a Cristina Kirchner a otra derrota en su feudo electoral, la descomunal Buenos Aires. Las pruebas indican que los peronistas perdieron hasta el olfato, porque huelen sangre cuando todavía no hay sangre.  LA NACION

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