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Carambolas a dos bandas en busca de longevidad

El divulgador de innovación y longevidad David Sinclair suele repetir que la agenda actual de bienestar está muy inclinada hacia lo físico (hacer ejercicio, dietas, etc.) y poco hacia lo mental (no entrenar lo suficiente varias funciones cognitivas). Sinclair exagera para mostrar el punto: vamos a un mundo con récord de maratonistas de 80 años, pero también con aumentos empinados de demencia, Alzheimer y otros deterioros cerebrales.

¿Qué pasaría si elegimos rutinas que cubran ambos flancos en forma integral? En alguna medida ya lo hacemos con cualquier práctica de bienestar: correr o ir al gimnasio traen beneficios cognitivos, por ejemplo. Pero hay personas que se toman muy en serio este doble entrenamiento en simultáneo o “carambola física y mental” en su rutina diaria.

Un caso interesante es el de Fernando Laviz, que con más de 60 años pasa la mitad del tiempo en Buenos Aires y la otra mitad en Irlanda, con su pareja que es profesora en la pequeña ciudad de Tralee. Laviz, dueño de la librería Zivals de Corrientes y Callao, cuenta que durante la mayor parte de su vida tuvo sobrepeso y no le dio mucha importancia a moverse.

Nunca pudo correr más de 10 minutos. Pero algo cambió en la segunda mitad de su vida. A los 45 años corrió su primera maratón y a los 55, gracias a un programa que siguió online con al catalán Roberto Sánchez, del “Laboratorio de Movimientos”, pudo hacer por primera vez la vertical. “Hace ya varios años que aumentar la movilidad general de todo el cuerpo se volvió una prioridad absoluta de mi agenda de bienestar”, cuenta. Hacer la vertical implica desafíos muy importantes a nivel físico, pero también mental: es perder el miedo y ejercitar la valentía. Involucra fuerza, disciplina, equilibrio pero también sobreponerse a trabas mentales.

Laviz, que va casi todos los días a un gimnasio que le queda cerca, no lo llama “entrenar” ni “hacer deporte”, sino que para él se trata de otra cosa: pongámosle tentativamente “movimiento inteligente”. Hoy su mayor riesgo es pasarse de rosca y lesionarse, algo muy común en hombres y mujeres de más de 50 que entrenan más que a los 20.

Su gurú catalán le enseñó a moverse todo el día, más allá del tiempo de gimnasio: arranca su jornada con una hora en la que va metiendo distintos ejercicios mientras se cambia, se prepara el mate y empieza con su rutina diaria de trabajo. Otras personas se mentalizan para subir o bajar por la escalera, caminan si son menos de X cuadras: la idea es sumar movimiento fuera de las “cajas” de tiempo que uno se asigna para la actividad física tradicional.

El alimento rico en calcio, proteínas y vitaminas que es clave consumir después de los 50

La complejidad de la salsa

Otro caso de elección de “carambola consciente entre cuerpo y mente” es el físico y tecnólogo ruso Andrei Vazhnov. Fue alumno prodigio en la universidad de Física de Moscú, programador en Silicon Valley y quant (genio matemático) en Wall Street. Pero su momento de gloria en las redes sociales llegó por un camino insospechado: a través de un tutorial teórico-práctico para bailar salsa, que subió a Youtube hace 15 años y ya acumula más de 700 mil visualizaciones.

Vazhnov recordó que tomó la decisión de aprender a bailar ese ritmo hace 15 años, luego de leer el libro A User’s Guide to the Brain, de John Ratey. En un capítulo el autor explica que el cerebro evolucionó principalmente para controlar movimientos complejos con su entorno, y que esa es la base de todas las mejoras cognitivas que luego fueron apareciendo.

“Bailar con alguien es algo mucho más complejo de lo que se piensa: en salsa por ejemplo hay que prestar atención a tres coordenadas propias, X, Y y alpha, donde alpha es el ángulo rotacional; que se suman a las tres de tu pareja y a una séptima variable, la música”, dice. El universo de combinaciones posibles se vuelve casi infinito. Y agrega: “Cuanto más difícil nos resulta la actividad de movimiento a aprender (salsa, un instrumento, lo que sea) más beneficios va a generar en preservar la agilidad del cerebro”.

Bailar inclusive puede ser mejor para la depresión que hacer ejercicio físico, según se reveló en un muy reciente estudio.

Hay mucha literatura e investigación que resalta cómo la mente y el cuerpo interactúan de formas más intensas y sofisticadas de lo que se creía. Barbara Tversky escribió La mente en movimiento: cómo las acciones moldean el pensamiento. La autora, profesora de psicología de Stanford y Columbia, argumenta que los movimientos y la coordinación espacial anteceden en términos evolutivos a otras funciones cognitivas y son más importantes y efectivas que, por ejemplo, la habilidad de hablar: el lenguaje se queda corto al lado de una visualización, un gesto dice más que mil palabras. El pensamiento espacial está directamente ligado al matemático: enseñarlo a través de actividad física mejora la performance con los números, sostiene la autora, en otro insight.

Bailar puede ser mejor para la depresión que hacer ejercicio físico, según se reveló en un muy reciente estudio

El divulgador de innovación y longevidad David Sinclair suele repetir que la agenda actual de bienestar está muy inclinada hacia lo físico (hacer ejercicio, dietas, etc.) y poco hacia lo mental (no entrenar lo suficiente varias funciones cognitivas). Sinclair exagera para mostrar el punto: vamos a un mundo con récord de maratonistas de 80 años, pero también con aumentos empinados de demencia, Alzheimer y otros deterioros cerebrales.

¿Qué pasaría si elegimos rutinas que cubran ambos flancos en forma integral? En alguna medida ya lo hacemos con cualquier práctica de bienestar: correr o ir al gimnasio traen beneficios cognitivos, por ejemplo. Pero hay personas que se toman muy en serio este doble entrenamiento en simultáneo o “carambola física y mental” en su rutina diaria.

Un caso interesante es el de Fernando Laviz, que con más de 60 años pasa la mitad del tiempo en Buenos Aires y la otra mitad en Irlanda, con su pareja que es profesora en la pequeña ciudad de Tralee. Laviz, dueño de la librería Zivals de Corrientes y Callao, cuenta que durante la mayor parte de su vida tuvo sobrepeso y no le dio mucha importancia a moverse.

Nunca pudo correr más de 10 minutos. Pero algo cambió en la segunda mitad de su vida. A los 45 años corrió su primera maratón y a los 55, gracias a un programa que siguió online con al catalán Roberto Sánchez, del “Laboratorio de Movimientos”, pudo hacer por primera vez la vertical. “Hace ya varios años que aumentar la movilidad general de todo el cuerpo se volvió una prioridad absoluta de mi agenda de bienestar”, cuenta. Hacer la vertical implica desafíos muy importantes a nivel físico, pero también mental: es perder el miedo y ejercitar la valentía. Involucra fuerza, disciplina, equilibrio pero también sobreponerse a trabas mentales.

Laviz, que va casi todos los días a un gimnasio que le queda cerca, no lo llama “entrenar” ni “hacer deporte”, sino que para él se trata de otra cosa: pongámosle tentativamente “movimiento inteligente”. Hoy su mayor riesgo es pasarse de rosca y lesionarse, algo muy común en hombres y mujeres de más de 50 que entrenan más que a los 20.

Su gurú catalán le enseñó a moverse todo el día, más allá del tiempo de gimnasio: arranca su jornada con una hora en la que va metiendo distintos ejercicios mientras se cambia, se prepara el mate y empieza con su rutina diaria de trabajo. Otras personas se mentalizan para subir o bajar por la escalera, caminan si son menos de X cuadras: la idea es sumar movimiento fuera de las “cajas” de tiempo que uno se asigna para la actividad física tradicional.

El alimento rico en calcio, proteínas y vitaminas que es clave consumir después de los 50

La complejidad de la salsa

Otro caso de elección de “carambola consciente entre cuerpo y mente” es el físico y tecnólogo ruso Andrei Vazhnov. Fue alumno prodigio en la universidad de Física de Moscú, programador en Silicon Valley y quant (genio matemático) en Wall Street. Pero su momento de gloria en las redes sociales llegó por un camino insospechado: a través de un tutorial teórico-práctico para bailar salsa, que subió a Youtube hace 15 años y ya acumula más de 700 mil visualizaciones.

Vazhnov recordó que tomó la decisión de aprender a bailar ese ritmo hace 15 años, luego de leer el libro A User’s Guide to the Brain, de John Ratey. En un capítulo el autor explica que el cerebro evolucionó principalmente para controlar movimientos complejos con su entorno, y que esa es la base de todas las mejoras cognitivas que luego fueron apareciendo.

“Bailar con alguien es algo mucho más complejo de lo que se piensa: en salsa por ejemplo hay que prestar atención a tres coordenadas propias, X, Y y alpha, donde alpha es el ángulo rotacional; que se suman a las tres de tu pareja y a una séptima variable, la música”, dice. El universo de combinaciones posibles se vuelve casi infinito. Y agrega: “Cuanto más difícil nos resulta la actividad de movimiento a aprender (salsa, un instrumento, lo que sea) más beneficios va a generar en preservar la agilidad del cerebro”.

Bailar inclusive puede ser mejor para la depresión que hacer ejercicio físico, según se reveló en un muy reciente estudio.

Hay mucha literatura e investigación que resalta cómo la mente y el cuerpo interactúan de formas más intensas y sofisticadas de lo que se creía. Barbara Tversky escribió La mente en movimiento: cómo las acciones moldean el pensamiento. La autora, profesora de psicología de Stanford y Columbia, argumenta que los movimientos y la coordinación espacial anteceden en términos evolutivos a otras funciones cognitivas y son más importantes y efectivas que, por ejemplo, la habilidad de hablar: el lenguaje se queda corto al lado de una visualización, un gesto dice más que mil palabras. El pensamiento espacial está directamente ligado al matemático: enseñarlo a través de actividad física mejora la performance con los números, sostiene la autora, en otro insight.

Bailar puede ser mejor para la depresión que hacer ejercicio físico, según se reveló en un muy reciente estudio El bienestar integral no se alcanza solo corriendo kilómetros o levantando peso: movernos también puede ser un ejercicio cognitivo  LA NACION

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