Las torpezas de las fuerzas del cielo

Javier Milei no llegó al poder a pesar de ser una figura ajena a la política, sino por ser una figura ajena a la política. La distancia con la cultura y los procedimientos de la dirigencia convencional, en vez de ser vista como un déficit, fue valorada como una virtud. Eso indicaba, y acaso siga indicando, el tamaño del repudio de la sociedad frente a la élite. Sin embargo, el mérito atribuido a Milei comienza a convertirse en un costo cada día más perjudicial. La falta de pericia para administrar el poder se hace sentir en estos días en las dos operaciones más relevantes que encaró el Presidente desde que llegó a la Casa Rosada. Una pertenece al sagrado reino de la economía. La otra, al de la institucionalidad. La primera es el control de una variable tan sensible como la cotización del dólar. La segunda, el intento de cubrir las vacantes de la Corte Suprema de Justicia. Ambas operaciones están bajo amenaza. Pero el riesgo no se debe a que el Gobierno no puede alcanzar lo que se propone, sino a que no sabe cómo hacerlo. O, para plantearlo con mayor precisión, a que toma caminos que lo extravían de objetivos que tiene al alcance de la mano. El problema de las Fuerzas del Cielo no es que sean fantasiosas. Son torpes.
Aunque la aprobación por parte de la Cámara de Diputados del DNU que habilita al Gobierno a firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional llevó tranquilidad al sistema financiero, el mercado cambiario siguió ayer inquieto, después de la preocupante jornada del martes. Los especialistas atribuyen la inestabilidad a un atolondramiento del oficialismo. En especial, de Luis “Toto” Caputo. La secuencia es conocida. Comenzó con el desasosiego de Milei y su ministro frente a la turbulencia financiera que se desató, sobre todo en las bolsas, a raíz de las novedades que introdujo Donald Trump en la economía internacional. Ese paisaje riesgoso aconsejó a las autoridades comunicar alguna novedad alentadora. Así fue que el Presidente anunció ante la Asamblea Legislativa el envío de un DNU para convalidar el entendimiento con el Fondo.
Como la negociación todavía estaba en marcha, es posible que esa noticia haya sido muy prematura. El cuadro se agravó cuando dos sábados atrás, en una entrevista con Horacio Cabak, el ministro de Economía informó que el crawling peg sería cancelado, pero que no había que temer turbulencia cambiaria alguna. Arguyó que el dólar seguiría estable porque, contra lo que opinan numerosos expertos, en la plaza escasean los pesos para provocar una corrida. El sentido común indicaba que Caputo estaba adelantando, sin dar precisiones, el levantamiento del cepo. Era coherente con uno de los considerandos del DNU, que afirma que la intervención del mercado de cambios “reduce la eficiencia de la economía y dificulta la inversión de largo plazo”. Anteayer Caputo siguió en la misma línea, admitiendo que habrá una liberalización e intentando disipar temores al rechazar una depreciación de la moneda. ¿Él desconoce el efecto que tienen siempre esas desmentidas?
Quienes están al tanto del ritmo de las negociaciones aseguran que el acuerdo con el Fondo no estará concluido antes del 15 de abril. ¿Qué sentido tenía, entonces, hacer saber con tanta antelación que habría cambios en el régimen cambiario? Con esas declaraciones prematuras, explican los especialistas, Caputo indujo a que todo el mundo tome precauciones desmontando sus posiciones en pesos para esperar las novedades en dólares. Al mismo tiempo, los importadores, advertidos de que la divisa acaso se encarezca, adelantan sus operaciones para adquirir su mercadería con un dólar más barato. La premura convive con la imprecisión. ¿Con qué amplitud se va a liberar el mercado cambiario? ¿Beneficiará a todos los agentes económicos o sólo a las empresas? ¿Alcanzará a las multinacionales que quieren girar dividendos? ¿La cotización del dólar estará acotada a bandas? ¿Esas bandas tendrán un piso fijado por el Fondo para corregir el atraso cambiario sobre el que el mismo Fondo viene alertando? ¿Qué volumen tendrá la ayuda que recibirá la Argentina para fortalecer las reservas del Banco Central? Estas incógnitas, que todavía no se pueden despejar, siembran más incertidumbre. Y condujeron a un escenario muy temido: una disparada de 2% en un solo día del contado con liquidación, que determina la ampliación de la brecha entre esa cotización y la del dólar oficial. Allí anida la gran distorsión que introduce el cepo: castiga al exportador y subsidia al importador. Por lo tanto, induce a conductas dañinas para el equilibrio del sistema. En definitiva, Caputo sopló y sopló hasta producir su propia tormenta. La ansiedad del trader.
En el plano judicial la impericia ha sido todavía mayor. Ayer Victoria Villarruel citó, en su condición de presidenta del Senado, a una sesión para el 3 de abril, a las 2 de la tarde, que estará destinada a tratar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla como ministros de la Corte. Antes de que se conociera esa convocatoria, Oscar Parrilli, que es el dirigente que mejor expresa las posiciones de Cristina Kirchner, adelantó que, según sus cálculos, ninguno de los dos candidatos alcanzará los dos tercios de los votos, que es la mayoría que se necesita para aprobarlos. También adelantó, convalidando lo anterior, que el peronismo, o al menos el kirchnerismo, votará en contra de ambos.
Si bien para la política argentina el 3 abril constituye el largo plazo, la declaración de Parrilli es un nuevo indicio de que el acuerdo senatorial para Lijo y García-Mansilla es cada vez más improbable. Para rechazar un pliego alcanza con 25 votos en contra. Cristina Kirchner cuenta con 24 que le responden con gran disciplina, en un bloque de 34. Quiere decir que faltaría un senador más para que el pronóstico de Parrilli se cumpla. Es muy poco.
En el caso de García-Mansilla no es una novedad. Desde el punto de partida estuvo claro que su postulación no conseguiría la aprobación del kirchnerismo, por razones ideológicas. Si la profecía de Parrilli se verifica, la situación de García-Mansilla será controvertida. Los expertos más cercanos a la señora de Kirchner aseguran que el rechazo del Senado significa su salida de la Corte. Pero hay juristas que alegan que este magistrado, que fue designado en comisión y que ayer firmó por primera vez un fallo, sólo podría ser removido por una condena producida en un juicio político, como establece la Constitución para cualquier juez del máximo tribunal. De ser así, García-Mansilla podría seguir en su puesto hasta noviembre, cuando vence el decreto que lo designó. Respuesta de un experto kirchnerista: “Si aceptamos esa teoría, cualquier presidente estaría habilitado para nombrar jueces de manera indefinida, eludiendo al Senado, con sólo firmar un decreto todos los años”.
La situación de Lijo es más compleja, porque incluye un grave malentendido. Milei cometió un error al comienzo del proceso. No advirtió que Ricardo Lorenzetti, que le propuso a Lijo, no contaba con los 48 votos necesarios para hacerlo juez de la Corte. Un colaborador muy cercano confiesa: “El Presidente se dio cuenta hace ya tiempo que Lorenzetti le vendió un auto en mal estado”. En rigor, Milei no advirtió que no debía negociar con Lorenzetti sino con Cristina Kirchner, que tiene la llave de los dos tercios del Senado. Un dato bastante elemental.
Además de ignorar esta clave básica de la jugada política, el Presidente no contó con información indispensable. Nadie le hizo notar, por ejemplo, que la expresidenta detesta a Lorenzetti. No sólo porque, siendo presidente de la Corte, se fotografió con Sergio Moro y con Claudio Bonadio, sugiriendo que el argentino debía condenarla, como el brasileño condenó Lula da Silva. También porque el año pasado Lorenzetti falló en contra de ella en cuatro oportunidades. ¿Lijo, haría algo distinto cuando llegara la ocasión? Más comprensible es que Milei tampoco conociera este dato, que está muy poco difundido: Máximo Kirchner odia a Lijo por algunas inconductas típicas de ese juez federal en una causa que lo afectaba. Conclusión: el Gobierno rebotó contra una pared cuando intentó que Cristina Kirchner aceptara que la Casa Rosada eligiera su propio candidato, García-Mansilla, y también el de ella: Lijo. A pesar de que estos desaciertos están a punto de frustrar su candidatura, el tenaz Lijo sigue peleando por ella. Lo hace a su modo: amenazando con causas que puedan complicar a algunos de los senadores que tienen que votarlo, como explicó Gustavo Ybarra el lunes pasado en LA NACION.
Si la propuesta de llevar a Lijo a la Corte termina en un fracaso, Milei tendrá mucho que reprochar a Lorenzetti. El expresidente de la Corte sometió al Gobierno a un desgaste extraordinario, inoculándole las bacterias que se acumulan en Comodoro Py, ciénaga de la que Lijo es, acaso, el representante más perfecto. El Presidente paga un costo específico que va a tener que revertir: Lijo es un enemigo declarado de Carlos Rosenkrantz y lo era de Juan Carlos Maqueda. En su juzgado se fraguaron expedientes destinados a involucrarlos en problemas penales imaginarios. Esa causa, en el caso de Rosenkrantz, sigue abierta. Al mismo tiempo, es muy conocida la enemistad que reina entre Lorenzetti y los ministros Horacio Rosatti y Rosenkrantz. Síntesis: Milei quedó atrapado en peleas ajenas que, es muy probable, ni siquiera conocía.
En los tribunales diagnostican que son días amargos para Lorenzetti. Ayer la Cámara de Casación dejó la investigación sobre la escabrosísima conducta del juez federal rosarino Marcelo Bailaque en manos de Eduardo Rodríguez da Cruz, que viene desarrollando una tarea tan ejemplar como riesgosa. Bailaque está sospechado de ser cómplice de narcotraficantes a los que debía investigar. Rodríguez da Cruz fue respaldado por los camaristas Juan Carlos Gemignani y Diego Barroetaveña. Como era de esperar, votó en contra el polémico boxindanga Carlos Mahiques. Un experto en estas tramas lo explicó así: “Es la lealtad con la mesa de Gardiner, los amigos de Bailaque: Lorenzetti, Busaniche y compañía”. Habladurías.
La ratificación de Rodríguez da Cruz coincidió con otra novedad estruendosa: el extitular de la AFIP santafesina, hoy ARCA, Carlos Vaudagna, aceptó colaborar como arrepentido con los fiscales que investigan ocho mega causas de corrupción, varias de las cuales comprometen mucho al juez Bailaque. Mal timing del boxindanga. Como se ve, no todo lo que reluce es Lijo.
No hay que descartar que, de la cadena de errores que cometió en la promoción de ese desprestigiado juez, la Casa Rosada saque una lección y busque impulso para un nuevo curso de acción. Es decir, no hay que descartar que, superado el proceso electoral, Milei busque un acuerdo institucional, con Cristina Kirchner como principal interlocutora. Sería la continuidad de conversaciones que hasta ahora fracasaron. Pero que podrían recrearse después del eventual hundimiento de la propuesta Lijo/García-Mansilla. La negociación tendría, en principio, dos actores principales. El “Mago del Kremlin”, Santiago Caputo, por el oficialismo, y Juan Martín Mena, que es el ministro de Justicia bonaerense, por el kirchnerismo. Mena es la persona más cercana a la expresidenta en cuestiones judiciales. Acaso la única en la que ella confía en plenitud. Caputo es el jefe político del viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, a quien Mena entregó el despacho que ahora ocupa, ya que fue viceministro en la gestión de Alberto Fernández.
La agenda de esta negociación, todavía muy potencial, sería mucho más amplia que la cobertura de vacantes de la Corte. Podría contemplar la ampliación del tribunal. Y, con más seguridad, la designación del procurador general de la Nación. Es el jefe de los fiscales. Se trata de un cargo estratégico. El procurador dictamina sobre las causas que llegan a la Corte. Y cuenta con un caudal de información a la que no se accede en ninguna otra dependencia del Estado. Ese poder, además, está destinado a agigantarse si el Ministerio de Justicia persiste en la implementación del procedimiento acusatorio. Es decir, si insiste en que las investigaciones judiciales sean conducidas por los fiscales, reduciendo a los jueces a meros custodios de las garantías previstas en las leyes. Esa revolución institucional hasta ahora se viene llevando a cabo por los márgenes. Pero anteayer Mariano Cúneo Libarona anunció que pretende llevarla al corazón del sistema: Comodoro Py. Allí ese propósito se siente como una agresión. Y el horno no está para bollos. En esos tribunales el rechazo a Lijo se interpreta también como una falta de respeto.
El establecimiento de un eje entre Milei y la señora de Kirchner se insinúa en el momento en que La Libertad Avanza pretende jubilar a Mauricio Macri como líder operativo. El ataque tiene como blanco la ciudad de Buenos Aires, que es la principal base de poder del expresidente. Macri está afectado por varios factores. Uno es la dificultad de su primo, Jorge, para sostener la imagen de su gestión como jefe de Gobierno. Además, no sólo se dispersó Juntos por el Cambio, sino que ahora se desgrana el Pro. Ahí está la candidatura a legislador con lista propia de Horacio Rodríguez Larreta. ¿Existen otras disidencias, más larvadas? La pregunta tiene que ver con la novedad que produjeron los Milei, Javier y Karina, el lunes pasado: divulgaron una foto con Cristian Ritondo, el entrañable “Pucho”, y Diego Santilli. Era el testimonio de la reunión en la que esos dos dirigentes entregaban en la mesa del poder al Pro de la provincia de Buenos Aires.
La jugada no podría ser más agresiva para Macri. En el momento en que él intenta fortalecerse ante el ataque porteño de Milei, Ritondo y Santilli le arrebatan de las manos una carta estratégica en la negociación: la amenaza de llevar la ruptura a la batalla bonaerense, donde el kirchnerismo vería ampliadas sus posibilidades de ganar. Sobre todo porque es difícil que haya una ruptura entre la expresidenta y Axel Kicillof. O, para formularlo mejor, es difícil que Kicillof pueda agredir a su antigua jefa separando las elecciones de la provincia de las nacionales. ¿Por qué? Porque la Justicia electoral no lo aceptaría. Al menos eso es lo que trasciende del despacho Hilda Kogan, la ministra de la Corte provincial que está a cargo de organizar las elecciones.
Ritondo y Santilli comunicaron esta semana, con esa foto, que la amenaza que podría plantear Macri ya no existe. ¿Le avisaron a Macri que lo entregarían de esa manera? Santilli seguro que no. Ritondo, al parecer, le avisó que iría a la reunión con el Gobierno. Pero no pidió permiso y, mucho menos, instrucciones. Esa irreverencia fue tan llamativa que hasta ayer a la tarde circulaban versiones afirmando que el pacto bonaerense era la primera puntada de un acuerdo porteño entre Milei y Macri. Pero anoche Pro presentó su propia alianza electoral, que competirá contra la de La Libertad Avanza. Ahora a Macri le queda el desafío de conseguir un candidato competitivo. Dicen que María Eugenia Vidal le dice “no”. ¿Irá Fernán Quirós? A Macri no le gusta.
García-Mansilla firmó su primer fallo en la Corte con un voto contra el narcomenudeo
Son las dificultades que encuentra el expresidente para una estrategia que remataría en octubre. Él espera que Pro realice una buena elección local el 18 de mayo para hacerle ver a Milei que está obligado a aliarse en los comicios para senador y diputados nacionales. También en la Ciudad hay una amenaza: es la oferta de la renovación peronista que elabora Juan Manuel Olmos detrás de la candidatura de Leandro Santoro para la Legislatura porteña.
El laberinto porteño es la sede de un duelo que se traslada al diseño nacional de la política. Y ese diseño, a la vez, se proyecta sobre la gobernabilidad del oficialismo más allá de las elecciones de este año. Aun si realiza una excelente elección, lo cual es muy probable, Milei no contará con más de 85 diputados nacionales. Quiere decir que seguirá necesitando del acuerdo de otras fuerzas: el Pro de Macri, los radicales dialoguistas de Rodrigo de Loredo, peronistas amigables como Miguel Pichetto o Emilio Monzó. Sin ellos le será difícil convencer al mercado de que realizará las reformas que requiere su política económica para tener éxito. ¿Las turbulencias cambiarias de estos días están inspiradas, siquiera de manera subliminal, por la conflictividad política del Gobierno? ¿La discordia con Macri anticipa que será difícil armar un oficialismo eficaz para 2026 y 2027? Hay que detenerse ante estas preguntas. Hay que detenerse ante el misterio.
Javier Milei no llegó al poder a pesar de ser una figura ajena a la política, sino por ser una figura ajena a la política. La distancia con la cultura y los procedimientos de la dirigencia convencional, en vez de ser vista como un déficit, fue valorada como una virtud. Eso indicaba, y acaso siga indicando, el tamaño del repudio de la sociedad frente a la élite. Sin embargo, el mérito atribuido a Milei comienza a convertirse en un costo cada día más perjudicial. La falta de pericia para administrar el poder se hace sentir en estos días en las dos operaciones más relevantes que encaró el Presidente desde que llegó a la Casa Rosada. Una pertenece al sagrado reino de la economía. La otra, al de la institucionalidad. La primera es el control de una variable tan sensible como la cotización del dólar. La segunda, el intento de cubrir las vacantes de la Corte Suprema de Justicia. Ambas operaciones están bajo amenaza. Pero el riesgo no se debe a que el Gobierno no puede alcanzar lo que se propone, sino a que no sabe cómo hacerlo. O, para plantearlo con mayor precisión, a que toma caminos que lo extravían de objetivos que tiene al alcance de la mano. El problema de las Fuerzas del Cielo no es que sean fantasiosas. Son torpes.
Aunque la aprobación por parte de la Cámara de Diputados del DNU que habilita al Gobierno a firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional llevó tranquilidad al sistema financiero, el mercado cambiario siguió ayer inquieto, después de la preocupante jornada del martes. Los especialistas atribuyen la inestabilidad a un atolondramiento del oficialismo. En especial, de Luis “Toto” Caputo. La secuencia es conocida. Comenzó con el desasosiego de Milei y su ministro frente a la turbulencia financiera que se desató, sobre todo en las bolsas, a raíz de las novedades que introdujo Donald Trump en la economía internacional. Ese paisaje riesgoso aconsejó a las autoridades comunicar alguna novedad alentadora. Así fue que el Presidente anunció ante la Asamblea Legislativa el envío de un DNU para convalidar el entendimiento con el Fondo.
Como la negociación todavía estaba en marcha, es posible que esa noticia haya sido muy prematura. El cuadro se agravó cuando dos sábados atrás, en una entrevista con Horacio Cabak, el ministro de Economía informó que el crawling peg sería cancelado, pero que no había que temer turbulencia cambiaria alguna. Arguyó que el dólar seguiría estable porque, contra lo que opinan numerosos expertos, en la plaza escasean los pesos para provocar una corrida. El sentido común indicaba que Caputo estaba adelantando, sin dar precisiones, el levantamiento del cepo. Era coherente con uno de los considerandos del DNU, que afirma que la intervención del mercado de cambios “reduce la eficiencia de la economía y dificulta la inversión de largo plazo”. Anteayer Caputo siguió en la misma línea, admitiendo que habrá una liberalización e intentando disipar temores al rechazar una depreciación de la moneda. ¿Él desconoce el efecto que tienen siempre esas desmentidas?
Quienes están al tanto del ritmo de las negociaciones aseguran que el acuerdo con el Fondo no estará concluido antes del 15 de abril. ¿Qué sentido tenía, entonces, hacer saber con tanta antelación que habría cambios en el régimen cambiario? Con esas declaraciones prematuras, explican los especialistas, Caputo indujo a que todo el mundo tome precauciones desmontando sus posiciones en pesos para esperar las novedades en dólares. Al mismo tiempo, los importadores, advertidos de que la divisa acaso se encarezca, adelantan sus operaciones para adquirir su mercadería con un dólar más barato. La premura convive con la imprecisión. ¿Con qué amplitud se va a liberar el mercado cambiario? ¿Beneficiará a todos los agentes económicos o sólo a las empresas? ¿Alcanzará a las multinacionales que quieren girar dividendos? ¿La cotización del dólar estará acotada a bandas? ¿Esas bandas tendrán un piso fijado por el Fondo para corregir el atraso cambiario sobre el que el mismo Fondo viene alertando? ¿Qué volumen tendrá la ayuda que recibirá la Argentina para fortalecer las reservas del Banco Central? Estas incógnitas, que todavía no se pueden despejar, siembran más incertidumbre. Y condujeron a un escenario muy temido: una disparada de 2% en un solo día del contado con liquidación, que determina la ampliación de la brecha entre esa cotización y la del dólar oficial. Allí anida la gran distorsión que introduce el cepo: castiga al exportador y subsidia al importador. Por lo tanto, induce a conductas dañinas para el equilibrio del sistema. En definitiva, Caputo sopló y sopló hasta producir su propia tormenta. La ansiedad del trader.
En el plano judicial la impericia ha sido todavía mayor. Ayer Victoria Villarruel citó, en su condición de presidenta del Senado, a una sesión para el 3 de abril, a las 2 de la tarde, que estará destinada a tratar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla como ministros de la Corte. Antes de que se conociera esa convocatoria, Oscar Parrilli, que es el dirigente que mejor expresa las posiciones de Cristina Kirchner, adelantó que, según sus cálculos, ninguno de los dos candidatos alcanzará los dos tercios de los votos, que es la mayoría que se necesita para aprobarlos. También adelantó, convalidando lo anterior, que el peronismo, o al menos el kirchnerismo, votará en contra de ambos.
Si bien para la política argentina el 3 abril constituye el largo plazo, la declaración de Parrilli es un nuevo indicio de que el acuerdo senatorial para Lijo y García-Mansilla es cada vez más improbable. Para rechazar un pliego alcanza con 25 votos en contra. Cristina Kirchner cuenta con 24 que le responden con gran disciplina, en un bloque de 34. Quiere decir que faltaría un senador más para que el pronóstico de Parrilli se cumpla. Es muy poco.
En el caso de García-Mansilla no es una novedad. Desde el punto de partida estuvo claro que su postulación no conseguiría la aprobación del kirchnerismo, por razones ideológicas. Si la profecía de Parrilli se verifica, la situación de García-Mansilla será controvertida. Los expertos más cercanos a la señora de Kirchner aseguran que el rechazo del Senado significa su salida de la Corte. Pero hay juristas que alegan que este magistrado, que fue designado en comisión y que ayer firmó por primera vez un fallo, sólo podría ser removido por una condena producida en un juicio político, como establece la Constitución para cualquier juez del máximo tribunal. De ser así, García-Mansilla podría seguir en su puesto hasta noviembre, cuando vence el decreto que lo designó. Respuesta de un experto kirchnerista: “Si aceptamos esa teoría, cualquier presidente estaría habilitado para nombrar jueces de manera indefinida, eludiendo al Senado, con sólo firmar un decreto todos los años”.
La situación de Lijo es más compleja, porque incluye un grave malentendido. Milei cometió un error al comienzo del proceso. No advirtió que Ricardo Lorenzetti, que le propuso a Lijo, no contaba con los 48 votos necesarios para hacerlo juez de la Corte. Un colaborador muy cercano confiesa: “El Presidente se dio cuenta hace ya tiempo que Lorenzetti le vendió un auto en mal estado”. En rigor, Milei no advirtió que no debía negociar con Lorenzetti sino con Cristina Kirchner, que tiene la llave de los dos tercios del Senado. Un dato bastante elemental.
Además de ignorar esta clave básica de la jugada política, el Presidente no contó con información indispensable. Nadie le hizo notar, por ejemplo, que la expresidenta detesta a Lorenzetti. No sólo porque, siendo presidente de la Corte, se fotografió con Sergio Moro y con Claudio Bonadio, sugiriendo que el argentino debía condenarla, como el brasileño condenó Lula da Silva. También porque el año pasado Lorenzetti falló en contra de ella en cuatro oportunidades. ¿Lijo, haría algo distinto cuando llegara la ocasión? Más comprensible es que Milei tampoco conociera este dato, que está muy poco difundido: Máximo Kirchner odia a Lijo por algunas inconductas típicas de ese juez federal en una causa que lo afectaba. Conclusión: el Gobierno rebotó contra una pared cuando intentó que Cristina Kirchner aceptara que la Casa Rosada eligiera su propio candidato, García-Mansilla, y también el de ella: Lijo. A pesar de que estos desaciertos están a punto de frustrar su candidatura, el tenaz Lijo sigue peleando por ella. Lo hace a su modo: amenazando con causas que puedan complicar a algunos de los senadores que tienen que votarlo, como explicó Gustavo Ybarra el lunes pasado en LA NACION.
Si la propuesta de llevar a Lijo a la Corte termina en un fracaso, Milei tendrá mucho que reprochar a Lorenzetti. El expresidente de la Corte sometió al Gobierno a un desgaste extraordinario, inoculándole las bacterias que se acumulan en Comodoro Py, ciénaga de la que Lijo es, acaso, el representante más perfecto. El Presidente paga un costo específico que va a tener que revertir: Lijo es un enemigo declarado de Carlos Rosenkrantz y lo era de Juan Carlos Maqueda. En su juzgado se fraguaron expedientes destinados a involucrarlos en problemas penales imaginarios. Esa causa, en el caso de Rosenkrantz, sigue abierta. Al mismo tiempo, es muy conocida la enemistad que reina entre Lorenzetti y los ministros Horacio Rosatti y Rosenkrantz. Síntesis: Milei quedó atrapado en peleas ajenas que, es muy probable, ni siquiera conocía.
En los tribunales diagnostican que son días amargos para Lorenzetti. Ayer la Cámara de Casación dejó la investigación sobre la escabrosísima conducta del juez federal rosarino Marcelo Bailaque en manos de Eduardo Rodríguez da Cruz, que viene desarrollando una tarea tan ejemplar como riesgosa. Bailaque está sospechado de ser cómplice de narcotraficantes a los que debía investigar. Rodríguez da Cruz fue respaldado por los camaristas Juan Carlos Gemignani y Diego Barroetaveña. Como era de esperar, votó en contra el polémico boxindanga Carlos Mahiques. Un experto en estas tramas lo explicó así: “Es la lealtad con la mesa de Gardiner, los amigos de Bailaque: Lorenzetti, Busaniche y compañía”. Habladurías.
La ratificación de Rodríguez da Cruz coincidió con otra novedad estruendosa: el extitular de la AFIP santafesina, hoy ARCA, Carlos Vaudagna, aceptó colaborar como arrepentido con los fiscales que investigan ocho mega causas de corrupción, varias de las cuales comprometen mucho al juez Bailaque. Mal timing del boxindanga. Como se ve, no todo lo que reluce es Lijo.
No hay que descartar que, de la cadena de errores que cometió en la promoción de ese desprestigiado juez, la Casa Rosada saque una lección y busque impulso para un nuevo curso de acción. Es decir, no hay que descartar que, superado el proceso electoral, Milei busque un acuerdo institucional, con Cristina Kirchner como principal interlocutora. Sería la continuidad de conversaciones que hasta ahora fracasaron. Pero que podrían recrearse después del eventual hundimiento de la propuesta Lijo/García-Mansilla. La negociación tendría, en principio, dos actores principales. El “Mago del Kremlin”, Santiago Caputo, por el oficialismo, y Juan Martín Mena, que es el ministro de Justicia bonaerense, por el kirchnerismo. Mena es la persona más cercana a la expresidenta en cuestiones judiciales. Acaso la única en la que ella confía en plenitud. Caputo es el jefe político del viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, a quien Mena entregó el despacho que ahora ocupa, ya que fue viceministro en la gestión de Alberto Fernández.
La agenda de esta negociación, todavía muy potencial, sería mucho más amplia que la cobertura de vacantes de la Corte. Podría contemplar la ampliación del tribunal. Y, con más seguridad, la designación del procurador general de la Nación. Es el jefe de los fiscales. Se trata de un cargo estratégico. El procurador dictamina sobre las causas que llegan a la Corte. Y cuenta con un caudal de información a la que no se accede en ninguna otra dependencia del Estado. Ese poder, además, está destinado a agigantarse si el Ministerio de Justicia persiste en la implementación del procedimiento acusatorio. Es decir, si insiste en que las investigaciones judiciales sean conducidas por los fiscales, reduciendo a los jueces a meros custodios de las garantías previstas en las leyes. Esa revolución institucional hasta ahora se viene llevando a cabo por los márgenes. Pero anteayer Mariano Cúneo Libarona anunció que pretende llevarla al corazón del sistema: Comodoro Py. Allí ese propósito se siente como una agresión. Y el horno no está para bollos. En esos tribunales el rechazo a Lijo se interpreta también como una falta de respeto.
El establecimiento de un eje entre Milei y la señora de Kirchner se insinúa en el momento en que La Libertad Avanza pretende jubilar a Mauricio Macri como líder operativo. El ataque tiene como blanco la ciudad de Buenos Aires, que es la principal base de poder del expresidente. Macri está afectado por varios factores. Uno es la dificultad de su primo, Jorge, para sostener la imagen de su gestión como jefe de Gobierno. Además, no sólo se dispersó Juntos por el Cambio, sino que ahora se desgrana el Pro. Ahí está la candidatura a legislador con lista propia de Horacio Rodríguez Larreta. ¿Existen otras disidencias, más larvadas? La pregunta tiene que ver con la novedad que produjeron los Milei, Javier y Karina, el lunes pasado: divulgaron una foto con Cristian Ritondo, el entrañable “Pucho”, y Diego Santilli. Era el testimonio de la reunión en la que esos dos dirigentes entregaban en la mesa del poder al Pro de la provincia de Buenos Aires.
La jugada no podría ser más agresiva para Macri. En el momento en que él intenta fortalecerse ante el ataque porteño de Milei, Ritondo y Santilli le arrebatan de las manos una carta estratégica en la negociación: la amenaza de llevar la ruptura a la batalla bonaerense, donde el kirchnerismo vería ampliadas sus posibilidades de ganar. Sobre todo porque es difícil que haya una ruptura entre la expresidenta y Axel Kicillof. O, para formularlo mejor, es difícil que Kicillof pueda agredir a su antigua jefa separando las elecciones de la provincia de las nacionales. ¿Por qué? Porque la Justicia electoral no lo aceptaría. Al menos eso es lo que trasciende del despacho Hilda Kogan, la ministra de la Corte provincial que está a cargo de organizar las elecciones.
Ritondo y Santilli comunicaron esta semana, con esa foto, que la amenaza que podría plantear Macri ya no existe. ¿Le avisaron a Macri que lo entregarían de esa manera? Santilli seguro que no. Ritondo, al parecer, le avisó que iría a la reunión con el Gobierno. Pero no pidió permiso y, mucho menos, instrucciones. Esa irreverencia fue tan llamativa que hasta ayer a la tarde circulaban versiones afirmando que el pacto bonaerense era la primera puntada de un acuerdo porteño entre Milei y Macri. Pero anoche Pro presentó su propia alianza electoral, que competirá contra la de La Libertad Avanza. Ahora a Macri le queda el desafío de conseguir un candidato competitivo. Dicen que María Eugenia Vidal le dice “no”. ¿Irá Fernán Quirós? A Macri no le gusta.
García-Mansilla firmó su primer fallo en la Corte con un voto contra el narcomenudeo
Son las dificultades que encuentra el expresidente para una estrategia que remataría en octubre. Él espera que Pro realice una buena elección local el 18 de mayo para hacerle ver a Milei que está obligado a aliarse en los comicios para senador y diputados nacionales. También en la Ciudad hay una amenaza: es la oferta de la renovación peronista que elabora Juan Manuel Olmos detrás de la candidatura de Leandro Santoro para la Legislatura porteña.
El laberinto porteño es la sede de un duelo que se traslada al diseño nacional de la política. Y ese diseño, a la vez, se proyecta sobre la gobernabilidad del oficialismo más allá de las elecciones de este año. Aun si realiza una excelente elección, lo cual es muy probable, Milei no contará con más de 85 diputados nacionales. Quiere decir que seguirá necesitando del acuerdo de otras fuerzas: el Pro de Macri, los radicales dialoguistas de Rodrigo de Loredo, peronistas amigables como Miguel Pichetto o Emilio Monzó. Sin ellos le será difícil convencer al mercado de que realizará las reformas que requiere su política económica para tener éxito. ¿Las turbulencias cambiarias de estos días están inspiradas, siquiera de manera subliminal, por la conflictividad política del Gobierno? ¿La discordia con Macri anticipa que será difícil armar un oficialismo eficaz para 2026 y 2027? Hay que detenerse ante estas preguntas. Hay que detenerse ante el misterio.
La falta de pericia para administrar el poder se hace sentir en las dos operaciones más relevantes que encaró el Presidente desde que llegó a la Casa Rosada: el control del dólar y las vacantes de la Corte LA NACION