“Un inmigrante coreano con un sueño”: la historia de la icónica tienda de “moda rápida” que se declaró en quiebra esta semana

Esta historia comienza por el final, que es triste. La empresa estadounidense Forever 21, un verdadero imperio a nivel global de la llamada “moda rápida” (donde la indumentaria se produce velozmente y se vende a precios bajos) se declaró en bancarrota esta semana y anunció el cierre de sus 350 locales en tierra norteamericana.
Pero detrás de esta noticia de último momento hay también otra historia, que tiene que ver con la epopeya de los fundadores de esta icónica marca de indumentaria. Se trata de dos inmigrantes surcoreanos, Do Won Chang y su esposa Jin Sook Chang, que llegaron a los Estados Unidos a comienzos de la década del 80 sin dinero pero con la intención manifiesta de cumplir con el llamado “sueño americano”.
Y vaya si lo lograron: en 2016, gracias al éxito de su compañía que no paró de crecer desde su primer año de existencia, el matrimonio contaba con un patrimonio de casi 3000 millones de dólares y se encontraba en el puesto 222 de las personas más ricas del mundo que elabora la revista Forbes.
En busca del destino
Pero este éxito no fue inmediato, y requirió de sacrificios, trabajo exhaustivo y una visión de los negocios que le permitió avizorar a Do Won Chang qué rubro comercial debía abordar para lograr un bienestar económico perdurable. “Me di cuenta que la gente que conducía los mejores autos trabajaba en la industria de la ropa”, dijo Do Wong Chang en una entrevista en Los Ángeles Times.
La historia de Do Won y Jin Sook se remonta a su Corea del Sur natal, a comienzos de los 80. La nación se encontraba convulsionada, sin democracia y con pocas chances reales de crecer económicamente. “En aquel momento era imposible vivir dignamente en Corea del Sur, apenas existían oportunidades”, dijo Do Wong en una entrevista para Forbes del año 2016.
Ya por entonces, el futuro empresario empezó a pensar en buscar su destino en los Estados Unidos. Pero antes de arrancar a vivir allí una nueva etapa de su biografía, el joven, que entonces rondaba los 25 años, pensó que sería todo más sencillo si llegaba al país americano estando casado. Entonces, unos amigos le presentaron a Jin Sook y pronto acordaron su casamiento.
“Cuando accedimos a conocernos no era para tener una simple cita, sino con el propósito de terminar casándonos”, explicó el empresario en la citada entrevista, donde se aclara también que concertar un enlace matrimonial era una tradición habitual en Corea.
Tres trabajos para progresar
La pareja de recién casados se largó finalmente a la aventura. Primero, hicieron una parada en Hawaii, donde ambos -y también los padres de él- obtuvieron la Green Card que les permitió la residencia permanente en los Estados Unidos. Finalmente se radicaron en California, donde vivía la hermana de Do Won.
Allí, los dos recién llegados comenzaron de inmediato a buscar empleo. Él fue el primero en ser empleado, en un café, donde debía fregar platos, preparar comidas y atender las mesas. Tenía horario “de entrada”, a las 4 de la mañana, pero no sabía cuándo regresaría a su casa. Los 3 dólares que ganaba por hora no le alcanzaban para casi nada.
Entonces, sin dejar la primera ocupación y sin hablar muy bien el inglés, encontró trabajo en una estación de servicio. Y más tarde, a eso le sumó la limpieza de oficinas comerciales por las noches.
Dedicaba 19 horas diarias al trabajo, nada lo detenía. Jin Sook, por su parte, encontró empleo en una peluquería. Fue un alivio para ella, ya que continuó ejerciendo el mismo oficio con el que se ganaba la vida en Corea.
El vuelco a la indumentaria
Fue en su trabajo como playero en una estación de servicio donde el joven coreano empezó a consultar a los clientes con los mejores autos a qué se dedicaban. Y la respuesta, la mayoría de las veces, coincidía: se dedicaban a la industria de la ropa.
En un acto reflejo, buscó trabajo en una tienda de ropa con un propósito claro: aprender los secretos del oficio de la compra y venta de indumentaria.
“Traté a esa tienda como si fuese mi propio negocio, eso le gustó a mi jefe”, contó luego Do Won. Junto a su esposa, gracias a tres años de sacrificios y riguroso trabajo, logró juntar 11 mil dólares y decidió emprender.
La primera tienda
Con ese dinero, el matrimonio alquiló una tienda en Los Ángeles, cerca del departamento donde vivían. Se dedicaron entonces a comprar ropa al por mayor y muy barata a sus compatriotas coreanos, para después venderla a precios accesibles.
Aquella primera tienda, abierta en 1984, se llamó Fashion 21. La facturación del primer año sorprendió al matrimonio: 700 mil dólares, mucho más de lo que habían fantaseado. Do Won repetiría luego que en la tienda donde aprendió los secretos del negocio apenas llegaban a los 30 mil dólares anuales.
La vida de penurias y austeridad del matrimonio Chang quedó definitivamente en el pasado. De ahí en adelante, los esperaba un camino de prosperidad.
A partir de su primer local, que estaba dirigido específicamente a los coreano-norteamericanos, el negocio creció. Según la BBC, durante los primeros años los Chang abrían un nuevo local cada seis meses. Fue en aquella época cunado cambiaron el nombre de la marca por Forever 21, una firma que se convirtió en un verdadero imperio de la moda rápida: ropa barata, de relativa buena calidad y con diseños actuales.
Para tener una idea del crecimiento de la compañía, para el año 2019, Forever 21 contaba con 790 tiendas en 48 países.
La familia en la empresa
Para ese entonces, toda la familia Chang estaba embarcada en la empresa. Jin Sook, de muy bajo perfil, trabajaba en el departamento de marketing y aprovechaba cualquier ocasión para compartir con los clientes de la marca sus creencias religiosas. Durante años, las bolsas de Forever 21 llevaron impreso un versículo de la Biblia. “San Juan 3.16: De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”.
oLas dos hijas del matrimonio, Linda y Esther, después de graduarse en universidades de elite, también formarn parte del directorio de Forever 21.
“Un inmigrante con un sueño”
La relación de Forever 21 y los Chang, sus fundadores, finalizó en septiembre de 2019. Entonces, la compañía se declaró en quiebra por primera vez. Sin embargo, en febrero de 2020 fue comprada por un consorcio formado por los grupos inmobiliarios Simon Property Group y Brookfield y la firma de marketing Authentic Brands Group. Lo que pagaron estas firmas por la compra de la icónica marca de moda rápida fueron 81 millones de dólares.
A partir de allí, empezó otra historia para las ya tradicionales tiendas de ropa. A modo de lección, y como una moraleja surgida de su propia historia, Do Won Chang reflexionaba, en el año 2010, en una entrevista para Los Ángeles Times, concedida en su casa de Beverly Hills valuada en 16,5 millones de dólares: “Forever 21 da esperanza e inspiración a quienes llegan aquí (EEUU) con casi nada. Esa es una recompensa que me llena de humildad: el hecho de que inmigrantes que vienen a Estados Unidos, como yo, puedan ir a Forever 21 y saber que todo esto lo inició un simple inmigrante coreano con un sueño”.
Esta historia comienza por el final, que es triste. La empresa estadounidense Forever 21, un verdadero imperio a nivel global de la llamada “moda rápida” (donde la indumentaria se produce velozmente y se vende a precios bajos) se declaró en bancarrota esta semana y anunció el cierre de sus 350 locales en tierra norteamericana.
Pero detrás de esta noticia de último momento hay también otra historia, que tiene que ver con la epopeya de los fundadores de esta icónica marca de indumentaria. Se trata de dos inmigrantes surcoreanos, Do Won Chang y su esposa Jin Sook Chang, que llegaron a los Estados Unidos a comienzos de la década del 80 sin dinero pero con la intención manifiesta de cumplir con el llamado “sueño americano”.
Y vaya si lo lograron: en 2016, gracias al éxito de su compañía que no paró de crecer desde su primer año de existencia, el matrimonio contaba con un patrimonio de casi 3000 millones de dólares y se encontraba en el puesto 222 de las personas más ricas del mundo que elabora la revista Forbes.
En busca del destino
Pero este éxito no fue inmediato, y requirió de sacrificios, trabajo exhaustivo y una visión de los negocios que le permitió avizorar a Do Won Chang qué rubro comercial debía abordar para lograr un bienestar económico perdurable. “Me di cuenta que la gente que conducía los mejores autos trabajaba en la industria de la ropa”, dijo Do Wong Chang en una entrevista en Los Ángeles Times.
La historia de Do Won y Jin Sook se remonta a su Corea del Sur natal, a comienzos de los 80. La nación se encontraba convulsionada, sin democracia y con pocas chances reales de crecer económicamente. “En aquel momento era imposible vivir dignamente en Corea del Sur, apenas existían oportunidades”, dijo Do Wong en una entrevista para Forbes del año 2016.
Ya por entonces, el futuro empresario empezó a pensar en buscar su destino en los Estados Unidos. Pero antes de arrancar a vivir allí una nueva etapa de su biografía, el joven, que entonces rondaba los 25 años, pensó que sería todo más sencillo si llegaba al país americano estando casado. Entonces, unos amigos le presentaron a Jin Sook y pronto acordaron su casamiento.
“Cuando accedimos a conocernos no era para tener una simple cita, sino con el propósito de terminar casándonos”, explicó el empresario en la citada entrevista, donde se aclara también que concertar un enlace matrimonial era una tradición habitual en Corea.
Tres trabajos para progresar
La pareja de recién casados se largó finalmente a la aventura. Primero, hicieron una parada en Hawaii, donde ambos -y también los padres de él- obtuvieron la Green Card que les permitió la residencia permanente en los Estados Unidos. Finalmente se radicaron en California, donde vivía la hermana de Do Won.
Allí, los dos recién llegados comenzaron de inmediato a buscar empleo. Él fue el primero en ser empleado, en un café, donde debía fregar platos, preparar comidas y atender las mesas. Tenía horario “de entrada”, a las 4 de la mañana, pero no sabía cuándo regresaría a su casa. Los 3 dólares que ganaba por hora no le alcanzaban para casi nada.
Entonces, sin dejar la primera ocupación y sin hablar muy bien el inglés, encontró trabajo en una estación de servicio. Y más tarde, a eso le sumó la limpieza de oficinas comerciales por las noches.
Dedicaba 19 horas diarias al trabajo, nada lo detenía. Jin Sook, por su parte, encontró empleo en una peluquería. Fue un alivio para ella, ya que continuó ejerciendo el mismo oficio con el que se ganaba la vida en Corea.
El vuelco a la indumentaria
Fue en su trabajo como playero en una estación de servicio donde el joven coreano empezó a consultar a los clientes con los mejores autos a qué se dedicaban. Y la respuesta, la mayoría de las veces, coincidía: se dedicaban a la industria de la ropa.
En un acto reflejo, buscó trabajo en una tienda de ropa con un propósito claro: aprender los secretos del oficio de la compra y venta de indumentaria.
“Traté a esa tienda como si fuese mi propio negocio, eso le gustó a mi jefe”, contó luego Do Won. Junto a su esposa, gracias a tres años de sacrificios y riguroso trabajo, logró juntar 11 mil dólares y decidió emprender.
La primera tienda
Con ese dinero, el matrimonio alquiló una tienda en Los Ángeles, cerca del departamento donde vivían. Se dedicaron entonces a comprar ropa al por mayor y muy barata a sus compatriotas coreanos, para después venderla a precios accesibles.
Aquella primera tienda, abierta en 1984, se llamó Fashion 21. La facturación del primer año sorprendió al matrimonio: 700 mil dólares, mucho más de lo que habían fantaseado. Do Won repetiría luego que en la tienda donde aprendió los secretos del negocio apenas llegaban a los 30 mil dólares anuales.
La vida de penurias y austeridad del matrimonio Chang quedó definitivamente en el pasado. De ahí en adelante, los esperaba un camino de prosperidad.
A partir de su primer local, que estaba dirigido específicamente a los coreano-norteamericanos, el negocio creció. Según la BBC, durante los primeros años los Chang abrían un nuevo local cada seis meses. Fue en aquella época cunado cambiaron el nombre de la marca por Forever 21, una firma que se convirtió en un verdadero imperio de la moda rápida: ropa barata, de relativa buena calidad y con diseños actuales.
Para tener una idea del crecimiento de la compañía, para el año 2019, Forever 21 contaba con 790 tiendas en 48 países.
La familia en la empresa
Para ese entonces, toda la familia Chang estaba embarcada en la empresa. Jin Sook, de muy bajo perfil, trabajaba en el departamento de marketing y aprovechaba cualquier ocasión para compartir con los clientes de la marca sus creencias religiosas. Durante años, las bolsas de Forever 21 llevaron impreso un versículo de la Biblia. “San Juan 3.16: De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”.
oLas dos hijas del matrimonio, Linda y Esther, después de graduarse en universidades de elite, también formarn parte del directorio de Forever 21.
“Un inmigrante con un sueño”
La relación de Forever 21 y los Chang, sus fundadores, finalizó en septiembre de 2019. Entonces, la compañía se declaró en quiebra por primera vez. Sin embargo, en febrero de 2020 fue comprada por un consorcio formado por los grupos inmobiliarios Simon Property Group y Brookfield y la firma de marketing Authentic Brands Group. Lo que pagaron estas firmas por la compra de la icónica marca de moda rápida fueron 81 millones de dólares.
A partir de allí, empezó otra historia para las ya tradicionales tiendas de ropa. A modo de lección, y como una moraleja surgida de su propia historia, Do Won Chang reflexionaba, en el año 2010, en una entrevista para Los Ángeles Times, concedida en su casa de Beverly Hills valuada en 16,5 millones de dólares: “Forever 21 da esperanza e inspiración a quienes llegan aquí (EEUU) con casi nada. Esa es una recompensa que me llena de humildad: el hecho de que inmigrantes que vienen a Estados Unidos, como yo, puedan ir a Forever 21 y saber que todo esto lo inició un simple inmigrante coreano con un sueño”.
Forever 21 comenzó gracias a la inspiración y el trabajo de un matrimonio de surcoreanos que llegó a los Estados Unidos sin un dólar pero con la esperanza de cumplir el ‘sueño americano’ LA NACION