En Córdoba, un bunker serrano es todo un homenaje a los lazos familiares y las tradiciones locales

Rebeca y Daniel, junto a sus hijas Josefina y Candela, tuvieron siempre como plan compartido salir de trekking y hacer montañismo. Esta búsqueda de aventura al aire libre los llevó desde la ciudad de San Jorge, en Santa Fe, hasta Los Reartes, un pueblo del Valle de Calamuchita que, además de conservar tranquilidad e impronta criolla, les ofrecía una perfecta cercanía al Champaquí, el cerro más alto de Córdoba.
“El proyecto empezó en mayo de 2021, cuando compramos el terreno. Estábamos muy ilusionados por construir en ese lugar que tanto nos gustaba”, recuerda Rebeca. Fue entonces cuando convocó a alguien en quien confiaba plenamente: su sobrino, el arquitecto Valentín Brügger, creador del estudio Vbrugg, con base en Córdoba Capital. Juntos se embarcaron en ese sueño que era construir una casa de campo para compartir fines de semana y vacaciones en familia. Entre charlas y mates que acompañaron los viajes al pueblo, Rebeca y Valentín gestaron un diseño que, cuatro años después, se transformaría en lo que hoy es Casa Lelis.
Un refugio con destellos nórdicos y orientales
Rebeca buscaba una casa chiquita, con aires de refugio, que fuera íntima y que pudiera cerrarse fácilmente cuando nadie la habitara. El resultado final fue un poco más grande de lo que imaginaba, pero responde perfectamente a la consigna.
En la planta baja hay una cocina abierta, un baño y un estar-comedor que se une o separa de la galería gracias a generosas puertas-ventanas. Arriba, en un entrepiso, se instalaron dos dormitorios -uno abierto que balconea sobre el comedor para las chicas y otro privado para Rebeca y Daniel- y una terraza cubierta.
Para definir el diseño, respeté el estilo de las construcciones locales más antiguas: casonas con muros de adobe y piedras, con techos de madera y chapa, estructura de palo redondo y galerías abiertas. A eso le sumé detalles tomados de capillas y cabañas -nórdicas y orientales-, en las que se suelen aplicar técnicas y materiales similares a los de la zona.
Valentín Brügger, fundador de Estudio vbrugg
De impronta austera
El equipamiento siguió esa misma simpleza. Los baños y elementos como los estantes que sectorizan la salamandra fueron hechos en hormigón in situ. En la cocina, el bajo mesada se cierra con esterilla de mimbre y la barra (también de hormigón) atesora un durmiente antiguo traído desde El Fortín, pueblo cordobés del que es oriunda Rebeca.
La materialidad de la casa se resume en la unión de dos elementos, el concreto y el blanco. Esto le dio a la casa una impronta austera; un espíritu de bunker acogedor.
En interiores y fachada se optó por hormigón ciclópeo, con piedras grandes adentro. “Con él se jugó mi reinterpretación de las construcciones de la zona. Incorporamos la tradición de la piedra, pero de forma artificial con el hormigón, que dejamos en exposición en su estado más bruto, con sus marcas e imperfecciones”, detalla Valentín.
Subir la apuesta
En un principio se pensó en una escalera caracol, pero finalmente se diseñó esta versión en hormigón y chapa plegada en blanco.
“La idea era generar la sensación de que flotara entre las paredes rústicas, tratando de dar con un resultado lo más pulcro, liviano y sutil posible”. Los escalones avanzan sobre el ambiente principal, creando un espacio tipo grada para sentarse o poner plantas.
Mirador del cielo serrano
Rebeca anhelaba tener un espacio para disfrutar del cielo en las noches serranas y toda la naturaleza que abraza la casa, pero sin necesidad de salir de ella. Así nació la idea de esta peculiar terraza cubierta tipo torre que da hacia el patio.
Acá aparece uno de los rasgos más característicos de la casa: los huecos irregulares, similares a los que la arquitecta brasileña Lina Bo Bardi imprimió en el edificio Sesc Pompéia de San Pablo.
En total, Valentín creó dos, siguiendo las formas de las piedras presentes en los muros. Además del de la terraza, está el de la cocina, que conecta con la calle. “Como ese tenía que ser cerrado y dar cierta privacidad, optamos por ponerle un vidrio Stopsol, que es espejo de un lado y transparente del otro”.
Un lugar en el mundo
En Casa Lelis nunca faltan familiares y amigos para disfrutarla. Acá hay encuentros, risas, buena compañía. Es mi lugar en el mundo
Rebeca, dueña de casa
El juego de mesa y sillas plegables de la galería también son un recuerdo. Pertenecieron al club del pueblo natal de Rebeca. Para acompañar el descanso, se pusieron ganchos para hamacas paraguayas en todas las columnas metálicas. La idea es que al abrir los chapones, quien se acueste en una pueda estar adentro y afuera a la vez.
Labor artesanal
“El proyecto me encantó; fue una experiencia en la que pude afianzar un vínculo familiar, compartir mucho con el equipo de albañiles y convivir con la obra. Esto me permitió ser testigo de cómo iba evolucionando, como iba materializándose la casa”, cuenta agradecido el arquitecto.
Construir en esta región requería de una labor muy artesanal guiada por conocimientos autóctonos. “Por eso -cuenta Valentín- me apoyé mucho en Gabriel, albañil de Alta Gracia, una localidad cercana, con mucha experiencia como pirquero. Contar con él me permitió confiar y crear con mayor libertad”.
A nivel diseño, el arquitecto quiso que, cuando los cerramientos móviles se abrieran, el bloque vidriado de los dormitorios simulara estar suspendido encima de la galería.
La forma de la casa respeta los lineamientos de la comuna de Los Reartes, que le exige a las construcciones un gran porcentaje de cubierta inclinada. De ahí que tenga una estructura de ¼ de hormigón con techo plano y ¾ de estructura metálica y de madera blancas con techo inclinado.
Un homenaje
“Lelis” era la firma de la mamá de Rebeca. Llamarla así es “un homenaje por su apoyo para que estudiara. Gracias a los frutos de mi profesión existe esta bella casa”, cuenta amorosamente su dueña.
Durante el día, el vidrio espejado del hueco que da a la cocina refleja los árboles y el movimiento de la calle. De noche, cuando las luces están encendidas, se puede observar a través de él lo que sucede dentro.
Con la inminente llegada del otoño, se va palpitando lo que para Valentín es la época más linda en Casa Lelis: “Los árboles empiezan a dejar las hojas, que quedan en el jardín; el cielo tiene de a ratos un poquito bruma y el sol ya no está tan fuerte. A la noche refresca, por lo que se puede prender la salamandra, y de día dan ganas de abrirla completamente para disfrutar del paisaje del pueblo serrano”.
Rebeca y Daniel, junto a sus hijas Josefina y Candela, tuvieron siempre como plan compartido salir de trekking y hacer montañismo. Esta búsqueda de aventura al aire libre los llevó desde la ciudad de San Jorge, en Santa Fe, hasta Los Reartes, un pueblo del Valle de Calamuchita que, además de conservar tranquilidad e impronta criolla, les ofrecía una perfecta cercanía al Champaquí, el cerro más alto de Córdoba.
“El proyecto empezó en mayo de 2021, cuando compramos el terreno. Estábamos muy ilusionados por construir en ese lugar que tanto nos gustaba”, recuerda Rebeca. Fue entonces cuando convocó a alguien en quien confiaba plenamente: su sobrino, el arquitecto Valentín Brügger, creador del estudio Vbrugg, con base en Córdoba Capital. Juntos se embarcaron en ese sueño que era construir una casa de campo para compartir fines de semana y vacaciones en familia. Entre charlas y mates que acompañaron los viajes al pueblo, Rebeca y Valentín gestaron un diseño que, cuatro años después, se transformaría en lo que hoy es Casa Lelis.
Un refugio con destellos nórdicos y orientales
Rebeca buscaba una casa chiquita, con aires de refugio, que fuera íntima y que pudiera cerrarse fácilmente cuando nadie la habitara. El resultado final fue un poco más grande de lo que imaginaba, pero responde perfectamente a la consigna.
En la planta baja hay una cocina abierta, un baño y un estar-comedor que se une o separa de la galería gracias a generosas puertas-ventanas. Arriba, en un entrepiso, se instalaron dos dormitorios -uno abierto que balconea sobre el comedor para las chicas y otro privado para Rebeca y Daniel- y una terraza cubierta.
Para definir el diseño, respeté el estilo de las construcciones locales más antiguas: casonas con muros de adobe y piedras, con techos de madera y chapa, estructura de palo redondo y galerías abiertas. A eso le sumé detalles tomados de capillas y cabañas -nórdicas y orientales-, en las que se suelen aplicar técnicas y materiales similares a los de la zona.
Valentín Brügger, fundador de Estudio vbrugg
De impronta austera
El equipamiento siguió esa misma simpleza. Los baños y elementos como los estantes que sectorizan la salamandra fueron hechos en hormigón in situ. En la cocina, el bajo mesada se cierra con esterilla de mimbre y la barra (también de hormigón) atesora un durmiente antiguo traído desde El Fortín, pueblo cordobés del que es oriunda Rebeca.
La materialidad de la casa se resume en la unión de dos elementos, el concreto y el blanco. Esto le dio a la casa una impronta austera; un espíritu de bunker acogedor.
En interiores y fachada se optó por hormigón ciclópeo, con piedras grandes adentro. “Con él se jugó mi reinterpretación de las construcciones de la zona. Incorporamos la tradición de la piedra, pero de forma artificial con el hormigón, que dejamos en exposición en su estado más bruto, con sus marcas e imperfecciones”, detalla Valentín.
Subir la apuesta
En un principio se pensó en una escalera caracol, pero finalmente se diseñó esta versión en hormigón y chapa plegada en blanco.
“La idea era generar la sensación de que flotara entre las paredes rústicas, tratando de dar con un resultado lo más pulcro, liviano y sutil posible”. Los escalones avanzan sobre el ambiente principal, creando un espacio tipo grada para sentarse o poner plantas.
Mirador del cielo serrano
Rebeca anhelaba tener un espacio para disfrutar del cielo en las noches serranas y toda la naturaleza que abraza la casa, pero sin necesidad de salir de ella. Así nació la idea de esta peculiar terraza cubierta tipo torre que da hacia el patio.
Acá aparece uno de los rasgos más característicos de la casa: los huecos irregulares, similares a los que la arquitecta brasileña Lina Bo Bardi imprimió en el edificio Sesc Pompéia de San Pablo.
En total, Valentín creó dos, siguiendo las formas de las piedras presentes en los muros. Además del de la terraza, está el de la cocina, que conecta con la calle. “Como ese tenía que ser cerrado y dar cierta privacidad, optamos por ponerle un vidrio Stopsol, que es espejo de un lado y transparente del otro”.
Un lugar en el mundo
En Casa Lelis nunca faltan familiares y amigos para disfrutarla. Acá hay encuentros, risas, buena compañía. Es mi lugar en el mundo
Rebeca, dueña de casa
El juego de mesa y sillas plegables de la galería también son un recuerdo. Pertenecieron al club del pueblo natal de Rebeca. Para acompañar el descanso, se pusieron ganchos para hamacas paraguayas en todas las columnas metálicas. La idea es que al abrir los chapones, quien se acueste en una pueda estar adentro y afuera a la vez.
Labor artesanal
“El proyecto me encantó; fue una experiencia en la que pude afianzar un vínculo familiar, compartir mucho con el equipo de albañiles y convivir con la obra. Esto me permitió ser testigo de cómo iba evolucionando, como iba materializándose la casa”, cuenta agradecido el arquitecto.
Construir en esta región requería de una labor muy artesanal guiada por conocimientos autóctonos. “Por eso -cuenta Valentín- me apoyé mucho en Gabriel, albañil de Alta Gracia, una localidad cercana, con mucha experiencia como pirquero. Contar con él me permitió confiar y crear con mayor libertad”.
A nivel diseño, el arquitecto quiso que, cuando los cerramientos móviles se abrieran, el bloque vidriado de los dormitorios simulara estar suspendido encima de la galería.
La forma de la casa respeta los lineamientos de la comuna de Los Reartes, que le exige a las construcciones un gran porcentaje de cubierta inclinada. De ahí que tenga una estructura de ¼ de hormigón con techo plano y ¾ de estructura metálica y de madera blancas con techo inclinado.
Un homenaje
“Lelis” era la firma de la mamá de Rebeca. Llamarla así es “un homenaje por su apoyo para que estudiara. Gracias a los frutos de mi profesión existe esta bella casa”, cuenta amorosamente su dueña.
Durante el día, el vidrio espejado del hueco que da a la cocina refleja los árboles y el movimiento de la calle. De noche, cuando las luces están encendidas, se puede observar a través de él lo que sucede dentro.
Con la inminente llegada del otoño, se va palpitando lo que para Valentín es la época más linda en Casa Lelis: “Los árboles empiezan a dejar las hojas, que quedan en el jardín; el cielo tiene de a ratos un poquito bruma y el sol ya no está tan fuerte. A la noche refresca, por lo que se puede prender la salamandra, y de día dan ganas de abrirla completamente para disfrutar del paisaje del pueblo serrano”.
La línea de los afectos marcó el nacimiento de este refugio, que une elementos de la arquitectura nórdica, oriental y criolla en pleno Valle de Calamuchita. LA NACION