NacionalesUltimas Noticias

Rompió una promesa, el desarraigo partió su corazón y hoy apuesta por el país: “Es una felicidad volver a trabajar en Argentina”

Para Álvaro Borrás, el desarraigo es partir el corazón. Como una planta cuando es arrancada de raíz para ser llevada a otra tierra, las posibilidades de vivir realmente bien en suelo ajeno son pocas: “No importa la cantidad de veces que lo hagas, nunca te acostumbrás”, suele decir Álvaro, un hombre que vivió el desarraigo decenas de veces, que siempre promete que jamás volverá hacerlo, y que una y otra vez quiebra su promesa: la vida empuja, la realidad no siempre se alinea con la ilusión.

El primer desarraigo, Sendero Luminoso y el impacto en los hijos: “Siempre les transmití la cultura del trabajo”

La primera vez que dejó a su querida Mendoza atrás fue cuando lo trasladaron por trabajo a Perú. Álvaro no partió de Argentina por decisión propia, sino más bien por necesidad, corría el año 2002, la realidad financiera golpeaba duro y la oportunidad ante él significaba una vía de escape hacia una mejor calidad de vida.

Álvaro Borrás, experto en ductos.

Como experto en ductos, llegó a su nuevo destino de la mano del proyecto Camisea de Techint, donde debían instalar un gasoducto con dos tuberías de unos 730 kilómetros una, y aproximadamente 560 kilómetros la otra. Semejante odisea implicaba alejarse por un largo período para adentrarse en el corazón del Amazonas hasta Lima, atravesando la selva y las sierras hasta llegar a la costa: “Yo estuve en el tramo de la sierra y un corto tramo de la selva”, cuenta Álvaro, quien en Argentina trabajaba para aquella empresa, pero apenas sí había proyectos donde desempeñarse.

“Recuerdo que fue una experiencia con muchas emociones y sentimientos disímiles. En lo profesional fue excelente, ahí aprendí infinidad de cosas y situaciones que no había vivido antes. Me formó en muchísimos aspectos y me dio muchas herramientas para mi desarrollo laboral en el futuro, pero también tuvimos una experiencia muy difícil”, revela.

“Recuerdo que fue una experiencia con muchas emociones y sentimientos disímiles

Aquella experiencia fue más que dura y quedó marcada en él a fuego: 71 de sus compañeros de trabajo fueron secuestrados por Sendero Luminoso, un caso que mantuvo en vilo a la Argentina y al mundo, y que culminó con el entonces presidente peruano, Alejandro Toledo, diciendo: `Ha sido una pesadilla que tuvo un final exitoso´.

Tras un largo tiempo lejos de sus seres queridos, Álvaro regresó con muchas enseñanzas, pero con las marcas del peso de lo vivido: “Mis hijos lo sufrieron mucho, pero el esfuerzo sirvió para poder brindarles numerosas oportunidades. Aprendieron que el esfuerzo es necesario para alcanzar logros, creo que siempre les transmití la cultura del trabajo”, reflexiona hoy.

Junto a sus compañeros.

“En estas experiencias se sufre mucho no estar cerca ni de los hijos, padres, hermanos y amigos. También de las costumbres, uno se encuentra de repente en otra cultura, que, aunque esté cerca, es muy lejana a lo que uno vive en su país. La gente que emigra por primera vez no sabe el desarraigo al que se va a enfrentar”.

La promesa rota

Tras su experiencia en Perú, llegaron los dos años en Buenos Aires. Si bien el país era el suyo, Álvaro podía sentir el efecto de tener a Mendoza lejos. Mientras tanto, en Argentina se halló una vez más frente a una crisis que lo empujó hacia Brasil, a un proyecto de construcción de un mineroducto. Tres meses bastaron para que el argentino solicitara la repatriación.

Álvaro vivió por largos períodos en lugares remotos.

Fue allí, cuando se reencontró con su suelo, que se prometió por primera vez que no volvería a trabajar fuera de Mendoza: “Promesa que volví a hacer en varias oportunidades y que indefectiblemente la vuelvo a romper”.

Algunos años pasaron en Mendoza, que colaboraron a la esperanza de la permanencia. Pero la historia está destinada a repetirse, y Álvaro no pudo evitar caer en las redes de las crisis argentinas y lo que parecía un deja vu. Y así, regresó a Brasil con otra empresa, trabajó un año en las afueras de San Pablo, mientras vivía en Santo André.

“Fue una muy buena experiencia. En mi balance personal creo que fue muy positivo. Aprendí de la idiosincrasia del trabajador brasilero, que es muy distinta a otros lugares de Sudamérica”.

Cuando la vida personal empuja y la felicidad llega

Para cuando llegó el año 2013, la vida personal de Álvaro lo empujó a buscar nuevos horizontes. El panorama inesperado lo instó a decirle que sí a una oportunidad en México.

Gracias a esos amigos que emergen en el andar incansable, el argentino comenzó a trabajar en Transcanada, una empresa dedicada al transporte de gas en Canadá, Estados Unidos y México. A diferencia del pasado, ahora ya no estaba de lado de los que construyen, sino que pasó a ser parte de los propietarios, quienes controlan a la constructora.

Nuevo comienzo en México.

En México permaneció cinco años en los que vivió en Chihuahua, Los Mochis, Querétaro, Tuxpan y Tampico: “Con pasadas esporádicas por Ciudad de México”, agrega Álvaro. “También fue una experiencia muy buena y adquirí conocimientos laborales en un rol que no había realizado antes”.

Y fue por aquella época, que Álvaro volvió a encontrar el amor en su tierra, Mendoza, y con él halló una felicidad que necesitaba: “Terminado este ciclo, regresé a mi provincia”, continúa. “Otra vez la promesa, otra vez romperla a los dos años de haberla hecho. El destino, Chile”.

En México permaneció cinco años en los que vivió en Chihuahua, Los Mochis, Querétaro, Tuxpan y Tampico: “Con pasadas esporádicas por Ciudad de México”

Chile sin rivalidad histórica y con formas estructuradas: “Siempre hacen lo que está previsto”

Chile amaneció diferente a cualquier otra experiencia. Álvaro llegó en el 2019 contratado por Bechtel, una empresa estadounidense importante, para trabajar en el norte de Chile. El proyecto consistía en construir un acueducto para subir agua de mar desalinizada hasta la mina.

“País nuevo, cultura nueva, experiencia laboral nueva”, dice pensativo. “Estuve tres años, incluida la pandemia. En ese período estuve mayormente viviendo en campamento. Más allá de lo laboral ya no recuerdo la cantidad de días que estuve haciendo cuarentena en la habitación de un hotel cada vez que entraba a Chile. Tampoco recuerdo la infinidad de hisopados que tuve que aguantar por los viajes frecuentes entre Chile y Argentina”, agrega Álvaro, quien luego cambió de empresa y se trasladó a Chile a las oficinas corporativas.

Las amistades, una de las riquezas más grandes que Álvaro cosechó en el camino.

“Chile es un país especial, su gente, su cultura, sus costumbres. El tema que más me chocó es lo estructurados que son. En cualquier tema de la vida no toman atajos, siempre hacen lo que está previsto. No como nosotros que somos más prácticos, vemos los atajos y los tomamos. Sus comidas típicas tienen, en su mayoría, influencia indígena. Se destacan también los productos de mar, que es muy importante su consumo. Una de las cosas que más me gustaba comer es la paila marina, pero también el pescado. Debes de vez en cuando un buen asado, pero a la argentina, para recordar la tierra”.

“En mi relación con la gente, compañeros de trabajo o no, me sentí muy cómodo a pesar de la rivalidad histórica que siempre ha habido. Esto no lo sentí, estuve cómodo, me trataron muy bien. Tienen buena calidad de vida y a pesar de sus quejas de los gobiernos o de la economía tienen una estabilidad buena. Pueden aspirar a adquirir bienes a largo plazo y los vaivenes no son tan importantes como para que cambien esta situación. Igualito que la Argentina…”, ironiza.

La ilusión de no dejar Argentina: “Es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país”

A finales del año 2024, tras más de dos décadas de vivir en el camino, Álvaro regresó a su amada Mendoza y se prometió, una vez más, no volver a dejarla. ¿Por qué será que la vida tiende a empujar al ser humano hacia esas situaciones que le causan recelo?

En el presente, Álvaro está involucrado en el proyecto del oleoducto VMOS Vaca Muerta. Se aloja en ciudades chicas, pero pronto volverá a la vida de campamento: “Regresé a la Argentina otra vez con la promesa, por el momento solo rota a medias por que no trabajo en Mendoza. Voy y vengo a Rio Negro. En lo íntimo espero no romperla de todo y no volver a expatriarme…”, dice.

“Mis experiencias viviendo en el exterior han sido muy buenas”, continúa el hombre de 63 años. “Aprendí mucho en lo laboral y lo humano. Estoy muy agradecido a los países que me recibieron y me dieron la oportunidad de trabajar y desarrollarme. Aprendí sus costumbres. Aprendí y conocí países de una manera que no se aprende cuando uno viaja de turista”.

“Pero es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país, espero que me dure hasta mi retiro, que a pesar de mi edad todavía no lo visualizo por elección propia”, asegura. “Si bien no estoy en casa, me siento mucho más cerca. Volví a las costumbres nuestras, cuando hablas de un `asadito´ el que te escucha sabe de qué hablás. No estás hablando de asar carne, estás hablando de juntada con familia, con amigos, de poder compartir, de discutir de política o de fútbol, de disfrutar afectos…”

“Pero es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país, espero que me dure hasta mi retiro, que a pesar de mi edad todavía no lo visualizo por elección propia”.

“Solo me queda agradecer a mis hijos Santiago, Eugenio, María Guadalupe y a mi señora Bettina que se subió a mi vida a mitad de este recorrido. Sofía y María, las hijas de mi esposa, también han sido una bendición y me recibieron con los brazos abiertos. Mi nieta Ámbar es la luz de mis ojos. Y Felipe y Amelia, que son mis nietos por el lado de mi esposa, los amo. Y sobre todos mis papás, Hugo (que ya no está entre nosotros) y Ana María (más de noventa y vive sola), que gracias a ellos para bien o mal soy así… Todos ellos día a día me enseñan que la felicidad existe”.

“Mi experiencia de vida me enseñó que el desarraigo no es lo que define el diccionario, el desarraigo es partir el corazón. No importa la cantidad de veces que lo hagas, nunca te acostumbras. No importa que lo hagas por decisión propia o por necesidad. No hay nada mas lindo que estar en casa”. concluye.

Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com

Para Álvaro Borrás, el desarraigo es partir el corazón. Como una planta cuando es arrancada de raíz para ser llevada a otra tierra, las posibilidades de vivir realmente bien en suelo ajeno son pocas: “No importa la cantidad de veces que lo hagas, nunca te acostumbrás”, suele decir Álvaro, un hombre que vivió el desarraigo decenas de veces, que siempre promete que jamás volverá hacerlo, y que una y otra vez quiebra su promesa: la vida empuja, la realidad no siempre se alinea con la ilusión.

El primer desarraigo, Sendero Luminoso y el impacto en los hijos: “Siempre les transmití la cultura del trabajo”

La primera vez que dejó a su querida Mendoza atrás fue cuando lo trasladaron por trabajo a Perú. Álvaro no partió de Argentina por decisión propia, sino más bien por necesidad, corría el año 2002, la realidad financiera golpeaba duro y la oportunidad ante él significaba una vía de escape hacia una mejor calidad de vida.

Álvaro Borrás, experto en ductos.

Como experto en ductos, llegó a su nuevo destino de la mano del proyecto Camisea de Techint, donde debían instalar un gasoducto con dos tuberías de unos 730 kilómetros una, y aproximadamente 560 kilómetros la otra. Semejante odisea implicaba alejarse por un largo período para adentrarse en el corazón del Amazonas hasta Lima, atravesando la selva y las sierras hasta llegar a la costa: “Yo estuve en el tramo de la sierra y un corto tramo de la selva”, cuenta Álvaro, quien en Argentina trabajaba para aquella empresa, pero apenas sí había proyectos donde desempeñarse.

“Recuerdo que fue una experiencia con muchas emociones y sentimientos disímiles. En lo profesional fue excelente, ahí aprendí infinidad de cosas y situaciones que no había vivido antes. Me formó en muchísimos aspectos y me dio muchas herramientas para mi desarrollo laboral en el futuro, pero también tuvimos una experiencia muy difícil”, revela.

“Recuerdo que fue una experiencia con muchas emociones y sentimientos disímiles

Aquella experiencia fue más que dura y quedó marcada en él a fuego: 71 de sus compañeros de trabajo fueron secuestrados por Sendero Luminoso, un caso que mantuvo en vilo a la Argentina y al mundo, y que culminó con el entonces presidente peruano, Alejandro Toledo, diciendo: `Ha sido una pesadilla que tuvo un final exitoso´.

Tras un largo tiempo lejos de sus seres queridos, Álvaro regresó con muchas enseñanzas, pero con las marcas del peso de lo vivido: “Mis hijos lo sufrieron mucho, pero el esfuerzo sirvió para poder brindarles numerosas oportunidades. Aprendieron que el esfuerzo es necesario para alcanzar logros, creo que siempre les transmití la cultura del trabajo”, reflexiona hoy.

Junto a sus compañeros.

“En estas experiencias se sufre mucho no estar cerca ni de los hijos, padres, hermanos y amigos. También de las costumbres, uno se encuentra de repente en otra cultura, que, aunque esté cerca, es muy lejana a lo que uno vive en su país. La gente que emigra por primera vez no sabe el desarraigo al que se va a enfrentar”.

La promesa rota

Tras su experiencia en Perú, llegaron los dos años en Buenos Aires. Si bien el país era el suyo, Álvaro podía sentir el efecto de tener a Mendoza lejos. Mientras tanto, en Argentina se halló una vez más frente a una crisis que lo empujó hacia Brasil, a un proyecto de construcción de un mineroducto. Tres meses bastaron para que el argentino solicitara la repatriación.

Álvaro vivió por largos períodos en lugares remotos.

Fue allí, cuando se reencontró con su suelo, que se prometió por primera vez que no volvería a trabajar fuera de Mendoza: “Promesa que volví a hacer en varias oportunidades y que indefectiblemente la vuelvo a romper”.

Algunos años pasaron en Mendoza, que colaboraron a la esperanza de la permanencia. Pero la historia está destinada a repetirse, y Álvaro no pudo evitar caer en las redes de las crisis argentinas y lo que parecía un deja vu. Y así, regresó a Brasil con otra empresa, trabajó un año en las afueras de San Pablo, mientras vivía en Santo André.

“Fue una muy buena experiencia. En mi balance personal creo que fue muy positivo. Aprendí de la idiosincrasia del trabajador brasilero, que es muy distinta a otros lugares de Sudamérica”.

Cuando la vida personal empuja y la felicidad llega

Para cuando llegó el año 2013, la vida personal de Álvaro lo empujó a buscar nuevos horizontes. El panorama inesperado lo instó a decirle que sí a una oportunidad en México.

Gracias a esos amigos que emergen en el andar incansable, el argentino comenzó a trabajar en Transcanada, una empresa dedicada al transporte de gas en Canadá, Estados Unidos y México. A diferencia del pasado, ahora ya no estaba de lado de los que construyen, sino que pasó a ser parte de los propietarios, quienes controlan a la constructora.

Nuevo comienzo en México.

En México permaneció cinco años en los que vivió en Chihuahua, Los Mochis, Querétaro, Tuxpan y Tampico: “Con pasadas esporádicas por Ciudad de México”, agrega Álvaro. “También fue una experiencia muy buena y adquirí conocimientos laborales en un rol que no había realizado antes”.

Y fue por aquella época, que Álvaro volvió a encontrar el amor en su tierra, Mendoza, y con él halló una felicidad que necesitaba: “Terminado este ciclo, regresé a mi provincia”, continúa. “Otra vez la promesa, otra vez romperla a los dos años de haberla hecho. El destino, Chile”.

En México permaneció cinco años en los que vivió en Chihuahua, Los Mochis, Querétaro, Tuxpan y Tampico: “Con pasadas esporádicas por Ciudad de México”

Chile sin rivalidad histórica y con formas estructuradas: “Siempre hacen lo que está previsto”

Chile amaneció diferente a cualquier otra experiencia. Álvaro llegó en el 2019 contratado por Bechtel, una empresa estadounidense importante, para trabajar en el norte de Chile. El proyecto consistía en construir un acueducto para subir agua de mar desalinizada hasta la mina.

“País nuevo, cultura nueva, experiencia laboral nueva”, dice pensativo. “Estuve tres años, incluida la pandemia. En ese período estuve mayormente viviendo en campamento. Más allá de lo laboral ya no recuerdo la cantidad de días que estuve haciendo cuarentena en la habitación de un hotel cada vez que entraba a Chile. Tampoco recuerdo la infinidad de hisopados que tuve que aguantar por los viajes frecuentes entre Chile y Argentina”, agrega Álvaro, quien luego cambió de empresa y se trasladó a Chile a las oficinas corporativas.

Las amistades, una de las riquezas más grandes que Álvaro cosechó en el camino.

“Chile es un país especial, su gente, su cultura, sus costumbres. El tema que más me chocó es lo estructurados que son. En cualquier tema de la vida no toman atajos, siempre hacen lo que está previsto. No como nosotros que somos más prácticos, vemos los atajos y los tomamos. Sus comidas típicas tienen, en su mayoría, influencia indígena. Se destacan también los productos de mar, que es muy importante su consumo. Una de las cosas que más me gustaba comer es la paila marina, pero también el pescado. Debes de vez en cuando un buen asado, pero a la argentina, para recordar la tierra”.

“En mi relación con la gente, compañeros de trabajo o no, me sentí muy cómodo a pesar de la rivalidad histórica que siempre ha habido. Esto no lo sentí, estuve cómodo, me trataron muy bien. Tienen buena calidad de vida y a pesar de sus quejas de los gobiernos o de la economía tienen una estabilidad buena. Pueden aspirar a adquirir bienes a largo plazo y los vaivenes no son tan importantes como para que cambien esta situación. Igualito que la Argentina…”, ironiza.

La ilusión de no dejar Argentina: “Es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país”

A finales del año 2024, tras más de dos décadas de vivir en el camino, Álvaro regresó a su amada Mendoza y se prometió, una vez más, no volver a dejarla. ¿Por qué será que la vida tiende a empujar al ser humano hacia esas situaciones que le causan recelo?

En el presente, Álvaro está involucrado en el proyecto del oleoducto VMOS Vaca Muerta. Se aloja en ciudades chicas, pero pronto volverá a la vida de campamento: “Regresé a la Argentina otra vez con la promesa, por el momento solo rota a medias por que no trabajo en Mendoza. Voy y vengo a Rio Negro. En lo íntimo espero no romperla de todo y no volver a expatriarme…”, dice.

“Mis experiencias viviendo en el exterior han sido muy buenas”, continúa el hombre de 63 años. “Aprendí mucho en lo laboral y lo humano. Estoy muy agradecido a los países que me recibieron y me dieron la oportunidad de trabajar y desarrollarme. Aprendí sus costumbres. Aprendí y conocí países de una manera que no se aprende cuando uno viaja de turista”.

“Pero es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país, espero que me dure hasta mi retiro, que a pesar de mi edad todavía no lo visualizo por elección propia”, asegura. “Si bien no estoy en casa, me siento mucho más cerca. Volví a las costumbres nuestras, cuando hablas de un `asadito´ el que te escucha sabe de qué hablás. No estás hablando de asar carne, estás hablando de juntada con familia, con amigos, de poder compartir, de discutir de política o de fútbol, de disfrutar afectos…”

“Pero es una felicidad muy grande volver a trabajar en el país, espero que me dure hasta mi retiro, que a pesar de mi edad todavía no lo visualizo por elección propia”.

“Solo me queda agradecer a mis hijos Santiago, Eugenio, María Guadalupe y a mi señora Bettina que se subió a mi vida a mitad de este recorrido. Sofía y María, las hijas de mi esposa, también han sido una bendición y me recibieron con los brazos abiertos. Mi nieta Ámbar es la luz de mis ojos. Y Felipe y Amelia, que son mis nietos por el lado de mi esposa, los amo. Y sobre todos mis papás, Hugo (que ya no está entre nosotros) y Ana María (más de noventa y vive sola), que gracias a ellos para bien o mal soy así… Todos ellos día a día me enseñan que la felicidad existe”.

“Mi experiencia de vida me enseñó que el desarraigo no es lo que define el diccionario, el desarraigo es partir el corazón. No importa la cantidad de veces que lo hagas, nunca te acostumbras. No importa que lo hagas por decisión propia o por necesidad. No hay nada mas lindo que estar en casa”. concluye.

Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com

 No quería irse pero la situación lo empujó; lejos y de la mano de megaproyectos, tuvo una experiencia extrema con Sendero Luminoso, descubrió las idiosincrasias de Brasil y México, y vivió años positivos en Chile: “En cualquier tema de la vida no toman atajos”, dice  LA NACION

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Cerrar